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La lengua, compañera del Imperio
La lengua, compañera del Imperio
Es de dominio público que, salvo el infante Don Fernando, todos los demás vastagos de Felipe el Hermoso y de Doña Juana, hija de los Reyes Católicos, fueron educados en tierras de Borgoña y por gentes de aquella nacionalidad. Cuando acaeció la muerte del rey Don Fernando el católico y tomó la regencia el cardenal Cisneros, comenzaron a moverse y a inquietarse el deán de Lovaina y el señor de Chievres: el príncipe Carlos (futuro Carlos I de españa) el heredero, no hablaba en absoluto el castellano, expresándose, en cambio, en flamenco, en francés y en alemán.
Bien pudiera esto explicar su entrega a aquella famosa caterva de consejeros (aunque se esté muy lejos de decir, por ejemplo, que Adriano de Utrecht fuera un mal hombre). Aunque vivía todavía Doña Juana la Loca, la negrura de sus melancolías, recuerdos y tristezas no la hacía apta para gobernar, por lo cual, en que Don Carlos fuese reconocido como rey coincidieron tanto los consejeros del príncipe como el propio Cisneros. Y así se hizo a la vela y arribó a España el joven monarca, jurado ya en todas partes y aclamado como soberano, sin que en lengua de sus reinos españoles dijera palabra alguna.
Sus subditos, que pronto tomaron ojeriza a todo lo extranjero, se lo expusieron lisa y llanamente en las Cortes de Valladolid, donde los procuradores le rogaron que hablase en castellano «porque haciéndolo así aprendería más presto el habla y podría entender mejor a sus vasallos y servidores y ellos a él».
No debió desatender la súplica Carlos I y se aplicó a entender y a aprender la lengua de Castilla, a la que amó prendidamente a lo largo de su vida, como demostró de modo cumplido. De él se ha dicho que la reputaba lengua de ángeles y la única apta para hablar con Dios.
Por lo menos no tuvo otra para expresarse en la Corte pontificia en la que, contestando al discurso de salutación que le dirigió el francés obispo de Macon cuando fue a coronarse Rey de Romanos, comenzó de esta guisa: «Señor obispo, entiéndame si quiere y no espere de mí otras palabras que de mi lengua española, la cual es tan noble que merece ser sabida y entendida por toda la gente cristiana.»
Podemos imaginar su aprendizaje de la lengua en Granada en 1526, año en que pasó varios meses en la ciudad del Darro. Allá fundó la Universidad y comenzó el famoso palacio de Carlos V, con la exacción que se hizo a los moriscos. Allí se sintió muy español ocupándose de la Capilla Real, donde yacía su padre pero también los cuerpos de los Reyes Católicos. Allí, se casó enamorado de su mujer y tendría con ella coloquios en castellano, que sería su idioma común, pues eran primos y ambos nietos de Fernando e Isabel, por ser ella hija de Doña María de Castilla y el rey portugués Don Manuel.
En Granada en suma, terciaría en las discusiones literarias en que andaban enzarzados, en una alta justa de cultura, el embajador Andrea Navagiero, el glorioso Garcilaso de la Vega y el catalán Juan Boscán introductor y primer cultivador del endecasílabo itálico en las letras castellanas.
Fue Carlos I quien, dando de mano el latín hasta entonces usado, llevó el castellano a las cancillerías y lo hizo el idioma internacional de su poder y, de su gloria, gesta bien difícil de olvidar.
El César ansiaba la expansión de nuestro idioma; sus excelencias llegaron a parecerle incontestables. En las propias Leyes de Indias, se halla la Ley XVIII, Libro VI del Tomo II. En ella, y por altísimas razones, el emperador empuja y dispone la introducción del castellano entre los indios, es decir, mete en sus provincias americanas el soberbio idioma de que hoy se ufanan tantos millones de hispanoparlantes.
Dicha ley de Indias la dio Don Carlos I en Valladolid el 7 de junio de 1550. Dice así:
«Habiendo hecho particular examen sobre si aun en la más perfecta lengua de los indios se pueden explicar bien y con propiedad los misterios de nuestra santa fe católica, se ha reconocido que no es posible sin cometer grandes disonancias e imperfecciones, y aunque están fundadas cátedras donde sean enseñados los sacerdotes que hubieren de adoctrinar a los indios, no es bastante por ser mucha la variedad de las lenguas. Y habiendo resuelto que convendrá introducir la castellana, ordenamos que a los indios se les pongan maestros que enseñen a los que voluntariamente lo quisieren aprender, como les sea de menos molestia y sin costa: y ha parecido que esto podrían hacer bien los sacristanes, como en las aldeas de estos reinos enseñan a leer y a escribir, y la doctrina cristiana.»
¡Qué bien vio y anticipó Nebrija, al dedicar su Gramática a la reina IsabeL
que «la lengua es compañera del Imperio»! Carlos de Gante, Carlos de España hizo realidad esta doctrina con su voluntad cesárea. Tenía muy bien ganado decir aquel sonoro y limpio «¡Jesús!» con que entró en la eternidad.
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
Más que compañera, estimado ALACRAN, yo la definiría como argamasa. De todas formas, bien pudiera haber sido el catalán la lengua del Imperio. Digo. Pero para más decir, la verdadera argamasa del Imperio, no fue UNA lengua, sino la única y verdadera religión: la de nuestro Señor en la Cruz.
Y a esto se le llama HISPANIDAD.
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
No es mi intención menospreciar a ninguna otra lengua hispánica. Solo constatar una realidad lingüistica del siglo XVI, que puede comprobarse en cualquier manual de historia.
Nunca hubiera podido el catalán ser lengua de aquel Imperio cuando solo era hablado por 300.000 personas en un ricón de la Península, (600.000 sumando un número similar para Valencia) frente a más de 6.000.000 que hablaban castellano, y cuando era el castellano el idioma que además se empezaba a usar por entonces en Cataluña. Mi única intención es ensalzar la lengua que todos tenemos en común. Y no pretendo ofender a nadie.
Cita:
Cuando llega Carlos I de España, un rey que permaneció poco tiempo en la península, toma como base de operaciones a Castilla, con una población de 6 millones (entre los reinos más poblados de Europa en la época), una pujante economía (Flandes, Portugal y el Norte de Italia eran las otras economías más desarrolladas del continente), y el descubrimiento de América por el reino de Castilla, y su nuevo ejército que gracias a el Gran Capitán era el más poderoso de Europa, lo convertía en la fuente perfecta para sus ambiciones expansionistas e imperiales, siendo la base principal de impuestos y de reclutamiento de tropas. Mientras que Cataluña con sus 300.000 habitantes,
http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_Catalu%C3%B1a
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
SEVILLA, CUNA DE LA HISPANIDAD
Ninguna tierra puede con razón gloriarse como Sevilla de haber sido madre de la Hispanidad, concepto feliz que supera por su entraña futura al prestigioso valor histórico de la occidentalidad europea mediterránea.
Año por año, desde finales del siglo XV fue tejiéndose, principalmente en Sevilla y su comarca, la gigantesca epopeya de que arranca el hecho más grande de la historia, después de la Redención.
Desde entonces, la Vieja Hispalis, madre de Césares y emperadores romanos, fue sede y metrópoli de la Hispanidad en apogeo. Aquí, viene a acabar sus días, llenos de vivida epopeya, la flor y nata de los conquistadores; Hernán Cortés, como si añorara la vecindad mortuoria del mausoleo donde en la catedral sevillana duerme la fatiga de su genial odisea, el descubridor de América.
En Sevilla se aposenta y se desarrolla la casa de contratación, eje de nuestra Economía y de nuestro comercio con el Nuevo Mundo.
Sevilla es puerto y faro que alumbra y guía expediciones de marinos y navegantes. En la vieja institución docente que albergó el palacio de Santelmo, se gradúan los grumetes de la Real Armada de las Españas, bajo la protección de Nuestra Señora del Buen Aire, rumbo y escudo de tantas y tan nobles ambiciones transatlánticas, que ensancharon y apretaron nuestro poderío, y fundamento onomástico a orillas del Plata, de una gran ciudad cuyo nombre de Buenos Aires tantos ecos de amor despierta y mantiene enlo más íntimo de nuestros corazones, estremecidos.
De aquí irradió el celo apostólico de la España misionera y civilizadora, que encuentra en Las Casas el primer intransigente paladín.
En Sevilla, finalmente, como compendio hazañoso de tanto portento, bajo la pétrea mole herreriana del Archivo de Indias, notario mayor del Nuevo Mundo, se guardan en preciados legajos y todas las verdades de una historia que dio alas a la fe, el valor y a la majestad de los españoles.
Pero con ser tan brillante esta ejecutoria, Sevilla había de ostentar otra más de trascendencia inigualable. Allá en los esteros del Guadalquivir, en la pintoresca tierra marismeña, donde Estrabón, Tolomeo y Plinio recuerdan a la Historia la existencia de la vieja ciudad Nabrissa, de mitológico origen, vino al mundo, en 1446, y como un regalo de Dios a las letras hispanas, el insigne polígrafo Elio Antonio de Nebrija.
Fue él, ante todo y sobre todo, un espíritu humano en el perfecto sentido del vocablo. Pues si espigó por los campos de Italia las gracias clásicas del Renacimiento, supo humanizarlas con alma de hispanidad, y rendirlas en ofrenda a aquella gran patria unificada, con la mejor voluntad de servicio y la más fervorosa abnegación. Es obvio extrañarse del olvido en que la memoria del preclaro humanista ha vivido entre nosotros, no obstante ser tan contundente el catálogo de sus grandezas.
NEBRIJA, PRIMER HUMANISTA DE LA ESPAÑA INMORTAL
Porque Nebrija no es sólo el primer humanista de la España, imperial, aunque este título es más que suficiente para diseñar una figura cumbre y excelsa. Que si tradujo a la catolicidad las paganías del Renacimiento en los albores del siglo XVI, su empresa adquirió aire marcial y de combate desde el punto de vista científico.
España debe a Nebrija el haber purificado con el torrente de su ingenio y de su erudición las impurezas pedagógicas de la educación medieval, entronizando las auténticas humanidades grecolatinas en las aulas universitarias para fertilizar con el latín de Cicerón y Virgilio el plantel de las mejores generaciones de nuestro Siglo de Oro. Y aun esto, no pasarla de ser una gloria vernácula si Nebrija con su inigualado esfuerzo gramatical no hubiera creado todo un sistema científico anticipándose en Europa a los primeros filólogos clásicos y manteniendo doctrinas que aun hoy día viven en el campo de la filología contemporánea.
Pero el hecho, entre tantos, más significativo es el valor nacional que representa el ilustre polígrafo. Es el idioma español, es la lengua sonora y eterna de Castilla, que en manos de Nebrija adquiere su forma constitucional definitiva para ser vínculo de expresión del Nuevo Mundo que nace, instrumento vital de un continente ignoto.
Es la esencia de la Hispanidad: el motivo indiscutible, el carácter que hoy apiña y une por la fuerza vincular de la cultura al mundo hispánico en un haz común y fraterno.
Nebrija funda el idioma castellano. Su gramática, publicada en 1492, es la primera de la lengua hispánica; y la primera también entre todas las de las lenguas romances. Habían de pasar varios lustros para que aparecieran las de las lenguas hermanas en la comunidad latina; la italiana es de 1525; la francesa, de 1530; la portuguesa, de 1536.
LA LENGUA, COMPAÑERA INSEPARABLE DEL IMPERIO
En aquella gramática ya alborean sentencias históríco-lingüísticas que suponen una anticipación a todo intento de filología románica.
Nebrija, al escribirlas, casi no las valoró en toda su magnitud. El quería, sobre todo, sistematizar y constituir con fuerza permanente un instrumento sólido de expansión al servicio de las grandes ideas que definen la Hispanidad. Si Nebrija recordó a la reina Isabel, en el prólogo de su obra, las grandes leyes lingüísticas de los idiomas fundamentales de la historia humana, fue para razonar la incontrovertible verdad de que la lengua es compañera inseparable del imperio, y que ningún medio sobrepuja en eficacia a esta suprema facultad y expresión del espíritu para toda iniciativa política que se inspire en el afán apostólico de expandir la civilización cristiana.
Así no se constituye nuestro idioma con ninguna mira material, ni se define como lengua común que se superpone a las demás variedades peninsulares una mera razón de hegemonía política.
La Hispanidad en este sentido lleva ventaja, lingüísticamente hablando a lo que podríamos llamar la helenidad, (que consagra el ático como lengua de la Coiné o a la romanidad que impone el latín como lengua común por el prestigio de las armas y del derecho) imponiendo un característico sentido religioso. Y este sentido religioso es alma y motor de nuestra cristalización lingüística, lo mismo en el momento de irse forjando la unidad nacional, cuya conciencia empieza a sentirse entre los españoles en el siglo XIII al calor de la cruzada contra el islam, que en el instante supremo en que, lograda aquella unidad en 1492, surge la expansión civilizadora con criterio apostólico y misional.
Y otro tanto diríamos de las lenguas comunes románicas. No hay en la producción de nuestro idioma el motivo de influencia política y burguesa que al decir de los propios lingüistas franceses engendra la lengua común en el país vecino por el ejemplo de la que se habla en París, ni la razón literaria que fija al italiano como lengua común en el siglo XIV.
La lengua española nace con destino de la lengua evangélica y su imperio responde a móviles de la más pura índole espíritual, y no distinta finalidad presupuso la Reina Católica para la sistematización de la Gramática realizada por Nebrija. Una y otro, con mente profética, adivinaron que iba a aparecer un Nuevo Mundo para sembrar en él, con el idioma de Castilla como instrumento, la verdad de Dios.
Y he aquí la importancia de este hecho afianzado por la secuencia de los siglos: somos hermanos de América por el habla, por la expresión psicológica y racial. Una misma voz, un coro unísono define a la Hispanidad.
La lengua de Nebrija resuena igual en la meseta castellana y en las llanuras andaluzas que en las cumbres de los montes o en las fuentes del Amazonas o en las orillas del Plata. Porque fue esa lengua la que, llevada en alas de la más noble ambición española, hizo posible en América la primera escuela, la primera imprenta, el primer libro, la primera universidad; la que cifró el común denominador de toda nuestra cultura, la que produjo, en fin, esa comunidad indestructible, so pena de arrasar varios siglos de Historia y alterar la sustancia constitutiva de tos 20 pueblos que, alianza de espíritu y en parentesco de sangre, forman la Hispanidad.
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
Muy bueno la clase magitral de Histoira de la lengua; y coincido contigo ALACRAN, no se trata de menospreciar otras lenguas de nuestros reinos, -las cuales han dado insignes escritores y poetas-, sino de elevar la lengua materna por encima de lo provinciano y trascender las fronteras. Los angloparlantes se sienten encantados con las proezas de su nada despreciable Shakespeare, bien sean estos de este lado del Atlántico o del otro, mientras que nosotros no podemos elevar a la cumbre de las letras hispánicas nada más que a Cervantes, olvidando que en el Siglo de Oro, las letras españolas dieron al mundo entero plumas de incalculable valor, y más si cabe si se tiene en cuenta que por aquel entonces Medio Mundo hablaba o tenía que ver algo con el gobierno de los españoles.
Creo que todavía andamos metidos en disputas tribales, y tratamos de hacer de nuestro ombligo el centro del Universo, sin darnos cuenta que sólo TODOS LOS ESPAÑOLES fuimos algo, cuando TODOS LOS ESPAÑOLES (catalanes, vascos, gallegos, etc) nos sentimos primero ESPAÑOLES y luego orgullosos de nuestra procedencia intena.
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
En torno a lo lingüístico podríamos decir lo siguiente:
Es imposible entender el castellano de América sin el aporte extremeño y andaluz. Grosso modo, y hablo de memorieta, según cálculos realizados por la enciclopedia de Domínguez Ortiz, entre los siglos XVI y XVII, casi el 60% de los españoles en América provenían o bien de la Baja Andalucía o bien de Extremadura. A ello hemos de añadir que muchos españoles de distintos puntos de la península, antes de ir a América pasaban una temporada por el Reino de Sevilla. Canarias es otro " punto de partida ": Canarias fue una " conquista sevillana ", dirigida principalmente por los Condes de Niebla. Si en la actual provincia de Huelva, uno va por ejemplo a Valverde del Camino, hallará que aún dicen " oyo café con leye ".
Sin duda, la influencia andaluza se percibe quizá más en las Antillas, siendo por ejemplo el Perú el " acento más neutro " de nuestra América. Pero influjos de nuestra forma de hablar y vivir el castellano se pueden ver también en Venezuela, Colombia, y yo diría que hasta en algunos argentinismos. También he escuchado que México bebe mucho de modismos extremeños, pero es un tema que tengo muy poco estudiado. No en vano, el colombiano Pablo Victoria defiende que tanto andaluces como canarios se adaptaban mejor a la vida americana empezando por el trato y la forma de hablar nuestra universal lengua.
¿ Lengua del imperio ? Sí. Lengua universal. Por supuesto, el catalán también tuvo un notable influjo en el Mediterráneo por la forja imperial de la Corona Aragonesa. No es algo excluyente, sino que complementa a la perfección la riqueza de la Hispanidad. Así como el castellano, forja cántabro-vascona ( Lo que es Castilla prácticamente ) que en su seno va albergando a otros incipientes romances ( Astur-leonés, navarro-aragonés ) y se va a expandir al Nuevo Mundo a través de Sevilla, puerto y puerta de Indias, pasando por las Canarias.
Por eso mismo, yo no " separo " el ser andaluz del ser español. Soy español, nacido en un pueblo de la Baja Andalucía, y esa es mi " forma de ser español ", acaso un " poco distinta " ( Por las circunstancias ) que la que puede tener uno que se haya criado en un valle de Navarra o en una ciudad valenciana, pero nunca abismalmente diferente ni excluyente. Soy español, tengo una forma de hablar castellano que incluye arcaísmos que ya no se conservan en muchas otras zonas ( Y en esto los hispanoamericanos son de agradecer, pues en muchas cosas nos recuerdan cómo hablábamos y hasta yo diría que muchos " hablan mejor " que nosotros ), algunos aspectos originales, así como vulgarismos y " contaminaciones " de otros romances que acá trajeron los repobladores de la franja noroccidental. ¿ Lo primero ? Claro, lo primero es lo primero. Si no fuera español, no podría ser sevillano, y viceversa. Creo que todo en relación, y la patria de todos como indiscutible, innegable, irrenunciable e innegociable. Porque la patria chica se ve desde la patria grande y viceversa.
¡ VIVA ESPAÑA !
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
Es la lengua el más rico tesoro de una nación; el reflejo del alma de un pueblo; la expresión de sus pensamientos y de su voluntad; el más fuerte lazo de unión de una raza y el que más fortalece la unidad de la Patria.
Aquel modesto decir que tuvo su humilde origen en un rincón de Castilla, de pronto se agigantó, consagrándose como lengua nacional, porque sus poemas hablaban el lenguaje de los héroe», sus místicos «el de los ángeles» y sus humanos códigos inmortales reflejaban las ansias de todos los españoles.
Esta lengua admirable, que supo engalanarse para hermosear los luminosos reflejos de la mente y los ardores del corazón; que dio expresión artística a la palabra para cantar lo bello, inspirando el verso sonoro y la prosa elegante; que ha visto desfilar en brillante cortejo a multitud de sabios y de ingenios famosos, cargados con la fama de sus imperecederas obras; esta lengua asombrosa, que en el «Cantar del mío Cid» hermanó el amor a Dios con el amor a la Patria, cimientos de nuestra espiritualidad, y en el «Romancero», epopeya de la Reconquista y explosión espontánea del pueblo, que poetizaba los afectos más puros del alma nacional; esta lengua fue ennoblecida por San Fernando, que con la traducción del «Fuero Juzgo» le señaló la ruta de nuestro futuro imperial, y enriquecida por su hijo Alfonso el Sabio, que la alzó, volcándola en las leyes de las «Siete Partidas», tejiendo los fragmentos de las crónicas en la «Grande y General Historia» y derramándola por las ciencias.
Esta lengua en las postrimerías del siglo XV se depura con Antonio de Nebrija. Este insigne humanista, verdadero legislador de nuestra habla, al publicar su Gramática Castellana» en 1492, código de depuración lingüística, sentó los cánones que habían de consagrarla; sistematizó sus expresiones para dotarlas de mejor sonoridad y de más firme soldadura; preparó el trono más excelso a nuestro Siglo de Oro y la confirmó como metrópoli espiritual de la Hispanidad, cuya principal misión había de ser la exaltación y la difusión del sentimiento religioso.
Es tan rica nuestra lengua, que cuanto más seestudia más da que estudiar, pues al primer atisbo de la idea brotan innumerables palabras, llenas de majestad y de hermosura en la lírica, de fuerza y de vigor en la épica, de gravedad y de hombría en la dramática, de transparencia y de precisión en la didáctica y de flexibilidad y de arrogancia en la oratoria.
Es el castellano el idioma más rico en modismos; es el más variado en frases castizas: variedad que sólo se alcanza con una vida larga y fecunda, llena de experiencias. Es el más abundoso en refranes: abundancia que sólo se logra con la fina observación, meditación frecuente, hondura de pensamiento y gran sentido moral. Es el más sutil al ingenio: sutileza que sólo se adquiere en fuerza de embellecer la realidad con las galas dé la fantasía, viendo más brillo en el sol, más colorido en las cosas y más vida en la vida. Es él más opulento en voces. Es, en fin, el de mayor majestad, claridad, grandilocuencia, delicadeza, contundencia, viveza y sencillez.
La Lengua, en expresión de Nebrija, es la «compañera inseparable del Imperio», pues por las armas y las letras se encumbró nuestra nación, como nacida para lo grande y lo sublime en los hechos y en los dichos. Pero cuando se inició el ocaso, el derrumbamiento fue total. No obstante sus excelencias fue desdeñada por los mismos que más obligados estaban a enaltecerla.
Golpes mortales fueron asestados a nuestra lengua: a partir del siglo XVII un deseo incontenible de originalidad y un afán vanidoso estragaron el gusto e hicieron perder al castellano su naturalidad y sencillez.
Al nuevo estilo, pesado e hiperbólico, siguió el tenebroso de los conceptos, y de este ahogo general que invadió a la culta Europa no pudo librarse España.
Los escritores corrompieron el gusto del vulgo, y los aplausos del vulgo corrompieron el ingenio y la dicción de los escritores, como Lope de Vega expresaba en su conocido pareado:
M vulgo es necio, y pues lo paga, es justo
hablarle en necio para darle gusto,
Y es que en la decadencia originada por la crisis de la Hispanidad, en ruptura con la tradición, al abandonar el inmenso tesoro de nuestros geniales escritores nos sentimos pobres de sabiduría y pobres de entendimiento, y humildemente nos asomamos a los autores extranjeros para mendigar unas migajas de las que ellos habían recogido del apetitoso festín de nuestro saber en la Edad Dorada.
Así el castellano se empedró de tantas palabras y giros bárbaros, que el hablarlo neta y castizamente era signo de vulgaridad y atraso. Y corno la lengua es expresión del pensamiento, también nuestro pensar se atascó, y el castellano se plagó de numerosas “muletillas”, torpes e insoportables, porque no acertábamos a decir lo que no acertábamos a pensar.
Por no pensar ni sentar en español cada intento del resurgir patrio, desde hace dos siglos, más ha precipitado a España en la ruina, y cada propósito de dignificación de la lengua, más la ha envilecido y más pobre en su riqueza la ha dejado.
Hoy la asaltan otras lenguas con barbarismos, la vician con giros exóticos, la desarticulan con construcciones absurdas y retorcidas y la afean con sonidos discordantes.
Aquel espléndido diccionario de Nebrija, nacido del caudal propio de la lengua, yace en el olvido. Hemos desterrado muchas palabras claras y sencillas por anticuadas, cuando debían ser de todos los tiempos; hemos desfigurado la fisonomía del bien decir, hasta el punto de no conocerla ni en el coloquio ni en los libros. Deber nuestro, como militantes de las letras y de las ciencias, es fundirlas en el crisol de los siglos áureos y arrancar las devoradoras hierbas parásitas, e infecundas, que ahogan las flores de nuestro vergel lingüístico.
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
Cita:
Iniciado por
Ordóñez
En torno a lo lingüístico podríamos decir lo siguiente:
Es imposible entender el castellano de América sin el aporte extremeño y andaluz. Grosso modo, y hablo de memorieta, según cálculos realizados por la enciclopedia de Domínguez Ortiz, entre los siglos XVI y XVII, casi el 60% de los españoles en América provenían o bien de la Baja Andalucía o bien de Extremadura. A ello hemos de añadir que muchos españoles de distintos puntos de la península, antes de ir a América pasaban una temporada por el Reino de Sevilla. Canarias es otro " punto de partida ": Canarias fue una " conquista sevillana ", dirigida principalmente por los Condes de Niebla. Si en la actual provincia de Huelva, uno va por ejemplo a Valverde del Camino, hallará que aún dicen " oyo café con leye ".
Sin duda, la influencia andaluza se percibe quizá más en las Antillas, siendo por ejemplo el Perú el " acento más neutro " de nuestra América. Pero influjos de nuestra forma de hablar y vivir el castellano se pueden ver también en Venezuela, Colombia, y yo diría que hasta en algunos argentinismos. También he escuchado que México bebe mucho de modismos extremeños, pero es un tema que tengo muy poco estudiado. No en vano, el colombiano Pablo Victoria defiende que tanto andaluces como canarios se adaptaban mejor a la vida americana empezando por el trato y la forma de hablar nuestra universal lengua.
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¡ VIVA ESPAÑA !
Yo estoy a años luz de poseer conocimientos filológicos pero sobre el tema del castellano en América podría decir algo.
En Venezuela hay sobre todo influencia canaria, sin ser igual el acento, no digo que no se de influencias de otras regiones españolas, pero la isleña me da a mí que es la que predomina. También resulta curioso oír modismos del castellano antiguo por esas tierras. Ejemplo, en Venezuela se utiliza la palabra “gaveta” en vez de cajón o en Colombia es muy utilizada la coletilla “su merced” para comunicarse con alguien.
En una ocasión oí a alguien decir que muchas veces oyendo hablar a un campesino guatemalteco maya o colombiano te da la impresión de estar oyendo a un español del Siglo de Oro. Bueno, no sé si eso es exagerado, pero hay que reconocer que en ocasiones, oyendo expresarse a algunas de estas personas humildes hispanoamericanas, parece que te hablan un castellano mejor que el de muchos españoles peninsulares.
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
Manuel García Morente, en "Idea de la Hispanidad" dice: "... la nación no es ninguna cosa material de las que hay en la naturaleza. No es una raza, ni una sangre. No es un territorio, ni un idioma. Tampoco, como creen algunos pensadores modernos, puede definirse como la adhesión a un determinado pasado o a un determinado futuro. La nación, por el contrario, es lago que comprende por igual el pasado, el presente y el futuro; está por encima del tiempo; está por encima de las cosas materiales, naturales; por encima de los hechos y de los actos que realizamos. La nación es el estilo común a una infinidad de momentos en el tiempo, a una infinidad de cosas materiales, a una infinidad de hechos y de actos, cuyo conjunto constituye la historia, la cultura, la producción de todo un pueblo. La nación española es, pues, el estilo de vida que ostentan todos los españoles y todo lo español, en los actos, en los hechos, en las cosas, en el pensamiento, en las producciones, en las creaciones, en las resoluciones".
El autor es muy claro. Lo que define al "español", es el ideal o modelo de "caballero cristiano", donde se aglutinan a lo largo de los tiempos los ideales de lo mejor de nuestros ancestros.
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
Gracias a Dios...no volvamos a los conceptos de una lengua = una nación, que sino voy a terminar dando la razón a algunos que yo me sé...
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
Sara: Eso es un " concepto gaullista " que yo en modo absoluto comparto. Pero no creo que porque haya centralistas idiotas haya un atisbo de razón en el separatismo, tan idiota o más.
Val: No te creas que yo tampoco tengo muchos conocimientos filológicos. Hombre, hice un año de filología hispánica y amén del tercio de Cruzcampo a 20 duros ( Literalmente ) en el bar poco más se me quedó. No en vano, el riquísimo acento canario bebe muchísimo de ciertas zonas del Reino de Sevilla, y por supuesto, el canario mismo también ha influido en América, y como bien percibes, mucho en Venezuela.
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
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Iniciado por
Ordóñez
Val: No te creas que yo tampoco tengo muchos conocimientos filológicos. Hombre, hice un año de filología hispánica y amén del tercio de Cruzcampo a 20 duros ( Literalmente ) en el bar poco más se me quedó. No en vano, el riquísimo acento canario bebe muchísimo de ciertas zonas del Reino de Sevilla, y por supuesto, el canario mismo también ha influido en América, y como bien percibes, mucho en Venezuela.
Bueno sí, tienes razón Ordóñez, después de todo las Canarias son una especie de tierra americanas adelantada en el Atlántico y seguramente las gentes del sur de la Península, llegados allí en su momento, influyeron en el castellano hablando en esas hermosas tierras españolas, como bien dices tú.
En fin, un año ya es algo, yo ni eso, aún así bien me podía apuntar a lo de la cerveza Cruzcampo, aunque yo siendo de Madrid casi me cambio por la Mahon jeje:barretina:. Vosotros ya sabéis lo pijos y pesados que nos ponemos los madrileños con eso de la cerveza, todas nos parecen rancias gaseosas amarillas, incluidas las dignas y famosas cervezas alemanas (que osadía:eek:), en cambio nuestra querida Mahou... “puro néctar de los dioses”. ;):D
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
Pues entonces en Sevilla con la Cruzcampo es todavía peor, Val.
Como te digo, es curioso que en pueblos de la campiña onubense ( " Dependientes " del Condado de Niebla ) haya modismos que nos recuerden a los canarios, aun remotamente. Pero eso de " oyo, muyayo ", todavía pervive en algunos.
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
Val y Ordoñez, en cuanto a la lengua, dejémosla quieta un momento y deleitaros con una cervecita fresquita (¿digo una?, me castigue el Señor. Por lo menos cinco.) de la marca que sea y de la latiutud que sea, pero que la muy puñetera sabe igual de bien, en botellones unversitarios, en terrazas veraniegas o en casita con una buena tapa. ¡¡Eso sí que es un idioma Universal!!, ¡Pardiez!
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
Cita:
Iniciado por
Escuela de Sara
Gracias a Dios...no volvamos a los conceptos de una lengua = una nación, que sino voy a terminar dando la razón a algunos que yo me sé...
Amigo Escuela de Sara: el concepto lengua = nación es, como dice Ordóñez, "concepto gaullista" y, si nos retrotraemos más, concepto herderiano.
Si volviéramos a ese concepto, estaríamos dándole la razón a esos que tú y yo sabemos. Mejor, por lo tanto, que pensemos en otras bases -que no sean la "lengua"- para fundar o re-fundar la nación.
Un saludo
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
En tiempo de Nebrija se hablaba de imperios o de monarquías, aun no había naciones.
La frase "la lengua es compañera del Imperio" es del propio Nebrija, en el siglo XV. No sacar las cosas de contexto.
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
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Iniciado por
Aquilífero
Val y Ordoñez, en cuanto a la lengua, dejémosla quieta un momento y deleitaros con una cervecita fresquita (¿digo una?, me castigue el Señor. Por lo menos cinco.) de la marca que sea y de la latiutud que sea, pero que la muy puñetera sabe igual de bien, en botellones unversitarios, en terrazas veraniegas o en casita con una buena tapa. ¡¡Eso sí que es un idioma Universal!!, ¡Pardiez!
Ahora lo has dicho todo, aunque tu nombre de usuario no prometa mucho (Aqui:toymareado:lífero), creo que te vas a salir bien... además, sin agua no se puede hacer cerveza... :D. Y bien que de la puñetera sólo te costa la primera y la segunda... y la mañana siguiente; de la buena, pues para mí la Estrella Galicia y os dejo las Mahou y Cruzcampo que quereis... mejor que todas, la lusa Super Bock, claro.
Fuera de broma, y de vuelta al tema... Ordóñez y Tautalo, con "concepto gaullista" se refieren al Edicto de Villers-Cotterêts (1539) y a la opresión de la Langue D'Oc por Paris, ?cierto? Porque lo de una nacion = una lengua en Francia lo entiendo como impuesto, como es por toda la parte donde ocurre.
Las lenguas sólo amenazan quando son hechas arma (politica): ved el ejemplo del mirandés (dialecto astur-leonés) que se habla en Portugal, cerca a Zamora: está casí en extinción porque aquí no es bandera de independentismos progres. No resulta de lucro para ningún cacique salvarlo... y así se muere el pobre.
No deja de ser tan valioso patrimonio por pocos lo hablaren... pero creo que sólo nos daremos cuenta de eso cuando la lengua se muera... y pueda ser tarde demás...
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
Bueno, no exactamente Irmâo, yo me refería más bien a una frase de De Gaulle, que creo recordar que literalmente fue: " Una nación, una lengua ".
Antes de la Revolución Francesa, se hablaba de " patria " o " nación " igual con más " liberalidad " que hoy ( Véase el mismísimo Cervantes, en Rinconete y Cortadillo por ejemplo ) y sin embargo España era innegable. Aunque también Fray Toribio de Benavente ( " Motolinía " ) y Hernán Cortés usan el término " nación española ", algo que recoge Enrique Díaz Araujo en su genial Las Casas, visto de costado.
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Ordóñez
Bueno, no exactamente Irmâo, yo me refería más bien a una frase de De Gaulle, que creo recordar que literalmente fue: " Una nación, una lengua ".
Claro, y por el camino quedan el bretón, gallo, catalán, provenzal, corso, vasco y el alemán.
Después el señor de Gaulle se fue a Canadá y gritó aquello de “Vive le Québec libre!”, pedía la libertad para los quebecuas pero esa misma libertad se la negaba a sus franceses.
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
Eh bien, Ordóñez... ya ves lo que hacen cuatrocientos y cincuenta años de opresión lingüistica... ?y para qué? Es esa opresión que hace de las lenguas banderas independentistas para los progres...
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ALACRAN
Nunca hubiera podido el catalán ser lengua de aquel Imperio cuando solo era hablado por 300.000 personas en un ricón de la Península, (600.000 sumando un número similar para Valencia)
Dudo que en esos tiempos el Reino de Valencia tuviese esa población, aún contando a los moriscos que eran el 25% de la misma (y que mantenian su lengua, cultura y religión extranjeras). Además gran parte de los territorios valencianos eran exclusivamente de lengua castellana. En la comunicación de asuntos políticos y comerciales de Valencia con Cataluña el profesor Elías de Tejada (fervoroso defensor de la filiación catalana de la lengua valenciana) hace notar que la misma siempre se hacía en castellano. Ejemplos concretos los dá en su Historia del pensamiento político catalán. La Valencia clásica.
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Val
En Venezuela hay sobre todo influencia canaria, sin ser igual el acento, no digo que no se de influencias de otras regiones españolas, pero la isleña me da a mí que es la que predomina. También resulta curioso oír modismos del castellano antiguo por esas tierras. Ejemplo, en Venezuela se utiliza la palabra “gaveta” en vez de cajón .
Gaveta es un modismo canario de origen portugués si mal no recuerdo. Es parte del habla popular actual en Canarias.
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
En efecto, gaveta (que también se usa en otros países caribeños) es uno de tantos portuguesismos de Canarias, con un remoto origen latino a través del italiano gavetta, hoy aplicado al plato de campaña en que comen los soldados en guerra o en maniobras, y que originariamente fue un diminutivo procedente del latín cavus por su forma cóncava.
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
De hecho, mismo hoy, cajón en portugués es gaveta. Impresionante que se mantengan estes lusismos en Canarias, después de tantos siglos...
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Irmão de Cá
De hecho, mismo hoy, cajón en portugués es gaveta. Impresionante que se mantengan estes lusismos en Canarias, después de tantos siglos...
Irmão, olha aqui:
http://hispanismo.org/showthread.php?t=5169
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
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Irmão de Cá
De hecho, mismo hoy, cajón en portugués es gaveta. Impresionante que se mantengan estes lusismos en Canarias, después de tantos siglos...
Y en Venezuela ¿o es que no te merece la pena mencionar eso estimado amigo Irmão ? Vamos a llevarnos bien ;):rolleyes:.
Muy interesante lo que me contáis todos sobre la voz “gaveta”, cosas que desconocía totalmente (impresionado me quedo:eek:). Da gusto con vosotros, sois un pozo de cultura y sapiencia. Si cuando digo yo que Hispanismo es la recaraba…:barretina:
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
Muy interesante ese hilo que enlazas Hyeronimus.:muybueno:
Val, hombre, claro que vale siempre la pena mencionar a Venezuela:barretina:... y mucho también en este caso: por los lusismos que le han aportado los colonos canarios y, quizás, de los muchos inmigrantes portugueses que hay en Venezuela, como sabes.
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
Hasta hay un estado de Venezuela que se llama Portuguesa. En realidad, el nombre lo toma de un río, pero no deja de ser interesante.
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4 - Carlos V y su política de la Lengua. Difusión del español por América; americanismos del mismo. Difusión por Italia: hispanismos del italiano. Difusión por Flandes. Por Alemania. Por Francia. Por Inglaterra.
En esta evolución de la lengua española una tarea importantísima estaba reservada a nuestro Emperador Carlos V: la de la imposición del español como lengua de las cancillerías, y todavía más: la de su difusión como lengua universal, por tierras muy anchas y diversas, para convertir así en realidad el sueño imperial de Nebrija y de los Reyes Católicos.
Esta tarea sólo era posible con un nuevo César, un nuevo Alejandro, cuyo propósito fuese hacer del mundo una sola patria universal, cuyas gentes viviesen en mutua amistad y concordia, con una sola lengua y regidos por una sola ley religiosa y política, que alumbrara a todos como la luz del sol.
Nadie, desde luego, podría sospechar que quien hubiera de convertir el español en un nuevo latín fuese aquel joven monarca que, en Villaviciosa, en 1517, pisaba por vez primera la tierra de su madre: era entonces un muchacho que, si bien hablaba francés y flamenco, y conocía algo el alemán e italiano, ignoraba el español. Tanto él, como los hombres de confianza que trajo consigo tenían que servirse de intérpretes.
Al año siguiente, en las primeras Cortes, los procuradores, alarmados, le suplicaban “que fuese servido de hablar castellano porque haciéndolo así, lo sabría más presto y podía mejor entender a sus vasallos y ellos a él”. El Emperador respondía “que se esforzaría a lo hacer”. Pero en 1520 el problema persistía, ante la desesperación de los españoles: “Si el rey daba audiencia –decían- estaba Xevres presente, y, como no entendía bien la lengua española, era como si no le hablaran”, escribía fray Prudencio de Sandoval.
Pocos años después, las cosas cambiaban por completo: los emperadores romanos –pensaría el monarca- se abstenían de hablar otra lengua que la latina (16). Y por eso, sin duda, ante el Senado genovés comenzó una vez su discurso con estas palabras: “Aunque pudiera hablaros en latín, toscano, francés y tudesco, he querido preferir la lengua castellana porque me entiendan todos”.
Más impresionantes todavía fueron las palabras que en Roma pronunció, el 17 de abril de 1536, ante el papa Paulo III, desafiando al rey de Francia como enemigo de la cristiandad y retándole a singular combate, armado, desarmado o en camisa con espada y puñal.
El emperador dijo su discurso en español, con aquel sosiego y gravedad propios de su gloriosa abuela Isabel. El obispo de Mâcon, allí presente, representante del rey de Francia, se atrevió a interrumpirle, so pretexto de no entender el español. El Emperador, súbitamente, le impuso silencio con estas lapidarias frases (17): Señor obispo, entiéndame si quiere, y no espere de mí otras palabras que de mi lengua española, la cual es tan noble que merece ser sabida y entendida de toda la gente cristiana”.
Forzoso era también que quien viniese a tratar con el que señoreaba la tierra le hubiese de tratar en lengua española. Por eso -como cuenta el licenciado Villalón-, cuando el Emperador “venció al Landgrave y al Duque de Sajonia, junto al río Albis, y todas las señorías y principados de Alemania vinieron a le sujetar y obedecer y a demandarle perdón, todos le hablaban en español” (Villalón, Gramática castellana, Proemio). Su Majestad “les respondía en español hablándoles mansa y agradablemente, como ellos dicen, llamándole príncipe gracioso, de la cual respuesta quedaron tan contentos, cuanto era razón” (18).
Sus embajadores, en fin, seguían el ejemplo del Emperador, y así, su representante en Venecia hacíase escuchar tan sólo en la lengua española, mientras los embajadores de las demás potencias hablaban por medio de intérpretes (19).
Como consecuencia de esta política, el Emperador y luego su hijo Felipe II pudieron contemplar el espectáculo grandioso de la difusión por el mundo entero de la lengua española (20). En América los indios iban olvidando poco a poco sus propias lenguas, para aprender la de nuestros exploradores, conquistadores y colonizadores, la cual había de ser pronto, no sólo un providencial poderoso instrumento de comunicación, sino también el vínculo indisoluble de fraternidad entre millones de hispanoamericanos.
América, a su vez, enriqueció a España con nuevas cosas y, por tanto, con nuevos vocablos. Por Sevilla, el puerto del Nuevo Mundo, fueron introduciéndose cosas y palabras vistas y oídas con curiosidad creciente. Del taino, lengua de los caribes de las Antillas, vinieron las voces primeras, las que ya conocieron la Reina Isabel y Nebrija: batata, cacique, caníbal, canoa, carey, guayaba, hamaca, macana, maíz, tabaco, tiburón; del nahuatl, de Méjico, lengua de los aztecas, vinieron: aguacate, cacahuete, cacao, chocolate, hule, jícara, nopal, petaca, petate, tomate, tiza; del quichua, del Perú, lengua de los incas: alpaca, cóndor, llama (rumiante), mate, pampa, papa, patata, puma, vicuña y otras (21).
Del Mundo Antiguo, Italia fue donde con mayor intensidad arraigó el español, más que por motivos políticos, por afinidades de raza y cultura y por mutua simpatía. Castiglione juzgaba a los españoles admirables por la “gravedad reposada”, que les era peculiar, y por sus costumbres, que, según él, eran más convenientes y conformes a las italianas, que no las de los franceses.
Y, en efecto, de la hermandad estrecha entre españoles e italianos son reflejo sus respectivas literaturas, no ya sólo por estar inspiradas simultáneamente en una misma clásica cultura, sino también por ser recíprocamente admiradas e influidas, gracias al conocimiento del italiano por los españoles y al prestigio del castellano en Italia, que ya en el siglo XV había penetrado allí “siguiendo –como decía Nebrija- a los infantes que enviamos imperar en aquellos reinos”.
Un testimonio de ese ascendiente y difusión de nuestra lengua nos proporciona Juan de Valdés, al asegurar que en su tiempo en Italia, “así entre damas como entre caballeros, se tenía por gentileza y galanía saber castellano”, sin duda por seguir el consejo de Castiglione, quien consideraba como ideal del cortesano el conocimiento del español.
Rara era la ciudad en que no se oyese hablar la lengua de España: tanto en Venecia y Roma, donde Pedro Bembo, el árbitro lingüístico de Italia, la empleaba en sus versos dedicados a Lucrecia Borgia, como en Lombardía, Cerdeña y Sicilia y sobre todo en Nápoles, cuyos habitantes decíase que eran “quasi piu spagnuoli che napolitani” y donde
“non era in uso quel baciar di mani
quel sospirare forte alla spagnuola” (G. Mauro, Opere burlesche)
A la difusión de nuestra lengua por Italia contribuían las imprentas de Venecia y Roma, al mismo tiempo que las francesas y flamencas, estampando infinitas ediciones de obras españolas. Nuestro teatro y canciones populares se escuchaban allí lo mismo que en la Península.
Maestros de español enseñaban, además, nuestra lengua. Como tal pudiéramos considerar a Juan de Valdés, aunque nunca regentara cátedra abierta al público, pues tan sólo a sus amigos italianos y españoles reunía los domingos en su quinta de la ribera de Chiaja para hablar con ellos sabiamente del castellano, en conversaciones por él reproducidas en su Diálogo de la Lengua.
En Venecia, la explicaba Giovanni Miranda con su gramática, publicada en 1569, y era famoso también el “Diccionario de la lengua toscana y castellana”, de Cristóbal de las Casas, muchas veces impreso desde 1570 en Venecia y Sevilla (22). En fin, todavía en 1600 existían en Roma “estudios de lengua española, como de latina, griega y hebrea, y los nobles procuraban dar a sus hijos ayos españoles, a fin de enseñarles la lengua”.
“Y esto no es de agora –decía Ximénez Patón-, que parece está la lengua en el estado, colmo o cumbre de su perfección, como la latina en los tiempos de Cicerón...” (23).
La influencia del español en el italiano se dejó sentir muy hondo por todas estas causas. Algunos llegaban hasta a censurar el desmesurado empleo de frases y voces españolas, las cuales se mezclaban profusamente con las italianas. Muchas pasaron definitivamente, y así, hoy mismo, hispanismos son: lindo, sfarzo, complimenti, creanza, disinvoltura, sussiego, manteca, riso, zucchero, chicchera, y otras voces, militares, como rancio, arranciarsi, ribatarsi, y marítimas, como maroma y cabrestante (24).
En lo que entonces llamaban Flandes, que para los españoles era también Holanda, además de Bélgica, y aun a veces Alemania, la lengua castellana se propagaba intensamente. Se hablaba en Gante, donde el Emperador había nacido, y en Brujas, en Bruselas, en Lovaina, donde flamencos famosos, pintores, músicos, impresores y maestros en oficios diversos vivían en íntimo contacto con españoles.
Las imprentas de aquellos dominios, especialmente las de Amberes, donde Plantino tenía su oficina, no cesaban de estampar libros en castellano, sobre todo gramáticas y diccionarios o “tesoros” de nuestra lengua. Un primer vocabulario español y flamenco se editaba en 1520, y a los dos años, lo compraba en Aquisgrán, Fernando Colón, hijo del famoso descubridor.
En varias de las muchas gramáticas en Flandes impresas, sus autores no se limitaban a enseñar la pura mecánica del lenguaje, sino que en elogio de la lengua discurrían con orgullo sobre su origen y vicisitudes. Interesantes en extremo son, por ejemplo, la del profesor Thámara, en verso, de 1550; la anónima en castellano, francés y latín, de Lovaina, de 1555; la curiosísima del licenciado Villalón, de 1558, y la “Gramática de la lengua vulgar”, de 1559, de autor desconocido (25).
Los humanistas de aquellos países no eran ajenos al desenvolvimiento o al estudio del castellano. José Escalígero, nacido en La Haya en 1540, se dedicaba a recoger más de dos mil voces no contenidas en el Diccionario de Nebrija; con todo eso –exclamaba al contemplar su obra-, “me parece que he hecho nada, siempre que leo libros españoles: es tanta la abundancia de aquel lenguaje, que cuanto más aprendo en él, tanto más se van ofreciendo cosas que sin maestro nunca las aprenderé” (26).
De los alemanes afirma el licenciado Villalón que se “holgaban de hablar castellano”, y que muchos lo hacían por complacer al Emperador Carlos, que se preciaba de español natural”, no obstante haber aprendido el castellano en sus años mozos, pues por su educación y origen era casi más alemán que español. El común linaje de uno y otro pueblo nunca como entonces se sintió tan hondo: de la ascendencia goda de la raza hispana gloriábanse, en efecto, los españoles entonces más que nunca, mientras arriba, en el Norte, hasta Cristián de Suecia ante Carlos V exclamaba: “Sumus et nos de gente gothorum” (27). Célebres maestros se entregaron asimismo en Alemania a la enseñanza del castellano. Los más conocidos fueron Henrico Doergangk, profesor de Colonia, y, en la universidad de Ingolstadt, Juan Angelo de Sumaran, noble cántabro. Los dos alcanzaron el siglo XVII (28).
En Francia, por Pierre de Bourdeille, señor de Brantôme, admirador arrebatado, en sus “Rodomontades”, de las costumbres españolas, sabemos que en tiempos de Enrique III, y aun más en los de Enrique IV, “la pluspart des françois, aujourd’huy, au moins ceux qui ont un peu veu, sçavent parler ou entendent ce langage”.
Así se comprende la edición de tantos libros españoles en Lión y París, y la avidez con que se leían, no sólo en traducciones, sino en castellano, el “Amadís de Gaula” y el “Reloj de Príncipes” de Guevara, copiado luego por La Fontaine en su “Paysan du Danube” (29).
El castellano se aprendía también en Inglaterra, donde tanta popularidad tuvieron las obras de Guevara, consideradas, por algunos, como inspiradoras del “eufuísmo”. Esta influencia del español culminó sobre todo a fines del siglo XVI, época en la cual apareció en Londres la primera gramática y diccionario español inglés, insertos en la “Biblioteca Hispánica” de su autor, Richard Percyvall. En el mismo año y ciudad vio la luz otra gramática, de W. Stepney (The Spanish Scoolemaster). Y en 1599, John Minsheu, profesor londinense de español, volvió a imprimir las obras de Percyvall, ampliándolas con textos sacados de otros libros que divulgaban por Inglaterra la literatura y el refranero de España.
Otro profesor de castellano muy popular en Londres, a principios ya del XVII, fue un español emigrado, Juan de Luna, autor de la mejor continuación del Lazarillo de Tormes (30).
Mas amplio desarrollo sobre la lengua española en el siglo XVI, aquí:
http://hispanismo.org/historia-y-ant...universal.html
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Respuesta: La lengua, compañera del Imperio
Magnífico tu aporte amigo Gothico!!!
Hoy cuando los Orcos de turno pretenden destruir nuestra lengua imperial,
resulta impostergable salír en su defensa.
Debemos recordar la magna sentencia de San Isidoro de Sevilla:"A partir de las lenguas los pueblos, no a partir de los pueblos han nacido las lenguas".