
El Franquismo y la Neutralidad de España en la 2ª Guerra Mundial.
Los errores historiográficos de interpretación pueden producirse cuando se considera a un personaje o ideología como algo monolítico.
Desde mi percepción Hitler contó con los católicos para alcanzar el poder e incluso hizo todo lo posible por buscar su voto a pesar de que los principios de su partido nacionalsocialista eran contrarios a la religión. Además no cabe la menor duda que ayudó a España militarmente. Pero es que estaba estratégicamente obligado a evitar que Rusia se instaláse en la Península y pensaba que Franco podía ser un “aliado” más, pese a cobrarse la totalidad de esa ayuda en minerales metálicos como el Wolframio (lo que no ocasionó ningún perjuicio a nuestra minería, siendo ahora explotados por empresas australianas, canadienses, eeuu etc..).
Pero el bando Nacional recibió también ayudas vitales, en forma de combustible, de Texaco y de los católicos norteamericanos.
Franco, que respetaba al Vaticano y obedecía al Papa en lo posible, intentaba contentar a los alemanes con concesiones, como pueda ser el sistema de localización de submarinos (primitivo GPS) instalado en Galicia o la División Azul de voluntarios, para mantener su neutralidad. Cosa que consiguió y es uno de sus numerosos logros.
Para hacerse una idea bastante completa sobre este importante tema, de gran transcendencia política, basta con la magnífica conferencia de Fernando Paz, que recomendamos vívamente porque merece la pena.
Y por eso la hacemos constar a continuación:
Pero la izquierda comercial no para en su intento por continuar viviendo a costa de Franco y del Franquismo rebuscando en cada mínima anécdota para desvirtuarla.
Afortunadamente hay historiadores que no se muerden la lengua y saben responder, como es el caso de Fernando Paz entre otros muchos.

El primer ministro británico, Winston Churchill, y el jefe del Estado español, el general Francisco Franco
Franco, Hitler y la guerra mundial.
CREADO EL 23 OCTUBRE, 2017POR PÍO MOA
Sobre la permanencia de España al margen de la II Guerra Mundial deben hacerse varias consideraciones esquemáticas de entrada:
- Fue un hecho sumamente improbable en una Europa en llamas, con presiones de todas partes y variaciones extremas y rápidas de la contienda. Más improbable por la posición geoestratégica del país, entre Europa y África y entre el Mediterráneo y el Atlántico, escenarios los cuatros de la enorme confrontación de potencias. Solo hubo un hecho que pudo alterar la neutralidad, y fue el envío de la División Azul a Rusia, pero que no lo hizo por el modo como se planteó la operación.
- Para entender mejor la cuestión conviene señalar que muchas razones pesaban a favor de la entrada de España a favor de Alemania e Italia, dado que estas habían ayudado en la guerra al bando nacional, tenían cierta afinidad ideológica –aunque no debe ser exagerada—con el régimen de Franco y no existían agravios históricos con ambas potencias. En cambio sí existían serios agravios con Francia, Inglaterra y Usa. Con Inglaterra pesaba (y pesa) especialmente su invasión de una porción estratégica del territorio español en Gibraltar. Debe recodarse, además, que el Hitler que ha pasado a la historia como uno de los mayores genocidas de la historia, es el Hitler de la guerra mundial desde 1942, no el anterior. Mientras que el carácter genocida de Stalin estaba ya sobradamente acreditado de mucho antes.
- Para España, la neutralidad tuvo las siguientes consecuencias:a) Libró al país de las devastaciones, bombardeos y deportaciones, etc., que sufrió el resto del continente;b) No la libró de cierta hambre, menor que en la mayor parte de Europa pero bastante aguda durante dos años, debida tanto a la herencia desastrosa de la zona roja como al semibloqueo inglés;
c) Evitó a España la enorme carga moral que supusieron las atrocidades y crímenes de guerra cometidos, en distinto grado, por todos los bandos en pugna.
- En el plano internacional, las consecuencias fueron:a) Ahorró a Inglaterra un revés desastroso, al tener abierta durante toda la guerra la salida occidental del Mediterráneo;b) Hizo posible la Operación Torch de los aliados anglosajones en el norte de África.
c) Facilitó a alemanes e italianos algunas ventajas tácticas menores, muy inferiores desde el punto de vista estratégico a las recibidas por los anglosajones. (Sobre esto se ha afirmado con fotos que existió en galicia una instalación con las antenas del “GPS” alemán que controlaba todos los submarinos alemanes. Lo que no sería una ayuda menor. Pero ignoro la credibilidad que D. Pío Moa otorga a esta noticia que podría ser falsa).
Estas breves consideraciones pueden servir para enmarcar la situación y la actitud de los gobiernos españoles por entonces.
Sería un error creer que la neutralidad –el período de “no beligerancia” no la alteró en la práctica—fue una decisión mantenida sistemáticamente y como un principio por España, y más concretamente por Franco. Decisiones de ese enorme alcance y con tan enormes riesgos casi nunca se toman sin vacilaciones y cálculos contradictorios. La decisión inglesa de no aceptar la paz con Hitler, muy firme en Churchill, no lo era tanto en otros dignatarios ingleses, y no estuvo lejos de ser impedida, como ha explicado el historiador useño John Lukacs.
Los documentos que vamos a tratar tienen un gran valor para explicar precisamente cómo tomó Franco sus decisiones y en virtud de qué cálculos según avanzaba y cambiaba el cariz de la guerra. Son una serie de cartas, algunas manuscritas y otras pasadas a máquina, intercambiadas con Serrano Súñer, con Hitler y Mussolini.
Debe tenerse en cuenta que al Caudillo no le gustaba en absoluto, de principio, la perspectiva de una guerra europea. Así, ya con motivo de la crisis de Munich, en septiembre de 1938 y durante la batalla del Ebro, crisis que estuvo cerca de provocar la guerra, Franco declaró que en tal caso España permanecería neutral. El posterior pacto entre Hitler y Stalin le llenó sin duda de estupefacción, y en septiembre de 1939, el ataque a Polonia, un país católico con régimen autoritario, le llevó a extremar su desagrado, pidiendo a todos la limitación del conflicto. Poco antes, en mayo, había advertido en Medina del Campo que la guerra estallaría pronto e iba a ser
“más terrible de lo que la imaginación alcanza”.
Y había advertido al embajador italiano que no contase con una alianza militar, dado que España iba a dedicarse a la reconstrucción interna.
Las razones de Franco son fácilmente discernibles: la anterior guerra europea había dado como resultado una revolución comunista y movimientos revolucionarios por todo el continente, uno de los cuales acababa de derrotar él, precisamente en España. No parecía pensable que una confrontación entre las potencias fascistas y las democracias, por poco que le gustasen estas últimas, terminase en otra cosa que un continente arruinado donde el comunismo encontrarían su mejor oportunidad para imponerse. Por otra parte, en la I Guerra Mundial, España, permaneciendo neutral había hecho grandes negocios vendiendo diversos materiales a los aliados, y quizá podría volver a hacerlos con los dos bandos. No es probable que esto último pesara en el ánimo de Franco pero no dejaba de ser una experiencia conocida.
Sin embargo, la guerra en el oeste, en 1940, había resultado increíblemente fácil y poco destructiva para Alemania, que en pocas semanas barrió a los ejércitos inglés y francés –este último considerado generalmente el mejor del mundo en tierra— Relativamente pocos muertos y pocas devastaciones, ningún caldo de cultivo para nuevas revoluciones comunistas. El propio Stalin felicitó entusiásticamente a Hitler. Se percibía el triunfo de un Nuevo Orden en Europa.
Eso cambiaba radicalmente las perspectivas, y a España le convenía entrar en el Nuevo Orden en las mejores condiciones posibles. El único obstáculo parecía el rechazo de Inglaterra a aceptar la paz que le ofrecía Hitler; e Inglaterra era mucho más que Inglaterra: era el inmenso Imperio inglés, con recursos en principio inagotables. Aun así, de momento no parecía un gran problema, pues las posibilidades inglesas de invadir el continente eran nulas. El 3 de junio, Franco expresóa a Hitler su deseo de
“no permanecer ajeno a sus preocupaciones” y de rendirle “los servicios que Vd. considere más valiosos”.
La carta ha solido interpretarse como un deseo de entrar en guerra, pero para entonces esta parecía ganada, de modo que probablemente estaba pensada con vistas al Nuevo Orden. En aquel momento, Hitler no creía tener la menor necesidad de España, por lo que la carta no dio ningún resultado práctico. Y, dato importante, faltaba todavía un mes para que comenzase la batalla de Inglaterra.
La prolongación de esta batalla, que duraría tres meses y medio hizo que Hitler empezase a valorar seriamente la colaboración española, y que Franco, cuyo interés principal estaba en la reconstrucción del país, se mostrase cada vez más escéptico bajo palabras de apariencia entusiasta. Serrano Súñer fue a Alemania a preparar la entrevista entre Franco y Hitler, en la que debería decidirse la beligerancia española. Para ello expone unas condiciones que sabe son muy difícilmente cumplibles para Hitler: expansión en África a costa de Francia y grandes cantidades de víveres y armamento. Pero lo esencial es la instrucción que da a Serrano Súñer:
“Si nos garantizan una guerra corta, no hay más que completar los preparativos. Pero si la guerra es larga, no nos pueden arrastrar sin tener resueltos los problemas en forma soportable para nuestro pueblo”.
Importa mucho la fecha de esta carta: 24 de septiembre, cuando la batalla de Inglaterra está ya perdida para Alemania, con Franco muy consciente de que la estrategia inglesa consiste en aguantar hasta que Usa entre en guerra (por el momento se mantenía neutral, pero ayudando a Inglaterra y provocando a Alemania). En esta carta de concentra toda la política que iba a seguir Franco hasta el final: la guerra será, por tanto, larga y él con las divisiones alemanas en la frontera, no podía dar una negativa abierta a Hitler, por lo que seguirá una política evidentísimamente dilatoria. No quería engañar a Hitler, a quien estaba agradecido, pero tenía en cuenta, por encima de todo, los intereses españoles. Y para él esos intereses consistían en la reconstrucción del país después de la guerra civil.
Siempre me asombra que en sus interminables discusiones bizantinas sobre la política de Franco, nadie, que yo recuerde, haya dado a esta carta el valor decisivo y demostrativo que tiene.
Fernando Paz: “No hay indicios de que los militares cobraran de Londres por la neutralidad de Franco”
El historiador autor de “La neutralidad de Franco”, sostiene en contra de las tesis más extendidas últimamente que Franco evitó que España participara en una guerra para la que no estaba preparada. Y señala que no hay indicios de que el dinero que Londres destinó a influir en la neutralidad española llegara a los generales.
La neutralidad española en la Segunda Guerra Mundial sigue siendo un tema de continuo debate para la historiografía. El encuentro en Hendaya entre Hitler y Franco en 1940 ha sido interpretado -especialmente en las últimas décadas- como la constatación de que si España no participó en el conflicto fue porque el Fürher alemán no lo permitió al no ceder antes las altas exigencias del Generalísimo.
En este punto difiere de manera notable la historiografía española de la extranjera. El motivo, sostiene Fernando Paz, autor de La neutralidad de Franco (Ediciones Encuentro), es de carácter ideológico y por la perspectiva más certera sobre Franco que, a su juicio, tienen los historiadores foráneos.
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“Los análisis más negativos hacia Franco que, en general, se han producido desde España se deben a razones ideológicas. La historiografía extranjera suele demostrar una perspectiva más amplia que la española, la ideologización es menor y en consecuencia se puede hacer una valoración más neutra de la figura de Franco”, asegura a Actuall.
En su opinión el jefe del Estado español hizo todo lo posible por evitar que España participara en una guerra para la que no estaba preparada.
Para llegar a esa conclusión Paz ha acudido a documentación británica, norteamericana, francesa, italiana, alemana y española.
Encuentro entre Adolf Hitler y Francisco Franco en HendayaEn los últimos tiempos incluso se ha especulado (el historiador Ángel Viñas en su libro Sobornos) con la posibilidad de que varios generales españoles fueran sobornados por el Reino Unido a cambio de influir en Franco para que España no entrara en la guerra del lado alemán.
La catadura moral de Juan March
¿Qué hay de verdad en todo ello? Es verdad que los britanicos realizaron pagos para consolidar la neutralidad de España, cantidades muy importantes para la época, pero no hay documento o persona que acredite que algún general cobró, así lo dice el propio Viñas.
“Los britanicos pagaron para llevar a cabo una operación que frustrara la entrada de España en la guerra al lado de Alemania. Y pagaron bien. Es el dato esencial”, señala Paz.
El historiador madrileño (autor también de “Europa bajo los escombros”, “El fracaso de una utopía” o “Núremberg: juicio al nazismo”, entre otras obras), recuerda que esta operación fue cocinada en la embajada británica en Madrid por el secretario naval, Alan Hillgarth.
“El dinero pasaba por él y por un personaje tan sospechoso como el millonario balear Juan March, se suponía que ellos tenían que hacer llegar el dinero a un par de decenas de generales españoles”.
“Es muy probable que ni siquiera Hillgarth, March ni nadie se dirigiera a los militares, no hay ningún documento que lo acredite. Además estos dos sujetos son altamente sospechosos”
La pregunta es evidente: ¿por qué no llegó ese dinero?
“Se envió un dinero a estos dos hombres con el fin de ‘convencer’ a los generales españoles de que ese dinero procedía de empresarios españoles que querían evitar la entrada de España en la guerra. Se hizo así porque de esta manera los militares no estarían cometiendo un acto de traición, pero sí de soborno”.
El banquero balear Juan MarchEs decir, que Londres sí pagó, ese dinero llegó a la embajada británica en Madrid, los documentos existen, pero…
“todo hace apuntar a que los militares nunca cobraron”,
dice una y otra vez Fernando Paz.
¿Acaso los generales no tuvieron constancia de que querían ser comprados por el Reino Unido?
Esposas con grandes fortunas
“Es muy probable que ni siquiera Hillgarth, March ni nadie se dirigiera a los militares, no hay ningún documento que lo acredite. Estos dos sujetos son altamente sospechosos. March era mundialmente conocido por ser un verdadero pirata, no hay mucho que decir acerca de su catadura moral. En cuanto a Hillgarth…”
¿Qué pasa con Hillgarth? ¿Acaso un miembro de la embajada se la jugaba a su propio gobierno?
“Hillgarth era muy sospechoso en el manejo de fondos, porque hacía tiempo que le sacaba dinero al gobierno inglés alegando que tenía que pagar a sus intermediarios para obtener información”.
“Hillgarth obtenía la información sin la necesidad de pagar nada, así que se estaba lucrando de su propio Gobierno. Es un indicio evidente de que Hillgarth tenía un afán desmesurado por sacarle dinero a los suyos”
En realidad, nada nuevo en el escabroso mundo del espionaje.
Kim Philby, jefe de la contrainformación de la OTAN que en teoría tenía que espiar a los soviéticos… ¡estaba al servicio de Moscú!
Pero volvamos a Hillgarth, el secretario naval británico.
“En realidad obtenía la información sin la necesidad de pagar nada, así que se estaba lucrando de su propio gobierno. Es un indicio evidente de que Hillgarth tenía un afán desmesurado por sacarle dinero a su gobierno. No sabemos si el embajador inglés Samuel Hoare estaba compinchado o directamente no sabía nada de la operación”.
El secretario naval de la embajada británica en España, Alan HillgarthEntonces, ¿qué hay de la obra de Ángel Viñas titulada Sobornos? En ella el historiador cita a algunos generales españoles que vivían por encima de sus posibilidades.
“Eso es una trampa porque algunos de esos generales se habían casado con mujeres con importantes fortunas, otros directamente el dinero les venía de su propia familia”,
sostiene Fernando Paz.
A las órdenes del generalísimo
Se habla, entre otros, del general Antonio Aranda.
“Es un disparate, Aranda murió prácticamente en la pobreza. Viñas insinúa que los generales tienen el dinero porque lo han cobrado de los ingleses, lo cual está muy lejos de haber sido demostrado”.
Hay otro punto, sin embargo, que parece importante no pasar por alto. La información que la propia embajada británica tenía sobre la política exterior española. ¿Acaso cualquier movimiento de España no lo decidía el generalísimo?
“No tiene sentido lo de comprar generales cuando la propia embajada británica sabía que en política exterior todo lo decidía Franco”
“El embajador inglés sabía que el único que decidía en política exterior era Franco e incluso los ministros de Exteriores españoles reconocían que acataban las órdenes de Franco. Es absurdo desde todos los puntos de vista creer que la embajada en Madrid pidiera a Londres esos dinerales, ya que sabían que no podían influir de facto en la política española”.
Para finalizar, Paz sostiene que incluso el propio Viñas dice al final de su libro que lamentablemente no dispone de la lista concreta de los generales españoles.
“¡Es que muy probablemente no existen tales documentos!”
Entrevista de Actuall realizada a: Fernando Paz.
El día que Hitler quiso el Peñón y Franco se hizo el sueco
En un intento de desestabilizar a Churchill, Hitler planificó la conquista del Peñón.
Gibraltar, la llave del Mediterráneo, ha sido, es y será objeto de deseo, debido a su importancia estratégica. El peñón es un punto vital para Reino Unido, que junto con Malta y el canal de Suez, forma el trípode que sostiene una ruta comercial de trascendental peso en la economía británica.
La Operación Félix fue el nombre dado al plan hispano-germano elaborado durante la Segunda Guerra Mundial (IIGM) con la intención de arrebatar Gibraltar a los ingleses.
Fue programado para el 10 de enero de 1941, pero nunca llegó a ejecutarse.
El plan de Adolf Hitler consistía en lanzar una ofensiva conjunta contra el Peñón, Malta y el Puerto de Alejandría con el fin de desestabilizar a Churchill y obligarle a firmar una paz conjunta, ya que, según sostienen algunos historiadores, Hitler siempre soñó en un mundo gobernado entre las dos potencias, Alemania e Inglaterra.
El oficial nazi que ideó el plan fue el General del Alto Mando de la Wehrmacht Alfred Jodl. El nombre de la operación lo sacó de las antiguas legiones romanas formadas por hispanos que habían luchado en Germania, las cuales eran conocidas por “Félix”.
En junio de 1940, la Alemania nazi de Hitler era dueña y señora de Europa. Mediante la llamada “Guerra Relámpago” arrasó en Bélgica, Holanda y Francia, firmando esta última un armisticio que dio lugar a la llamada Francia de Vichy.
España, ante el avance de Hitler hasta la frontera, cambia su posición en la Guerra de “neutral” a “no beligerante”.
El Estado Mayor advierte a Franco que tarde o temprano los choques entre las potencias europeas terminarían afectando al Mediterráneo, y con ello a España debido a su posición estratégica. Ante esto, Franco fortifica y refuerza las zonas consideradas especialmente sensibles a ser atacadas como eran el Protectorado marroquí, la zona limítrofe con Gibraltar y las islas Baleares.
Durante el verano de 1940, el Estado Mayor alemán aconsejó a Hitler la toma de Gibraltar, ya que consideraba que significaría la rendición de Reino Unido al no poder aguantar mucho tiempo sin su principal red de comercio y suministros. En el caso de que Churchill se hiciera fuerte y decidiera seguir con la ayuda de EEUU, los alemanes tenían planificada una invasión a Gran Bretaña, que finalmente fue la conocida “Operación León Marino”que significó una victoria decisiva para el bando Aliado, configurándose ésta como la mayor batalla aérea de la historia.
Churchill blinda Gibraltar
Tras la caída de Francia, Inglaterra era consciente del peligro y convirtió a Gibraltar en una auténtica fortaleza. Todas las zonas de entrada se llenaron de minas, se reforzaron las guarniciones, se llenó literalmente el Peñón de cañones antiaéreos y, lo más importante, se excavaron 48 kilómetros de túneles, además de convertir su antiguo aeródromo de emergencia en una base aérea.
El General Jodl sabía que de nada servía planificar una operación sin el apoyo de España. Franco debía de dar su visto bueno para que las tropas alemanas atravesasen la península para poder llevar a cabo el asalto.
El III Reich envió a España una unidad de Inteligencia (OKW) al mando del Almirante Canaris. Realizaron observaciones en la zona colindante al Peñón, especialmente en la zona de la Línea de la Concepción.
A finales del verano de 1940 el III Reich mandó a su ministro de Exteriores reunirse con Franco para conocer las exigencias de éste por permitir entrar a la Wehrmacht para realizar la operación.
Mientras, Franco no llegaba a aceptar el trato de manera formal.
Dentro de su ejecutivo existían dos corrientes contrapuestas, aquellos que estaban a favor de unirse a Alemania, como el Serrano Súñer, y otra vertiente favorable a los Aliados, que desaconsejaba entrar en el conflicto debido al estado lamentable del país después de una Guerra Civil.
España pedía para llevar a cabo la invasión el apoyo de los alemanes para defender las Islas Canarias de una posible ofensiva inglesa, numerosas posesiones en África de los franceses y la comida, el combustible y las materias primas que necesitara el Ejército español.
Todas estas exigencias eran inadmisibles para Hitler, principalmente, porque estaba en plenas negociaciones con el mariscal francés Petain, quien no iba a permitir semejante robo. Muchos historiadores alegan que fue una estrategia lanzada por Franco para quitarse de en medio las presiones de Hitler, ya que el Ejército español no tenía entidad suficiente para hacerse cargo de todo lo que había pedido.
Aún así los alemanes confiaban cerrar de forma fructífera la operación en una futura reunión bilateral con la dictadura española. Tras contactos entre Serrano Suñer y Berlín, llegó el famoso encuentro entre Hitler y Franco en Hendaya el 23 de octubre de 1940. Dicho encuentro no sirvió para mucho.
Urge el ataque
En noviembre de 1940 Hitler piso el acelerador y empezó con los preparativos de la operación. Se seleccionó una División de Asalto formada por 16.000 hombres a la vez que se planificó un ataque conjunto por tierra, mar y aire. Además, otra División se desplegaría cubriendo la frontera con Portugal para evitar una posible reacción británica. El 15 de noviembre Serrano Súñer es convocado por Hitler en su residencia de Baviera para ultimar los preparativos.
El almirante Canaris fue clave en la decisión final que toma Franco de no intervenir. Canaris no era un oficial más del III Reich. Él, que no era miembro del partido nacionalsocialista, quedo horrorizado por la campaña desempeñada por las SS en Polonia. Organizó varias conspiraciones internas contra Hitler, siendo descubierto en la famosa Operación Valquiria, arrestado por las SS y ahorcado en un campo de concentración.
Franco no se atrevía a dar el paso, ya que no confiaba que Reino Unido caería una vez conquistada Gibraltar. Además, Canaris en contra de lo que el III Reich le pidió, desaconsejó a Franco seguir con la operación, advirtiéndole que la guerra sería larga y que el Eje no tenía todas las de ganar.
Finalmente Hitler, ante la falta de decisión por parte de España de llevarla a cabo, desestimó la operación.
Los preparativos de la ansiada Operación “Barbarroja” soñada por Hitler en su Mein Kampf fue el límite temporal establecido por el III Reich para llevar a cabo la conquista del Peñón. La planificación militar ultimada en la Operación Félix nunca fue realmente desestimada por el régimen franquista, al pensar éste que era factible poder llevarla a cabo con éxito.
Santiago Orduña. libertad Digital.
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