SE LO MERECEN

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El PP está siendo objeto de permanentes agresiones a lo largo de la campaña para el Estatuto de Cataluña. Un político nacionalista ha tenido el cinismo de decir que “se lo merecen”.Nosotros, sin cinismo de ninguna clase, decimos lo mismo que el personaje citado: “se lo merecen”.

Se lo merecen por persistir en una ficción, en un imposible. Una y otra vez se están prestando al mismo juego. Siempre reciben el mismo trato. Terminan lamentándose. Pero en la siguiente ocasión en que son invitados a participar en la farsa, aceptan. Para recibir todas las tortas en los dos carrillos y por parte del mismo agresor.

La democracia es la más flagrante mentira que existe. Al menos en España. Y quienes la propugnan, o no viven la realidad, o son unos cínicos.
Dicen los demócratas las urnas son sagradas. La voluntad popular, libremente expresada, es la fuente de toda legitimidad. Para el demócrata el voto no se limita a designar quien ha de gobernar o legislar, sino que le confiere la legitimidad. Algo así como la gracia de los sacramentos, pero a nivel laico.

Con tales premisas el ejercicio de la violencia o de la picaresca para forzar o falsear el resultado de la elección debería ser un sacrilegio. Sacrilegio laico, pero sacrilegio.

Pues bien: son quienes más defienden la democracia, quienes se consideran legitimados para tratar a los contrarios como malos demócratas, los que con más frecuencia, podemos decir sistemáticamente, recurren a la violencia en las campañas electorales y a la trampa en las elecciones.

Desde los comienzos de la democracia actual lo hemos visto. Los actos de Alianza Popular fueron hostigados en Vizcaya en la primera campaña electoral. Sufrieron agresiones en Valmaseda (no recuerdo si se vieron obligados a suspender el acto). Sí lo suspendieron en Baracaldo, por la misma razón.

Agresiones de menor importancia se han dado en casi todas las campañas. Siempre en contra de los que se presentan como la derecha. Salvo excepción no suele ser nada grave. Pero siempre se ejerce contra los mismos grupos. Eso demuestras el talante dialogante y tolerante, necesario para el buen funcionamiento de la democracia, de los agresores.

A veces se llega a excesos como los de ahora en Cataluña. Entonces los políticos del bando, en cuyo beneficio ocurren los disturbios, los condenan con indignación, al menos aparente, cuando no los justifican recurriendo al argumento de la provocación (que no es nada nuevo en ellos) como el político catalán que hemos mencionado.

“Nihil novum sub sole”. Esto lo vienen haciendo desde que la democracia se instaló en España. Por eso nos hace gracia quienes recuerdan que D. Ángel Herrera Oria pedía a los católicos que no se lamentase y que luchasen en las urnas. ¿Y las trampas que eran moneda corriente? ¿Puede un católico recurrir a ellas?

Por eso grande es la responsabilidad de los componentes del grupo “Tácito”, católicos con etiqueta de tales y considerados como el brazo secular de la Jerarquía, cuando pactaron con “los de siempre” la vuelta a un sistema democrático que haría (ya lo ha hecho) posible la práctica de violencias y trampas en la lucha política. ¿No sabían con quién trataban? ¿No se daban cuenta de lo que les esperaba? Ahora el PP paga las consecuencias en Cataluña y en todas partes. En cada convocatoria electoral.

No aprobamos las agresiones como el político separatista de marras. Pero decimos y repetimos: “se lo merecen”. Por erigirse en defensores de un sistema que forzosamente lleva a la corrupción. Por prestarse a mantener una ficción en la que reciben las bofetadas y sus oponentes juegan con la ventaja que dan las trampas. Por terminar siendo cómplices de la ruina a que ha llegado España.

Carlos Ibáñez Quintana.

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LOS TOROS Y LOS VASCOS

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En el ambiente de discordia que reinaba en mi pueblo con anterioridad a la Cruzada, yo me forjé la idea de que los nacionalistas eran enemigos de las corridas de toros. No se trataba solamente de aquel “empastre” que organizó el director de la banda de música y en el que el “Batzoki” prohibió actuar a sus socios. Las manifestaciones de los nacionalistas estaban cargadas de expresiones antitaurinas.

Pronto comprendí que era una postura absurda. Por lo menos que no se compaginaba con el ser vasco. En mi niñez yo relacionaba lo vasco con el Valle de Orozco. Se trataba de la comarca vascoparlante más próxima a mi pueblo. Y en Orozco no faltaban nunca las novilladas por San Antolín.

Que el antitaurinismo no iba con lo vasco lo confirmé cuando en el internado me hice amigo de un guipuzcoano que era un manoletista acérrimo. Hablaba mucho de toros. Entendía a pesar de su corta edad. Discutía con otro compañero vitoriano que era partidario de Pepe Luis Vázquez.

Para entonces ya me había enterado por la prensa de la importancia que tenían las ferias taurinas de Azpeitia, Tolosa y San Sebastián.

Cuando cursaba la carrera un compañero de Tolosa, perteneciente a una familia notable en el nacionalismo guipuzcoano, me informó de destacados nacionalistas de su provincia entusiastas de la fiesta de los toros.

Mi compañero de internado me dijo de un religioso del siglo XVIII que recomendaba a los predicadores que dijeran que en el cielo había corridas de toros, para que los guipuzcoanos recibieran un estímulo más a procurar su salvación.

En muchas localidades de Guipúzcoa existen plazas de toros fijas. En Eibar la calle que conduce a la plaza se llama “Zezenbide” (Camino de los toros). Las tradicionales pruebas de hachas tienen por escenario la plaza de toros, en las localidades en que existen. Y las competiciones de “korrikolaris” consisten en dar vueltas a un ruedo taurino.

Es curioso que la corrida de toros tiene su nombre en vascuence: “zezenketa”. Mientras que las pruebas de pelotaris, no poseen denominación propia.

En Vizcaya no conozco ninguna plaza fija de fundamento, aparte de la de Bilbao, más que la de Orduña. Hay cosos muy rudimentarios en las Encartaciones, donde tradicionalmente se han lidiado novillos del País denominados “monchinos”.

También la había en Lequeitio. Pero ello no era obstáculo para que en muchos pueblos se celebrasen novilladas en plazas portátiles. Se hizo célebre el caso de Plencia. Para su plaza portátil se vendían, además de las clásicas entradas de sol y sombra, “entradas de sol con sombra de acacia”.

Los toros tienen su reflejo en el folklore. En Durango y su zona se cantaba:
Dira, dira, zezenak dira/ buztena motza, adar zorrotza/ arrapatzen ba zaitu/ bertan, bertan ilgo zaitu.
(Son los toros, con el rabo corto y el cuerno afilado, si te pilla uno, allí mismo te mata)

La melodía era interpretada por el chistulari entre toro y toro y el público la coreaba.

El posicionamiento antitaurino de los nacionalistas vascos es algo que, sin temor a exagerar, podemos calificar de ridículo. Don Manuel Eguileor, fue un destacado sabiniano, autor de la obra “De su alma y de su Pluma”, antología de las mayores burradas de Sabino de Arana, que hoy sus seguidores pretenden ignorar. Un pariente suyo nos ha contado que fue desterrado a Burgos durante la Dictadura de Primo de Rivera. Allí, donde era desconocido, asistía a todas las corridas de toros, lo que no hacía en Bilbao por mantener la figura.

Parece ser que en el origen de tan absurda conducta estaba el fracaso de Sabino de Arana. Según un seguidor suyo, en su juventud participó en un festival taurino (no recuerdo si me dijo que en Amorebieta o Lemona) Le correspondió poner un par de banderillas y lo hizo mal.

El nacionalismo, como todo movimiento que carece de principios firmes, necesita de actitudes que le diferencien del entorno y le proporciones una personalidad. El rechazar las corridas de toros fue una de tantas “poses” que vincularon a sus seguidores con el nuevo grupo. Era además algo así como la instrucción en orden cerrado en el ejército. No sirve para combatir, pero sí para acostumbrar al soldado a obedecer. Del mismo modo el acto de obediencia, que suponía abstenerse de las corridas de toros, habituaba a los peneuvistas al fiel acatamiento de posteriores consignas.

Claro que con ello se rechazaba una fiesta que en todo el País Vasco tiene siglos de arraigo. Eso no importaba. ¡Son tantas las tradiciones vascas que el nacionalismo ha rechazado para forjar su mito!

Zortzigarrentzale

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LA LECCIÓN DE LECH WALESA

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En Bilbao, en el curso de las “I Jornadas de Católicos y Vida Pública en el País Vasco, habló el expresidente de Polonia Lech Walesa.

De su interesante disertación hemos de destacar tres puntos.

Dijo que los partidos políticos se organizan y desaparecen, los principios son permanentes. Esto es muy aleccionador para nosotros los carlistas. Mantenemos unos principios permanentes, que ningún otro grupo político mantiene. Por eso no nos desanima el que la situación actual de nuestra organización sea de debilidad con relación a la importante labor que nos corresponde. El grupo que consiga librar a España del yugo que padece tendrá que hacerlo a partir de nuestros principios de Dios, Patria y Rey. No existen otros. Todos los demás han fracasado. Con todo el entusiasmo y la fidelidad más absoluta los mantenemos para bien de todos los españoles.

Relató sus años de lucha contra el comunismo dominante. Él no era más que un modesto electricista procedente del medio rural, donde había recibido una educación reciamente cristiana, que incluía una confianza ilimitada en la ayuda de Dios. Pasaban los años y no lograba reunir más que a un grupo de diez personas.

Pero él siguió confiando en la justicia de su causa. O. lo que es lo mismo, en Dios. Luego vino lo que vino. Eso ha ocurrido hace pocos años en Polonia. ¿Por qué no hemos de esperar que pase lo mismo en España, cuando menos lo pensemos?
Hizo referencia a su fracaso como Presidente de Polonia. Él había prometido a los trabajadores muchas cosas que consideraba justas. Llegó a Presidente y comprobó que no podía cumplir sus promesas. Esto tienen que tenerlo en cuenta nuestros sindicalistas.

Es un error orientar las aspiraciones de los trabajadores a colocar en el gobierno a uno “de los suyos”. Un trabajador no está preparado para ser presidente de una nación. Además, tan pronto llega a ser presidente, deja de ser trabajador. Ya hemos visto qué ventajas consiguieron los trabajadores cuando el PSOE, estrechamente unido a uno a la UGT, uno de los sindicatos más poderosos de España, llegó al poder: ninguna. Lo mismo que en Polonia. La única diferencia estriba en que Walesa ha reconocido su error y su fracaso y aquí nadie lo ha hecho.

No hacen nada los trabajadores empeñándose en que mande uno “de los suyos”. Estarían más acertados si se unieran y lograsen que sus organizaciones gozasen de una representación política. Lo mismo que en el anterior régimen pero sin que esa organización fuera “un engranaje de la máquina estatal”, como sus mismos jerarcas la definían, sino respondiera a una organización de la sociedad, distinta e independiente del estado.

Una organización fuerte por su unidad y eficaz por su no dependencia de los gobiernos. Una organización capaz de dialogar con otros estamentos de la sociedad. De conseguir que sus aspiraciones se conviertan en leyes. De poseer jurisdicción para vigilar que esas leyes se cumplan y de sancionar a los que las quebranten. De los antiguos gremios, suprimidos por el liberalismo, podemos aprender muchas cosas aplicables al momento presente.

Ignoro qué conclusiones sacarían otros asistentes a las jornadas. Yo al menos, del mensaje de Walesa saqué nuevos ánimos para seguir luchando por los únicos principios que merecen la pena: Por DIOS, por LA PATRIA y EL REY.

Carlos Ibáñez Quintana.



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YA ES TARDE

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Carlos Ibáñez Quintana (28/06/06)

Se viene hablando, en la segunda quincena de junio, de la posibilidad de que la Conferencia Episcopal defienda en público documento la unidad de España.
Por las dificultades que ello traería para el Presidente de la misma, que es Obispo de Bilbao, preferiríamos que la Conferencia se abstuviera de entrar en ese terreno.
Conocida es la delicada situación de D. Ricardo Blázquez en su diócesis. Tiene que enfrentarse a un clero rebelde, hereje, cismático y separatista. Sí, sí, hereje; aunque ello suene fuerte. Hablamos con conocimiento de personas.

Amigos nuestros se quejan de que D. Ricardo no actúe con la contundencia que es necesaria. Por algo lo hará. Seguro que teme producir males mayores. De todas maneras quien tiene la gracia de estado para regir la diócesis es él. Ayudémosle con nuestras oraciones y concurso personal y dejemos a Dios la función de juzgar.
Como anticentralistas que somos, pensamos que la Conferencia Episcopal debería tener en cuenta las especiales situaciones de ciertas diócesis y abstenerse de dar normas que puedan interferir en los planes de sus respectivos Prelados.

Es indudable que a la Iglesia le afecta el problema de la temida desmembración de España. Pero creemos que no es la manera adecuada pretender una declaración conjunta sobre la materia. Declaración a la que se opondrían bastantes obispos dando origen a una división entre ellos.

¿Tiene que hablar la Iglesia? La Iglesia debería de haber hablado hace muchos años.

El origen del separatismo es el liberalismo, como venimos manifestando cuantas veces tenemos oportunidad. Liberales son los principios en que se basan los nacionalistas, aunque, invoquen unos derechos históricos, incompatibles con el nacionalismo con un total desconocimiento o falsificación de la historia. Fue el estado liberal centralista el responsable del descontento de las regiones. Lo que preparó el terreno para que arraigase la semilla de las malas ideas. Y la Iglesia pactó con el estado y la monarquía liberales. Hizo la vista gorda ante el liberalismo de la dinastía usurpadora y mantuvo con ella unas relaciones de amistad que no correspondían a la solapada persecución de que era objeto. Se comportó con el usurpador como siglos antes lo hiciera con los reyes que preferían perder sus dominios a reinar sobre herejes. Entre otros ejemplos, ¿no era un contrasentido que se mantuviera el privilegio de presentación de los obispos en manos de un rey que no pintaba nada, de modo que la designación efectiva correspondía a Ministro de Gracia y Justicia, que en ocasiones era un masón?

La pérdida de la catolicidad de España fue una de las causas de la aparición del separatismo. Lo había anunciado años antes Menéndez y Pelayo en el epílogo a los “Heterodoxos”.

Tampoco comprendemos que aún no se haya pronunciado una solemne condena del nacionalismo vasco. Es tan merecedor de ella como lo fueron el Fascismo italiano, el Nacionalsocialismo alemán o la Acción Francesa de Maurras.

La condena a este último movimiento se debió fundamentalmente a que sus dudosas doctrinas prendieron especialmente en ambientes católicos. ¡En ambientes católicos prendió también el nacionalismo vasco! ¿Cómo calificar a un movimiento xenófobo y racista, movido por el resentimiento, que exhibe como lema el de “Jaungoikoa eta Lagi Zarrak” (Dios y Leyes Viejas)?

Cierto es que desde su aparición los nacionalistas fueron amonestados repetidas veces por la Jerarquía. A Don Ángel Zabala por haber escrito un artículo en que acusaba de mujeriegos a los agustinos de Guernica. Tenía que desprestigiarlos porque procedían de otras regiones de España. Y no encontró mejor camino que el de calumniarlos.

El mismo señor escribió una historia de Vizcaya que fue prohibida por el Obispo. En otra ocasión el diario “Euzkadi” hubo de pedir disculpas por la irreverencia con que trató a los obispos que habían participado en la coronación de Nª. Sª. de Estíbaliz.

Pero no hubo una condena solemne de las doctrinas que lo fundamentaban.
Condenación necesaria como lo han demostrado hechos posteriores.

Desde 1932 vienen celebrando su Aberri Eguna en coincidencia con la Pascua de Resurrección. Iniciaron la celebración en unos tiempos de fervor católico del PNV. Pero la Jerarquía tenía que haberse opuesto a tan improcedente confusión. Para la política ya hay un calendario civil al que ajustar las fechas de las conmemoraciones. Ni entonces ni después se les ha dicho a los nacionalistas que vincular la independencia de Euzkadi a la Resurrección del Señor es….., no sabemos qué calificación darlo. Pero es intolerable.

Por ahí tenían que comenzar los obispos de las diócesis afectadas.

Por parte de la Conferencia Episcopal, mejor callar o al menos abstenerse de una afirmación contundente. Esperar que nacionalismo y catolicismo se vayan separando. Al auténtico nacionalista de hoy le importa muy poco el cristianismo. El mismo PNV suprimió en Pamplona, en el primer congreso que celebraron con la llegada de la democracia, el lema “Jaungoikoa eta Lagi Zarrak”. Los sacerdotes separatistas se irán extinguiendo. Las escasas vocaciones que surgen pasan de nacionalismo, gracias a Dios. El resurgir de estas diócesis vendrá del soplo del Espíritu a través de los grupos que ya están en marcha.

Después de haber callado durante tanto tiempo frente a los gobiernos liberales y las aberraciones nacionalistas, ya es tarde para hablar.

Carlos Ibáñez Quintana