Hola, buenas tardes... No he escrito mucho por aquí por muchas cosas que no vienen a cuento, y tampoco se si esto debería colgarlo aquí. Me resultó interesante cuando lo leí e hice un pequeño artículo para una asignatura. A ver que os parece; espero que sea de vuestro agrado.
¿Nunca te has parado a mirar las manos cuando pasas la página del Libro de la Historia? Míralas bien y verás que quedan empapadas de sangre que ”lucha” por abrirse un hueco en el recuerdo; sangre de gente que luchó y murió por algo y que, por causas del destino, quedó olvidada en el cuarto de atrás. Esa sangre no sale escrita en este famoso libro, ya que la historia “oficial” no la recoge, sino que se seca en sus páginas, recorriendo sus líneas como un mero rumor que ansía poder salir y gritar.“No importa, compañeros, nuestra sangre salvará a la tierra!”
De historia “oficial” sabes un rato, te bombardean con ella desde pequeño, y a diario, y te prohíben indagar más allá; cortan de raíz tu afán por saber qué ocurrió de verdad. En España, en Europa, etc., tenemos casos a decenas, gritos ahogados en el olvido, sangre derramada y tapada bajo actos administrativos, dejando que corra por las cloacas oficiales, se seque y nadie pregunte por ella. Y si esta sangre pertenece a una ideología tachada de políticamente incorrecta aún es más fácil hacer que te olvides de ella. Pero para algo estamos nosotros aquí, para algo está tu interés por saber qué ocurrió de verdad en un momento determinado.
En estas páginas, esta sangre consigue en ti ese oído que quiere escucharla, esa mano que quiere rescatarla del olvido, evitando que se pierda permanentemente. De esta sangre yo me enteré a partir de una fotografía que un amigo me mostró; tú, posiblemente, sabrás de ella a partir de estas líneas.
No escribiré sobre sucesos europeos, cruzaré el Atlántico y recordaré la sangre olvidada, sangre derramada en septiembre de 1938 en Santiago de Chile; sangre de unos jóvenes con esperanza de cambiar algo, de ideal nacional-socialista, pero que a la hora de la verdad los dejaron solos en su revuelta.
En esos tiempos, el pueblo se sentía engañado por su Gobernador (el presidente Arturo Alessandri Palma), que prometió estar cerca del pueblo llano, pero los dejó plantados acercándose a las altas esferas, y “acallando”, bajo una fuerte represión, las voces en su contra. Estudiantes y obreros, miembros del MNS (Movimiento Nacional Socialista), pensaron poder evitar las próximas elecciones, donde se aseguraba la victoria del candidato alessandrista; prepararon un plan y lo llevaron a cabo.
El 5 de septiembre, sobre las 12:30h, una treintena de jóvenes tomaron armados el edificio de la Caja del Seguro Obrero (actual Ministerio de Justicia); sobre la misma hora otro grupo igual tomaba el edificio central de la Universidad de Chile. Mientras los jóvenes de la Caja aseguraban las puertas de entrada, dando muerte a un carabinero que les dio el alto, en la Universidad empezaba la lucha con las fuerzas oficiales. Uno de los jóvenes de la Caja, Gerardo Gallmeyer, miraba constantemente por la ventana y, en una de tantas veces, acabó con un disparo de carabinero en la cabeza.
Corrió la voz, el rumor de que se trataba de un golpe de Estado, así que el presidente hizo actuar al ejército. A las 14:30h la artillería del Regimiento Tacna se presentaba ante la Universidad y de dos cañonazos derribaron las puertas, acabando ahí la lucha en este centro. Los jóvenes, contrariados, no ofrecieron resistencia y fueron detenidos. Hubo 7 muertos; y los vivos fueron llevados, sin rumbo claro, por las calles de Santiago, hasta llegar a la calle donde se encontraba la Caja del Seguro Obrero.
Durante esa extraña procesión, un obrero, José Miguel Cabrera, gritó “¡Abajo el León, viva la revolución!”y acabó engrosando la fila de prisioneros. Su itinerario errante acabó, sobre las 15h, en el interior del edificio de la Caja, metiéndolos en el 6º piso.
El comandante al mando, Ricardo Angellini, ordenó a uno de los jóvenes de la Universidad, Humberto Yuric, subir al piso 7º, donde estaban sus compañeros, para intentar que se rindiesen, pero se quedó con ellos. Mandaron entonces a otro, Guillermo Cuello, rindiéndose poco después ante la promesa de los carabineros de respetar su vida.
A las 16h, fueron bajando a la 5ª planta desarmados y fueron separándolos del grupo de funcionarios de la Caja, aunque confundieron a dos de ellos con los jóvenes, que acabaron corriendo su misma suerte. Esta “suerte” no es otra que la de ser acribillados con carabinas y pistolas. Sus compañeros de la Universidad fueron obligados a pasar sobre sus cuerpos para acabar igual que ellos. Hasta las 18h repasaron con sable y disparos a los que aún mostraban un poco de vida. Uno de los jóvenes, antes de morir, tuvo tiempo de decir:”No importa, compañeros, nuestra sangre salvará a la tierra!”. Repartieron los cuerpos por las escaleras, oficinas, etc., para que pareciese una lucha.
La Asistencia Pública, que se acercó al lugar, recibió una única respuesta: No habrá heridos. Sobre las 22h llegó el diputado Raúl Marín junto con un periodista, para inspeccionar el edificio, encontrando a 4 de los jóvenes aún con vida. Marín se fue y regresó con la supuesta orden, por parte de Alessandri, de protegerlos; era falso, pero les salvó la vida.
Al día siguiente, Jorge González von Marées y Oscar Jiménez (los que mantuvieron contacto por radio con los amotinados) se entregaron a las autoridades. Algunas revistas y periódicos fueron clausurados, quedando en circulación los diarios afines al gobierno, los que darían a conocer la “historia oficial” (“Nazis matan a sus propios compañeros”).
Estos hechos conmovieron a la opinión pública. Carlos Ibáñez (candidato a favor del que se produjo la revuelta) partió al exilio. El desprestigio del gobierno por la matanza del Seguro Obrero, así como el apoyo que entregaron los ibañistas y el MNS al Frente Popular fueron determinantes en la victoria de Pedro Aguirre Cerda y la llegada del FP al gobierno. Una vez en el gobierno se indultó a Jorge González y los demás condenados y se presentó una acusación hacia Alessandri y los autores de la matanza. Pero el 29 de abril de 1940 la Justicia indultó a los culpables, dejando en la impunidad y en el olvido este gran crimen.
Existieron una vez sesenta y tres muchachos. Pasaron unos hombres con uniformes, pasaron las balas, y quedó la sangre señalando el lugar en que ellos, antes de morir, existieron. De nosotros depende, escuchando el rumor de esta sangre, que no se seque y siga corriendo y gritando para que la escuchen; que el firme convencimiento q les hizo levantarse, como el de tantos otros q su sangre dieron por una causa, no sea olvidado y lo continuemos en nuestros tiempos y en el futuro.
S.L.F.
Yo creo que sí, aunque mejor en la sección " Las Américas "
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