«El ultimátum del doctor Sánchez» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 28/I/2019.
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Debemos reconocer que ha sido muy aguda la respuesta de Maduro ante el ultimátum del doctor Sánchez: «Si ellos quieren elecciones, que hagan elecciones en España porque [el doctor Sánchez] no es el presidente español electo por ningún voto popular». Más agudo habría sido todavía Maduro si al ultimátum del doctor Sánchez hubiese respondido a su vez con otro ultimátum del tipo: «Si el Gobierno español no convoca un referéndum en Cataluña en el plazo de ocho días, Venezuela reconocerá la república catalana». Y así, además de burlarse del ultimátum del doctor Sánchez, Maduro habría hundido a los ojos del mundo al separatismo catalán.
El ultimátum lanzado por el doctor Sánchez encubre, en realidad, una falacia lógica como un castillo. Por un lado, reconoce legitimidad a Maduro, a quien concede la potestad de convocar elecciones; y, por otro, conmina a Maduro a convocar elecciones, con la amenaza de reconocer presidente a Guaidó si no lo hace. ¡Menudo delirio! Salta a la vista que, si se reconoce su legitimidad, Maduro podrá convocar elecciones cuando le parezca bien, dentro de los plazos establecidos por las leyes venezolanas. Y, si no se le reconoce legitimidad, habría que reconocer a Guaidó como presidente interino, sin la zarandaja del ultimátum. La falacia lógica del doctor Sánchez revela un penoso caos mental; y tal vez no sea otra cosa sino el acto fallido de un pobre hombre que, en el fondo de sus entretelas, alberga dudas sobre su propia legitimidad.
Es natural que un impostor como el doctor Sánchez se deje arrastrar por actos fallidos y falacias lógicas; pues una voz interior lo reconcome y atormenta, como a Macbeth, repitiéndole: «¡Tú ocupas el trono, pero no eres rey!». Pero, más allá de estas penosas aflicciones propias de un impostor, resulta muy sintomático que haya recurrido a la fórmula del ultimátum. Pues, como nos enseña Talleyrand, sólo hay dos tipos de hombres que lanzan un ultimátum: el gigante que, después de haber agotado todas las razones, está dispuesto a emplear la fuerza; y el enano que no tiene fuerza ni razones y utiliza el ultimátum como aspaviento retórico, a rebufo de algún gigante con demasiada fuerza y pocas razones. Lamentablemente, España nunca ha agotado las razones con el régimen chavista; o, más bien, ha renunciado a exponerlas desde el principio, allanándose ante la política del gigante yanqui. Tal actitud lacayuna es contraria a las obligaciones que España tiene con los pueblos hispánicos, que la obligan a velar por su bien material y espiritual aun en las circunstancias más adversas (o, sobre todo, en las circunstancias más adversas), influyendo benéficamente en regímenes y gobiernos, incluso en los menos propicios o más adversos, sin dejarse llevar por obnubilaciones ideológicas ni por esquemas de política inmediatista. Pero España nada ha hecho por influir benéficamente en el régimen chavista durante dos décadas (tampoco, por cierto, en su oposición política, que ha dejado pastorear al gigante yanqui); nada ha hecho por corregir su deriva tiránica y sus atropellos; nada ha hecho por evitar los padecimientos del pueblo venezolano. Y, a cambio, ha aceptado que los Estados Unidos sigan aplicando la doctrina Monroe, que cuando proclama «América para los americanos», entiende por «América» todo el continente (y, muy en especial, sus naciones más ricas, cuyos recursos codicia), pero por «americanos» sólo a los estadounidenses.
El ultimátum del doctor Sánchez es una falacia lógica y un acto fallido propios de un impostor. Y también, como nos enseñaba Talleyrand, el aspaviento de un enano sin fuerza ni razones, a rebufo de un gigante con demasiada fuerza y pocas razones.
https://www.abc.es/opinion/abci-ulti...8_noticia.html.
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