Una recopilación de bien dibujadas siluetas de gentes de los siglos XVI y XVII, gran época rica y propicia para permitir una buena galería de retratos.

Las figuras son muchas, y entre ellas, es una delicia entrarse en las consideraciones sobre Alfonso Valdés, fray Bartolomé de las Casas, Diego Felipe de Albornoz, Juan Márquez, Mariana, Rivadeneyra, Barros, Nieremberg, Quevedo, Castillo de Bobadilla, Baltasar Gracián, Baños de Velasco, Fernández de Navarrete y Polo de Medina, hasta llegar a Jerónimo de Ortega y Robles, el curioso autor del «Despertador que avisa a un príncipe católico» que es el último de esta intelectual e inteligente pinacoteca literaria de seres que ejercitaron su inteligencia en el mundo político, con frecuencia tan ingrato que en muchas ocasiones fueron desterrados del recuerdo convirtiéndolos en oxidados huéspedes del olvido.
Los maestros de este tipo hacen patente utilidad de razón de Estado.

Una cosa son sermones y ruidos de armas y otra un discurso de las armas y las letras.