En el foro STM hubo en su día una importante discusión sobre este asunto. Lástima que no puedo localizarlo.
EN EL LIMBO DEL CARLISMO
Acabo de leer (¿por tercera o por cuarta vez? No lo sé) la primera novela -"Los cruzados de la Causa"- que compone la trilogía valleinclanesca "La Guerra Carlista". Días atrás hice la relectura de "El Marqués de Bradomín. Coloquios románticos", del mismo autor. Esta última es una versión dramática de la "Sonata de otoño" del autor gallego.
Magnífica novela la de "Los cruzados de la Causa". En ella, el Marqués de Bradomín (no se sabe hasta qué punto el ficto era el "alter ego" del autor), alcanza la grandeza moral de un auténtico carlista, servidor de Carlos VII. Por intuición, pero sin que lo hayamos comprobado, la acción que se pinta en "El Marqués de Bradomín. Coloquios románticos" es anterior a la que aflora en "Los cruzados de la Causa". El caso es que en "El Marqués de Bradomín. Coloquios románticos", el Marqués de Bradomín afirma:
"Señor Abad, soy carlista por estética. El carlismo tiene para mí la belleza de las grandes catedrales. Me contentaría con que lo declarasen monumento nacional."
Sin embargo, en "Los cruzados de la Causa" ese carlista estético se la juega, yendo a sus heredades, poniéndose en relación con todos los partidarios de aquella Galicia patriarcal, católica y monárquica: con su prima la Abadesa, con las dignidades eclesiásticas que anhelan el retorno del Rey, con su primo Don Juan Manuel de Montenegro, con su sobrino el bárbaro Cara de Plata... Con todos trata, y a todos ayunta para levantar el estandarte de la Santa Tradición contra la Revolución.
El personaje de D. Juan Manuel de Montenegro es de una hermosa fuerza anímica. No cree en ninguna Causa, simplemente vive como le enseñaron a vivir: como un señor en su señorío, donde no acepta ni admite la intromisión de ningún advenedizo. En los diálogos que D. Juan Manuel mantiene con el Marqués y con la Abadesa, su sobrina, lo expresa sin ambigüedades:
"¡Hablan de las leyes como de las cosechas!... Yo, cuando siembro, todos los años las espero mejores... Las leyes, desde que se escriben, ya son malas. Cada pueblo debía conservar sus usos y regirse por ellos. Yo cuento setenta años, y jamás acudí a ningún alguacil para que me hiciese justicia. En otro tiempo mis abuelos tenían una horca. El nieto no tiene horca, pero tiene manos, y cuando la razón está en su abono, sabe que no debe pedírsela a un juez. Pudiera acontecer que me la negase, y tener entonces que cortarle la diestra, para que no firmase más sentencias injustas. La primera vez que comprendí esto era yo joven, acababa de morir mi padre. El Marqués de Tor me había puesto pleito por una capellanía, pleito que gané sin derecho. Entonces me fui a donde estaba mi primo, y le dije: "Toda la razón era tuya; córtale la mano a ese juez y te entrego la capellanía"."
Si los carlistas somos proto-modernos, Don Juan Manuel es proto-carlista. Él lo tenía muy claro:
"Sobrino, yo cuando levante una partida no será por un rey ni por un emperador... Si no fuese tan viejo, ya la hubiera levantado, pero sería para justiciar en esta tierra, donde han hecho camada raposos y garduñas. Yo llamo así a toda esa punta de curiales, alguaciles, indianos y compradores de bienes nacionales. ¡Esa ralea de criados que llegan a amos! Yo levantaría una partida para hacer justicia en ellos y quemarles las casas, y colgarlos a todos en mi robledo de Lantañón."
El Marqués de Bradomín le responde que: "Esa justicia que deseamos los que nacimos nobles, y también los villanos que aún no pasaron de villanos, la hará por todo el reino Carlos VII".
Pero el Marqués de Bradomín es un personaje escéptico. Es capaz de mostrarse magnánimo, cuando manda sepultar en su panteón familiar a un pobre soldado, abatido en su fuga cuando desertó de los gubernamentales. Cree que Carlos VII va a hacer la justicia que exigen los nobles y el pueblo verdadero, justicia contra las sabandijas enriquecidas por el sistema liberal en que reinan los mequetrefes masónicos. Pero también se ensombrece, cuando avizora el futuro; incluso para el porvenir más halagüeño para la Causa (dígase la victoria) cabe un riesgo gravísimo; el Marqués presagia lo que siempre ocurre cuando se vence:
"Yo temo la hora del triunfo, porque en ese momento harán profesión de fe carlista todos los septembrinos, que hoy llevan el gorro frigio y que antes eran un día devotos y otro día traidores a Doña Isabel".
Valle-Inclán se instaló, como el Marqués de Bradomín en su momento, en el carlismo estético, ese que se conforma con la conversión del carlismo en "monumento nacional". No puede satisfacernos un carlismo estético, pues el esteticismo nos paraliza. Y España está hoy terriblemente amenazada de exterminio. Pero, reconozcamos a Valle-Inclán que, en aquel momento en que él cuajó a su Marqués de Bradomín, Valle-Inclán hizo un gran servicio a la Santa Causa: conservó en sus novelas carlistas unos rescoldos con los que nosotros podremos "prender fuego" a la España actual (entiéndase la metáfora, por favor: nadie nos lea literalmente).
Pero, aunque admiradores del genial dramaturgo y novelista galaico, nosotros no podemos omitir que Valle-Inclán perdió su fe católica (esperamos que la recobrara en su lecho de muerte, y se reconciliara: no lo sabemos). Perdió su fe católica y se desvió, tomando los siniestros derroteros de la Sociedad Teosófica, esa asociación ocultista y anglosajona que diseñó esta New Age que ahora tenemos. La pertenencia de Valle-Inclán a una asociación como la Sociedad Teosófica, pertenencia patente en sus obras, puede explicar que Valle-Inclán esté en nuestro limbo: en el limbo de los carlistas.
Volveremos sobre el Maestro Valle-Inclán.
Maestro Gelimer
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
En el foro STM hubo en su día una importante discusión sobre este asunto. Lástima que no puedo localizarlo.
«Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.
Finalmente lo encontré:
Foro Santo Tomás Moro - Pueblo sin norte... - Foro Sto.Tomás Moro
(Aunque el hilo no va de eso, se acaba hablando de eso)
En este otro hilo hay información sobre un banquete a Valle-Inclán:
Foro Santo Tomás Moro - Dispongo de un artículo sobre un banquete a Valle-Inclán. - Foro Sto.Tomás Moro
Quizá tautalo ya conocía estos hilos, pero bueno, los aporto por si le pudieran servir de información adicional.
«Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.
Imposible desarrollar en FSTM un debate constructivo.
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores