Jacinto Verdaguer y Santaló (en catalán Jacint Verdaguer i Santaló) nace en Folgarolas (comarca de Osona) provincia de Barcelona, 17 de mayo de 1845. Y fallece en Vallvidrera (hoy distrito Sarrià-Sant Gervasi de Barcelona), 10 de junio de 1902), fue un poetaespañol en lenguas catalana y castellana.
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El obispo Torras i Bages lo calificó de «Príncipe de los poetas catalanes». También se conoce a Jacinto Verdaguer como mossèn Cinto Verdaguer, por su carrera de eclesiástico.
Fue el tercer hijo de ocho, de los cuales sólo sobrevivieron tres. A los once años ingresa en el Seminario de Vic. Mientras seguía estudiando y haciendo de maestro y de labrador, en 1865 participó en los Juegos Florales de Barcelona y ganó cuatro premios. Al año siguiente volvió a ganar dos premios en los mismos Juegos Florales.
El 24 de septiembre de 1870 fue ordenado sacerdote en Vic y en octubre de ese mismo año cantó su primera misa en la ermita de Sant Jordi. A los veintiocho años entró de sacerdote en la Compañía Transatlántica porque le habían recomendado para su salud el clima marítimo y al año siguiente embarcó a Cádiz rumbo a La Habana. A los trenta y dos años, ya de vuelta de su viaje, el jurado de los Juegos Florales le concedió el premio extraordinario de la Diputación de Barcelona por el poema L'Atlàntida. Fue la consagración de Verdaguer como poeta.
Al mismo tiempo que Verdaguer formulaba los ejes de esta patria providencial, también participaba como sacerdote en las empresas apologéticas y de propaganda religiosa de la iglesia catalana de la segunda mitad del siglo XIX. El poeta fusionó su doble condición de literato y de religioso, y se dedicó a componer militantemente poesía mística, gozos, cánticos y poemas hagiográficos. Útiles, en definitiva, para nutrir la piedad y fomentar la práctica religiosa. Es así como surgen Idil·lis i cants místics(1879), Cançons de Montserrat(1880), Lo somni de Sant Joan (1882), Caritat (1884), Veus del Bon Pastor (1894), y Roser de tot l’any(1894),entre otros, que pueden servir como ejemplo de una actividad que convirtió a Verdaguer en un poeta al servicio de la iglesia y en el renovador fundamental de los cantos religiosos en Cataluña.
Atendida la variedad, el vigor y el valor de su obra, no es extraño que a menudo se haya considerado a Verdaguer como la personificación del héroe esencial de la literatura catalana contemporánea, ni tampoco que Joan Maragall, con motivo de su muerte, sintetizara su genio escritor diciendo que «... el poeta catalán descendió de la montaña y nuestra lengua volvió a existir viva y completa, popular y literaria de una pieza. Él vino en el momento preciso en que había de venir porque como todos los héroes, el momento lo creó él y esta es su gloria. Eso tuvo de héroe: el haber creado una realidad; eso tuvo de poeta: el haber roto a hablar por todos en su tierra».
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