SUERO DE QUIÑONES EN EL PASSO HONROSO
LOS IRREDUCTIBLES DE LA CABALLERÍA
Tal día como hoy, 10 de julio, del año 1434 un caballero de León que por nombre era conocido como Suero de Quiñones, armado, se puso a mantener el puente de Órbigo, entre Astorga y León, paso obligado del Camino Francés que llevaba y traía a los peregrinos europeos a Compostela.
"Señor: Deseo justo e razonable es que en los que en prisiones o fuera de su libre poder son, desear la libertad e como yo -Suero de Quiñones- sea en prisión por una señora, por la que traigo todos los jueves este fierro, según es notorio en vuestra magnífica Corte. Yo, poderoso Señor, he concertado mi rescate -de esa prisión- en trescientas lanzas rompidas por el asta con fierros de Milán de mí e de estos nueve caballeros que aquí son...".
Desde el 10 de julio hasta el 9 de agosto estuvo allí, con los caballeros sus amigos que se le ofrecieron para contender con todos los aventureros que quisieran pasar el puente de Órbigo. Se le llamaba "mantenedores" a los que defendían el lugar (un puente, la puerta de un castillo...) y "aventureros" a los que, por buscar gloria en hechos de armas, acudían a la llamada de estos desafíos. Suero de Quiñones era espléndido: él ponía a disposición de sus adversarios -y a expensas de su bolsa- las armas. No se trataba de un desafío que para entablarse hubiera requerido ninguna afrenta; era algo así como lo que hoy día llaman "deporte", pero con un sentido muy elevado de la arriesgada empresa que, en este caso, era librarse de la argolla que, todo es posible, Suero de Quiñones hubiera hecho promesa de llevar al cuello por su dama. Hubo otro caso parecido en el Passo de la Fuerte Ventura, en Valladolid, al año 1428 y son muchos los que se pueden contar en Francia: el Pas du Chevalier au cygne, el Pas de la Dame Sauvage...
El puente de Órbigo
El capítulo fue parodiado después por Cervantes en el Quijote que, a cada dos por tres, allá por donde iba cerraba el camino a los viajeros, estorbando a las caravanas de mercaderes, espantando a los cortejos fúnebres y desafiándose con el vizcaíno. Pero la gesta protagonizada por Suero de Quiñones en el Passo Honroso de la Puente de Órbigo no fue en modo alguno ninguna caricatura. El caballero, enamorado de una dama cuyo nombre mantiene en secreto por honrarla, llevaba al cuello todos los jueves una argolla como símbolo de su esclavitud amatoria. Consultó con hombres sabios, lo sabemos y se ha contado hace tiempo en esta bitácora, antes de resolverse a montar la zapatiesta que armó en el Puente de Órbigo. Hasta donde se me alcanza, tras estudiar la correspondencia epistolar que ha perdurado, Suero de Quiñones pidió consejo a Enrique de Villena. El de Villena era, entre los hombres de la época uno de los más sabios de las Españas.
Enrique de Villena tuvo muy mala fama en vida (cuando fue Maestre de Calatrava, se le choteaban todos los freiles y caballeros y, por si fuese poco, le hicieron una "moción de censura"); póstumamente, le quemaron la biblioteca por creer que en ella había grimorios (libros de magia negra) y, la verdad, es posible que hubiera alguno. Pero, Enrique de Villena le respondió al cuitado enamorado algo que nos parece muy puesto en razón:
"¿Quieres amado ser? Ama".
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
EL PASO HONROSO DE SUERO DE QUIÑONES
TAN VICTORIOSO CABALLERO, COMO CONTRARIADO EN AMORES
Hijo segundo de Diego Fernández de Quiñones, Merino Mayor de Asturias, y Doña María de Toledo fue el caballero más amante y esforzado de entre los vasallos de Don Juan II, Rey de Castilla y León. Enamorado de una hermosa dama, de esclarecido linaje, Suero de Quiñones no había remedio a su mal de amores. Había escrito una carta a Enrique de Villena el Nigromante, haciéndosela llegar por Sancho de Jarava, pidiéndole a Enrique de Villena, por su mucha sabiduría reputado, "salutífero consejo".
Contestóle Enrique de Villena, en la su villa de Iniesta: "¿Quieres amado ser?" -escribiera con su péñola: "¿Quieres amado ser? Ama". Y añadíale: "Según natura, esta regla contiene verdad e, según evidencia, parece lo contrario. E los enxemplos recordados que d'esto parecen en el piélago de las estorias gran consolación en este caso ministran, representando la penosidad que cuida ser particular". Y Enrique, maestro estrellero, explicó a Suero que la mala disposición de los astros, amén de otros inconvenientes elementales, era la causa de tanto desamor como sufría el honorable caballero.
Por ende, recomendaba Enrique de Villena a Suero de Quiñones: "E, sobre todo esto, dirigir vuestros ruegos al soberano Dador que mantiene e hizo el natural orden e puede mudar aquél cuando le plaze, que restringa las adversantes constelaciones es erá último e mayor refugio vuestro, que por justas en su acatamiento los que justas le piden cosas, sus infinita bondad e langueza consuela infaliblemente alos que recurren al divinal auxilio, a quien plega tenervos en su guarda e hazer que por nos seades amado que hasta agora desamado fuestes".
Era asaz estrago el que aquel ardoroso amor hacía en el pecho valeroso de Suero de Quiñones y, como señal de cautiverio amoroso, determinó ceñirse el cuello con una argoya todos los jueves para que todo el mundo supiera cómo era esclavo de amor de aquélla tan fermosa dama.
Y dispuesto a liberarse de aquellas cadenas de amor, espoleado por el consejo de sus amigos que bien lo querían, con sus jóvenes y animosos amigos, se propuso vencer a todos los caballeros de la Cristiandad.
Era el año del Señor de 1434, viernes primero día de Enero, cuando el Rey Juan II, con su corte, se hallaba a la sazón en el Castillo de Medina del Campo. Divertíanse los cortesanos, en un espléndido banquete regio, y entonces entró a los salones Suero de Quiñones con su séquito de nueve caballeros, todos de punta en blanco, sus leales amigos los más bravos caballeros de la Hespaña.
Estos fueron los amigos de Suero de Quiñones, los que en prueba de amistad y lealtad se batieron en la demanda de Suero, retando a cualquier caballero que tuviera voluntad de pasar el Puente de Órbigo:
"Lope de Estúñiga, Diego de Bazán, Pedro de Nava, Álvaro hijo de Álvar Gómez, Sancho de Ravanal, Lope de Aller, Diego de Benavides, Pedro de los Ríos y Gómez de Villacorta."
Hicieron los debidos cumplimientos a su Alteza el Rey de Castilla y León, reverenciaron muy humildemente a su Señor Don Juan el segundo deste nombre, besándole los pies y manos, y luego un faraute proclamó la petición que viniera a hacer Suero de Quiñones con sus nueve leales.
"Deseo justo e razonable es, los que en prisiones, o fuera de su libre poder son, desear libertad: e como yo, Suero de Quiñones, vasallo e natural vuestro sea en prisión de una señora de gran tiempo acá [...] Agora, pues, poderoso señor, en nombre del Apóstol Señor Sant Yago, yo he concertado mi rescate, el cual es trezientas lanças rompidas por el hasta con fierros de Milán, de mi, e de estos caballeros que aquí son en estos arneses [...] rompiendo con cada caballero, o gentilhome que allí venga".
Diez fueron los mantenedores del Paso Honroso. Amor, armas, amistad, caballerosidad y devoción a Señor Santiago Apóstol... Esta es la historia de Suero de Quiñones y sus nueve amigos. Y no olviden los siglos el nombre de tan amante caballero, el más valiente enamorado que vieron los siglos... Suero de Quiñones, español hasta los tuétanos.
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS: EL PASO HONROSO DE SUERO DE QUIÑONES
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