Fuente: The Social Crediter, Vol. 47, Nº. 1, Sábado 8 de abril de 1967, página 2.

Visto en: SOCIAL CREDIT.AU



Era de Materialismo


(Originalmente publicado en “The Social Crediter” de 3 de marzo de 1956)


Una de las principales características de una Era de Materialismo es su aparente falta de un principio unificador, y ésta es probablemente la principal razón de la prevalencia –de la casi universalidad– de la concepción episódica de la historia. La concepción episódica –no sólo de la historia, sino de la vida– consiste en que todo ocurre en el día a día; una actitud o perspectiva del tipo “Me pregunto qué ocurrirá hoy”. Es como si la noche tuviera el poder de cancelar las consecuencias del día.

Si, tal y como defendemos, la historia consiste en una política cristalizada, debe recordarse que esa política consiste en la aplicación de una filosofía. La historia –y, en este sentido, una civilización o cultura dada– es la expresión concreta de la filosofía. “En el principio fue el Verbo”. “La sociedad es primariamente metafísica.” Si estas afirmaciones son ciertas –y la posición del Crédito Social descansa en la asunción de que sí lo son– entonces incluso una Era Materialista posee una base metafísica. Es decir, los acontecimientos y apariencias del día a día son el resultado de una continua política, la cual a su vez deriva de una determinada creencia. En lo que a las masas se refiere, esta creencia puede consistir en que no hay nada en lo que creer, fuera del “bien” de la ocupación y de la diversión.

Pero existe bastante evidencia de que esta “creencia” de las masas es el resultado de una política diseñada para inculcarla: una política de ataque contra la cultura autóctona, llevada a cabo mediante una propaganda subversiva (no solamente comunista), y a través del mestizaje. Parafraseando al Profesor Toynbee, la revolución industrial está siendo usada para disolver las culturas autóctonas, y crear grandes ciudades cosmopolitas cuyas poblaciones están siendo reclutadas de todos los rincones de la tierra.

Detrás de esta política debe haber una filosofía de la cual derive. Del mismo modo que los siglos de grandeza de las Islas Británicas, y de Europa, por ejemplo, fueron el resultado de una creencia –manifestándose en una política– en un Dios Trinitario; o en el caso de China, en una creencia –que también se manifestó en una política– en el Tao; así también el Estado de Bienestar es el resultado de la creencia –que se manifiesta en una política– en la misión de un Pueblo Elegido para gobernar un Mundo Unitario.

Esta creencia, y su política derivada (que, por supuesto, ha variado en su adaptación a las circunstancias), ha tenido un comienzo en el tiempo; pero ahora nos vemos enfrentados ante una tremenda aceleración en su extensión: gracias sobre todo –como apunta el Profesor Toynbee– a la revolución industrial y a la aniquilación de las distancias, a lo cual podríamos añadir la virtual simultaneidad de las modernas comunicaciones.

Es esta aceleración lo que constituye el problema para el Crédito Social. Es esto lo que hace que la concepción episódica –particularmente, de los acontecimientos contemporáneos– parezca una concepción apropiada o correcta. Los acontecimientos aparecen ahora como si “ocurrieran por sí mismos”, de tal forma que su derivación a partir de una política aplicada de manera continua sea algo mucho más difícil de poder captar.

La razón para esta aceleración es el progresivo reemplazamiento de una filosofía, o sistema de creencias, por otro. Una cultura homogénea puede naturalmente verse desplazada sólo de manera lenta al principio; pero a medida que se procede con este desplazamiento o reemplazamiento, llega un punto en donde la ventaja está de parte de la filosofía reemplazante. Y es ahí en donde hoy en día nos encontramos.

La situación es como una balanza con platillos, con el Crédito Social a un lado, y el Estado de Bienestar en el otro; a medida que uno sube, el otro baja. No se trata de una cuestión de sistema, sino de perspectiva. El Crédito Social es la política de una filosofía; al tiempo presente, la falsa filosofía está en ascenso, por lo que, en este sentido, la política del Crédito Social resulta inaplicable y, a fortiori, lo mismo le ocurre a la técnica del Crédito Social. Esta última, sin embargo, es ciertamente aplicable en el sentido de que, como mínimo, un sistema financiero aritméticamente correcto constituye un prerrequisito para la recuperación, cuando estemos en una posición de querer recuperarnos. De esta forma, la correcta aplicación de la política del Crédito Social en el momento actual consiste en reducir el ascenso de la filosofía opuesta. Hoy en día existen signos de oposición a esta filosofía en muchos frentes, a medida que los frutos del árbol se hacen patentes. Pero no tiene utilidad ninguna que nuestros higos colgantes estén en la zarza; sino que ésta tiene que ser arrancada de raíz: entonces veremos en qué condiciones está la higuera.