Los carlistas lo ven a su modo, los falangistas lo ven del otro, y la oposición a Franco, de otro. etc.

Ésta era la visión que Carrillo y los opositores a Franco tenían del príncipe Juan Carlos, poquísimo tiempo antes de la muerte de Franco, y que corrobora que nadie por entonces (1975) se imaginaba la traición que Juan Carlos ocultaba :

»¿Qué quiere que le diga de Juan Carlos? Es una marioneta que Franco manipula como quiere, un pobrecito incapaz de cualquier dignidad y sentido político. Es un tontín que está metido hasta el cuello en una aventura que le costará cara. ... ¿Qué posibilidades tiene Juan Carlos? Todo lo más ser rey durante unos meses. Si hubiese roto hace tiempo con Franco, habría podido encontrar una base de apoyo. Ahora ya no tiene ni ésa, y es despreciado por todos. Yo preferiría que hiciese las maletas y se marchara junto a su padre .”
(Santiago Carrillo a Oriana Fallaci, semanario L’Europeo, de Milán de 10 de octubre de 1975.)

Eso que Carrillo afirmaba entonces : "Juan Carlos es una marioneta que Franco manipula como quiere, un pobrecito..." era la impresión que aquel Juan Carlos de 1975 ofrecía a la generalidad de los españoles y al mundo. Nadie que conoció esa época puede decir otra cosa.
Imaginar que aquel príncipe de ínfima personalidad
iba a poder dar la vuelta al sistema estaba fuera del alcance de toda lógica, por entonces.

Ahora bien, después de que pasó lo que pasó, a toro pasado, se han sacado a relucir trapicheos, confesiones, querellas, pensamientos ocultos, fobias de Franco, etc etc., que aunque fueran ciertos no modifican la mutación de Juan Carlos ante la opinión pública.

El tema es sencilllo: imaginar que Franco manda jurar las leyes "antidemócratas" del 18 de julio a Juan Carlos... dándole permiso a su vez de que las anule y dé otras en sentido contrario nada más entrar a reinar, es algo inverosimil y descabellado.
Negar que no hubo traición de Juan Carlos y que éste simplemente continuó el "liberalismo" de Franco es una burda calumnia (otra más de las infinitas), y es precisamente ésa la que cierra el círculo de legitimación del juancarlismo como culminación del "franquismo"...

Franco se equivocó no de Príncipe
sino de época, pues -gran ingenuo- aun creía en el valor de un juramento dado ante un crucifijo y una biblia.