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Tema: "Ideología, praxis y mito de la tecnocracia" (recensión por Claudio Finzi)

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    "Ideología, praxis y mito de la tecnocracia" (recensión por Claudio Finzi)

    El texto está tomado del nº 173-174, del año 1979 de la revista católico tradicional Verbo, páginas 471-475.


    LA TECNOCRACIA, EXAMINADA POR JUAN VALLET DE GOYTISOLO (*)


    Por Claudio Finzi (**)


    Hace varios años que Juan Vallet de Goytisolo se interesa por el problema tecnocrático, al que, además de este volumen, le ha dedicado diversos artículos, conferencias e intervenciones en congresos. El mismo libro del que nos ocupamos, ha sufrido una notable revisión y ampliación, de tal suerte que esta tercera edición (la segunda en castellano, pues ha aparecido una portuguesa en 1974) resulta ser, prácticamente, un volumen doble respecto al de la primera edición de 1971 (***).

    El mismo título sería suficiente para indicar el contenido del volumen, pero no resulta inútil recorrerlo, siquiera sea brevemente. La primera parte la dedica Vallet a una rápida indagación acerca del concepto de ideología y de la definición de tecnocracia, viendo si los dos vocablos y la idea que ambos entrañan son compatibles, en otras palabras, si la tecnocracia es o no es una ideología. La respuesta es afirmativa.

    Completando este razonamiento introductivo, el autor se adentra en la argumentación, presentando la tecnocracia según los tres aspectos ya indicados en el título de la obra.

    En primer lugar, los aspectos estrictamente ideológicos, examinados no solamente en la actualidad, sino también en sus orígenes pasados, en el pensamiento de los antepasados de los tecnócratas contemporáneos. Respecto a la actualidad, Vallet pone de relieve los elementos fundamentales del sentir tecnocrático: la cuantificación de la realidad social, el intento de racionalización global del cosmos, la planificación económica como instrumento único y necesario para conseguir el desarrollo económico, fin último y principal de la tecnocracia.

    A continuación, la praxis. ¿Quiénes son los tecnócratas? ¿De dónde proceden, tanto intelectual como socialmente? ¿Cómo operan? ¿Cuáles son los instrumentos de su obrar, antes y después de la conquista del poder? ¿Cómo utilizan al máximo los instrumentos que ofrece la tecnología moderna? ¿Cuáles son. sus objetivos inmediatos respecto a las personas y a las cosas?

    Por último, el mito tecnocrático, es decir, la idea fuerza, irreal pero eficaz, por el que la tecnocracia resulta difícil de controlar y de contrarrestar, pues responde a la antiquísima aspiración humana que, aunque extraviada, sin embargo, ahora se expone libremente, sin ningún sentido crítico y sin ninguna posibilidad de control en la realidad. Típico, característico y verdadero motor de la tecnocracia es el mito del progreso indefinido.

    Concluye el volumen con una cuarta parte —modestamente titulada «Epílogo»—, en la que el autor trata de indicar cómo, según su opinión, es posible oponerse a la tecnocracia, mito devastador de toda realidad humana.

    * * *

    El razonamiento de Juan Vallet, desarrollado con tanto rigor como pasión, provocada —según parece— por una atenta observación de la realidad española, a caballo entre los años sesenta y setenta, se mueve hábilmente en dos planos: uno estrictamente filosófico, y el otro sociológico. El autor interpreta la filosofía moderna, en su largo desarrollo desde Descartes acá, a la luz de los principios católicos y de la filosofía tomista; destacando los caracteres típicos en la pérdida progresiva de aquel buen sentido que poseía el «realismo moderado» que siempre debiera guiar al hombre en su esfuerzo por comprender el mundo.

    Por ese camino se pierde el sentido de la realidad; la mente humana crea un mundo ficticio, de «ideas» que no tienen fundamento alguno en la naturaleza. La misma naturaleza carece de significado, sustituida también ella por algo artificial, primeramente como pura creación intelectual y, enseguida, como un mundo construido, incluso, materialmente, por el hombre, en cuanto esto es posible. Más tarde comienza la «rebelión de las cosas», que demuestra, incluso prácticamente, como tal pretensión es meramente volitiva.

    Por lo tanto, aunque por otro camino, Vallet llega a un diagnóstico que recuerda mucho y se aproxima al de Eric Voegelin. Pero, mientras que éste desarrolla sus indagaciones en un ámbito estrictamente político, el español —como hemos señalado— pasa directamente del análisis histórico-fiíosófico al sociológico, quedando casi implícitas las consecuencias en el plano de la teoría política.

    Tenemos —a título de ejemplo— sus consideraciones en torno al fenómeno de la «inflación». Ésta no se contempla como fenómeno meramente económico, y mucho menos como correctivo necesario, casi medicinal, para situaciones económicas patológicas. La inflación, señala Vallet, procede necesariamente de la necesidad de conseguir uno de los objetivos tecnocráticos: la progresiva homogeneización de la colectividad humana y el trastrocar la relación de «producción para el consumo» en relación de «consumo para la producción». Y el razonamiento no es simplemente teórico, ya que se basa en datos de hecho tomados de la experiencia de los últimos decenios.

    * * *

    Así entendida, la tecnocracia es uno de los dos aspectos del mundo moderno, del que el socialismo, más o menos enmascarado, construye el otro. Los dos fenómenos, por tanto, son rápidamente analizados, tanto en sus diferencias como en, sus puntos, de convergencia. Así como el socialismo, también la tecnocracia tiene lejanas raíces en el pasado europeo, pero ésta, por su parte, recoge en mayor medida sugestiones y sentimientos difusos en el mundo de hoy. Un largo hilo rojo une la ruptura luterana y cartesiana a las pretensiones tecnocráticas modernas; y si a veces el razonamiento de Juan Vallet, al querer indicar las radicales concordancias entre mundo moderno, tecnocracia, socialismo, corre el riesgo de ahogar entrambos en un modernismo indiferenciado, de cualquier modo sus argumentos están, indudablemente, llenos de sugestiones y referencias exactas.

    Resulta del proceso un sistema caracterizado por querer «realizar mediante el gobierno del Estado la racionalización cuantitativa de todas las actividades, desde la enseñanza y la información, hasta la economía, el trabajo y el ocio, partiendo de una concepción ideológica del mundo «que admite su mecanización centralmente dirigida por algunos cerebros capaces de impulsarla del modo más eficiente».

    En estas breves líneas se ha dicho todo: lo que quieren los tecnócratas y cómo quieren conseguirlo. Y, más aún, también se analiza el peligro del totalitarismo tecnocrático, en el cual no existiría ya ninguna posibilidad de salvación para el hombre.

    * * *

    Aunque sea sucintamente, hemos expuesto en esta reseña la materia del libro y su desarrollo, tendente a encuadrar en el curso histórico del pensamiento europeo el moderno predominio de la técnica y del hacer del hombre sobre sus otras actividades y modos de ser; predominio que, paradójicamente, por querer permanecer anclado en la materialidad de la naturaleza, llega a crear un mundo irreal de relaciones carentes de contenido, aunque capaces de influir en el hombre. Parece oportuno, sin embargo, añadir algunas consideraciones sobre las principales diferencias existentes entre la primera edición del libro y esta de 1975.

    Todo el volumen ha sido radicalmente renovado con frecuentes añadidos y numerosas referencias nuevas, pero la parte que ha sufrido la mayor modificación es la dedicada a la praxis tecnocrática, en buena parte totalmente nueva, como si el autor hubiera intentado confirmar, con una consideración más atenta de los elementos de hecho, de la conducta «práctica» de los tecnócratas, todo cuanto ya había examinado en el plano de las ideas. Agudas y precisas son las consideraciones sobre el significado de las matemáticas y de las calculadoras en el mundo contemporáneo, no en cuanto instrumentos «científicos» (tal polémica, fundamentalmente ineficaz, no entra en la intención de Juan Vallet de Goytisolo), sino en cuanto a su utilización y lugar en el contexto contemporáneo. Nuevo, también, el razonamiento sobre el significado de la pretensión de manipular genéticamente al hombre y sobre la progresiva manipulación tecnocrática de la enseñanza.

    Para nosotros resulta interesante el mayor espacio dedicado al pensamiento italiano de los últimos decenios. En la primera edición ya eran frecuentes las referencias a la obra de Michele Federico Sciacca; ahora encontramos, además, la obra de Ugo Spirito, a quien también critica extensamente su opinión de que solamente en la ciencia es posible, hoy, volver a. encontrar el camino de la unidad del saber humano, además de otras opiniones siempre discutibles. Citada más veces, también hallamos la obra de Roberto Vacca.

    Nuevas también son las consideraciones hechas en torno al trabajo y a las publicaciones del Club de Roma, en particular de su animador, Aurelio Peccei. Sin embargo, no compartimos la opinión que Vallet utiliza para demostrar que resulta engañosa, en los hechos, la fe tecnocrática en un progreso económico y técnico indefinido. En realidad, como hemos escrito en otra ocasión, aunque pesimista, también la de Peccei es una mentalidad tecnocrática que intenta regular un mundo cerrado y no en desarrollo, pero siempre mediante la técnica, cuya primacía no discute.

    Sin embargo, debemos recordar que más tarde el mismo Juan Vallet de Goytisolo ha mostrado dudas, de tal manera que ha vuelto a considerar los mismos textos en un artículo, publicado en la revista Verbo en 1977, en el cual ha escrito que en el caso de que se llegase a la «general convicción de que las advertencias de los ecólogos fuesen ciertas, los planes de desarrollo serían sustituidos por planes de distribución de la penuria, y que su «racionalización» sería impuesta totalitariamente a escala estatal, si no pudieran hacerse a medida mundial, resolviéndose según el criterio de unas pocas mentes esta grave operación», obviamente las rectoras, criterio que, como ya señalamos,
    pertenece integralmente a la ideología tecnocrática (1) (****).




    (*) Reseña del libro de Juan Vallet de Goytisolo Ideología, praxis y mito de la tecnocracia, Madrid, Editorial Montecorvo, 1975 (336 págs.), publicado en la revista Storia e Politica, año XVII, fascículo 2 (1978), páginas 382 y 385.

    (**) El profesor Claudio Finzi, investigador del Istituto di Studi Storici de la Facultad de Ciencias Políticas de Roma, es uno de los más profundos conocedores actuales de los temas que suscita la tecnocracia y de la bibliografía correspondiente. Conocemos de él, a este respecto, dos interesantes y agudas investigaciones: su libro Il potere tecnocratico, Roma, Bulzoni, Ed. 1977, y su comunicación al Quarto Incontrò romano della Fundazione Volpe, I piloti dell' «astronave Terra», publicada en el número 27 de Intervento.

    (***) Aún ha aparecido una cuarta edición, en 1979, publicada en Sao Paulo (Bradi) por Mundo Cultural. Ltda., con el título O perigo da desumaniçao, a través do predominio. da tecnocracia, traducción al portugués de la edición española de 1974.— (Notas del traductor).

    (1) Juan Vallet de Goytisolo: «La tecnocracia», en Verbo, núm. 158, septiembre-octubre 1977, págs. 1153-1172. El artículo reproduce una conferencia del autor desarrollada en Sao Paulo (Brasil).

    En el número siguiente de la misma revista aparece otro ensayo de Vallet, El hombre en la sociedad de masas, en el que el autor emplea también argumentos bastantes próximos a los utilizados en el ensayo sobre la tecnocracia (Verbo, Madrid, núm. 159-160, noviembre-diciembre 1977, págs. 1383-1409).


    (****) Vallet, en la conferencia que pronunció el 18 de marzo de 1977 en la Plurifacultad de Guarulhos, de Sao Paulo (véase Verbo 158), rectificó totalmente, y sin lugar a dudas, su primer criterio de considerar el desarrollo como característica esencial de la tecnocracia. Así, leemos:

    «En cambio, tal vez no sea una característica común otra que durante mucho tiempo le ha sido atribuida: la realización del desarrollo, impulsándolo hacia el progreso indefinido, constituido en mito. A partir de hace unos cinco años, parece que ese carácter es meramente adjetivo, que sólo se asume durante períodos de eufórico bienestar, optimismo y mística fe en el progreso, contemplado como inevitablemente unido a una evolución ineluctable» (pág. 1157).

    «... Y es seguro que si un día se llega a la general convicción de que las advertencias de los ecólogos son ciertas, los planes de desarrollo serán sustituidos por planes de distribución de la penuria, y su "racionalización" será impuesta totalitariamente a escala estatal, si no pudieran hacerlo a medida mundial, resolviendo, según el criterio de unas pocas mentes, esta, grave operación» (pág. 1159).

    Por lo cual, llega a esta conclusión;

    «Creemos que una vez separado aquello que ha sido, qué es, o que puede ser ocasional en los diferentes tipos de tecnocracia observados, aún hallamos reafirmados en todos unas características comunes y que pueden servirnos para trazar las únicas líneas que resultan esenciales a su concepto, a saber:

    »— Una concepción ideológica cientificista del mundo, que considera la ciencia con la función práctica de construir el mundo, y así hace de ella un absoluto, al menos prácticamente.

    »—Una concepción totalitaria, en el sentido de que sean asumidas todas las actividades de la sociedad, ya sea por el Estado, ya por alguna organización multinacional, sinárquica, o bien por un supergobierno mundial.

    »-— Una concepción operativa, que usa de los mejores adelantos técnicos para ordenar —planificar— centralmente, desde arriba, el mayor bienestar posible, ya sea impulsando el desarrollo y el consumo, o bien frenándolos y planificando los nacimientos, distribuyendo la riqueza y las rentas, el bienestar o la escasez, la cultura y las informaciones de masa» (págs. 1159 y sigs.).—(Nota de traductor).


    Fuente: FUNDACIÓN SPEIRO

  2. #2
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    Re: "Ideología, praxis y mito de la tecnocracia" (recensión por Claudio Finzi)

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Fuente: Verbo, Número 143-144, Marzo-Abril 1976, páginas 533 a 535.



    INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA



    Juan Vallet de Goytisolo: IDEOLOGÍA, PRAXIS Y MITO DE LA TECNOCRACIA (*)




    En una tercera edición actualizada y ampliada reaparece el libro [de] Juan Vallet de Goytisolo Ideología, praxis y mito de la tecnocracia. Una segunda edición portuguesa conoció éxito semejante a las castellanas.

    Se trata de un libro fundamental –diríamos clásico ya en el escaso lustro transcurrido desde su aparición– para la comprensión del mundo espiritual en que nos movemos y las raíces profundas de su crisis.

    Vallet de Goytisolo, académico y figura relevante de las letras jurídicas, es conocido por más de diez libros de política y derecho, entre los que destaca el todavía reciente Sociedad de masas y derecho. El que ahora comentamos –que complementa a este último– es un diagnóstico profundo y clarividente de la situación por que atraviesa el hombre contemporáneo, beneficiario (y víctima) de procesos históricos con raíces muy remotas.

    Ya en los albores de la modernidad, el canciller Francisco Bacon, en su Instauratio Magna Scientiarum intentó replantear el sentido del saber humano: no ha de tratarse en él de una búsqueda desinteresada y contemplativa de la verdad como para los antiguos, ni de una vía de acercamiento a Dios como suprema Verdad, al modo de los medievales cristianos, sino de un mero “saber para prever y para proveer”. Aquella aparentemente humilde limitación de objetivos científicos ha culminado, a través de cinco siglos de racionalismo, en el ideal contemporáneo de la tecnocracia. Este libro pone el dedo, no sólo en el nudo de nuestra actual mentalidad teledirigida, sino en el sentido del proceso que la ha originado.

    El descrédito del término ideología –como sistema de ideas– es ya antiguo y reconoce orígenes diversos. Desde que la sociedad post-revolucionaria dejó de regirse por una “ortodoxia pública” de común aceptación –sobre una “unidad religiosa” en el fondo– y se abrió paso a un estado de opinión, la “ideología” de partido se reveló como un tan débil y cambiante fundamento del Estado y del Derecho que hubo de acarrear el descrédito del término “ideología” aun en su sentido amplio. Aún más lejanamente, el espíritu práctico o realista de los ingleses hacía equivalente la expresión “se trata de un punto de vista puramente teórico” (ideológico) con una inepcia o una utopía.

    En cierto modo, el mismo anhelo pacificador que alentó en el liberalismo de Locke frente a las luchas religiosas de su tiempo, alienta hoy en este anti-ideologismo que sirve de base al ideal tecnocrático. Así, se ha pensado –escribe Vallet– “que a escala internacional las luchas ideológicas se evitarían –igual que en un Estado la lucha de partidos–, y se superaría la heterogeneidad de culturas, con una homogeneidad técnico-administrativa. ¡He ahí el ideal de la tecnocracia!”.

    Sin embargo, el impulso “desmitificador” de las ideologías –como antes el de las religiones– ¿no implica acaso (se pregunta Vallet) una nueva ideología cientificista que se aferra a un nuevo mito? Se trata de la misma aporía del racionalismo. Para éste la Razón es capaz de penetrar (en un futuro teórico, la meta del Progreso) la realidad universal –toda realidad– eliminando en su avance las zonas de supuesto misterio que se reservaban a la religión y a la pura existencialidad. La creencia en un Dios creador supone una fe que el racionalismo trata de eliminar: nadie, en efecto, ha visto a Dios por vía natural en este mundo. Pero tampoco nadie ha visto (ni, por principio, llegará a ver) ese término último del Progreso en que la Razón alcanza la omnisciencia. Es decir, que el intento racionalista consiste en sustituir una fe por otra.

    El mito que implica la tecnocracia y el “ocaso de las ideologías” es el de la superación de éstas por su convergencia hacia un “estado de cosas” (no de ideas) que imponga la realidad de la Técnica (de una sola técnica) como tratamiento único y sistema universal de gobierno. Las consecuencias teóricas de este mito de la convergencia tecnocrática son múltiples, insospechadas. Pero todas encaminadas hacia el socialismo, hacia la masificación del hombre y hacia el marxismo. Vallet las analiza de modo magistral hasta sus últimas implicaciones. La técnica, desprovista de ideología (y, por supuesto, de fe religiosa) se convierte en praxis, no meramente cognoscitiva ni directiva, sino creadora de un mundo nuevo para un hombre nuevo. Trasladado el mito al orden religioso (o seudo-religioso) tendremos el progresismo y el evolucionismo teilhardiano basados también en una supuesta convergencia religioso-científica o religioso-tecnocrática, previo el desarrollo convergente (o ecumenista) de las propias religiones.

    Frente a este mundo de la utopía (y de la apostasía) que hiere al hombre mismo en un ensayo de masificación total y destruye la esencia sanamente pluralista de la sociedad, expone Vallet en el epílogo de su libro los cauces de una terapéutica reconstructora, tanto a nivel personal, como político. Consecuencia de la tecnocracia es una actitud de absentismo en el individuo ante cualquier género de responsabilidad personal, haciéndole esperarlo todo del Estado o de otros poderes lejanos y anónimos. “La preocupación obsesiva por el bienestar material constituye, entre nosotros –dice–, un caldo de cultivo para un materialismo difícil de vencer. Materialismo que ya no se apoya, como antes, en máximas cínicas y provocadoras que tenían la ventaja de despertar a los espíritus. Es un materialismo de hecho, implícito, que conduce al mayor absentismo cívico y político que el mundo ha conocido tras la decadencia del Imperio romano. Y el Imperio romano desapareció precisamente por esta causa”.

    El sentido de responsabilidad personal sólo puede renacer en el seno de “cuerpos intermedios” de la sociedad vigorosos, condición de un orden social que pueda llamarse libre. Como escribía recientemente José M.ª Arauz de Robles, el sentido profundo del calificativo de “Liberación” que se dio a nuestra guerra de 1936 sólo puede entenderse como liberación de la sociedad misma en su dinámica interna, en sus autonomías legítimas y en el entusiasmo y responsabilidad de sus miembros.

    Como es costumbre en su obra, utiliza Vallet en este libro gran número de párrafos de autores diversos al hilo de su propio razonamiento. Párrafos brillantes que unen a su expresividad bien seleccionada la autoridad de sus orígenes. Sistema éste que no hace perder originalidad ni vigor al razonamiento y que recuerda al utilizado por otro gran jurista e historiador del Derecho, Salvador Minguijón. Método de humildad y de continuidad creadora que evoca también al de la Escolástica (sic et non abelardiano y tomista) de tan dilatada fecundidad en su época.

    Libro éste para meditar, porque incluye un diagnóstico profundo de nuestra sociedad y también para abrirse a la esperanza de una auténtica reconstrucción.


    RAFAEL GAMBRA





    (*) Edit. Montecorvo, S. A., Madrid, 1975, 3.ª edic., 340 págs.
    Kontrapoder dio el Víctor.

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