En un artículo publicado en la revista Hespérides, durante el verano de 1997, Carlos Caballero Jurado se preguntaba "Pero, ¿qué es el nacionalismo?", el autor dice:

"La Historia nos enseña que, ya en la Edad Media, era habitual la existencia de esa "conciencia nacional", sobre todo en aquellas circunstancias en las que coincidían en el mismo espacio o momento personas de diversas nacionalidades. Aunque en ese período histórico la mayor parte de las personas morían sin haber salido jamás de su aldea, había casos en que personas de diversos orígenes debían convivir; por ejemplo, los caballeros de las Ordenes Militares o los estudiantes de las Universidades; en estos casos era normal que se agruparan por "naciones". Así, en las Universidades medievales, aunque los estudiantes recibían las clases conjuntamente, en una lengua transnacional como era el latín, después era frecuente que residieran en Colegios Mayores con carácter nacional. Pero el criterio de "nacionalidad" no era en absoluto determinante. A nadie le sorprendía la presencia de estudiantes irlandeses en Salamanca ni la de castellanos en Bolonia, y caballeros ingleses o húngaros eran aceptados sin ningún problema en la Orden Teutónica, pese a que el mismo nombre de ésta subrayara un carácter alemán. Los reyes podían y solían tener vasallos de varias nacionalidades; las universidades o los monasterios, es decir, los centros culturales de la época, eran "internacionales" y nada de extraño había en la presencia de un monje castellano en un monasterio en Italia, ya que las Ordenes Religiosas (grupos sociales de la mayor importancia entonces) eran absolutamente transnacionales. Los límites de las distintas monarquías no coincidían con fronteras étnicas, por otra parte bastante confusas. Los derechos dinásticos y/o de conquista eran los que delimitaban la extensión de los Estados, y dentro de ellos, las relaciones de vasallaje no se establecían sobre una base de identidad nacional entre señores y vasallos.
Sólo con la aparición de las monarquías autoritarias en Europa occidental, se empieza a pretender, vagamente, dar a los Estados una base nacional más o menos uniforme. La monarquía española de los Reyes Católicos fue quizás uno de los mejores ejemplos de esta evolución, aunque una afirmación de este tipo debería ser muy matizada. Sin embargo, vale la pena recordar que el sucesor de esos Reyes, el emperador Carlos V, fue soberano simultáneamente no ya de castellanos y catalanes, sino también de italianos y de alemanes, de flamencos y de indios americanos, y jamás pretendió acabar con las diferencias nacionales entre sus súbditos. En sus Ejércitos, entre sus funcionarios, entre sus cortesanos, los había de las más dispares nacionalidades. Y a pesar de que Carlos V peleó toda su vida contra Francia, entre sus más destacados generales no faltó algún francés, como el Condestable de Borbón. Dicho de otra manera, bien entrada la Edad Moderna vemos que los Estados siguen sin pretender legitimarse sobre una base nacional: la legitimación teocrática y dinástica seguía siendo la base del ordenamiento político.

La llegada del despotismo ilustrado tampoco supuso un cambio definitivo. Repasemos por ejemplo la historia de algunos monarcas ilustrados. El célebre Federico III de Prusia jamás escribió ni una sola línea en alemán, sólo usaba el francés. Y Pedro el Grande germanizó hasta tal punto su Corte que para su capital eligió un nombre alemán, San Petersburgo, en vez de un nombre ruso. Sin embargo, el despotismo ilustrado, con su afán de centralismo y uniformización, mantuvo actitudes protonacionalistas significativas. Centrándonos en el caso de España cabe recordar, por ejemplo, que Felipe II vetó el proyecto de evangelizar a los indios americanos sólo en castellano, defendiendo el que se usaran sus lenguas; o que Felipe IV tradujo al castellano la "Historia de Italia" de Guiccardini para mostrar a sus súbditos italianos el amor por esa lengua; en el prólogo a su traducción el monarca decía entender las lenguas de la mayor parte de sus súbditos y se lamentaba expresamente de no haber sido capaz de aprender el vascuence ni las lenguas de sus súbditos americanos. En cambio, el ilustrado Carlos III dió órdenes expresas de que en adelante la evangelización de los indios americanos sólo se realizara en castellano, mientras que su padre Felipe V ya había abolido el catalán como lengua administrativa en el Principado...

Por tanto, ¿de la mano de que fenómenos históricos se produjo el triunfo del nacionalismo tal y como hoy lo conocemos?

EL NACIONALISMO Y LAS REVOLUCIONES BURGUESAS

Con las Revoluciones norteamericana y francesa entra en crisis definitivamente la idea de la legitimidad dinástica y teocrática y se afirma una idea absolutamente revolucionaria: la de soberanía nacional. Únicamente la idea de "nación" demostró tener el suficiente atractivo para desbancar, como fuente de soberanía y legitimidad, a la idea de que el poder descansaba sobre los derechos dinásticos otorgados por Dios, idea ésta que gozaba de todo el prestigio que le otorgaban la Religión y la Tradición. La fidelidad a los reyes empieza a ser sustituida por la idea de fidelidad a la nación.

Además, la idea de "nación" representaba la idea del bien común por encima de los privilegios corporativos (los de los gremios), estamentales (los de nobleza y clero) y también de los de algunas regiones que gozaban, en las antiguas monarquías, de ventajas tales como privilegios fiscales, exención de reclutamiento, etc. Todo este sistema de privilegios, típico del Antiguo Régimen, que los revolucionarios aspiraban a destruir, solo podía ser demolido poniendo en el centro del discurso la idea de "nación".

Las potencialidades del nacionalismo como motor de las masas se vieron pronto: cuando las monarquías europeas se coaligaron para acabar con el experimento revolucionario francés, los jacobinos, que estaban sumiendo al país en una orgía de sangre, difícilmente hubieran movilizado a los ciudadanos apelando a la defensa de la guillotina, ni tan siquiera a la defensa de sus ideas radical-ilustradas (que en realidad eran incomprensibles para la inmensa mayoría de los franceses de esa época). Para conseguir que todo el pueblo francés se les uniera apelaron, con éxito, a la idea de nación.

Durante la Revolución francesa, los jacobinos establecieron por vez primera la ecuación: un Pueblo = una Nación = un Estado.

La idea de que era la "nación francesa" (y no la Revolución) la que estaba "amenazada de muerte" por los "extranjeros", sería la utilizada por los jacobinos para galvanizar a las masas, hacer que se unieran en torno a su gobierno y engrosaran en masa el nuevo ejército revolucionario (la "levée en masse"): la "nación en armas". Surge así un patriotismo nacional y revolucionario contra los extranjeros "contrarrevolucionarios".
Después, Napoleón tratará de superar la gran ruptura histórica que suponía la Revolución francesa, uniendo en una misma línea de continuidad histórica a las grandes dinastías francesas con el más inmediato pasado revolucionario. El Gran Corso, al restaurar la monarquía en su persona, no dudó en presentarse como la encarnación de toda la historia francesa, desde los Capetos y los Merovingios hasta los jacobinos. Esto sólo podía lograrlo poniendo en el centro de su discurso una idea sacralizada de la nación, la exaltación de la "grandeza de Francia", que daba una supuesta continuidad histórica a Carlomagno, Luis XIV y Robespierre.

El nacionalismo como fenómeno de masas y fuente de legitimación del poder será, en definitiva, el gran hijo de la Revolución francesa. Hay que insistir una y mil veces en ésto, ya que lo corriente hoy en día, en las criticas que se dirigen al nacionalismo, es presentarlo como una ideología que es un vestigio, no ya del Antiguo Régimen, sino del pasado tribal de la Humanidad. Por el contrario, el nacionalismo es una consecuencia de la Ilustración y de la Revolución burguesa, concretamente de la Revolución francesa.

Durante ella se producen tres fenómenos de gran trascendencia:

1) Se rompe con la idea de Soberanía Real y se afirma la de Soberanía Nacional. Vale la pena subrayar que esto exigirá hacer coincidir los límites del Estado con los de la nación, con lo que se inicia la práctica, hoy habitual, del "etnocidio", es decir la eliminación —por absorción o por métodos más drásticos— de las culturas nacionales minoritarias dentro de un Estado. En el caso de Francia, al estallar la Revolución Francesa, ni siquiera un 50% de los "franceses" (súbditos del Reino de Francia) hablaban francés; el alemán (en Alsacia y Lorena), el corso, el italiano (en Saboya), el bretón, el catalán, el vasco o el neerlandés (en Flandes) eran otras tantas lenguas habladas por los habitantes de esa monarquía. Ahora, al convertirlos en "ciudadanos" de Francia, se les impondrá la obligación de aprender y utilizar sólo y únicamente la lengua francesa.

2) La idea nacional es utilizada por vez primera de forma sistemática y consciente como elemento de movilización de las masas. En episodios históricos anteriores, como la rebelión de los Países Bajos contra la monarquía española, el sentimiento nacional neerlandés de los rebeldes holandeses pudo jugar un papel importante, pero no menos importante eran otros como el religioso (calvinismo contra catolicismo) o la defensa de privilegios territoriales frente al centralismo creciente de las monarquías. Es decir, este tipo de fenómenos no son puramente nacionalistas. En el caso de la rebelión holandesa vemos claramente cómo los neerlandófonos septentrionales (los actuales holandeses) que se enfrentan al rey de España eran calvinistas, mientras que siguen fieles a ese mismo rey los neerlandófonos meridionales (los actuales flamencos de Bélgica). Ahora bien, los revolucionarios jacobinos franceses, con la "levée en masse", descubren que sólo apelando a la idea de la nación en peligro es posible hacer que vibren y se exalten las masas, sacándolas de su apatía y movilizándolas al servicio de los proyectos del gobierno.

3) La idea de nación es utilizada para superar la ruptura traumática que suponen los procesos revolucionarios, afirmando la existencia de una continuidad histórica subyacente, que legitima de esta manera al nuevo poder constituido."

El concepto "nación" sólo adquiere su significado político con la revolución, enemiga del Altar y del Trono, eso es lo que defiende el artículo inicial. También defiende que, por su antigüedad, el término Patria se muestra más conveniente para la lucha contra-revolucionaria. Nada más, solo eso.

Un saludo