Madrid, 10 julio 2013
(Agencia FARO), los Siete Hermanos Mártires; Stas. Rufina y Segunda, vírgenes y mártires. "Estamos en el camino de que este Gobierno sea el último que tenga un Ministerio de Defensa en España, porque, para lo que hay, bastará con una dirección general en la Agencia de Cooperación Internacional". A tales extremos de indefensión nos está llevando el juancarlismo, ahora capitaneado por Mariano Rajoy y Pedro Morenés. Así lo resumía Enrique Navarro en artículo publicado en Defensa.com el pasado 27 de junio:

El último ministro de Defensa

ENRIQUE NAVARRO

Hace unas semanas el secretario de Estado de Defensa anunciaba los recortes en los denominados programas especiales que constituyen, o más bien constituían, la columna vertebral de nuestras Fuerzas Armadas. Un conjunto. Programas diseñados a comienzos de los años noventa y que estarán operativos hasta casi la mitad de este siglo. Suponían asimismo el mayor esfuerzo inversor de nuestra historia reciente, el mayor salto tecnológico y la generación de decenas de miles de puestos de trabajo, muchos de ellos de alta calificación, no como los del denostado ladrillo. La cuestión se puede maquillar como se quiera, pero los programas de helicópteros y de aviones de transporte, ligados a la necesaria movilidad, son fulminados. Se termina con el programa Eurofighter y de blindados. Y la razón es muy simple, no los podemos pagar. El daño patrimonial al contribuyente por estas decisiones se estima en miles de millones de euros. Junto a esta noticia, que ha caído como un mazazo en los cuarteles generales y sobre todo en la industria, han ido surgiendo, ya se sabe que a perro flaco todo son pulgas, otras que muestran el grado de deterioro al que han llegado nuestras fuerzas y en consecuencia nuestro país.
El buque insignia de nuestra flota y el primer portaaviones construido en España ya está en el desguace, con él desaparece nuestra capacidad de proyección de fuerza aeronaval, sobre la que se ha basado, en los últimos cuarenta años, un pilar de la defensa de nuestra integridad territorial. Recién terminamos la modernización de los Harrier, los dejamos sin plataforma sobre la que despegar.
Siguiendo con la Armada, aquella que desciende de Lepanto y de Blas de Lezo y Roger de Lauria, nos enteramos que a los ingenieros de Navantia se les ha ido la mano con el peso del S80, mientras que la famosa propulsión independiente, la joya tecnológica de nuestra industria, se ha ido al garete y si, además, el Gobierno en su sempiterna pretensión pacifista ya le quito los misiles, pues tenemos Scorpene a precio de submarino nuclear, o sea más dinero a la basura. El Gobierno, después de echar a todos los ingenieros con sabiduría de la compañía, le encarga los mayores retos de su historia y, claro, el fracaso es obligado.
A todo esto, media flota sin salir a navegar para no gastar combustible ni pagar dietas a los marinos. Lo mismo ocurre con los vehículos del Ejército, que operan a un veinte por ciento. El Ejército español no tiene dinero para gasolina y sin embargo dispone de una de las flotas de vehículos más extensa de Europa. Y de los aviones no digamos, que al consumir más combustible, pues están en peor situación.
Pero todo esto sería coyuntural, si no fuera porque no se sabe para qué se está ni hacia donde se va. El ministro le había encomendado al JEMAD un plan para 2025, que obviamente ha durado menos que su propia redacción. El Gobierno, como mucho, puede aspirar a hacer un plan para el segundo semestre de este año, y así es imposible hacer una política de defensa.
Y cuando por fin hay una oportunidad para empezar a reconstruir a la medida de nuestra defensa, ajustándola a la penosa realidad, con la publicación de las nuevas plantillas apenas hay una reducción del tres por ciento, ridícula cuando se ha recortado el presupuesto en un cuarenta por ciento.
La ausencia de liderazgo político transmite un mensaje de absoluta indefensión para nuestros aliados y amigos, y no digamos frente a nuestros enemigos. El principal problema ha sido que en los últimos diez años se ha venido jugando con la seguridad y con las Fuerzas Armadas, descafeinando su función primordial con inventos de opereta como la UME, obviando la guerra. En Afganistán haciéndonos ver que nuestras tropas son una ONG distinguida, escondiendo sus valores en lugar de ensalzarlos. ¿Qué pensarán nuestros políticos al ver como el país más avanzado social y económicamente acaba de instaurar el servicio militar obligatorio para la mujer, como en el caso de Noruega?
Si Quevedo levantase la cabeza diría lo mismo que cuando observo la obra del puente de Segovia en Madrid, sobre el río Manzanares: “Majestad, venda usted el puente o compre un río”. Estamos en el camino de que este Gobierno sea el último que tenga un Ministerio de Defensa en España, porque, para lo que hay, bastara con una dirección general en la agencia de Cooperación Internacional.

El último ministro de Defensa