El historiador Vicente Cárcel presenta en Roma su investigación sobre los últimos documentos desclasificados
Ángel Villarino
Ciudad del Vaticano- El Papa Pío XI hizo todo tipo de esfuerzos por detener la Guerra Civil Española y, una vez que acabó el conflicto, tardó dos años en entablar relaciones diplomáticas con el franquismo. Son algunas de las conclusiones que ofreció ayer el historiador y sacerdote Vicente Cárcel, durante una conferencia en la cual hizo pública documentación hasta la fecha desconocida, proveniente de una parte de los archivos secretos del Vaticano que fueron recientemente desclasificados. En estos papeles, telegramas, cartas, informes, apuntes personales..., hay miles de datos y pruebas físicas que ayudan a entender mejor aquellos convulsos años de nuestra historia reciente. Hablan del periodo 1922-1939 y fueron puestos a disposición de los estudiosos hace pocos meses.
«No hay revelaciones estrepitosas en dichos archivos, nada que vaya a cambiar sustancialmente los libros de Historia, pero sí ciertos detalles y documentos muy interesantes que eran desconocidos», explicó Cárcel a LA RAZÓN. «El primer dato importante que aportan los nuevos documentos vaticanos», aclaró el historiador, «es que la Iglesia quiso convivir con la República española hasta que ésta se lo permitió».
Petición de clemencia
En la conferencia explicó que «el nuncio Tedeschini negoció con la República en momentos difíciles, para evitar la disolución de los jesuitas y para defender, en general, la actividad de la Iglesia y la vida de los católicos frente a una política cada vez más hostil, discriminatoria y humillante para los que iban a misa». Las investigaciones destacan la intensa actividad humanitaria del delegado pontificio, moseñor Antoniutti, para la repatriación de los niños vascos y en favor de prisioneros políticos y condenados a muerte. «El archivo conserva listas oficiales de unos y otros, así como numerosa correspondencia familiar de quienes solicitaban la intervención del representante pontificio pidiendo clemencia, aunque no siempre se le escuchó».
La siguiente nunciatura, la de Cicognani, que comenzó en 1938, «se distinguió al principio por su labor humanitaria y por su firme actitud frente a la propaganda y las influencias nazis en la España nacional y también frente a la prepotencia de la Falange». Los documentos también demuestran cómo Pío XI apeló en innumerables ocasiones a los dos bandos para que acabasen con las hostilidades y las matanzas. «Los documentos demuestran que el Papa no pudo evitar la Guerra Civil porque aquello fue una revolución auténtica en la que se enfrentaron dos Españas que se odiaban a muerte», explica Cárcel, que ofrece algunos ejemplos concretos: «El 31 de julio de 1936 la Secretaría de Estado presentó a la Embajada de España ante la Santa Sede una enérgica protesta por la bárbara persecución religiosa desencadenada en Barcelona, Madrid y otros lugares de España contra la Iglesia sin que el Gobierno hiciera nada por impedirla o reprimirla. El embajador respondió diciendo que deploraba y lamentaba los actos violentos, pero los justificaba como reacción a la adhesión de muchos de ellos a los militares rebeldes».
Aunque sus exigencias fueron igualmente desoídas, el Papa también levantó la voz para quejarse de las matanzas provocadas por el salvajismo militar del bando franquista. «Pío XI intervino directamente ante Franco para impedir los bombardeos aéreos, que provocaban muertes de inocentes entre la población civil, y tuvo que resignarse ante su firme actitud, que no aceptó mediación alguna para acabar la guerra, ni siquiera de la Santa Sede», explica Cárcel, añadiendo que «cuando corrieron rumores de que, con motivo del discurso natalicio de 1938, el Papa pediría un armisticio, Franco rechazó toda componenda y reafirmó la resolución firme de no admitir ningún intento de mediación ni armisticio con los “rojos” porque representaban la “barbarie soviética”».
El trabajo del historiador español presenta otros ejemplos concretos sobre las sucesivas treguas que, cuando la guerra estaba tocando a su fin, intentó conseguir Pío XI. «La Santa Sede intervino siempre de forma autónoma, convencida de que su acción, inspirada en los supremos principios religiosos y morales, tendría mayor eficacia y no sería considerada como una ingerencia política en los asuntos de España. Por ello, el Papa recomendó siempre moderación y no aceptó las presiones provenientes de Francia e Inglaterra, que perseguían intereses políticos concretos», concluyó Cárcel.
El historiador, en cuyo trabajo también hay detalles anecdóticos como la pretensión del Rey Alfonso XIII de nombrar personalmente los cardenales españoles, publicará su labor en un proyecto editorial dividido en tres periodos: Monarquía, República y Guerra Civil.
http://www.larazon.es/noticias/noti_rel35015.htm
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