Prisioneros españoles escapando de Argel


Acuarela de marineros a bordo de un bote. Siglo XVIII.
En 1766 el país acababa de salir como quien dice de su enésima guerra contra Gran Bretaña y se encontraba en un periodo de entreguerras. Pero siempre había enemigos a los que combatir. En este caso en el Mediterráneo abundaban los piratas berberiscos del norte de África.


Si bien la Armada los combatía siempre que podía, no había buques suficientes para mantener todo el litoral de levante a salvo. Ya hemos visto que Barceló fue uno de los encargados de limpiar de piratas la costa. Pero ni aún así era posible contener las raizzas de los piratas moros , donde además de botín monetario buscaban esclavos, de ahí viene la conocida frase de: “no hay moros en la costa”, referente al peligro que había por entonces.


Así se hicieron estos piratas con hombres, mujeres y niños que eran vendidos en los mercados de esclavos del norte de África. Dejando a los hombres para servir como trabajadores o galeotes y a las mujeres además de esclavas, en algunos casos servían también al negocio de la trata de blancas.


Muchos de estos esclavos trataban de escapar. Pero no era nada fácil hacerlo cuando para llegar a España había que atravesar el mar. Y es aquí donde empieza nuestra historia de hoy: la de la huída de 16 prisioneros españoles de Argel.

Los prisioneros españoles


Empezaremos dando el listado de los afortunados (o desgraciados, según se mire) que afrontaron esta aventura. No es muy habitual encontrarse una relación de nombres así, por lo que no está de más añadirla, con el aliciente de que viene el tiempo total que permanecieron en cautividad.


En este caso fueron 16, aunque en Todo a babor ya hemos leído otras fugas de marineros prisioneros de guerra escapados desde Inglaterra con un número similar de implicados.



  • Ignacio Sesé, Dénia. 32 años y 11 de cautiverio.
  • Luis Nogales, Málaga. 34 años y 23 de cautiverio.
  • Juan Bledé, Mataró. 50 años y 5 de cautiverio.
  • Mariano Carpi, Valencia. 30 años y 10 de cautiverio.
  • Miguel Asensio, de Aragón. 30 años y 6 de cautiverio.
  • Gregorio Díaz, de (ilegible). 60 años y 11 de cautiverio.
  • Miguel Sánchez, manchego. 49 años y 11 de cautiverio.
  • Ramón Campos, Solana. 31 años y 10 de cautiverio.
  • Bernardo Lotero, genovés. 39 años y 6 y medio de cautiverio.
  • Juan Zacarin, genovés. 60 años y 6 de cautiverio.
  • Alexo Guadaña, napolitano. 48 años y 10 de cautiverio.
  • Joseph de Monico, napolitano. 31 años y 7 de cautiverio.
  • Simón de Almeida, de Goa en las Indias portuguesas. 24 años y 16 de cautiverio.
  • Joaquín Monterde, de Aragón. 38 años y 7 de cautiverio.
  • Pedro de Ocuris, Florentino. 35 años y 4 de cautiverio.
  • Juan Ruíz, Alhama de Murcia. 27 años y 16 de esclavitud.


Como vemos, hay de muchas partes, algunos de ellos extranjeros y varios, visto el número de años de cautiverio y su edad, habían sido apresados siendo niños.

Preparativos para la fuga


Este grupo de prisioneros tenía en mente escapar desde hacía mucho tiempo. No en vano habían construido anteriormente dos barcas para escapar de Argel. Sin embargo, los moros las habían encontrado donde quiera que las hubieran escondido y las habían pegado fuego.


Para construir el tercer bote, el que por fin les sacaría de allí, uno de ellos, Ignacio Sesé, se mantuvo oculto durante 31 días, en una cueva del Barranco, nombrado la Bugarria (sic), siendo aprovisionado de comida, clavos y pedazos de madera por los demás compañeros. También es de suponer que este joven dianense conocía el oficio de carpintería.


La barquilla tenía tan solo 24 palmos, unos cinco metros aproximadamente, de eslora. Por falta de estopa para calafatearla la forraron con lienzo embreado, poniendo en medio una pequeña vela cuadra, con cuatro palos de remos, a cuyas puntas ataron una especie de medias palas, que pudieron forjar y sin más defensa que una escopeta, una pistola y un sable.


Una vez que Sesé concluyó la obra convocó a todos para la fuga. El único que no quiso apuntarse a la huida fue un mallorquín, que vio la barca tan pequeña que dudó en que la empresa pudiera salir airosa.


La tripulación se repartió de la siguiente manera: uno de ellos al gobierno del timón, otro a proa, cuatro a los remos y los demás servían como lastre, tan sumamente estrechos, que solo el verles de esa manera puede hacerse uno a la idea de lo temeraria de su determinación.


Tenían todas las papeletas para que su aventura acabara mal. Pero prefirieron correr ese riesgo a continuar siendo esclavos.

La huida de los prisioneros de Argel


El 9 de abril de 1766, por la noche, el pequeño y exiguo bote se hizo a la mar. Un viaje nocturno por mar en una endeble embarcación no debía ser lo mejor para levantar el ánimo, pero seguro que en el corazón de aquellos bravos hombres también corría la esperanza y la determinación.


Al día siguiente se les cambió el viento del norte, estando tres jornadas más sobre las mismas aguas, sufriendo una tormenta que los obligó a arrojar al mar las pocas provisiones que a escondidas habían logrado embarcar a bordo, reservando sólo una moderada cantidad de pan.

Como hacían agua, tuvieron que aligerar más el peso y también se vieron en la tesitura de tener que arrojar por la borda el agua que llevaban. Medidas desesperadas de hombres desesperados. Algunos tuvieron que beber agua de mar, con el peligro que eso conllevaba.

El dia 14 llegaron a la isla de Cabrera, sin saber dónde se hallaban. Pero fueron recogidos por las autoridades del lugar, que tras darles lo necesario los mandaron pasar a Palma de Mallorca, donde llegaron el día 18 a medio día, viniendo escoltados por el barco de Rentas que servía en la Cabrera para el resguardo de contrabandos (vamos, los de Aduanas para entendernos).


Tras la declaración de los 16 tripulantes, sin lamentar baja alguna, respecto a su salud, recibieron asistencia, donde permanecieron sin novedad hasta el día 3 de mayo, que se les dio entrada en Palma bajo las formalidades que prescribían los Reales Edictos de Sanidad.



  • Fuente: Gaceta de Madrid.




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