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Tema: La Expedición Real

  1. #1
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    La Expedición Real

    La Expedición Real (I)

    Carlos V, Rey legítimo de las Españas.
    …María Cristina, bastante asustada por el golpe militar de La Granja y el desbordamiento del régimen hacia los exaltados, decidió entablar negociaciones con su cuñado, el Rey legítimo de las Españas Carlos V, a través de la corte de Nápoles. Así, el embajador extraordinario de Fernando II de las Dos Sicilias en el Cuartel Real, el barón de Milanges, propuso un acuerdo dinástico que contemplaba el reconocimiento de don Carlos como rey, el matrimonio de su hijo mayor Carlos Luis con su prima Isabel, hija de María Cristina, el mantenimiento del título de Reina viuda para la “regente” y la concesión de perdón a quienes, en el bando liberal, habían defendido la candidatura al trono de Isabel II pero no las ideas revolucionarias de su Gobierno.


    Con el objeto de conseguir apoyos, también se acordó la conservación de honores y grados de los personajes civiles y militares que ayudaran a realizar este acuerdo. Sin embargo, para que este plan fuera coronado por el éxito era necesario que don Carlos se acercara con su ejército a Madrid, desde donde la “regente” —junto a sus dos hijas— se reuniría con él. Durante los siguientes meses, don Carlos y sus consejeros evaluaron las posibilidades de la propuesta, que siempre contó con el apoyo del Gobierno napolitano.


    Ante la derrota carlista en la batalla de Luchana, los altos mandos legitimistas decidieron apoyar el plan y así don Carlos comunicó a la corte de Nápoles su disposición a presentarse ante la Villa y Corte. Tras unas semanas de preparativos, el 20 de mayo de 1837 partió de territorio carlista una gran expedición militar formada por 10.780 soldados y 1.200 jinetes, al frente de la cual se encontraba el propio Carlos V, su sobrino el Infante don Sebastián Gabriel, sus ministros y más de treinta generales, seguros de que el fin del conflicto bélico se encontraba próximo.




    Cuatro días más tarde, en los alrededores de la ciudad de Huesca, el ejército legitimista batió a las tropas liberales comandadas por el general Iribarren, nombrado virrey de Navarra. El 27 llegaron a Barbastro, donde se les unieron dos mil carlistas catalanes. Sorprendidos el 2 de junio por una columna de 14.000 hombres al mando del general Oráa, los expedicionarios obtuvieron una segunda victoria, lo que les decidió a penetrar en Cataluña con la intención de poner el Principado bajo la autoridad de don Carlos.


    Sin embargo, esta campaña concluyó con un fracaso total tras la batalla de Grao Guissona. Así, los carlistas decidieron trasladarse a Solsona y el Levante, llegando a Valencia el 11 de julio. Pero un encontronazo entre Cheste y Chiva con las tropas de Oráa debilitó aún más a los efectivos de la expedición y aumentó las divisiones en el alto mando legitimista. Este hecho imposibilitó el inicio de la conquista de Madrid, por lo que los expedicionarios iniciaron una penosa retirada hasta las inmediaciones de Cantavieja, capital carlista del Maestrazgo.


    En Madrid, el Gobierno Calatrava, consciente de los planes de María Cristina, comenzó a pensar en un traslado de la Familia Real, lo cual alarmó aún más a “la regente”, que envió un mensaje a su hermano, Fernando II, solicitando ayuda para escapar de aquella jaula dorada que era la Corte. Los emisarios napolitanos presionaron a don Carlos para que se presentase cuanto antes en la capital, al cual no le resultó tan sencillo por la persecución que las fuerzas liberales emprendieron contra él.


    El 24 de agosto se produjo una nueva batalla en Villar de los Navarros entre los dos ejércitos, con un evidente saldo favorable a los carlistas, que lograron capturar a tres mil prisioneros, muchos de los cuales se incorporaron a las filas de don Carlos. La moral de los legitimistas se elevó de tal manera que, seis días más tarde, emprendieron la marcha hacia la capital…






    • “Las Guerras Carlistas” por Antonio Manuel Moral Roncal (Premio Internacional de Historia del Carlismo Luis Hernando de Larramendi en 1999), Silex Ediciones S.L., (2009).

    • “El ejército carlista ante Madrid (1837): la Expedición Real y sus precedentes” por Antonio Manuel Moral Roncal, “Madrid, revista de arte, geografía e historia”, nº7 (2005).

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  2. #2
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    Re: La Expedición Real

    La Expedición Real (II)

    Los carlistas a la vista de Madrid. Ilustracción del Panorama Español (1842).
    Se advierte el Obsevatorio astronómico y las tapias de El Retiro
    …El 11 de septiembre de 1837, la Expedición Real partió de Tarancón a las cinco de la mañana, tomando el camino real hacia la capital para llegar a Fuentidueña del Tajo al poco tiempo. Los soldados atravesaron el río sin novedad y con una prontitud que asombró a sus propios mandos, gracias a una serie de maderos de pino que, transportados por unos cuarenta jornaleros valencianos por el Tajo, sirvieron para que las tropas atravesaran las aguas, sin encontrar resistencia armada en la otra orilla. Según las fuentes carlistas, los habitantes de Fuentidueña del Tajo les recibieron “con el ramo de olivo y con los brazos abiertos”, atentos a la venida de don Carlos.


    El Rey fue ovacionado y celebró un Te Deum en la iglesia, mientras una división, al mando de don Ramón Cabrera, se adelantaba hacia Madrid. Hacia las cuatro de la tarde, después de almorzar, la Expedición Real emprendió de nuevo la marcha, atravesando Villarejo de Salvanés, nuevamente entre aclamaciones. Una comparsa de jóvenes, vestidas de blanco y flores, acompañaron a don Carlos, bailando desde su entrada hasta la salida del pueblo. El ejército legitimista atravesó el río Tajuña, llegando a las nueve a Perales, donde hizo noche.


    A la mañana siguiente —como en otras poblaciones— el Rey Carlos V asistió a misa muy temprano en la iglesia principal y a las siete se puso en marcha por el camino real, alcanzando Arganda en muy poco tiempo. Los carlistas se encontraron con su Plaza Mayor preparada como en los días de festejos, con gradas y andamios para celebrar corridas de toros, mientras los vivas, las aclamaciones, la música y el repique de campanas se sucedieron en su honor.

    Don Carlos, aconsejado por sus íntimos, se aposentó en la mejor casa de la villa, donde recibió a cuantas personas solicitaron el honor de besarle la mano, demostración a la que estaba acostumbrado desde su salida de territorio vasco.


    El Infante don Sebastián Gabriel y su Estado Mayor se trasladaron a la villa de Vallecas, en las proximidades de la capital, donde se encontraba ya el general Cabrera con sus soldados. A ojos de los legitimistas, resultaba increíble que el gobierno de la “regente” no hubiera enviado fuerzas para enfrentarse a ellos antes de encontrarse tan cerca de la Villa y Corte.


    Desde Tarancón, el Cuartel Real de don Carlos había cursado órdenes para que se concentraran inmediatamente todas las partidas de guerrilleros carlistas al mando de Tercero, Jara, Palillos y Orejita, atravesando Aranjuez, donde se les informaría de la dirección que había tomado la Expedición Real. Sin embargo, los mensajes fueron interceptados por el comandante isabelino de Quintanar de la Orden, Manuel de Villapadierna, por lo que no tuvo efecto la unión de efectivos legitimistas.




    El día 11 de septiembre, las autoridades liberales de la capital tomaron medidas para afrontar la situación. En primer lugar, se restableció el Real Decreto de 6 de agosto de ese año que declaraba a Castilla la Nueva en estado de guerra.

    Por esa fecha, ante la toma de Segovia por la expedición del general carlista Zaratiegui, el Gobierno había organizado la defensa de Madrid con el apoyo del ayuntamiento, la diputación y su jefe político, el conde del Asalto. Se habían formado entonces compañías de “ciudadanos honrados” para conservar la tranquilidad en los barrios, mientras la Milicia Nacional se distribuía por los distritos, adoptaba medidas de defensa y esperaba el ataque de los legitimistas. Sin embargo, la llegada del general Espartero con tropas de refresco abortó cualquier tentativa de los oficiales carlistas, animando al gobierno y a la propia María Cristina, ante cuya vista desfilaron las fuerzas liberales.


    Pero los liberales habían seguido, sin saberlo, los planes carlistas, pues la intención última de Zaratiegui no había sido sino acercarse a Torrelodones para que se extendiera la alarma en el campo isabelino y acudieran a la corte rápidamente las tropas liberales que perseguían a la Expedición Real






    • “Las Guerras Carlistas” por Antonio Manuel Moral Roncal (Premio Internacional de Historia del Carlismo Luis Hernando de Larramendi en 1999), Silex Ediciones S.L., (2009).

    • “El ejército carlista ante Madrid (1837): la Expedición Real y sus precedentes” por Antonio Manuel Moral Roncal, “Madrid, revista de arte, geografía e historia”, nº7 (2005).

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    Re: La Expedición Real

    La Expedición Real (III)




    Matanza de frailes en Madrid en el verano de 1834.
    Este hecho debe enmarcarse no sólo en medio de una crítica coyuntura de Guerra Civil,
    sino del amplio programa depurador del gobierno liberal sobre los leales al Rey legítimo.

    …En esta nueva ocasión de peligro, el ayuntamiento liberal madrileño, tras celebrar una sesión por la mañana, convocó otra extraordinaria por la noche, constituyéndose en sesión permanente desde las doce de la noche de ese día hasta las ocho de la tarde del día trece. Cuatro horas después del comienzo de la reunión, se acordó realizar una llamada a los habitantes de la Villa para que trabajaran en las fortificaciones, mientras que se solicitaba que acudieran al antiguo convento de San Felipe el Real aquellos civiles que desearan participar como voluntarios en la defensa armada. De acuerdo con las órdenes del gobierno, el ayuntamiento pasó oficio a los jefes de las oficinas administrativas para que se presentaran en otro convento aquellos empleados que no fueran absolutamente necesarios, pues también se les reclamó para tomar las armas.


    El capitán general de Madrid, Antonio Quiroga, en previsión de cualquier posible acción violenta de los carlistas leales en Madrid, ordenó que se retirasen a sus domicilios todos los habitantes que no estuvieran comprometidos en la defensa de la Villa.


    El aspecto normalmente bullicioso de la capital se transformó en poco tiempo: la mayor parte de tiendas y talleres cerraron, el comercio se paralizó y la población apenas circuló por las calles. Las tapias fueron coronadas por los milicianos nacionales, el cuerpo armado del liberalismo más radical. Las autoridades se dirigieron a los madrileños, intentando difundir ánimo y confianza en el sistema liberal y en la fuerza del gobierno.




    El día 12 de septiembre se presentó ante Madrid el ejército carlista con el Monarca al frente en el mismo portazgo de Vallecas, y allí esperaron.


    Como relató un testigo de los hechos, el coronel Fernando Fernández de Córdoba:


    El enemigo se presentaba a nuestra vista en la forma siguiente: ocho columnas, cuyas cabezas se veían con claridad, ocultaban su fondo en las alturas que atraviesa el camino de Vallecas.




    Esta infantería formaba en línea de masas con intervalos de medios batallones y ocupaba el terreno más elevado. Otra columna de caballería apoyábase en el camino real, en el que sólo tenía dos o tres escuadrones; el resto ocultábase también entre los repliegues del terreno.

    Pero delante de la posición, al pie de su descenso y apoyados en un espeso olivar, habían desplegado en guerrilla uno o dos batallones con sus correspondientes reservas, que se tiroteaban contra un escuadrón de granaderos de la Guardia, inmediato al arroyo de Abroñigal; combate inferior para nuestras armas, en el que numerosas guerrillas de infantería se batían contra débiles y reducidas fuerzas montadas y armadas de tercerolas de poquísimo alcance.

    Las balas llegaban hasta las tropas que tenía a mis órdenes y que había detenido al lado de las tapias del Retiro, por mi propia autoridad, sin ejercer en realidad ninguna. Pero no habiendo allí otro jefe más graduado para cederle el mando, y considerando el inminente riesgo que corría la capital en aquel instante, me decidió a tomarlo yo bajo mi única responsabilidad. Entonces envié un oficial al cuartel de artillería del Retiro para mandar que volviese la batería que momentos antes se había retirado…






    • “Las Guerras Carlistas” por Antonio Manuel Moral Roncal (Premio Internacional de Historia del Carlismo Luis Hernando de Larramendi en 1999), Silex Ediciones S.L., (2009).



    • “El ejército carlista ante Madrid (1837): la Expedición Real y sus precedentes” por Antonio Manuel Moral Roncal, “Madrid, revista de arte, geografía e historia”, nº7 (2005).

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    Re: La Expedición Real

    La Expedición Real (IV)

    Enfrentamiento entre las tropas isabelinas y las carlistas
    en la tarde del día 12 de septiembre de 1837 en la zona Este de la capital.
    El dibujante ha tratado de situar el Hospital de San Carlos
    y el Observatorio astronómico como telón de fondo.
    …El Infante don Francisco de Paula, tío de la que sería llamada por los liberales Isabel II y hermano menor del Rey don Carlos V, recorrió a caballo, acompañado de sus ayudantes, toda la línea de defensa por la mañana, y por la tarde lo hizo la “reina gobernadora”, tratando de infundir ánimo entre los milicianos nacionales. El Congreso de los Diputados celebró su sesión para ofrecer una imagen de normalidad constitucional y fuerza, la cual, no obstante, fue bastante lánguida. Al concluirse, los diputados tomaron las armas que tenían dispuestas por si resultaba necesaria su cooperación en la defensa de la ciudad, por lo cual prestaron servicio activo en rondas (hasta los liberales de aquel entonces tenían un mínimo de vergüenza). Por la puerta de Alcalá y Atocha llegaron numerosos carros que conducían a la Milicia Nacional y soldados de caballería de los depósitos cercanos, situados en la dirección de los pueblos de Cuenca y Guadalajara.


    Por la tarde, mientras la alarma iba en aumento se produjo la primera escaramuza entre fuerzas liberales y carlistas en esa misma zona, donde se presentaron varios escuadrones de granaderos de la Guardia Real con dos piezas de artillería. Ante la vista de Fernández de Córdoba y del brigadier Facundo Infante, gobernador militar de Madrid, tras la refriega de disparos, los legitimistas capturaron al coronel Diego Cardón y a varios granaderos de la Guardia Real, pasándose a sus filas un par de soldados.


    A punto estuvieron las dos piezas de caer en sus manos también, pero los liberales lograron introducirlas de nuevo en la Villa.


    En el casco urbano, la actividad de los carlistas madrileños fue nula debida a las fuertes medidas de represión y a la escasa capacidad de organización que había sido invalidada por las autoridades isabelinas durante los cuatro años anteriores (*).


    Tan sólo se registró un incidente que, de no ser por el protagonista liberal, tal vez no hubiera ni constado. Un partidario de don Carlos se paseó en esos momentos por la Puerta del Sol en “actitud provocativa”, lo que molestó a José María Calatrava, jefe del anterior Gabinete de la Reina y guardia nacional en funciones, que salió en su persecución con tal mala fortuna que tropezó, cayó de cabeza y sufrió leves contusiones. No obstante, el carlista fue detenido por otros nacionales.

    ------------------------------


    (*) El proceso de implantación del liberalismo en España no sólo estuvo marcado por su larga duración, sino también por su alto grado de violencia; de hecho, puede considerarse que se desarrolló en un contexto de guerra prolongada, durante el medio siglo delimitado por el inicio de la Revolución Francesa de 1789 y el final de la Primera Guerra Carlista en 1840. Los distintos conflictos acaecidos durante esos cincuenta años sirvieron de escenario a la lucha por el establecimiento de los modelos de Estado y de sociedad que habían emergido en el contexto de creciente debilidad del Antiguo Régimen. Así, el binomio revolución-contrarrevolución fue desarrollado por el estallido de la Guerra de la Independencia, de la lucha armada de los realistas durante el Trienio Constitucional y de la Guerra de los Siete Años (1833-1840).” «Del Rey abajo, ninguno»: La depuración política de la Real Casa y Patrimonio durante la crisis del antiguo régimen (1814-1835), por Antonio Manuel Moral Roncal.


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    • “Las Guerras Carlistas” por Antonio Manuel Moral Roncal (Premio Internacional de Historia del Carlismo Luis Hernando de Larramendi en 1999), Silex Ediciones S.L., (2009).

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    Re: La Expedición Real

    La Expedición Real (V)

    …La Junta Carlista de Madrid había impreso clandestinamente una proclama, la cual fue repartida furtivamente entre algunos de sus miembros. No circuló mucho por la capital, si es que pudo entregarse a alguna persona.


    En su primera parte se hacían explícitos los acuerdos a los que habían llegado don Carlos y María Cristina sobre la cuestión dinástica, mientras se trataba de asegurar la paz y el perdón a los seguidores de la Reina, utilizando un lenguaje mucho más templado que en otras proclamas y manifiestos legitimistas.



    Junta Superior de Castilla la Nueva.

    Castellanos: las armas vencedoras del invicto Carlos, se preparan a venir sobre la capital del reino, para salvaros del ominoso yugo de un puñado de ambiciosos y cobardes, manchados con todos los crímenes más horrorosos.


    El general de nuestro siglo, el vencedor de Morella, ocupará muy en breve esta corte, pero no temáis; todo está definitivamente arreglado, por la mediación de las potencias del Norte: el príncipe de Asturias empuñará el cetro español, que su augusto padre le cede, conservando el gobierno de la Monarquía; la hija de Fernando VII será su esposa, y la augusta viuda marchará a Italia a disfrutar lo que de derecho la corresponde. Olvido de los errores pasados, indulto de los delitos políticos, reconciliación sincera entre los partidos, asegurará para siempre la paz, el orden y la justicia, de que tanto necesita esta desgraciada Monarquía, harto trabajada por los horrores de una guerra fratricida y asoladora.


    En el segundo párrafo se buscó conciliar ideas absolutistas con la promesa de una convocatoria de Cortes estamentales, al igual que en la restauración fernandina de 1814, mientras se trataba de desligar al carlismo de los ataques liberales, especialmente de la unión de esta bandera con la vuelta de la Inquisición, oficialmente disuelta en 1820 y no restaurada durante la tercera etapa del reinado fernandino. Igualmente, la proclama intentó acercar a los carlistas con los absolutistas moderados del bando isabelino, pero amenazó severamente a los liberales.


    Castellanos: oíd la voz de la razón y de la clemencia; una sola bandera tiene España, rey, religión, y patria, bajo ella pueden acogerse todos los hombres amantes de la prosperidad nacional. El rey convocará las antiguas cortes de España, y las necesidades políticas de la época serán satisfechas con el tino y circunspección que requieren las reformas sociales. Los tiempos de la Inquisición y del despotismo pasaron ya, y no han peleado por entronizar al uno ni lo otro, los invictos navarros y vascongados, ni los heroicos aragoneses y catalanes, no; unos y otros combaten por las leyes, por la justicia, por su felicidad: una inmensa mayoría del partido cristino pelea por la misma causa; discordábamos en los medios, pero ya nos entendemos, ya cesarán nuestras sangrientas discordias, y de hoy más, todos seremos dignos del nombre español, ultrajado por unos pocos, que no escaparán de la justa venganza de las leyes.


    Castellanos: obediencia al rey y a las leyes; que así os lo encarga vuestra Junta Superior de Gobierno.


    Madrid, 12 de septiembre de 1837.


    El Rey Carlos, finalmente, con todo su Estado Mayor, se retiró hacia Arganda, donde se encontró la población iluminada y con un ambiente de fiesta que elevó la moral de los carlistas, que, sorprendidos por la retirada, no pudieron por menos de pensar que entrarían en Madrid al amanecer. Además, llegaron noticias de la captura de una amplia yeguada —doscientas cabezas— en Vaciamadrid.


    Sin embargo, al día siguiente, la retirada de Madrid se confirmó cuando los oficiales carlistas ordenaron a sus soldados emprender la marcha hacia Mondéjar, atravesando el Tajuña y dejando Alcalá de Henares al Norte.






    • “Las Guerras Carlistas” por Antonio Manuel Moral Roncal (Premio Internacional de Historia del Carlismo Luis Hernando de Larramendi en 1999), Silex Ediciones S.L., (2009).

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    Re: La Expedición Real

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    La Expedición Real (VI)

    …¿Pesaron las experiencias anteriores en la mente de los oficiales isabelinos y carlistas? Indudablemente, los 12.000 soldados carlistas no eran comparables a los 30.000 franceses de 1808, pero eran una fuerza más disciplinada y veterana que los 2.800 guardias sublevados en 1822: hubieran podido plantear batalla y tomar la capital, pese a la resistencia de las fuerzas liberales, contabilizadas en unos 6.000 hombres aproximadamente.


    El propio capitán general de Madrid, Antonio Quiroga, al terminar su conversación con el coronel Fernando Fernández de Córdoba sobre los medios disponibles para la defensa, reconoció, pese a su pesar, que ese día (12 de septiembre de 1837) entrarían los carlistas en la Villa y Corte. Con escasa artillería, las puertas de la ciudad y su muro exterior no representaban una barrera infranqueable.


    ¿Por qué el Rey don Carlos ordenó la retirada? Tal como señala Alfonso Bullón de Mendoza, no fueron motivos militares, sino políticos, los que habían dado origen a la Expedición Real, por lo que esos mismos motivos fueron decisivos para su fracaso. Al cabo de unas horas de espera, los pocos dirigentes carlistas que se encontraban al tanto del proyecto de transacción debieron comprender que, por el motivo que fuese, María Cristina no se iba a presentar en sus filas. No obstante, los carlistas hubieran podido atacar Madrid pero los riesgos habían aumentado, pues un ejército liberal al mando del general Baldomero Espartero se encontraba tan sólo a una jornada de la capital y en ese corto espacio de tiempo debían acabar con todos los focos interiores de resistencia y tener las tropas dispuestas para un nuevo combate.


    Algunos oficiales carlistas —con la moral alta por la proximidad de la victoria y el final del conflicto— opinaron que, tomada la capital, las tropas de Espartero se disolverían y acatarían la victoria legitimista. Por otra parte, no importaba tanto no envolver la ciudad con tropas, pues el mismo Napoleón —en diciembre de 1808— había logrado la capitulación de la Villa sin que ésta estuviera totalmente cercada, contentándose con desplegar las tres divisiones del cuerpo del mariscal Víctor frente a los sectores septentrionales y orientales de la ciudad, en la orilla izquierda del Manzanares.


    Pero, como señala Bullón de Mendoza, la disolución de las fuerzas liberales era sólo una remota posibilidad para otros oficiales, entre los cuales se contaba el propio jefe de Estado Mayor de don Carlos, general Vicente González Moreno.

    Por otra parte, ¿cómo respondería el pueblo madrileño ante la entrada de Su Monarca Legítimo en medio de la sangre y la violencia? En 1808 y 1814, Fernando VII había entrado pacíficamente en medio de grandes manifestaciones de apoyo popular.

    Sólo José I y Napoleón habían entrado en la capital en medio de la indiferencia y el resentimiento, y al propio Emperador le había costado tres días conseguir la rendición de la Villa.


    Además, el asalto a Madrid elevaría el número de muertos en los dos bandos; tal vez se podría llegar a capturar a la “gobernadora” y sus dos hijas, pero ¿y si lograban escapar a la fuerza o voluntariamente con el Gobierno y mantenían la resistencia en otra ciudad? En este último caso, la guerra no finalizaría y las tropas de Espartero —frescas y deseosas de revancha— atacarían a las carlistas, cansadas por la toma de la capital, sin apenas tiempo para resistir, lejos de sus bases de refuerzos y en medio de tierra de nadie.


    González Moreno optó por la carta menos arriesgada: decidió que, si deseaba entrar y consolidarse en Madrid, lo primero que debía hacer era batir a Espartero en un campo de batalla adecuado, por lo que ordenó la retirada de la capital con el beneplácito del Rey don Carlos. Así, una vez derrotada la columna liberal, la entrada en la Villa no debería revestir ningún problema. Ordenó a las fuerzas carlistas que se encontraban en Aranda de Duero, al mando de Zaratiegui, que se unieran a la Expedición Real, mientras buscaba un punto donde reforzar sus fuerzas con más voluntarios. Por eso sus tropas se dirigieron a Mondéjar donde, en tres días, la división castellana aumentó en más de 2.000 hombres.


    Sin embargo, su propuesta de presentar batalla frente a las fuerzas de Espartero en Alcalá de Henares no fue respaldada por los consejeros de don Carlos...




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