Tienen un pecado de desobediencia, bien claro lo dice San Pablo. ¿A quién han desobedecido? A Dios, ¿qué Dios? el de sus padres (también lo dice San Pablo) Más aún en sus propias palabras están desgajados del tronco del olivo verdadero que es el que les pertenece y en el que de un modo extraordinario hemos sido injertados nosotros, los gentiles. ¿Por qué están desgajados? por dureza en su corazón. Pero también San Pablo nos responsabiliza a nosotros de esa actitud. Por tanto, no adoran a un dios falso, adoran a Dios pero no reconocen a Jesucristo como 2ª Persona, ni tampoco al Espíritu Santo como tercera.
La cuestión por tanto estaría así: en una casona el grupo de personal reconoce al dueño y señor de la hacienda aunque nunca lo han visto en persona. Y un buen día un joven al que nunca habían visto, y del que no tenían noticia alguna sobre su existencia, aparece en la casa y les dice que es el hijo único del hacendado y que su estancia en la casona está justificada porque todo anda manga por hombro. Los sirvientes dirigidos por el administrador acaban por expulsar de muy malos modos al hijo del hacendado al que no reconocen filiación alguna.
Pero mientras, en otra casona en la que nadie sabía de quien era la propiedad, ese mismo joven les indica que no deben perder más su tiempo buscando un propietario que no aparece por parte alguna. Y les comunica que el hacendado vecino es también el propietario, y que eso se lo comunica a ellos porque siendo su hijo, sabe a quien pertenece la casona. Y los sirvientes de esa segunda casona creen lo que les ha dicho. Por ello, el hijo del hacendado establece una administración hasta que él vuelva pues tiene que irse durante un tiempo.
Pasan los años y los miembros de la primera casona siguen esperando que el hacendado se haga presente y que con él venga alguien que siendo su sucesor, será un gran hombre de negocios, no uno que les hablaba tomando puñados de la tierra, o que les exigía todavía más sacrificios. Y mientras tanto, desde el otro lado de los lindes de ambas haciendas, los de la casona que no sabían quien era realmente el hacendado, gracias a las indicaciones del hijo de éste, les piden que se unan ellos y que crean que el hacendado es el mismo de ambas propiedades y que quien se presentó es, en efecto, el hijo del hacendado.
Para ambas casonas y sus habitantes ¿el propietario es el mismo? Yo pienso que sí, ¿no? En cambio, mientras en la primera casona no reconocen a ese joven que apareció de pronto en medio de ellos, en la segunda que estaban en la inopia más absoluta reconocen al hacendado y al joven como su hijo.
¿Es que el hacendado no es el mismo en ambos casos? Vale que para ese día en el que ambas casas han de unirse los de la primera hayan de reconocer al hijo que un día apareció entre sus moradores.
Por supuesto, reconociendo al Hijo, reconocerán al Espíritu Santo que, en este cuento no ha aparecido para nada, pero la intención es aproximar la idea de que el Padre es el mismo para cristianos que para judíos. Si lo dice San Pablo, no hay duda. Es el mismo Dios, pero los judíos no entienden lo de las otras Dos Personas.
Anda, déjate de los errores postconciliares y de su extensión, ya lo indiqué, y es que no sabemos el quién, el cómo y el cuándo. Pero alguien, que puede ser un Papa o no serlo, de alguna forma y sospecho que mediante una aproximación muy importante hacia ellos, y en algún momento futuro, se va a producir esa conversión, o vuelvan a la casa del Padre. Y en esto no hay error postconciliar posible, sea cuando sea.Pero, como dice San Pablo, aunque desobedientes ahora, llegará el momento en el que se convertirán. Y Dios les perdonará, al igual que nos perdona a todos cuando nos arrepentimos (y confesamos nuestros pecados al confesor). Sin conversión, ni arrepentimiento, no hay perdón posible de Dios. Decir cosa distinta sería caer en algunos de los errores postconciliares que últimamente se están extendiendo demasiado por nuestra Iglesia. Ideas que nos hablan de 'aprobado general' o 'democratización del perdón' en el que muchos creen hoy en día. Pero, naturalmente que los judíos entrarán en el redil del rebaño de Cristo
San Pablo es el único que habla de ello, pero no sólo es que lo dé por cierto, es que sus Epístolas San Pedro las considera inspiradas, es decir, son parte del Dogma, no de la Tradición, que no fue escrita por autores inspirados, sino por transmisión oral de los Apóstoles como cosa de fe.
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