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En la imagen, San Luis Rey de Francia, por el Greco.
LA PATRIA, SEGÚN EL TRADICIONALISMO CONTRA-REVOLUCIONARIO
Discrepábamos ayer del concepto de patria -y sobre todo del de "tradición"- que manejaba D. Antonio Goicoechea en su discurso de los Juegos Florales de Orihuela de 1916. Pero, con el objeto de mostrar las razones de nuestro desacuerdo con el eminente político, procedemos hoy, en un fugaz aproche a la cuestión, a dilucidar qué entendemos por "Patria" (que afirmamos nosotros: es concepto que puede ser sinónimo, pero no puede ser identificado con el de "Nación"). ¿Qué es la Patria, desde un criterio tradicionalista y católico?
Para ello nada mejor que acogernos a la autoridad de Monseñor Henri Delassus -pues nosotros, a diferencia de las soberbias torres de marfil del pensamiento moderno, sí aceptamos la autoridad: principio de autoridad fundado en el Magisterio de la Santa Iglesia, autoridad fundada en la obra de aquellos que, antecesores nuestros en la defensa de la Cristiandad y en la lucha contra-revolucionaria, nos merecen por sus virtudes y sabiduría nuestro más obediente y filial respeto, y abrazamos católicamente -universalmente- a todos los que tal respeto merecen, independientemente de su nacionalidad.
Y sea, en esta ocasión, la autoridad de un sacerdote francés, Monseñor Henri Delassus. Este polemista galo, prácticamente un desconocido, nació en 1836 y fue ordenado sacerdote en 1862. Fue párroco en Valenciennes y Lille. Y en 1874 fue nombrado Capellán de la Basílica de Notre-Dame de la Treille de Lille. En 1882 era nombrado Canónigo honorario. En 1914 era Canónigo de la diócesis de Lille y Deán del Cabildo de su Catedral.
Colaborador de "Semaine Religieuse du Diocèse de Cambrai", se convirtió en propietario, director y redactor del mismo medio en 1874, convirtiendo esta publicación en un "bastión contra el liberalismo, el modernismo y todas las formas de conspiración anticristiana en el mundo". En 1919 la "Semaine" pasó a ser el órgano oficial del obispado de Lille, cambiando en su cabecera el nombre de "Cambrai" por el de "Lille".
Monseñor Delassus ejerció su ministerio bajo el pontificado de León XIII y San Pío X, aunque fue ordenado sacerdote durante el reinado de Pío IX, pasando a mejor vida en el año 1921, bajo el pontificado de Benedicto XV.
Si bien algunas jerarquías eclesiásticas lo amonestaron en varias ocasiones por su beligerancia literaria contra los enemigos de la Santa Iglesia y por su acérrima defensa del Pontífice, el Romano Pontífice San Pío X recompensó con creces la obra del audaz paladín y polemista francés. Fue San Pío X el que lo elevó a Prelado Doméstico en 1904 y en 1911 le otorgó el título de Protonotario Apostólico. Durante la Gran Guerra suspendió su actividad polemista, pero en 1918 volvía otra vez a combatir al modernismo tanto como a toda degeneración herética.
En su obra "El espíritu familiar en el hogar, en la familia y en el Estado", Henri Delassus escribió:
"Vemos a los agrupamientos sociales constituirse de la misma manera en los orígenes de nuestro mundo moderno.
La familia, al extenderse, formó entre nosotros la mesnada (Mesnie, Magnie: casa, familia, como se dice todavía hoy "la casa de Francia"), así como había formado la fratría entre los griegos, y la gens entre los romanos. "Los parientes, dice Flach (Les Origines de l'ancianne France), agrupados alrededor de su jefe, formaron el núcleo de un compañerismo extendido, la mesnada. Los textos de la Edad Media, crónicas y canciones de gesta, nos hablan de la mesnada, ampliada por el patronato y la clientela, como correspondiendo exactamente a la gens romana". A continuación, Flach muestra como la mesnada se desarrolla, a su vez, y produce el feudo, familia aún más extensa cuyo señor feudal es aún el padre; tanto es así, que para designar al conjunto de las personas reunidas bajo la soberanía de un jefe feudal, se encuentran con frecuencai en los textos de los siglos XII y XIII -épocas en que el régimen feudal alcanzó su leno desarrollo-, la palabra "familia". "El barón, dice Flach, es ante todo un jefe de familia". Y el historiador cita algunos textos en que el padre es asimilado específicamente al barón, y el hijo al vasallo.
"Una extensión mayor, forma al gran señor". Del pequeño feudo sale el grande. La aglomeración de los grandes feudos formará los reinos.
"Así se formó nuestra Francia. La lengua nos da testimonio de ello tan fielmente como la Historia.
"Al conjunto de las personas sometidas a la autoridad de un padre de familia se le llama familia. A partir del siglo X, al conjunto de las personas reunidas bajo la autoridad de un señor, jefe de una mesnada, se le llama familia. Al conjunto de las personas reunidas bajo la autoridad de un barón, jefe de un feudo, se le llama familia. Y más adelante veremos que el conjunto de las familias francesas fue gobernado como una familia. El territorio sobre el cual se ejercían esas diversas autoridades ya sea que se tratara de la de un jefe de familia, de la del jefe de mesnada, del barón feudal o del rey- es denominado uniformemente en los documentos como patria, el señorío del padre. "La patria, dice Frantz Funck-Brentano, era al principio el territorio de la familia, la tierra del padre. La palabra se extendió al señorío y a todo el reino, puesto que el rey era el padre del pueblo. El conjunto de los territorios sobre los que se ejercía la autoridad del rey se llamaba, por tanto, Patria" (op. cit.)
Conviene recordar estas cosas, pues es de advertir que se ha hecho frecuente identificar "patria" y "nación". Podemos hacerlo así, cuando no es cuestión de de hilar fino; todos lo hemos hecho. Pero la noción de "nación-estado" es algo moderno que poco tiene en común con la Patria en el sentido de "Gran Familia", familia bajo el mismo padre del pueblo: el Rey. Aunque hay historiadores que manejan el concepto anfibio de "nación-estado" aplicándolo a los Reinos-Estados que se constituyen tempranamente en Europa: España, Inglaterra y Francia..., lo cierto es que el concepto "nación-estado" no es operativo en su sentido revolucionario hasta la guerra que se entabla entre los revolucionarios franceses y los ejércitos de los monarcas que acuden a Francia a restablecer el orden. Así que en resumen: "nación", en su sentido moderno, es una consecuencia del desarrollo de los acontecimientos revolucionarios que sacuden a Francia a partir de 1789. Y la Patria es algo anterior, arraigado en el Antiguo Régimen, heredero de todo lo mejor de la Edad Media aunque pudiera corromperse con la "monarquía absoluta".
El liberalismo y el romanticismo son los grandes fabricantes de "naciones". El nacionalismo decimonónico, también el español, reúne como en una letrina de heces la colosal fusión de embelecos revolucionarios como son: "soberanía nacional", "voluntad general", "constitución", amén de otras engañifas que se sacan de la manga los ilustrados, como el demente Juan Jacobo Rousseau.
El tradicionalismo nada tiene que ver con esos delirios liberales que desembocan en el nacionalismo. El tradicionalismo español tenía su cifra en el lema que pronunciaban los carlistas del siglo XIX: Dios, Patria, Fueros y Rey. Ahí no había invenciones, no había mixtificaciones... Los sacrosantos principios que se invocaban en la lucha por la Legitimidad no eran calenturas de paranoicos y oportunistas, eran realidades. Las mismas realidades que, en algunos blasones de nuestros hidalgos, todavía campeaban. Valga como muestra el lema de un escudo de armas, hecho a piedra en 1671 y localizado en una antigua capilla-enterramiento de unos hidalgos. Orlando el escudo, el lema parla por sí mismo:
"A ninguno de esta vida yo me diera, si a mi mismo Rey no fuera".
Este monarquismo es anexo, en los nobles hispánicos, del Símbolo de Fe de la antigua España. Es declaración de vasallaje, como expresión de la especial relación paterno-filial que existía entre el Rey, los nobles y el pueblo. Es esencia de nuestro ser español. Desde que perdiéramos este norte y guía, vamos dando tumbos, ebrios de mentiras modernas. Y con España, todos los países hermanos que formaban la antigua Cristiandad -dígase por caso Francia- también han ido desfigurándose, alejándose de sus esencias católicas y convirtiéndose en la caricatura despreciable que hoy son. Ahora, estos países democráticos que dicen constituir eso que los "dineranos" llaman Europa, quieren formar una casa de vecinos en la que cada una de esas "naciones-estado", esperpentos epigonales del liberalismo execrable, semejan a viejas prostitutas amnésicas que parlotean entre sí, mientras que sus chulos hacen lucrativos negocios. Esas rameras desdentadas, naciones europeas degradadas, apeadas de la Historia... Olvidaron que hubo una época esplendorosa en que fueron doncellas hermosas y honradas, pero hace tanto tiempo de eso que no se acuerdan de cuándo perdieron su decencia y su honra.
Entre ellas, anda una que se llama España, recién llegada al prostíbulo. Todavía está a tiempo de salir del lupanar y volver a ser honrada. España: vuelve a tu ser, vuelve a ser tú misma... ¡España, despierta!
Escrito cabalmente hoy, 25 de agosto del Año del Señor de 2008, en la feliz Festividad de San Luis IX, Padre de la Familia Francesa, Rey de la Primogénita de las Naciones.
" el pueblo español fue y es antidemocrático, y para no serlo fue capaz de librar la gran guerra de la Independencia, las tres carlistas y la última guerra de Liberación. Esta fue y es la realidad histórica, quieran los demócratas o no; lo confiesen o no."
Anti-España 1959 Mauricio Carlavilla
" volad a las Armas, incorporaos con los defensores de la más justa y Sagrada Causa; podréis así salvar vuestra vida, a vuestra familia de la mendicidad, y hacer ver a la Nación entera que sois Cristianos Católicos, y que los Gallegos de la generación presente son, como los de las pasadas, leales a su legítimo Monarca "
Proclama carlista do capitán de partida Modesto Varela (1838)
En un artículo publicado en la revista Hespérides, durante el verano de 1997, Carlos Caballero Jurado se preguntaba "Pero, ¿qué es el nacionalismo?", el autor dice:
"La Historia nos enseña que, ya en la Edad Media, era habitual la existencia de esa "conciencia nacional", sobre todo en aquellas circunstancias en las que coincidían en el mismo espacio o momento personas de diversas nacionalidades. Aunque en ese período histórico la mayor parte de las personas morían sin haber salido jamás de su aldea, había casos en que personas de diversos orígenes debían convivir; por ejemplo, los caballeros de las Ordenes Militares o los estudiantes de las Universidades; en estos casos era normal que se agruparan por "naciones". Así, en las Universidades medievales, aunque los estudiantes recibían las clases conjuntamente, en una lengua transnacional como era el latín, después era frecuente que residieran en Colegios Mayores con carácter nacional. Pero el criterio de "nacionalidad" no era en absoluto determinante. A nadie le sorprendía la presencia de estudiantes irlandeses en Salamanca ni la de castellanos en Bolonia, y caballeros ingleses o húngaros eran aceptados sin ningún problema en la Orden Teutónica, pese a que el mismo nombre de ésta subrayara un carácter alemán. Los reyes podían y solían tener vasallos de varias nacionalidades; las universidades o los monasterios, es decir, los centros culturales de la época, eran "internacionales" y nada de extraño había en la presencia de un monje castellano en un monasterio en Italia, ya que las Ordenes Religiosas (grupos sociales de la mayor importancia entonces) eran absolutamente transnacionales. Los límites de las distintas monarquías no coincidían con fronteras étnicas, por otra parte bastante confusas. Los derechos dinásticos y/o de conquista eran los que delimitaban la extensión de los Estados, y dentro de ellos, las relaciones de vasallaje no se establecían sobre una base de identidad nacional entre señores y vasallos.
Sólo con la aparición de las monarquías autoritarias en Europa occidental, se empieza a pretender, vagamente, dar a los Estados una base nacional más o menos uniforme. La monarquía española de los Reyes Católicos fue quizás uno de los mejores ejemplos de esta evolución, aunque una afirmación de este tipo debería ser muy matizada. Sin embargo, vale la pena recordar que el sucesor de esos Reyes, el emperador Carlos V, fue soberano simultáneamente no ya de castellanos y catalanes, sino también de italianos y de alemanes, de flamencos y de indios americanos, y jamás pretendió acabar con las diferencias nacionales entre sus súbditos. En sus Ejércitos, entre sus funcionarios, entre sus cortesanos, los había de las más dispares nacionalidades. Y a pesar de que Carlos V peleó toda su vida contra Francia, entre sus más destacados generales no faltó algún francés, como el Condestable de Borbón. Dicho de otra manera, bien entrada la Edad Moderna vemos que los Estados siguen sin pretender legitimarse sobre una base nacional: la legitimación teocrática y dinástica seguía siendo la base del ordenamiento político.
La llegada del despotismo ilustrado tampoco supuso un cambio definitivo. Repasemos por ejemplo la historia de algunos monarcas ilustrados. El célebre Federico III de Prusia jamás escribió ni una sola línea en alemán, sólo usaba el francés. Y Pedro el Grande germanizó hasta tal punto su Corte que para su capital eligió un nombre alemán, San Petersburgo, en vez de un nombre ruso. Sin embargo, el despotismo ilustrado, con su afán de centralismo y uniformización, mantuvo actitudes protonacionalistas significativas. Centrándonos en el caso de España cabe recordar, por ejemplo, que Felipe II vetó el proyecto de evangelizar a los indios americanos sólo en castellano, defendiendo el que se usaran sus lenguas; o que Felipe IV tradujo al castellano la "Historia de Italia" de Guiccardini para mostrar a sus súbditos italianos el amor por esa lengua; en el prólogo a su traducción el monarca decía entender las lenguas de la mayor parte de sus súbditos y se lamentaba expresamente de no haber sido capaz de aprender el vascuence ni las lenguas de sus súbditos americanos. En cambio, el ilustrado Carlos III dió órdenes expresas de que en adelante la evangelización de los indios americanos sólo se realizara en castellano, mientras que su padre Felipe V ya había abolido el catalán como lengua administrativa en el Principado...
Por tanto, ¿de la mano de que fenómenos históricos se produjo el triunfo del nacionalismo tal y como hoy lo conocemos?
EL NACIONALISMO Y LAS REVOLUCIONES BURGUESAS
Con las Revoluciones norteamericana y francesa entra en crisis definitivamente la idea de la legitimidad dinástica y teocrática y se afirma una idea absolutamente revolucionaria: la de soberanía nacional. Únicamente la idea de "nación" demostró tener el suficiente atractivo para desbancar, como fuente de soberanía y legitimidad, a la idea de que el poder descansaba sobre los derechos dinásticos otorgados por Dios, idea ésta que gozaba de todo el prestigio que le otorgaban la Religión y la Tradición. La fidelidad a los reyes empieza a ser sustituida por la idea de fidelidad a la nación.
Además, la idea de "nación" representaba la idea del bien común por encima de los privilegios corporativos (los de los gremios), estamentales (los de nobleza y clero) y también de los de algunas regiones que gozaban, en las antiguas monarquías, de ventajas tales como privilegios fiscales, exención de reclutamiento, etc. Todo este sistema de privilegios, típico del Antiguo Régimen, que los revolucionarios aspiraban a destruir, solo podía ser demolido poniendo en el centro del discurso la idea de "nación".
Las potencialidades del nacionalismo como motor de las masas se vieron pronto: cuando las monarquías europeas se coaligaron para acabar con el experimento revolucionario francés, los jacobinos, que estaban sumiendo al país en una orgía de sangre, difícilmente hubieran movilizado a los ciudadanos apelando a la defensa de la guillotina, ni tan siquiera a la defensa de sus ideas radical-ilustradas (que en realidad eran incomprensibles para la inmensa mayoría de los franceses de esa época). Para conseguir que todo el pueblo francés se les uniera apelaron, con éxito, a la idea de nación.
Durante la Revolución francesa, los jacobinos establecieron por vez primera la ecuación: un Pueblo = una Nación = un Estado.
La idea de que era la "nación francesa" (y no la Revolución) la que estaba "amenazada de muerte" por los "extranjeros", sería la utilizada por los jacobinos para galvanizar a las masas, hacer que se unieran en torno a su gobierno y engrosaran en masa el nuevo ejército revolucionario (la "levée en masse"): la "nación en armas". Surge así un patriotismo nacional y revolucionario contra los extranjeros "contrarrevolucionarios".
Después, Napoleón tratará de superar la gran ruptura histórica que suponía la Revolución francesa, uniendo en una misma línea de continuidad histórica a las grandes dinastías francesas con el más inmediato pasado revolucionario. El Gran Corso, al restaurar la monarquía en su persona, no dudó en presentarse como la encarnación de toda la historia francesa, desde los Capetos y los Merovingios hasta los jacobinos. Esto sólo podía lograrlo poniendo en el centro de su discurso una idea sacralizada de la nación, la exaltación de la "grandeza de Francia", que daba una supuesta continuidad histórica a Carlomagno, Luis XIV y Robespierre.
El nacionalismo como fenómeno de masas y fuente de legitimación del poder será, en definitiva, el gran hijo de la Revolución francesa. Hay que insistir una y mil veces en ésto, ya que lo corriente hoy en día, en las criticas que se dirigen al nacionalismo, es presentarlo como una ideología que es un vestigio, no ya del Antiguo Régimen, sino del pasado tribal de la Humanidad. Por el contrario, el nacionalismo es una consecuencia de la Ilustración y de la Revolución burguesa, concretamente de la Revolución francesa.
Durante ella se producen tres fenómenos de gran trascendencia:
1) Se rompe con la idea de Soberanía Real y se afirma la de Soberanía Nacional. Vale la pena subrayar que esto exigirá hacer coincidir los límites del Estado con los de la nación, con lo que se inicia la práctica, hoy habitual, del "etnocidio", es decir la eliminación —por absorción o por métodos más drásticos— de las culturas nacionales minoritarias dentro de un Estado. En el caso de Francia, al estallar la Revolución Francesa, ni siquiera un 50% de los "franceses" (súbditos del Reino de Francia) hablaban francés; el alemán (en Alsacia y Lorena), el corso, el italiano (en Saboya), el bretón, el catalán, el vasco o el neerlandés (en Flandes) eran otras tantas lenguas habladas por los habitantes de esa monarquía. Ahora, al convertirlos en "ciudadanos" de Francia, se les impondrá la obligación de aprender y utilizar sólo y únicamente la lengua francesa.
2) La idea nacional es utilizada por vez primera de forma sistemática y consciente como elemento de movilización de las masas. En episodios históricos anteriores, como la rebelión de los Países Bajos contra la monarquía española, el sentimiento nacional neerlandés de los rebeldes holandeses pudo jugar un papel importante, pero no menos importante eran otros como el religioso (calvinismo contra catolicismo) o la defensa de privilegios territoriales frente al centralismo creciente de las monarquías. Es decir, este tipo de fenómenos no son puramente nacionalistas. En el caso de la rebelión holandesa vemos claramente cómo los neerlandófonos septentrionales (los actuales holandeses) que se enfrentan al rey de España eran calvinistas, mientras que siguen fieles a ese mismo rey los neerlandófonos meridionales (los actuales flamencos de Bélgica). Ahora bien, los revolucionarios jacobinos franceses, con la "levée en masse", descubren que sólo apelando a la idea de la nación en peligro es posible hacer que vibren y se exalten las masas, sacándolas de su apatía y movilizándolas al servicio de los proyectos del gobierno.
3) La idea de nación es utilizada para superar la ruptura traumática que suponen los procesos revolucionarios, afirmando la existencia de una continuidad histórica subyacente, que legitima de esta manera al nuevo poder constituido."
El concepto "nación" sólo adquiere su significado político con la revolución, enemiga del Altar y del Trono, eso es lo que defiende el artículo inicial. También defiende que, por su antigüedad, el término Patria se muestra más conveniente para la lucha contra-revolucionaria. Nada más, solo eso.
Un saludo
Los constitucionalistas de las Cortes de Cadiz, al igual que los actuales, gritaban Viva la nación!!!, frente a los patriotas tradicionalista de antes que gritaban, Vivan los fueros!!!.
"El nombre de España, que hoy abusivamente aplicamos al reino unido de Castilla, Aragón y Navarra, es un nombre de región, un nombre geografico, y Portugal es y será tierra española, aunque permanezca independiente por edades infinitas; es más, aunque Dios la desgaje del territorio peninsular, y la haga andar errante, como a Délos, en medio de las olas. No es posible romper los lazos de la historia y de la raza, no vuelven atrás los hechos ni se altera el curso de la civilización por divisiones políticas (siquiera eternamente), ni por voluntades humanas.
Todavía en este siglo ha dicho Almeida-Garret, el poeta portugués por excelencia."Españoles somos y de españoles nos debemos preciar cuantos habitamos la península ibérica" .España y Portugal es tan absurdo como si dijéramos España y Catalunya. A tal extremo nos han traído los que llaman lengua española al castellano e incurren en otras aberraciones por el estilo."
Marcelino Menéndez Pelayo.
De todas formas en el bando constitucionalista habia mucha Nacion y pocos fueros. De esa Naziong española salio el centralismo que llevo al separatismo, tal como el caso que se comenta a continuación y que fue protagonizado por Luis Arana:
El hermano de Sabino Arana, Luis Arana, durante un viaje, llevaba una insignia fuerista por lo que un santanderino que viajaba con él le dijo algo que cambiaría su vida :
"Pues mira, eso es lo que no entiendo bien. Si los vizcainos sois españoles y vuestra Patria es España, no sé como queréis gozar de unos fueros que los demás españoles no tienen y eludir obligaciones que a todos los españoles deben comprender por igual ante la Patria común. Gozando de los fueros no servís en el ejército español, ni contribuís con dinero al Tesoro de la Patria. No sois buenos españoles..."Luis admitiendo la gran verdad manifestada santanderino, se cuestionó si era español o solo vizcaino, considerando que su opción era la segunda.
"El nombre de España, que hoy abusivamente aplicamos al reino unido de Castilla, Aragón y Navarra, es un nombre de región, un nombre geografico, y Portugal es y será tierra española, aunque permanezca independiente por edades infinitas; es más, aunque Dios la desgaje del territorio peninsular, y la haga andar errante, como a Délos, en medio de las olas. No es posible romper los lazos de la historia y de la raza, no vuelven atrás los hechos ni se altera el curso de la civilización por divisiones políticas (siquiera eternamente), ni por voluntades humanas.
Todavía en este siglo ha dicho Almeida-Garret, el poeta portugués por excelencia."Españoles somos y de españoles nos debemos preciar cuantos habitamos la península ibérica" .España y Portugal es tan absurdo como si dijéramos España y Catalunya. A tal extremo nos han traído los que llaman lengua española al castellano e incurren en otras aberraciones por el estilo."
Marcelino Menéndez Pelayo.
A ver si me aclaro, entonces los fueros que una vez forjaron España se crearon a partir de la idea origen de un rey para un pueblo ¿no?, es decir, entendiendo al Rey no solo como una figura que imponía orden y concierto sino como una suerte de lider.
¿los fueros no eran algo asi como una carta de legislacion en miniatura ? quiero decir que el rey los concedia y en ellos venian las obligaciones (como dar x soldados al rey cuando fueran necesarios)y ventajas(tales como tener dos dias de mercado en vez de uno o pagar menos impuestos).
Efectivamente, pero creo que el lector normal lo que echará de menos en este tipo de exposiciones (absolutamente correctas, por otra parte) es que no contemplan el origen de lo que por todos lados se llama "nacionalismo", como el caso catalán el vasco o el gallego.
Precisamente los únicos que hoy día se reivindican como "nacionalistas" (y a mucha honra, según ellos) no aparecen en este tipo de teorías más bien concebidas en el siglo XIX frente a los nacionalismos de tipo amplio y expansivo y revolucionario, ... pero no los de tipo aldeano como hoy día en la España periférica o en otras regiones de Europa.
Yo creo que en todo esto hay problemas de designación de cosas distintas usando las mismas palabras; hay escasez de palabras en la terminología política (y filosófica) hay un sentido correcto, es cierto, pero cada bando se las apropia para darles un sentido peculiar y casi casi hasta contrario a otros.
Quizá porque los entornos politiquiles son como sancta-sanctorums peculiares que dogmatizan y condenan a sus adversarios, no comunicándose entre sí.
Luego el lío aparece cuando alguien intenta hacer historia o crítica general de las ideas y de los términos que las designan.
Por lo que respecta al tema, yo diría resumiendo que la Nación es el cuerpo político moderno que ha recibido la soberanía que en el Antiguo Régimen correspondía exclusivamente al Rey (y que se basaba en la sumisión de éste a la Religión y al bien común).
La Nación se basará en la fuerza bruta de los caprichos de una mayoría del pueblo que plasmarán "representantes" que, sibilinamente, se han hecho elegir por éste; y a la no apelación posible a realidades de orden espiritual o religioso que limiten esos caprichos: que nada habría superior a los caprichos de una mayoría.
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