SI NO TE MATO LA YEGUA, TE MATO EL POTRO
LAS MEDIAS VERDADES DE ARTURO PÉREZ REVERTE Y JUAN ESLAVA GALÁN
Por Manuel Fernández Espinosa
En una España ahíta de renegados, vienen a hacer su negocio los escritores más despabilados (esos que saben que los tiempos están cambiando). Ese es el secreto del éxito de Pérez Reverte, por ejemplo. De entre las prietas filas, recias y marciales, de las escuadras de la "intelectualidad" del régimen levanta la cabeza alguno que otro, se alza una voz aquí, y otra acullá y hasta parece que dicen algo nuevo, al recordar (con grave amnesia parcial) alguna cuasicosa de las que estaban vetadas decir.
Que España tuvo unos Tercios que se pasearon triunfantes por todo el orbe, que España (¡toma ya! Hasta tuvo Imperio) nos lo ha recordado Pérez Reverte en sus refritos del ficticio capitán Alastrite o nos recuerda la heroica resistencia de Madrid contra el invasor napoleónico en "Un día de cólera". Pero, se pinta al catolicismo como una fuerza tenebrosa, o se omite decir que los españoles no luchaban tanto contra los franceses, por ser franceses, como por ser revolucionarios (liberalismo que Pérez Reverte da por supuesto que es lo más connatural a España, mientras que el catolicismo... ¿será un recién llegado?).
Un amigo de Pérez Reverte también se nos apuntó a este deporte de decir medias verdades. Se trata de nuestro paisano Juan Eslava Galán que pareció romper el silencio cómplice que, durante décadas, se ha traducido en una falsificación integral de Andalucía: y es que, en Andalucía (también en Toledo y en Zaragoza) hemos tenido Al Andalus hasta en la sopa (sin tacos de jamón, por supuesto). Eslava Galán nos recuerda recientemente que las señas de identidad de Andalucía no están en lo andalusí, sino que hay que ir a buscarlas en la Hispania romana (ver Eslava Galán reivindica las raíces romanas de Andalucía en detrimento de las musulmanas).Nunca es tarde si la dicha es cierta.
Es entonces cuando, el lector español, verdaderamente español, que ha permanecido casi sin contaminar por tantas toneladas de tontería subvencionada, abre los ojos y aplaude estas medio atinadas columnas de opinión, estas cuasi declaraciones de rebelión intelectual contra la cochinada de la endofobia institucionalizada en nuestra cultura (hasta el extremo de no ser lo nuestro, por no-ser, ni cultura).
Pero, veamos: no hace falta decir que a ninguno de ellos se le ocurrirá nunca escribir cualquier bravata sin haber hecho pública declaración de adhesión y fidelidad a los inmutables principios del Movimiento Democrático-Liberal-Laicista español que, como todos sabemos, surgió tras la Victoria de 1975, con el Glorioso Alzamiento Democrático, cuando muerto Franco (a fuerza de malos ratos) fueron derrotadas las hordas oscurantistas del nacional-catolicismo. Fue entonces, cuando "cautivo y desarmado" el ejército franquista, se abrió la veda de los curas y los frailes y las lóbregas fuerzas de la reacción fueron diezmadas (el carlismo despedazado, el falangismo fragmentado hasta el minimalismo) y se formó, con reciedumbre de cemento armado bunkeriano, la democracia que a todos nos ha dado cuarenta años de paz y prosperidad. La caverna reaccionaria fue sellada con siete sellos y candada con nueve candados.
El efecto de estos "intelectuales" que juegan a "disidentes" en una España intoxicada por mentiras, estos escritores, conocidos por sus libros, por sus artículos de opinión..., el efecto -digo- obra maravillas en los lectores que permanecen siempre silenciosos. Pero, no. Son medias tintas. Sí: medias tintas, pues la otra media se la dejan en el tintero.
Nos hablan de los Tercios, pero como si los Tercios no combatieran por la unidad de la Cristiandad, en contra de la puta madre (esto de escribir algún taco que otro es muy de Pérez Reverte) de este mundo contemporáneo, capitalista y relativista (la revolución protestante fue la furcia). Nos hablan de las heroicas gestas contra Napoleón, pero atribuyen todo el heroísmo a las ideas advenedizas del liberalismo que se impuso en 1812 mediante esa pantomima masónica llamada las Cortes de Cádiz (que son elevadas a los altares). Eslava Galán reclama la raíz romana de Andalucía, pero de paso nos contó fábulas ocultistas sobre Mesas de Salomón, sociedades secretas que solo existen en sus fuentes (Gèrard de Sède, etcétera) y, emulando a San Antonio de Padua que predicaba a los peces el Evangelio, Eslava Galán se pone a predicar su obtusa incomprensión del catolicismo a las ovejas, en un libro de título tan ambiguo como la más pedestre gracieta de sobremesa de un hipocritón volteriano, tragaldabas y beaturrón del escepticismo, de esos que se creen más listos por hacer crítica ilustrada en el siglo XXI. No, Eslava Galán no explica el catolicismo a las ovejas, sino que aburre a las ovejas.
Arturo Pérez Reverte y Juan Eslava Galán son dos de estos que decimos. Su rebelión contra el discurso políticamente correcto dominante puede ser sincera, pero es incompleta por renunciar al elemento católico. Para ser auténtica y entera rebelión tendrían que contar con una mejor comprensión de lo que es España, sin prescindir del elemento que verdaderamente constituye España: el catolicismo que la fraguó, que la hizo fuerte y respetada, y que la constituyó en su perfecta identidad frente al mundo entero. Algunas de sus declaraciones, de esas opiniones que expelen de vez en cuando y que cunden en papel y más que raudas por internet, parecen que recobran el sentido común para el lector inconformista, pero no deja de ser jacobinismo español, nacionalismo chauvinista, cuya constante es la sempiterna manía de los liberales: el anticlericalismo. Por mucho que hagan alarde de niños traviesos que se encaran con el dueño del cortijo, terminan congraciándose con el amo, rompiendo la cristalera de la iglesia.
Aunque a veces atinen a decir una, a la postre -como dicen en mi pueblo: si no te matan la yegua, te matan el potro.
LAS TERTULIAS DEL ANGELUS
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