¡Soberbio!, me descubro una vez más ante el Maestro Gelimer, no sobra ni una sola coma. Ignoro Hyeronimus si lo conoces en persona o si mantienes algún tipo de comunicación con él, si así fuera transmítele mis respetos y admiración.
LA ESPAÑA Y LA ANTI-ESPAÑA
LA ESPAÑA DE MIS MAYORES
Nací en una familia como la de cualquier otro: tenía parientes que habían luchado en la zona roja y otros que lo habían hecho en la zona nacional. Pero todos, todos y cada uno de ellos (hasta el más rojo) tenía claro que una familia la formaban un hombre y una mujer.
Terminada la Guerra Civil, mi abuelo materno que, dada su avanzada edad, nada había tenido que ver en la contienda, fue acusado por un falangista advenedizo (de esos que había estado con un pie en las milicias y el otro traicionándolas). Otro falangista, camisa vieja, que conocía bien a mi abuelo lo libró de la cárcel que le hubiera ocasionado las calumnias de aquel traidor profesional y, tal vez, de algo peor. Pero no fui educado en el odio. Vi muchas veces a aquel hombre que había acusado -levantándole falso testimonio- a mi abuelo, y nadie de mi familia me dijo: "Ódialo, él denunció falsamente a tu abuelo".
Era un crío y frecuentaba, como otros niños, la parroquia. Íbamos a ella con la esperanza de subir como locos al campanario y tañer las campanas. Nunca abusaron de nosotros, ni de ningún niño de los que iban conmigo ni de mí, ni el anciano párroco ni el sacristán. Al anciano párroco lo habían perseguido los rojos en la Guerra Civil, por poco si le cuesta la vida, pero nunca nos dijo a los monaguillos: "Ese es rojo, ódialo".
Me enseñaron, como digo, a estudiar, a sacar las mejores notas. Ese era mi trabajo, como el de mi padre consistía en levantarse temprano y pasarse todo el día fuera de la casa, luchando para traer el pan. Tuve la suerte de que mi madre no tuviera que trabajar fuera de la casa, y entre el amor de mi abuela y el de mi madre, crecí. Por las noches, mi abuela me enseñaba a rezar el Padrenuestro y el Avemaría, y me leía vidas de santos; también me contaba lo mucho que había sufrido en la Guerra Civil, cómo murió su hermano en Belchite, caído por Dios y por España, pero nunca me dijo "Odia a los rojos, que mataron a tu tío abuelo". Lo que mi abuela me enseñó fue a reverenciar la memoria de aquél su hermano, un soldado del Ejército Nacional al que en fiero combate truncaron la vida, víctima de una guerra entre hermanos, provocada por intereses extranjeros, pero que partió feliz al frente con su detente bala colgado del cuello.
Tuve la suerte de tener unos padres que quisieron todo lo mejor para mí. No compraron tierras, no invirtieron en solares, para luego especular con el suelo, y tampoco ahorraron sacrificios para darme una educación. Ellos que, por su época, no pudieron estudiar quisieron que yo estudiara: "Estudia una carrera universitaria"... Y yo, obediente y fiel al mandato paterno, estudié dos carreras. Y las dos las culminé. El título universitario era y es, para mi familia, el triunfo de sus esfuerzos y los míos. Me enseñaron a nunca reírme de un analfabeto, pues hay analfabetos inocentes que no pudieron tener letras por estar obligados a trabajar -que es sagrado el trabajo- desde niños y con las manos. Me enseñaron a no odiar a los rojos, pues muchos no fueron otra cosa que unos pobres gañanes, envenenados por una miserable cuadrilla de ambiciosos que, sirviéndose del resentimiento social, polucionaron España con sus puercas ideologías. Me enseñaron a respetar a los sacerdotes, pues para que haya uno malo... Hay 1.000 santos, que llevan una vida pobre, solitaria y virtuosa, esforzándose por la santidad aunque no los veamos en los altares.
LA ANTI-ESPAÑA CONTEMPORÁNEA
Empiezan a darse experimentos sociales que se hacen llamar "familias alternativas"... La familia Monster es el arquetipo sobre el que laboran estos socialistas de la ideología de género; aunque, bien mirado, la familia Monster no era tan monstruosa, puestos a lograr monstruos, los ingenieros sociales del PSOE son peores que nadie; pero no olvidemos mencionar la gran ayuda que les presta toda la izquierda, por desunida y separatista que esté y sea, así como esa otra ayuda, no menos valiosa, que presta el PP -pues quien calla otorga, y también se peca por omisión. Pero vayamos a acontecimientos recientes...
La semana pasada vimos de qué manera más miserable la Universidad Complutense de Madrid se prestaba, sin que faltaran catedráticos, a servir de trinchera para defender al Señor Baltasar Garzón, reclamando que no se le juzgue. Toda la universidad española ha sido ofendida al demostrarse, patentemente, que le trae sin cuidado la formación intelectual de sus alumnos, importándole más la suerte y el prestigio, ya puesto en tela de juicio, de un juez que ha demostrado con creces en su carrera mediática que ha trabajado más por su lucimiento personal que por la Justicia. Si la universidad española no se purga, se condena a ser una camarilla de serviles personajes que dan vergüenza.
Los sindicatos, el mismo día en que la Complutense se convirtió en el Barco de Chanquete, cerraron filas para defender al juez Garzón, demostrando mayor afán por movilizarse en esta causa personal que interés en la suerte de todos los españoles que están en el paro. Si los sindicatos oficiosos no desaparecen, el sindicalismo español estará secuestrado y, de no aparecer una posición genuinamente sindicalista, católica y patriota, el trabajador quedará a merced del capitalismo mundialista, apátrida y anónimo... Obreros de toda España, el marxismo es la principal alienación que hemos de destruir hasta su raíz.
Se han hecho desaparecer, a lo largo de décadas, los crucifijos en un país católico con el pretexto de ser una nación moderna y aconfesional -los más radicales, apelando al laicismo por sus pistolas. Sin embargo, a una niña musulmana se la dejará ir a clase con la cabeza cubierta. Los que persiguen lo que es propio de España (aunque no lo compartan) no son españoles, son anti-españoles.
A las generaciones jóvenes se les inculca el odio con la "memoria histórica": el odio contra la España tradicional y católica, que no sólo era la de derechas, sino también la carlista (que estuvo antes de la derecha, está con la derecha y la izquierda, y estará después de la derecha y de la izquierda.)
Y una senadora, Leire Pajín, se permite el lujo de exhibir su incultura sin el menor de los rubores, diciendo "contradecido" ante los periodistas. Tuvimos una ministra de Cultura del PSOE -Carmen Calvo- que, ya sabemos, ignoraba el latín; pero tener a estas alevines, a Leire Pajín y a Bibiana Aído que no saben el castellano, es el colmo de los colmos, rizar el rizo. La ministra y la senadora, habiendo mostrado reiteradamente su ineptitud para con la lengua, ¿cuánto cobran?
Si medimos por el éxito económico, y comparamos lo que esta gente como Leire Pajín o Cándido Méndez cobra, con lo que cobramos aquellos que nos esforzamos en estudiar... Vanos fueron, nos parecerán, los esfuerzos de nuestros padres. Si personajes como los que ocupan el Gobierno y otras instituciones estatales alardean de su incompetencia y amoralidad, haciéndose ricos -sin necesidad de ser corruptos... ¿Para qué estudiamos nosotros? Esta lucha, hermanos míos y también vosotros, imbéciles sociales que os pueden sonar fuertes mis palabras, no se funda en ideologías, ni en ideas, ni en otra cosa que en la Justicia: quiero que cada cual esté en su sitio, y a los discapacitados, si necesitan una pensión para mantenerse, se les da... Pero no se les tiene ocupando puestos, cargos o sillones ministeriales, comiendo a manteles y asegurándose un futuro por el cual no hicieron ni abrir el libro de Lengua Española.
Los presuntamente doctos se portan como serviles; los presuntamente sindicalistas como camorristas sectarios de causas personales; los presuntamente laicistas como favorecedores de religiones extrañas a nuestra españolía; los presuntamente investigadores históricos como sembradores del odio... Y los miembros del gobierno y de las instituciones, como analfabetos culpables (pues pudieron estudiar, suponíamos que lo habían hecho y no saben ni hablar ni escribir).
Habría que regenerar todo el cuero cabelludo de esta nación, pero para eso habría que despiojarla antes.
Mis mayores tenían razones más poderosas que yo para odiar y enseñarme a odiar, pero ni odiaron ni me enseñaron a odiar a mí. Sin embargo, esta Anti-España nos quiere enseñar a odiar, a odiarla. No caigamos en su trampa. No la odiemos... Combatámosla sin tregua, pero sin odio.
Dejadme, enemigos de España, que escriba vuestro epitafio, será un lacónico:
¡A la mierda!
Eso sí, dicho con muchas ganas.
Maestro Gelimer
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
¡Soberbio!, me descubro una vez más ante el Maestro Gelimer, no sobra ni una sola coma. Ignoro Hyeronimus si lo conoces en persona o si mantienes algún tipo de comunicación con él, si así fuera transmítele mis respetos y admiración.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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