El liberalismo y su noción fetiche

La libertad guiando al pueblo. Eugène Delacroix.

PUBLICADO POR: LA ESPERANZA ABRIL 27, 2021

Con ocasión de las elecciones madrileñas, la candidata del Partido Popular propuso el provocador lema «comunismo o libertad». Diversos partidos políticos se han visto obligados desde entonces a ofrecer su propia definición de libertad. El libertario Rallo también se ha sumado al análisis de diversas concepciones acerca de la libertad que han ofrecido distintos partidos, como «Más Madrid», «PSOE» o «Unidas Podemos», para intentar refutarlas desde la postura liberal.

Tales intentos sólo han puesto de manifiesto las enormes carencias que tiene el liberalismo a la hora de definir su noción fetiche. En efecto, el propósito de conceptualizar la libertad que han realizado distintos políticos resulta penoso y muestra la falta de formación de la clase política.
Tampoco Rallo ofrece una visión más coherente y completa. Así, el coautor de «El liberalismo no es pecado» cae inevitablemente en una serie de errores debido a su concepto liberal de lo que es la libertad en sí misma.

A la hora de criticar la noción de libertad que ofrece Podemos, Rallo afirma que el pensamiento liberal tiene una definición «muy precisa» de lo que ésta es: «libertad es el derecho de reclamar a los demás que no interfieran en tu vida». Es decir, identifica la libertad con lo que comúnmente se conoce como libertad negativa: poder actuar sin ningún tipo de límite, siempre y cuando no se interfiera en la vida de terceros. En este sentido, el único límite que tiene la libertad es aquel que la propia libertad se pone. Así entendida, la libertad es el derecho para elegir indistintamente el bien o el mal, siempre y cuando no haga daño a nadie sin que éste lo quiera.

Por eso la eutanasia (por poner un ejemplo reciente) es una perfecta aplicación de la doctrina liberal: yo tengo derecho a elegir mi propia muerte y no tienes derecho a coaccionarme, porque estarías interfiriendo en mi libertad. Obligarme a mantenerme con vida contra mi voluntad sería una imposición y un atentado contra mi libertad

Es curioso observar la esquizofrenia que sufren los «católicos liberales» o, más bien, liberales ¿católicos?, que se ven obligados a rechazar la eutanasia, pero son incapaces de ofrecer un argumento racional y no religioso, puesto que tienen la mente impregnada de liberalismo. Desde una postura liberal, es radicalmente imposibleposicionarse en contra de la eutanasia.

Aunque el acto voluntario está indeterminado en cierto aspecto en la medida en que la persona tiene capacidad para hacer el bien o hacer el mal, la libertad no se reduce a eso. El pensamiento clásico y luego el cristiano siempre han precisado que no todo acto que se realiza libremente perfecciona la libertad, ya que la voluntad está finalizada por su naturaleza en el bien de la persona; sin embargo, en ejercicio de mi libertad, es posible actual mal, actuar contra lo bueno, viciando nuestra voluntad. Precisamente, al abrazar un mal o un vicio estoy corrompiendo mi libertad: estoy siendo menos libre. Conforme más vicioso me vuelvo, menos libre soy.

De esta manera, el límite de la libertad no está en la propia libertad, sino en la verdad. Soy más libre si dirijo mis acciones hacia la verdad, si actúo con verdad. De ahí que la verdad nos haga libres. En esa máxima evangélica hay una clara subordinación de la libertad hacia la verdad. Si soy capaz de elegir la verdad, entonces soy libre.Si no conozco la verdad y no puedo actuar conforme a ella, entonces dejo de ser libre.

El liberalismo no relaciona a la libertad con la verdad, sino con una ilusoria capacidad de autodeterminarme en todo momento como yo quiera y sin ningún tipo de límite (salvo interferir en terceros), por lo que no hay motivo para negar la libertad para suicidarme, la libertad para autolesionarme o la libertad para cambiarme de sexo.

Haría falta un estudio mucho más profundo para desgranar las contradicciones en las que inevitablemente se ve sumergido el liberalismo y, por tanto, también el lema del Partido Popular y Juan Ramón Rallo al intentar ofrecer una definición de la libertad. Sin embargo, sirvan estas breves líneas para resaltar ciertas inconsistencias liberales. Una gran arma que aguijonea el corazón del liberalismo y ofrece la verdadera y plena noción de la libertad es la tan denostada como ignorada encíclica Libertas, Praestantissimum, de S.S. León XIII, a la cual me remito para suplir las diversas carencias de este humilde artículo.Antonio de Jaso, Navarra.



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