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Tema: La Division Azul En Leningrado

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  1. #1
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    Re: La Division Azul En Leningrado

    Aquí un testimonio de un requeté y divisionario:
    https://m.youtube.com/watch?v=xtlBxYa-c08

    Saludos en Xto.
    «¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
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  2. #2
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    Re: La Division Azul En Leningrado

    CAPELLANES DE LA DIVISIÓN AZUL – Por Carlos García

    Ellos NO fueron Neutrales







    “Los copos caen blandamente, cegando el mirar, posándose en leve vuelo sobre su cabeza desnuda. Pero él no se mueve.
    Está – tan quieto y silencioso – rezando junto a una tumba.
    Es un sacerdote de la División Azul”

    (Manuel Pombo Angulo)





    La gesta de la División de Voluntarios Españoles, más conocida como la División Azul es bastante difundida y su historia muy buscada por quienes ven en aquellos hombres lo mejor de la estirpe española y católica. A pesar de haber tenido una presencia muy activa en la Campaña de Rusia, no les alcanzó al menos todavía, la demoledora campaña de mentiras, multiplicando hasta el paroxismo las inconductas en que incurrieron unidades alemanas. Más aún, en los tiempos que corren han crecido de modo exponencial los libros y artículos que se refieren a esta legendaria división de voluntarios. Como si las nuevas generaciones cansadas de la mediocridad y de la avaricia humana necesitasen abrevar en el cántaro soberbio de estos héroes que, luego de una sangrienta guerra de tres años, empuñaron nuevamente las armas y marcharon a la lejana Rusia a luchar y morid por Dios y por España.


    Como dijo el entonces Ministro del Interior de España, Serrano Suñer – todavía cercano a Franco -, dirigiéndose a una multitud que clamaba tomar parte por Alemania en la lucha contra Rusia: “Rusia es Culpable”. En realidad no era la verdadera Rusia la culpable, sino la Rusia infectada por el marxismo. Esa Rusia era culpable. Era culpable de haber arrasado cerda de diez naciones, argumentando el pacto Molotov-Ribbetropp; era culpable de estar esperando el desgaste alemán para atacar sorpresivamente, pero, mucho antes, fue culpable de desangrar España en una lucha fratricida y de trocar todo su odio en persecución y muerte hacia sacerdotes y religiosas. ¡Era culpable de haber ametrallado a Cristo!





    Sin embargo, la Campaña de Rusia o Campaña del Este, esa que hizo “al mundo contener el aliento”, no fue llevada a cabo exclusivamente por los alemanes con la sola ayuda de los españoles. Hubo divisiones y unidades menores – y no tan menores, con representantes de prácticamente toda Europa: franceses, ingleses, noruegos, italianos, rumanos, croatas, belgas, rusos, etc. Conformaron otras tantas unidades de batalla incorporadas al mando centralizado de las “Waffen SS…"


    Pero volvamos a España, 18.000 voluntarios, bajo el mando del General Muñoz Grandes – más tarde reemplazado por el General Esteban Infantes -, varios coroneles, oficiales y suboficiales del ejército marcharon hacia Alemania. Eran 18.000 almas – en su mayoría voluntarios falangistas – las que integraron el primer contingente y junto a ellos marchaban, de uniforme y cara al sol, 22 capellanes del Cuerpo Eclesiástico Militar. Estos capellanes tenían estado militar, varios con el grado de coroneles y capitanes y habían cumplido su sagrado ministerio en Marruecos y, por supuesto, en la Guerra Civil. También ellos fueron voluntarios; la Fe y el amor a España corrían generosas por sus venas.


    En verdad es mucha la literatura que ha corrido sobre la División Azul, no puede sostenerse lo mismo de sus capellanes, como en general hay muy poco escrito de los sacerdotes que asistieron a los diversos ejércitos en la contienda. El día que se narre esa realidad y la trascendencia que adquirió, muchos se verán sorprendidos y muchas más tendrán que dar explicaciones sobre anteriores dichos. Quizás, parafraseando al Generalísimo Franco: “ya esté madura esa breva”.


    Hace ya un año se publicó en España un libro titulado “Los Capellanes de la División Azul”, que ha sido el fruto del esfuerzo investigativo de Pablo Sagarra Renedo, quien ya había elaborado diversos artículos sobre el tema y su tesis doctoral. Estos trabajos nos han impulsado a estas breves líneas y de ellos hemos tomado varias consideraciones…





    Cada unidad de división empeñada en combate contó con la invalorable asistencia de un capellán. En casos extremos, un mismo sacerdote debió atender a la vez a dos unidades, corriendo de un frente a otro. En la primera línea de fuego, en la trinchera, en el barro de la avanzada, en cada hospital de campaña, con sus uniformes desgarrados como el peor legionario y sus manos inquietas por la acción de los piojos, estaban presentes consolando, administrando la Eucaristía, la Penitencia y, muchas veces, la Extremaunción.


    Trae Sagarra anécdotas muy ejemplificativa de lo que eran esos hombres de Dios: “Tal el caso de don Indalecio Hernández Collantes, viejo luchador en Marruecos, primero, y en nuestra Cruzada después, hubo de interrumpir la misa que celebraba cuando ya la metralla roja había herido a alguno de nuestros camaradas”. En otra oportunidad, encontrándose fumando en una trinchera cuando una ráfaga del enemigo le cortó el cigarro que tenía en la boca, respondió con la mayor tranquilidad: “Los rusos quieren quitarme el vicio de fumar”.


    Los capellanes españoles fueron verdaderos soldados y pastores que, en una suma total de setenta, recorrieron un y mil veces el frente ruso bajo las peores condiciones de lucha y a veces en un invierno que helaba la sangre. De ellos, dos murieron y seis fueron heridos. Al menos seis Cruces de Hierro y varias medallas de Asalto de Infantería, dan cuenta del reconocimiento alemán…


    Ellos no portaron armas, pero portaban a la Verdad y llevaron a quienes la necesitaban, algo tan simple y tan grande como los Sacramentos de la verdadera Fe. Ellos no fueron neutrales, ni políticamente correctos, ni practicaron ecumenismo o ritos interreligiosos; pero tampoco tuvieron necesidad de pedir perdón alguno; porque no pide perdón quien obra por mandato expreso de Cristo Rey y María Reina.


    Pues bien, casi como una muerte anunciada, ese heroico Cuerpo Eclesiástico, al que tanto le supo deber España, fue eliminado por el perverso pelafustan de Zapatero en el año 1990. El marxismo, vencido en el campo de batalla en 1939, se tomaba venganza en las sórdidas oficinas gubernamentales de una España sombría y decadente.


    Pero cercada por el estiércol de esta España en tinieblas, está la España Imperial que quiere renacer y no olvida a sus 50.000 hombres que integraron a lo largo de tres años la División Azul. Muchos no aceptaron ser repatriados a España y decidieron seguir combatiendo bajo la denominada Legión Azul, hasta caer prisioneros de Rusia y pasar diez años de trabajos forzados en los campos soviéticos. Más de 5.000 voluntarios militares, falangistas o requetés abonaron con su sangre la tierra rusa. Los sobrevivientes, los que volvieron a la Patria, laicos y sacerdotes, pero soldados todos, llevaban en sus oídos la última arenga de su primer jefe el General Muñoz Grandes: “Cuando regreséis a España y nuestras gentes se os acerquen con el natural afán de saber de vuestra vida en Rusia, jamás les habléis de vuestras propias heroicidades, sino de las gloriosas hazañas que realizaron los que aquí han muerto para que España viva”.


    ¡Arriba España!






    Revista Cabildo – 3° Epoca – Año XV – N°107 - Enero-Febrero 2014







    ____________________________________________

    Fuente:

    Nacionalismo Católico San Juan Bautista: CAPELLANES DE LA DIVISIÓN AZUL – Por Carlos García



  3. #3
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    Re: La Division Azul En Leningrado

    División Azul

    Violentos y ladrones, pero más humanos que los nazis

    Un historiador ruso rastrea a la División Azul española por la URSS y su impacto





    Pilar Bonet


    Moscú 7 OCT 2015 - 13:47



    Soldados de la División Azul leen el 'Marca'. La imagen pertenece al documental 'Extranjeros de sí mismos'.



    Los españoles de la División Azul (DA) que, en apoyo de los invasores nazis, lucharon en tierras de la URSS de 1941 a 1943 fueron percibidos por los habitantes de las provincias rusas donde se acuartelaron -Nóvgorod y Leningrado- como más benignos que los alemanes y, a diferencia de estos, no se vieron involucrados en represalias masivas a la población, según el historiador Boris Kovalev, profesor de la Universidad Estatal de Nóvgorod.



    MÁS INFORMACIÓN







    Para su libro Voluntarios en una guerra ajena, dedicado a la DA, el investigador ha consultado los archivos provinciales de los servicios de Seguridad e Interior y el archivo central del ministerio de Defensa, además de entrevistar a una cincuentena de personas que habitaron en pueblos del territorio controlado por la DA a las orillas del lago Ilmén o en las riberas del río Vólkov, en la provincia de Nóvgorod, y en la de Leningrado.

    Kovalev estudió también los diarios de los españoles caídos, la correspondencia incautada y más de 100 expedientes personales, entre transcripciones de interrogatorios de presos, desertores y tránsfugas, y actas de los procesos contra miembros de la DA. En conjunto, su obra presenta una visión polifacética del episodio histórico protagonizado por la Wehrmacht Alemana y los españoles que la siguieron a Rusia en una misión de solidaridad limitada que movilizó a más de 20.000 personas de diversos grupos, desde falangistas convencidos, voluntarios con motivaciones variadas, en gran parte económicas y de ascenso social, y una minoría deseosa de pasarse a la Unión Soviética.

    El frio y el hambre dominan los testimonios de españoles y rusos. Desde Alemania, los españoles marcharon a pie por el oeste de la URSS en el verano de 1941. No tenían ropa de invierno y en los pueblos de la provincia de Nóvgorod donde tomaron posiciones ya en otoño se dedicaron a robar prendas de abrigo, desde pañuelos de lana de las campesinas a edredones, que se echaban sobre los uniformes cada vez más harapientos. También se apoderaban de las válenki, las botas de fieltro rusas, que arrebataban a vivos y a muertos. Espoleados por el frío, prendían fuegos que amenazaban con incendiar las modestas viviendas campesinas donde se alojaban.



    Dos criminales de guerra


    P. B.

    Los ocupantes bondadosos se titula uno de los capítulos del libro de Kovalev, quien aclara que “de ninguna manera me propongo justificar a los españoles, porque para mí fueron ocupantes, pero es un hecho que, por las actas de la CHGK solo se pudo establecer la condición de criminales de guerra en dos casos. El primero, por razones formales, el general Agustín Muñoz Grandes, el responsable de la División Azul, y el segundo, Antonio Basco, un extraño personaje que, según testimonios orales y de las actas de la CHGK, participó en varios episodios de violencia contra la población civil. Uno de ellos ocurrió en el pueblo de Navólok, en noviembre de 1941, cuando un grupo de españoles, aparentemente dirigido por Basco, asesinó a seis personas, tres supuestos partisanos, el dueño de la casa donde se albergaban, la esposa de éste y un anciano que casualmente pasaba cerca de allí. “Todo es relativo”, afirma Kovalev y recuerda que, al caracterizar a los distintos contingentes de ocupantes, los testigos rusos a los que entrevistó calificaron a los españoles de “alegres”, “ruidosos” y ” ladrones”, a los alemanes de “exactos”,” severos”,” sentimentales” y “crueles”, y a los estonios y letones, de “asesinos”, “sádicos” e “indiferentes”.




    Sin haberse bañado desde que salieron de Alemania, piojosos y hambrientos, los divisionarios abandonaban su mugrienta ropa interior y se llevaban todo lo que encontraban a su paso: gallinas, vacas, y hasta los gatos. Una anciana invitada por los divisionarios a comer lo que creía un conejo descubrió con horror que había degustado su propio gato, cuando buscó a éste para darle las sobras del banquete.




    Soldados irascibles

    Los recuerdos de los habitantes de la zona ocupada y las actas de la Comisión Estatal Extraordinaria (CHGK, en ruso, la institución creada por la URSS para investigar los crímenes de guerra de los ocupantes) indican que los españoles eran muy excitables y podían matar a alguien en una riña, como Fédor Morózov, el alcalde colaboracionista con los nazis en Nóvgorod, tiroteado por un soldado español al que empujó en un reparto de leche. La maestra Alexandra Ojapkina, en 1941 una niña de 12 años evacuada al pueblo de Shevélevo, calificaba a los divisionarios de “muy ladrones, pero no crueles y con cierta compasión por los habitantes locales”.

    La población rusa aprendió pronto que los participantes en la “cruzada contra el bolchevismo” se distinguían entre ellos, señala Kovalev en una conversación con EL PAIS, y afirma que los españoles, “pese a todo, eran mucho más humanos que los alemanes”. Ojapkina recordaba que los alemanes acusaron a la población civil de Shevélevo del saqueo del almacén de provisiones de los españoles, situado en aquella localidad. Los alemanes hicieron salir a la calle a la gente para fusilarla y la pusieron en fila, siendo una mujer madre de seis hijos la última en salir. Con disimulo, un soldado español apartó a la mujer del grupo, salvándole así la vida. Los responsables del saqueo del almacén, aparentemente, eran los habitantes de un pueblo vecino, donde vivían descendientes de colonos alemanes.



    Los españoles de la División no se vieron involucrados en represalias masivas



    En una ocasión, en diciembre de 1941, la artillería alemana comenzó a disparar contra un grupo de 11 presos españoles capturados por los soviéticos, matando a cuatro presos.

    El mando soviético recibía informes de los interrogatorios, en los que se constataba que la moral de combate de la DA había mermado al aumentar las dificultades. Los españoles jugaban a las cartas por dinero y algunos pagaban a sus compañeros para que hicieran guardia por ellos. En la DA se dio una orden contra quienes se autolesionaban para evitar el frente. Uno de los presos, Juan Trias Diego, confirmó a los soviéticos que en la División se había fusilado a soldados por autolesionarse y que otros recibieron castigos tales como patrullar en calzoncillos o ser abandonado frente a las trincheras con un farol encendido. Los soldados se “perdían” cuando volvían al frente desde el hospital, por lo que el mando de la DA organizó el transporte en grupos vigilados por un oficial. El método no fue eficaz, a jugar por un caso en el que además del grupo desapareció también el oficial controlador.



    Los divisionarios se llevaban todo lo que encontraban a su paso: gallinas, vacas, y hasta los gatos



    En Chudovo, a 100 kilómetros de Leningrado, había dos campos de prisioneros de la Wehrmacht donde fueron exterminados más de 53.000 personas. Al iniciarse la retirada, el comandante del campo hizo formar a los prisioneros y pidió dar varios pasos al frente a quienes no se valían por sí mismos. Los 55 hombres que avanzaron, esperando que les facilitaran el transporte, fueron fusilados a la vista del resto. Chudovo estaba 40 kilómetros al norte de la zona controlada por la DA.





    ____________________________________________

    Fuente:


    División Azul: Violentos y ladrones, pero más humanos que los nazis | Cultura | EL PAÃS

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