La tradición santiáguica hispana, desquiciada a la luz del Concilio Vaticano II


Revista
¿QUÉ PASA? núm 183, 1-Jul-1967

CLAVIJO A LA LUZ DEL CONCILIO VATICANO II

Las tradiciones santiáguicas

Por RAFAEL GIL SERRANO.-Director Central de la H. C. H.

En consecuencia con la doctrina de la «Gravissimum educationis momentum» del Concilio Vaticano II, afirmábamos «que el ataque o la destrucción» de las tradiciones hispánicas constituía «no solamente un crimen de lesa educación, sino también un atentado o un crimen de lesa patria».

También decíamos que de las tradiciones hispánicas religiosas sobresalen las mariánicas, y éstas «muy poca cosa o nada significarían si no estuvieran enraizadas en la tradición Pilárica».

Ahora bien, la tradición de que la Virgen vino en carne mortal a Zaragoza no existiría de no existir la de la Venida de Santiago a Hispania y su predicación evangélica en ésta. Por eso, los «gusanos roedores» de la Hispanidad atacan con saña dicha tradición santiáguica, ya que si lograran destruirla, caerían estrepitosamente por su base, además de la tradición Pilárica, todas las demás tradiciones santiáguicas, como son: la de la Traslación del Cuerpo del Apóstol a Compostela y las de sus múltiples Apariciones, tanto en nuestra Península como en el Continente Hispanoamericano.

Y no vale forjarse ilusiones de que podría subsistir la tradición Páulica, puesto que ésta suele airearse muchas veces no por lo que tiene de verdadera, sino por lo que se utiliza para enfrentarla contra la Santiáguica. De modo que, una vez destruida esta última, a pesar de la enorme solidez de sus fundamentos, inmediatamente se lanzarían contra aquélla para destruirla también, cosa fácil de realizar por tener dicha tradición Paúlica
fundamentos mucho más endebles que la Santiáguica.

Pues bien, si los enemigos de las tradiciones santiáguicas lograran llevar a cabo sus planes diabólicos de destrucción, quedarían despojados de significación aIgunos de los hechos más trascendentales de la Historia Hispánica, los cuales han sido tenidos siempre por sus protagonistas y por toda Hispania como superiores a las fuerzas humanas y, por ende, como resultado de una intervención providencial más o menos visible. De donde, una vez negada la base sobrenatural de los mismos, vendrían a constituir realmente imposibles humanos.

Es decir, que negada la base sobrenatural de tales hechos, tendríamos que admitir una serie de absurdos en cadena, puesto que serían milagros sin la menor intervención divina. Y como esto no puede admitirse, se llegaría a la conclusión de que todos ellos son puras creaciones de la fantasía española; leyendas todo lo bellas que se quiera, pero sin consistencia real de ninguna clase.

Mas, como a pesar de todos los pesares la Historia está ahí proclamándolos, ya no sirve la mera rotura de las tradiciones patrias, sino que la lógica exige también la rotura de la Historia misma.

Y ya, colocados en esa tesitura, el pasado carece de sentido y es el futuro lo que verdaderamente importa... Sin embargo, una vez rota la Historia, el futuro carece de base de sustentación y, en este caso, no hay más remedio que precipitarse en el vacío, hundiéndose indefectiblemente, no ya trascendentales valores religiosos únicamente, sino también valores pura y simplemente humanos.

En consecuencia: el ataque o la destrucción de las tradiciones santiáguicas no solamente constituye un atentado o un crimen de lesa educación y de lesa patria, sino también de lesa Historia.

Se impone, pues, la necesidad de defender con entusiasmo ardiente y combativo las tradiciones santiáguicas, ya que así defendemos la Historia Hispánica, la Hispanidad Universal y la educación de las generaciones hispánicas
presentes y futuras. Todo lo cual significa:

1. La fe en la realidad de la Vida Hispánica proyectada en el pasado.

2. El testimonio de que la Hispanidad se lanzará al cumplimiento de su Providencial Destino en el futuro.

3. La garantía de que el cumplimiento destinal hispánico será una esplendorosa realidad