FELIPE II, DESTINO ESPAÑOL



FELIPE II
Tras su gira por Europa, Felipe II regresa a España satisfecho: "el más perfecto viaje que se podía dessear" -escribió ingenuamente al Duque de Saboya.
Lo habían agasajado en cuantas cortes estuvo; pensó que era amigo de Mauricio de Sajonia y de cuantos protestantes le habían recibido -hipócritamente- con muestras de amistad. No sabía sus idiomas, y había actuado con ellos como el caballero andante que era.
Pero ante veredicto tan optimista de nuestro Gran Felipe, el embajador de Venecia pensaba lo contrario: el viaje de Felipe II había sido un desastre: "poco grato a los italianos, ingratísimo para los flamencos y odioso para los alemanes". Con los italianos había bailado, con los flamencos había ido a Misa, con los alemanes había trincado birra. En vano.
Allí donde el triunfalismo español, por ingenuidad, se las prometía halagüeñas había un obstáculo que ignoraba: la hipocresía humana desmoronaba toda la alegría de creerse bienquerido.
Felipe II es un Rey tan español que en su vida contemplamos, como en un arquetipo, nuestra fatalidad como nación, y como españoles. Y es que de los extranjeros, nada hay que fiar. Vienen a España y quieren posesionarse de todo lo que nos pertenece: nuestro suelo, nuestros puestos de trabajo, todo lo que amamos quieren hacerlo suyo... Destruyendo nuestro modo de vivir.
Esto no va dirigido a los desgraciados que vienen en pateras; también va dirigido a los que vienen en avión, con cuentas corrientes. Extranjeros, siempre serán extranjeros.
Vuestra Europa os la podéis meter donde mejor os quepa, herejes farisaicos. No os quiero, y me da igual el color de vuestra piel.


Maestro Gelimer

LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS