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Tema: Validos del rey

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    Avatar de DON AMBROSIO
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    Validos del rey

    Extraído de mi nuevo Blog "El diván de Sancho Panza"

    VALIDOS DEL REY
    El Conde-Duque de Olivares trató de realizar importantes reformas en la España de Felpe IV. Pero no fue capaz de llevarlas a término debido a la ruina económica de los reinos de España y a la pérdida de crédito internacional. En la recta final de su mandato tuvo que hacer frente al "Motín de la Sal" en Vizcaya, al "Corpus de Sangre" y el intento de secesión catalana, así como a la insurrección de Portugal y una Conspiración independentista en Andalucía.

    El valido oficial del rey Juan Carlos I es D. José Luís Rodríguez Zapatero (antes lo fueron Suárez, Calvo Sotelo, González y Aznar). Pero todos sabemos que, desde hace unos meses, el verdadero hombre fuerte es D. Alfredo Pérez Rubalcaba. Ahora, España debe de emprender importantes reformas y los reinos-autonomías de España se encuentran en ruina económica. Y España ha perdido en buena parte el crédito internacional. Y, según las encuestas, está en la recta final de su mandato. Con el pulso independentista de Cataluña y su Estatuto que no acatan sentencias judiciales. Con la oferta negociadora de ETA que no es otra que conseguir la independencia y la anexión de Navarra.

    Es asombrosa la coincidencia pero lo es más la diferencia: Si el Conde-Duque de Olivares no dudó en cortar de raíz aquellas revueltas, hoy, D. Alfredo Pérez Rubalcaba se mantiene en el poder gracias a los sublevados. Por el bien de España, dedíquese convencer a ZP para que disuelva las Cortes y convoque elecciones, Conde-Duque Rubalcaba.

    D. Francisco de Quevedo y Villegas escribió en 1630 esta genial sátira sobre las costumbres de sus paisanos. Por lo que parece, no somos tan distintos de los españoles de entonces.


    Conde-duque de Olivares


    D. Alfredo Pérez Rubalcaba

    EPÍSTOLA SATÍRICA Y CENSORIA CONTRA LAS COSTUMBRES PRESENTES DE LOS CASTELLANOS, ESCRITA A DON GASPAR DE GUZMÁN, CONDE DE OLIVARES, EN SU VALIMIENTO
    No he de callar por más que con el dedo,
    ya tocando la boca o ya la frente,
    silencio avises o amenaces miedo.

    ¿No ha de haber un espíritu valiente?
    ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
    ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

    Hoy, sin miedo que, libre, escandalice,
    puede hablar el ingenio, asegurado
    de que mayor poder le atemorice.

    En otros siglos pudo ser pecado
    severo estudio y la verdad desnuda,
    y romper el silencio el bien hablado.

    Pues sepa quien lo niega, y quien lo duda,
    que es lengua la verdad de Dios severo,
    y la lengua de Dios nunca fue muda.

    Son la verdad y Dios, Dios verdadero,
    ni eternidad divina los separa,
    ni de los dos alguno fue primero.

    Si Dios a la verdad se adelantara,
    siendo verdad, implicación hubiera
    en ser, y en que verdad de ser dejara.

    La justicia de Dios es verdadera,
    y la misericordia, y todo cuanto
    es Dios, todo ha de ser verdad entera.

    Señor Excelentísimo, mi llanto
    ya no consiente márgenes ni orillas:
    inundación será la de mi canto.

    Ya sumergirse miro mis mejillas,
    la vista por dos urnas derramada
    sobre las aras de las dos Castillas.

    Yace aquella virtud desaliñada,
    que fue, si rica menos, más temida,
    en vanidad y en sueño sepultada.

    Y aquella libertad esclarecida,
    que en donde supo hallar honrada muerte,
    nunca quiso tener más larga vida.

    Y pródiga de l'alma, nación fuerte,
    contaba, por afrentas de los años,
    envejecer en brazos de la suerte.

    Del tiempo el ocio torpe, y los engaños
    del paso de las horas y del día,
    reputaban los nuestros por extraños.

    Nadie contaba cuánta edad vivía,
    sino de qué manera: ni aun un'hora
    lograba sin afán su valentía.

    La robusta virtud era señora,
    y sola dominaba al pueblo rudo;
    edad, si mal hablada, vencedora.

    El temor de la mano daba escudo
    al corazón, que, en ella confiado,
    todas las armas despreció desnudo.

    Multiplicó en escuadras un soldado
    su honor precioso, su ánimo valiente,
    de sola honesta obligación armado.

    Y debajo del cielo, aquella gente,
    si no a más descansado, a más honroso
    sueño entregó los ojos, no la mente.

    Hilaba la mujer para su esposo
    la mortaja, primero que el vestido;
    menos le vio galán que peligroso.

    Acompañaba el lado del marido
    más veces en la hueste que en la cama;
    sano le aventuró, vengóle herido.

    Todas matronas, y ninguna dama:
    que nombres del halago cortesano
    no admitió lo severo de su fama.

    Derramado y sonoro el Oceano
    era divorcio de las rubias minas
    que usurparon la paz del pecho humano.

    Ni los trujo costumbres peregrinas
    el áspero dinero, ni el Oriente
    compró la honestidad con piedras finas.

    Joya fue la virtud pura y ardiente;
    gala el merecimiento y alabanza;
    sólo se cudiciaba lo decente.

    No de la pluma dependió la lanza,
    ni el cántabro con cajas y tinteros
    hizo el campo heredad, sino matanza.

    Y España, con legítimos dineros,
    no mendigando el crédito a Liguria,
    más quiso los turbantes que los ceros.

    Menos fuera la pérdida y la injuria,
    si se volvieran Muzas los asientos;
    que esta usura es peor que aquella furia.

    Caducaban las aves en los vientos,
    y expiraba decrépito el venado:
    grande vejez duró en los elementos.

    Que el vientre entonces bien diciplinado
    buscó satisfación, y no hartura,
    y estaba la garganta sin pecado.

    Del mayor infanzón de aquella pura
    república de grandes hombres, era
    una vaca sustento y armadura.

    No había venido al gusto lisonjera
    la pimienta arrugada, ni del clavo
    la adulación fragrante forastera.

    Carnero y vaca fue principio y cabo,
    Y con rojos pimientos, y ajos duros,
    tan bien como el señor, comió el esclavo.

    Bebió la sed los arroyuelos puros;
    de pués mostraron del carchesio a Baco
    el camino los brindis mal seguros.

    El rostro macilento, el cuerpo flaco
    eran recuerdo del trabajo honroso,
    y honra y provecho andaban en un saco.

    Pudo sin miedo un español velloso
    llamar a los tudescos bacchanales,
    y al holandés, hereje y alevoso.

    Pudo acusar los celos desiguales
    a la Italia; pero hoy, de muchos modos,
    somos copias, si son originales.

    Las descendencias gastan muchos godos,
    todos blasonan, nadie los imita:
    y no son sucesores, sino apodos.

    Vino el betún precioso que vomita
    la ballena, o la espuma de las olas,
    que el vicio, no el olor, nos acredita.

    Y quedaron las huestes españolas
    bien perfumadas, pero mal regidas,
    y alhajas las que fueron pieles solas.

    Estaban las hazañas mal vestidas,
    y aún no se hartaba de buriel y lana
    la vanidad de fembras presumidas.

    A la seda pomposa siciliana,
    que manchó ardiente múrice, el romano
    y el oro hicieron áspera y tirana.

    Nunca al duro español supo el gusano
    persuadir que vistiese su mortaja,
    intercediendo el Can por el verano.

    Hoy desprecia el honor al que trabaja,
    y entonces fue el trabajo ejecutoria,
    y el vicio gradüó la gente baja.

    Pretende el alentado joven gloria
    por dejar la vacada sin marido,
    y de Ceres ofende la memoria.

    Un animal a la labor nacido,
    y símbolo celoso a los mortales,
    que a Jove fue disfraz, y fue vestido;

    que un tiempo endureció manos reales,
    y detrás de él los cónsules gimieron,
    y rumia luz en campos celestiales,

    ¿por cuál enemistad se persuadieron
    a que su apocamiento fuese hazaña,
    y a las mieses tan grande ofensa hicieron?

    ¡Qué cosa es ver un infanzón de España
    abreviado en la silla a la jineta,
    y gastar un caballo en una caña!

    Que la niñez al gallo le acometa
    con semejante munición apruebo;
    mas no la edad madura y la perfeta.

    Ejercite sus fuerzas el mancebo
    en frentes de escuadrones; no en la frente
    del útil bruto l'asta del acebo.

    El trompeta le llame diligente,
    dando fuerza de ley el viento vano,
    y al son esté el ejército obediente.

    ¡Con cuánta majestad llena la mano
    la pica, y el mosquete carga el hombro,
    del que se atreve a ser buen castellano!

    Con asco, entre las otras gentes, nombro
    al que de su persona, sin decoro,
    más quiere nota dar, que dar asombro.

    Jineta y cañas son contagio moro;
    restitúyanse justas y torneos,
    y hagan paces las capas con el toro.

    Pasadnos vos de juegos a trofeos,
    que sólo grande rey y buen privado
    pueden ejecutar estos deseos.

    Vos, que hacéis repetir siglo pasado,
    con desembarazarnos las personas
    y sacar a los miembros de cuidado;

    vos distes libertad con las valonas,
    para que sean corteses las cabezas,
    desnudando el enfado a las coronas.

    Y pues vos enmendastes las cortezas,
    dad a la mejor parte medicina:
    vuélvanse los tablados fortalezas.

    Que la cortés estrella, que os inclina
    a privar sin intento y sin venganza,
    milagro que a la invidia desatina,

    tiene por sola bienaventuranza
    el reconocimiento temeroso,
    no presumida y ciega confianza.

    Y si os dio el ascendiente generoso
    escudos, de armas y blasones llenos,
    y por timbre el martirio glorïoso,

    mejores sean por vos los que eran buenos
    Guzmanes, y la cumbre desdeñosa
    os muestre, a su pesar, campos serenos.

    Lograd, señor, edad tan venturosa;
    y cuando nuestras fuerzas examina
    persecución unida y belicosa,

    la militar valiente disciplina
    tenga más platicantes que la plaza:
    descansen tela falsa y tela fina.

    Suceda a la marlota la coraza,
    y si el Corpus con danzas no los pide,
    velillos y oropel no hagan baza.

    El que en treinta lacayos los divide,
    hace suerte en el toro, y con un dedo
    la hace en él la vara que los mide.

    Mandadlo así, que aseguraros puedo
    que habéis de restaurar más que Pelayo;
    pues valdrá por ejércitos el miedo,
    y os verá el cielo administrar su rayo.

    Francisco de Quevedo y Villegas, 1630
    Publicado por Don Ambrosio en 08:38

  2. #2
    Avatar de Triaca
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    Re: Validos del rey

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    Estimado Sr. Don Ambrosio:
    Encuentro muy buena la idea que ha tenido de citar a Francisco de Quevedo. Si me lo permite, me sumaré (D. m.) a usted en breve transcribiendo algunas frases de dicho autor.
    Reciba un muy cordial saludo.
    "Solo Dios sabe hacer de los venenos remedio".
    Francisco de Quevedo

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