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LA VASCONIA DE LAS LUCES
Lao zi, literalmente “anciano maestro”, el sabio chino que vivió hace 2500 años dejó escrito: Las palabras elegantes no son sinceras; las palabras sinceras no son elegantes. El humilde autor de estas líneas ni es sabio ni es chino, pero sí es un anciano vasco que participa de este gusto por decir lo que se piensa sinceramente, sin miedo a resultar estridente. Porque sabe que la luz, las luces, molestan a los ojos de quienes viven en la oscuridad.
Federico Krutwig Sagredo compuso bajo el pseudónimo de Fernando Sarrailh de Ihartza en 1963 una obra que resultó ser durante muchos años el pilar fundamental de la ideología de ETA, “Vasconia”. Este autor realizó una reconstrucción de la ideología nacionalista vasca, que había sido fundada por Sabino Arana sobre principios racistas e integristas católicos, hacía más de sesenta años.
Tras el fracaso de la experiencia nazi, el racismo había quedado satanizado, y los ideólogos del nacionalismo étnico abandonaron el principio de raza como generador de su cualidad de “pueblo elegido”, y se echaron en brazos del culturalismo, y más especialmente del etno-lingüismo, tomando la lengua como ariete de sus reivindicaciones étnicas.
Uno de los fundadores de ETA, Txillardegi, había levantado esa bandera de etnicismo idiomático desde posiciones nacionalistas extremistas, pero antimarxistas. Federico Krutwig supo reivindicar el mismo etnicismo lingüístico, pero desde el frente del marxismo-leninismo, triunfante en aquellos años en Cuba, Vietnam, etc, lo que le supuso sintonizar con la mayoría de los militantes de ETA en los años sesenta, al contrario del mencionado Txillardegi.
El mismo Krutwig abandonó en los años setenta el marxismo-leninismo, y reposicionó su ideología, manteniendo sus principios y sus fines prácticamente inamovibles, la reivindicación de la limpieza étnica a cualquier precio para la instauración de un Estado étnico independiente, pero desde trincheras más sólidas para su fanatismo, las del culturalismo étnico. Un Estado alejado por tanto de todo principio democrático moderno e ilustrado. Nada de “un hombre, un voto”, sino “un pueblo, un Estado”, en sintonía con el hitleriano “ein volk, ein reich”. Ese proyecto totalitario lo explicitó en 1979 con su libro “La nueva Vasconia”.
La posición de Krutwig iba más allá de las opciones políticas y por ello servía de nexo de unión para las diversas fuerzas del nacionalismo vasco etnicista, tanto las situadas en la orilla del MLNV y su aparato terrorista ETA, como las predominantes en la dirección del PNV: la de una Vasconia premoderna, predemocrática, precívica, en definitiva, una Vasconia oscurantista.
Afortunadamente existe otra Vasconia que, ya desde su combate a las fuerzas reaccionarias del carlismo en el siglo XIX, levanta la bandera de la libertad, de la igualdad, de la pluralidad, de la ciudadanía, de la tolerancia. A esa Vasconia moderna, democrática, cívica, ilustrada, me honro en pertenecer. Y desde esa Vasconia, radicalmente opuesta a la oscurantista Vasconia étnica de Krutwig, muchos vascos defendemos la libertad y combatimos la ignorancia. Desde la Vasconia de las Luces.