ESPÓSALA Y MUERE POR ELLA
Ceremonia de Velación, en la Catedral del Buen Pastor de la ciudad de San Sebastián
UN LIBRO PARA HOMBRES DE VERDAD, ABSTÉNGANSE "MODERNOS"
El 21 de agosto teníamos el inmenso placer de hablar de un libro que ha roto estereotipos en Italia, el de Costanza Miriano: "Sposati e sii sottomessa: Pratica estrema per donne senza paura" ("Casada y sumisa: práctica extrema para mujeres sin miedo"); así tratábamos de hacerlo en COSTANZA MIRIANO: RECUPERANDO EL ETERNO FEMENINO. Este mes de septiembre de 2012 estaba anunciada la publicación de "Sposala e muori per lei" ("Espósala y muere por ella"). El título del segundo libro no es menos provocativo que el del primero.
Por desgracia, cuando los maltratos domésticos y la violencia conyugal nunca cesan de ocupar la primera plana de los noticiarios; cuando se perpetran tantos maltratos e incluso homicidios en el ámbito del hogar; cuando pareciera que está vigente como nunca el machismo brutal que reclama, como si de un derecho se tratara, un sentido posesivo de la mujer por parte del hombre; cuando se proclama: "La maté, porque era mía" y, lo que es peor, algunos no lo dicen metafóricamente, sino que lo hacen... He aquí a la escritora italiana que, después de haber puesto en su sitio a las mujeres, viene ahora y nos pone en nuestro sitio a los hombres: "Espósala y muere por ella". Miriano da un viraje católico a cuestiones que frecuentemente suelen ser malinterpretadas, endereza católicamente lo que está tan torcido en la relación hombre-mujer.
El título es un imperativo que invita a la inmolación de la propia vida del esposo por la de la esposa. En el altar del amor no hay sitio para el egoísmo. Ni los hombres ni las mujeres contemporáneos han pensado suficientemente cuál es su relación con el dolor, tampoco quiere pensarse en la muerte. El amor, presentado tantas veces (en las películas, en las novelas, en la poesía, en las canciones...) como una idílica velada romántica que no puede terminar, ¿puede tener algo que ver con la muerte?
Las palabras parecen que se han gastado, llevadas de mano en mano, redichas de boca en boca, reoídas de oído en oído. Alguien dice: "Te amo" y, tan pronto lo dice, se le ha olvidado en esta "sociedad líquida" (la expresión "sociedad líquida" -como sabemos todos- es de Zygmunt Bauman). Siempre habrá tiempo para culpar a la vertiginosa carrera de la vida moderna. Si hay estímulos (lodos y polvos, polvos -por supuesto) entonces hasta puede que los dos tortolitos aguanten un poco más... Pero que no le lleven la contraria las circunstancias eventuales que puedan presentarse: desempleo, disminución de ingresos económicos, enfermedad y hasta el capricho de acostarse con el compañero de oficina (algo que lo mismo puede hacer la esposa que el esposo en una sociedad que ha adoptado la promiscuidad como un derecho individual).
Vamos a ser optimistas, pensemos que los dos tortolitos se quieren -incluso en las adversidades; y que, ni por pienso, están dispuestos a cometer un adulterio -ni hetero ni homosexual: bien. Pero, preguntamos con Costanza Miriano al esposo: ¿morirás por aquélla a la que dices amar, aquella con la que te has casado?
Se supone -dice el hombre de hoy- que el amor está en esta vida para hacérnoslo pasar bien. El sacrificio, cualquier sacrificio, no tiene buena prensa: hasta hay por ahí algunos curas que, para referirse a la Santa Misa, hablan exclusivamente de "banquete" y de "asamblea" (y todo por no mencionar el "sacrificio incruento"). Yo entiendo que el "muere por ella" no hay que representárselo tan épicamente como más de uno está pensando. No se trata de que uno vaya por la calle con dos pistolas y al primero que mire a tu mujer lo retes a un duelo. Tampoco vamos a ponernos en lo peor: no vamos a pensar que, en una situación extraordinaria, unas hordas desalmadas, aprovechando un caos civil o político, invadan la casa y pretendan violar a la mujer y entonces el marido tenga que coger el hacha... Son situaciones que, a lo largo de la historia, se han producido: pensemos en los duelos bajo los cipreses, pensemos en el hombre que defiende su casa blandiendo el hacha, frente a unas tropas invasoras de moriscos, napoleónicos, liberales o soviéticos.
Yo, humildemente, pienso que no a todo esposo le está destinada una muerte así, digamos que heroica con tintes de epopeya. Pienso, más bien, que a todo esposo le está preparada, eso sí, una inmolación por la esposa mucho más callada y discreta: la de desvivirse por ella a diario; la de hacer el ejercicio de la humildad y pedir disculpas cuando haya que pedirlas y hacer ese mismo sacrificio, al revés, para aceptar las disculpas, cuando te las presenten; tratando de comprender a la mujer (algo que, indudablemente, no es fácil entre los dos sexos, habida cuenta de las diferencias fisiológicas y emocionales que nos distinguen); en fin, el verdadero sacrificio de los pequeños sacrificios cotidianos que no son menos grandes que el del gesto heroico de un soldado derribado en el campo de batalla. Y todo eso por una cosa muy sencilla: amor.
Una invitación como esa: "Espósala y muere por ella" no puede ser bien acogida por el hombre medio de nuestra época: un hombre que, con el tiempo, ha ido acumulando un resentimiento -incluso laboral- contra la mujer, pues ha visto ganar puestos públicos a las mujeres (muchas con méritos indiscutibles y "otras" -la verdad sea dicha- por cuota, avaladas por su partido político), incluso es un hombre que muy posiblemente esté subordinado a una mujer en su empresa u oficina. Ese posible resentimiento que se ha instalado en tantas mentes débiles está desvirilizando al varón o lo está convirtiendo en un machista que ensaya poses y las exhibe con la complacencia de un fanfarrón.
"Espósala y muere por ella" no es un imperativo que pueda valer para cualquier tipo de hombre. El hombre al que le cuadra es un hombre virtuoso -en el sentido aristotélico: un hombre que es verdaderamente hombre (y no un fantoche calzonazos), un hombre que es responsable (responde de lo que hace), trabajador (no vive parasitariamente), educador (no entrega la educación de sus hijos a los profesores, desentendiéndose de lo que estos hagan con la prole), cabeza de familia (no deja que el psicólogo, ni la suegra, ni el comisario político disfrazado de agente social le diga cómo tiene que llevar su casa). Ese es el hombre capaz de morir por su esposa... Y por su prole. El otro, el que desdichadamente tenemos, es un simulacro de hombre... Un débil.
Parece ser que el 19 de septiembre el libro de Costanza Miriano estará en las librerías italianas. Volvemos a reclamar que muy pronto esté traducido al español -junto al anterior- para que pueda orientar un poco a esta sociedad de matrimonios que, si queremos que sean firmes, tendrán que estar formados por hombres virtuosos, clásicos, fuertes. De lo contrario tendremos lo que tenemos a día de hoy: esposos calzonazos y blandos... o esposos tiránicos, endurecidos por el egoísmo. El reto, como casi siempre, se juega en la educación (y no me refiero a esa que dan en los centros de enseñanza, que -tantas veces- es lo contrario).
El desafío es que tenemos que hacernos hombres y mujeres, respetando la naturaleza e impidiendo que nos deformen las ideologías predominantes que tienden a hacernos tan infelices.
Más información sobre el libro, en italiano, en el artículo "Sposala e muori per Lei", de Isacco Tacconi, en el blog: CAMPARI E DE MAISTRE
En España, mientras tanto, seguiremos viendo cómo la gente lee a Maruja Torres... En fin.
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
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