Si Franco viera la pocilga de país en que esto se ha convertido desde que él murió estaría pero que encantadísimo en que no quedara en pie ninguna estatua suya en un país de maricones, terroristas, putas y abortistas.
Es un favor que Franco ha debido pedir a Dios, en el mas allá: por favor, que no quede rastro mío en esa cuadra, como si yo no hubiera existido.
Y se cumple. De hecho la desaparición de estatuas de Franco comenzó por la época en que se legalizaron los abortistas.
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