Los descendientes políticos de aquellos que violaban, acribillaban a tiros o enterraban vivas a unas pobres monjitas son los que ahora hablan de feminismo o de leyes contra la violencia machista. Estas monjas no eran esposas de nadie más que de Dios, de modo que no podían causar celos ni rencores a nadie. Aún así, ya vemos lo que le hicieron los socialistas entonces y como las desprecian ahora con su memoria antihistórica. Luego llámense feministas...