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Tema: Vazquez De Mella.

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  1. #1
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    Re: Vazquez De Mella.

    LA TENDENCIA

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    "La tendencia que resume todos los esfuerzos de la ciencia atea de hoy puede formularse así: rebajar el hombre al nivel de la bestia y elevar la bestia al nivel del hombre".


    Juan Vázquez de Mella

    ANTONIO MORENO RUIZ
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  2. #2
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    Re: Vazquez De Mella.

    Se adelantó muchos años a la irrupción tan fuerte del animalismo que consiste en eso mismo, pretender equiparar la dignidad de los animales con la de los hombres para así rebajar la de éstos.

    Cita Iniciado por Hyeronimus Ver mensaje
    LA TENDENCIA


    Imagen de www.adiantegalicia.es


    "La tendencia que resume todos los esfuerzos de la ciencia atea de hoy puede formularse así: rebajar el hombre al nivel de la bestia y elevar la bestia al nivel del hombre".


    Juan Vázquez de Mella

    ANTONIO MORENO RUIZ

  3. #3
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    Re: Vazquez De Mella.

    VIGENCIA Y REIVINDICACIÓN DEL SOCIEDALISMO



    Clara Campoamor


    VÁZQUEZ DE MELLA, EL SUFRAGIO FEMENINO EN EL SOCIEDALISMO

    Manuel Fernández Espinosa


    Decía Nietzsche que la opinión pública la constituía la suma de las perezas privadas; y mucho de eso pasa con la mayor parte de las cuestiones. No podía pasar menos con el ideólogo del sociedalismo, nuestro Juan Vázquez de Mella. Reputado como "carlista" (incluso después de haber roto con el pretendiente D. Jaime), etiquetado como "reaccionario"... Se despacha la cuestión, con un rápido y superficial juicio que, con semejante insolidez no puede ser sino erróneo. Es así como se nos permite soslayar a un hombre y a su obra, hurtándonos su grandeza así como la clarividencia de sus lúcidos análisis, en gran medida válidos para nuestra época.


    El Tradicionalismo español, como dijo el Conde de Rodezno, no es un partido político; es "un sistema de estructuración nacional, una constitución orgánica de la Nación". Las cuestiones sociales, por lo tanto, pueden encontrar acomodo sin renunciar en un ápice al legítimo patriotismo que se nos quiere hacer un extraño, para despojarnos de nuestra identidad y así dominarnos mejor. El Tradicionalismo español es la constitución interna de nuestra nación y puede acometer la empresa de reestructurar el conjunto peninsular (con el tradicionalismo portugués), solucionando los problemas que hoy palpitan: la cuestión de la organización territorial y administrativa, la defensa de los trabajadores (y, no se olvide, de los parados), así como el objetivo de traer de vuelta a casa a cuantos españoles se han visto obligados a buscarse la vida en el extranjero (¿es que nadie ha reparado en el sinsentido que vivimos? España es un país que acoge inmigración, mientras nuestros connacionales se ven forzados a emigrar) y, sin las delirantes ideologías hoy puestas en curso (como esa aberración totalitaria de la ideología de género), el sociedalismo también puede -y la historia lo legitima para ello- pugnar por la defensa de los derechos de la mujer... Todo encuentra su sitio en el Tradicionalismo: el Tradicionalismo no es ni puede ser un coto privado de unos cuantos señores que luzcan sus pretendidos títulos "nobiliarios". La nobleza hay que ganarla.


    Decía Vázquez de Mella en el Congreso de los Diputados, mirando a los señores de la izquierda:


    "No hay razón para que dentro de nuestros principios no tengan voto las mujeres. Por este lado no me llamaréis reaccionario, porque todavía no habéis incluído ese principio en vuestro programa".


    En fecha tan temprana como febrero del año 1908, Vázquez de Mella hacía profesión de fe feminista ante la cámara, anticipándose a todos aquellos que tanto se pavonean ahora de feministas:


    "Y llevo de tal manera la universalización del sufragio a todas las clases, que, siguiendo una tradición de las grandes familias troncales de la primera nobleza aragonesa, y aun sin invocar la tradición, yo no tendría inconveniente alguno en conceder dentro de las clases el sufragio a las mujeres".


    Como bien sabemos las mujeres españolas no tuvieron el derecho de voto hasta el 1 de octubre de 1931 gracias a la perseverancia de Clara Campoamor. Con décadas de anticipación, vuelvo a repetir que en el año 1908, había dicho Vázquez de Mella:


    "Ya sé que vosotros lo combatiríais, porque en España las mujeres tienen mucho espíritu católico y tradicional; y he sabido que vosotros, cuando defendéis un principio, lo primero que pensáis, la primera cuestión que tratáis de averiguar, es a quién favorecerá el principio...".


    Y, en efecto, cuando Clara Campoamor propuso el sufragio femenino en la II República, fue la izquierda, salvando un grupo de socialistas y republicanos, la que se opuso rabiosamente a que las mujeres españolas votaran. La izquierda no quería que las mujeres votaran en la II República Española debido al ascendente que la Iglesia católica tenía sobre las españoles de aquel tiempo. El Partido Radical Socialista y Victoria Kent se enfrentó a Clara Campoamor y la justa causa femenina triunfó con 161 votos a favor frente a 121 en contra. La derecha y los socialistas más coherentes, como Manuel Cordero Pérez, cerró filas con Clara Campoamor, pero ahí estaban los calculadores, los que subordinan los principios a las conveniencias del momento.



    Las palabras de Vázquez de Mella de 1908 les cuadra como nunca, con toda la ironía que puso en ellas: "¡Eso prueba la buena fe, el acendrado entusiasmo que tenéis por esos principios!".


    La posicion de Vázquez de Mella ante el sufragio femenino es harto elocuente de lo que hemos querido señalar en esta ocasión: el tradicionalismo español en su sociedalismo está en condiciones de ajustar en un perfecto ensamblaje las reivindicaciones justas, expeliendo siempre de sí todo lo que se opone a la salud del cuerpo social.


    RAIGAMBRE


  4. #4
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    Re: Vazquez De Mella.

    Sabían lo que hacían







    En 2016, el ayuntamiento de Madrid dirigido por la podemita Manuela Carmena, a propuesta del Partido Socialista, alegando varias miles de firmas de la plataforma digital Change.org y amparándose en la ley de Memoria Histórica, renombró la plaza Vázquez de Mella como plaza Pedro Zerolo, un político socialista (¡cómo no!) y aún más importante para el Ayuntamiento, sodomita –nos negamos a transigir en la dominación lingüística de lo políticamente correcto y a usar la denominación oficial, usando en cambio el sustantivo que históricamente se ha usado, véase como ejemplo la obra de John Kennedy Toole, La Conjura de los necios, usado tanto por el protagonista, Ignatius Reilly, como por Myrna Minkoff, a quién el pensamiento hegemónico de hoy no dudaría en calificar de “progresista”.


    Vázquez de Mella fue el mayor sistematizador de la doctrina carlista de la historia del carlismo, y uno de los mejores oradores de su época; diputado a Cortes, autor de numerosas obras reunidas en una treintena de obras completas, dejó un influyente legado doctrinal que traspasó los simples límites del carlismo y de España, llegando a América. Zerolo, en cambio, era concejal en Madrid, cuya influencia se debía a los contactos con el poder, y no a su capacidad y talento, y es conocido únicamente por defender los “derechos” de un colectivo al que él mismo pertenecía, de los que no destacó en exceso, y limitándose su influencia a las actuaciones de dicho colectivo, sin ningún legado doctrinal.


    De nada sirvió que Vázquez de Mella hubiese muerto en 1928, tres años antes de la proclamación de la Segunda República y ocho antes del inicio de la Guerra Civil; de nada sirvieron las quejas de los vecinos de la plaza (a pesar de que muchos de los firmantes probablemente ni siquiera eran de Madrid, pues se trata de una recolección de firmas digital, el ayuntamiento madrileño ni se molestó en consultar a los vecinos); de nada sirvió que Vázquez de Mella hubiese defendido el voto femenino en su concepción de la democracia orgánica o jerárquica antes de que se hiciera realidad en 1931, y con la opinión en contra de numerosos izquierdistas, como la socialista Victoria Kent (en algún foro se comenta que si los izquierdistas se enterasen de esto, les daría un ictus); y de nada sirvió la campaña que intentó llevarse a cabo en la propia plataforma Change.org (en primer lugar, porque fue enseguida eliminada); el nombre de la plaza fue irremediablemente modificado amparándose en la Ley de Memoria Histórica.


    Muchos atribuyen este hecho a la ignorancia histórica de la alcaldesa de Madrid y su equipo de gobierno; sin embargo, no se nos debe escapar que la plaza Vázquez de Mella ha sido un recorrido tradicional del irónicamente llamado Día del Orgullo Gay (otros nombres que se han sugerido, como Día del Orgullo Neocapitalista o Día del Complejo Gay, son mucho más apropiados para un espectáculo que más bien provoca vergüenza ajena), por lo que esto debe entenderse más como una estrategia de conquista continua del espacio público por parte de los rosas que les garantice la hegemonía total y haga que sus horteras banderas sean izadas en todos los lugares sin discusión.


    Otro aspecto que no se nos debe escapar es que Carmena pertenece a ese colectivo que gritaba ¡Arderéis como en el 36!, es decir a un grupo que fue derrotado en la Guerra civil, algo que todavía les escuece; Vázquez de Mella es el principal referente de los carlistas, ¿pero quiénes eran los carlistas? Los carlistas eran los que se sublevaron en el 36 y lograron conquistar el Norte de España para el Bando Nacional, y sin ellos, jamás hubiese ganado la Guerra, y la añorada y utópica República quema-conventos de los comunistas todavía seguiría en pie. También resulta “curioso” mencionar que en el mismo año en que se aprobó el renombramiento de la plaza Vázquez de Mella (2015) le quitaron en Pamplona la plaza al Conde de Rodezno, que fue el principal dirigente que negoció la entrada de los carlistas en el Alzamiento (aunque fuese a espaldas de Fal Conde, y Rodezno era de muy dudosa lealtad).

    Pero volvamos a la figura de Vázquez de Mella. Si analizamos todo su pensamiento y todas sus influencias, no es de extrañar que la izquierda sienta repulsión a su figura. Carlista convencido, criticó la teoría de la separación de poderes, uno de las principales bases políticas del liberalismo, y por lo tanto de la izquierda, así como el parlamentarismo, la libertad de cultos, el marxismo. Propugnaba una sociedad firmemente católica, con gremios y sin sindicatos (tal y como los conocemos, al menos), en que fuesen innecesarias las huelgas, y un Estado encabezado por un rey que gobierne y en el que la representación política esté compuesta por corporaciones, no por partidos de masas. Siendo justos, es difícil defender el pensamiento de Mella sin que la izquierda (y la derecha) se quede horrorizada y blanca como la leche del terror.


    De todo a lo que influenció el caso no es muy distinto. El pensamiento de Mella, aunque desvirtualizado, sería usado por la cultura oficial franquista, y sus planteamientos en política nacional marcaron la política exterior franquista. Fuera de nuestras fronteras, Mella influyó notablemente al integralismo lusitano, adscrito primero a la dinastía liberal portuguesa y luego a la miguelista, cuyo planteamiento doctrinal es paralelo al carlista (anti-parlamentarismo, anti-liberalismo, rey gobernante, sociedad católica y cuerpos intermedios), aunque dirigida al caso específico de Portugal, y en la que cabe destacar a Antonio Sardinha y su Teoría de las Cortes Generales, una elaboración sistemática de la doctrina tradicionalista en una sola obra que no tendría paralelo en la propia España hasta tiempos de Elías de Tejada; en América, se destaca a la vertiente brasileña del integralismo lusitano, el patrianovismo, al pensador brasileño Pedro Galvaõ de Sousa, que afirmaba que un Estado corporativo sólo podía tener lugar con una monarquía en el que rey reine y gobierne, o al sacerdote chileno Osvaldo Lira, que decía que había que borrar todo lo escrito por el Concilio Vaticano II, ese que supuso que la Iglesia reconociera la libertad de cultos en aquellos países de mayoría católica, el ecumenismo y la subordinación de la Iglesia a los dictados internacionales.


    Reino de Granada
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  5. #5
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    Re: Vazquez De Mella.

    VIGENCIA Y REIVINDICACIÓN DEL SOCIEDALISMO



    Juan Vázquez de Mella

    POR UNA CONSTITUCIÓN ORGÁNICA DE ESPAÑA
    Manuel Fernández Espinosa


    En una España que a cada día que pasa se desconoce más a sí misma no puede, por desgracia, extrañarnos que el nombre y apellidos de D. Juan Vázquez de Mella y Fanjul haya sido recientemente reflotado del olvido en una de esas polémicas absurdas en que se empeñan aquellos que, por no tener otra cosa que hacer, no saben otra cosa que quitar rótulos del callejero. Sin mayor conocimiento de quién fue Vázquez de Mella, se le despojó del honor merecido de dar nombre a una plaza para poner en lugar de su nombre el de Pedro Zerolo: nos gustaría poder decir que eso fue como desvestir a un santo para vestir a otro, pero tendríamos que preguntarle a San Pedro Apóstol si Zerolo ha sido admitido en el cielo o no y no tengo el mínimo interés en saberlo.


    La ocasión fue, no obstante, propicia para airear el nombre del pensador tradicionalista español. Si no le hubieran arrebatado su nombre a la plaza, allí se hubiera quedado el rótulo "Vázquez de Mella" criando telarañas, para que cualquier indocumentado le atribuyera el irreal mérito de ser un militar de la Guerra de la Independencia o vaya usted a saber, con la manía obsesiva que cunde, buenamente lo hubieran hecho un general de Francisco Franco. Y ni una cosa ni otra: nació Vázquez de Mella en Cangas de Onís el 8 de junio de 1861 y pasó a mejor vida el 26 de febrero de 1928 en Madrid, ni vio a los napoleónicos ni tampoco tuvo que vivir ese fracaso de la convivencia nacional que fue la Guerra Civil de 1936-1939. No obstante, la ocasión que produjo aquel despótico atropello podía haber sido mucho más aprovechada si se hubiera acometido una exposición del cuerpo de ideas sociales y políticas que el íntegro cuan lúcido Vázquez de Mella encarnó y expuso a lo largo de su vida y su obra toda, con la coherencia que en lógica y vida lo caracterizaba. Pero, ya sabemos que algunos estaban más ocupados en descubrir el pensamiento católico de los ingleses, como estamos harto acostumbrados.


    La obra escrita de Vázquez de Mella se compone de discursos parlamentarios, circunstanciales y artículos periodísticos de calado y algún libro. La circunstancialidad de algunos discursos no invalida las premisas y las consecuencias de lo más importante que en estas piezas oratorias -y literarias- aporta el tribuno. Merece, a nuestro juicio, que explanemos algunas de las ideas medulares cuya vigencia nos parece que salta a la vista y ello sin que nos propongamos una exhaustiva exposición del pensamiento vazquezmellista que sería digno de mayor consideración.


    Calificar a Vázquez de Mella como "carlista" a secas denota la ignorancia de los avatares políticos de su biografía. Baste decir que el 11 de agosto de 1919 en el casino de Archanda Vázquez de Mella se apartaba (por razones que no voy a detenerme en glosar) del carlismo oficial, cifrado en el pretendiente carlista del momento, D. Jaime de Borbón. Esa fecha puede tomarse como fundación del Partido Católico Tradicionalista que lideraría nuestro pensador y tribuno.


    Tradicionalista español sí que lo fue, por supuesto que sí. Pero debiéramos tener en cuenta que el tradicionalismo español, aunque históricamente se haya concretado en comuniones o partidos políticos, no es un partido político; bien lo vio el Conde de Rodezno cuando escribió en el prólogo del Tomo XVI de las Obras de Mella que: "...el Tradicionalismo (no es) un partido, sino un sistema de estructuración nacional, una constitución orgánica de la Nación".


    Por muchos motivos, el tradicionalismo ha sido identificado con el carlismo. Esta identidad fue cierta en algunos momentos históricos que, por dramáticos que fuesen, encontraron la situación favorable para que esto fuese así: la Primera Guerra Carlista o la Tercera Guerra Carlista del siglo XIX. Sin embargo, el desenvolvimiento histórico nos ha traído a una situación a simple vista paradójica: el carlismo ha venido a quedarse a día de hoy sin un pretendiente indiscutible capaz de aglutinar no ya a todos los tradicionalistas, sino a todos los que se auto-intitulan carlistas. Digo "a simple vista paradójica" por la estrecha relación entre tradicionalismo hispánico-carlismo-monarquía tradicional, pero esto -con ser problemático- no puede ser ninguna excusa para perderse y accionar en el vacío: al hilo de nuestra dilatada historia nacional tenemos ejemplos que demuestran que los españoles tradicionalistas hemos sabido mantenernos firmes incluso en ausencia de un Rey y en circunstancias muy críticas: ahí está nuestra Guerra de la Independencia. Es deseable que haya un Rey con legitimidad de hecho y de derecho, por supuesto; pero la historia demuestra que eso no es imprescindible.


    Así pues, aligerado de la cuestión dinástica: ¿cuál diríamos que es la medula del tradicionalismo español en política?


    Y es aquí cuando hemos de apelar al pensamiento de Vázquez de Mella. El bastión que defendemos y defenderemos es, a la luz de sus enseñanzas, la concepción de la sociedad que afirma y a la que nos adherimos intelectual, voluntaria y sentimentalmente, negando la sociedad artificial que como una impostura liberal (o en su versión de impostura marxista) se ha impuesto. Y para cifrar ese núcleo doctrinal Vázquez de Mella acuñó un vocablo que reivindicamos ahora: sociedalismo. Los tradicionalistas españoles, en ausencia de una solución dinástica que encarne las pretensiones de nuestro ideario, nos confesamos sociedalistas. La expectación de un Rey por venir no puede por más tiempo paralizarnos y, menos todavía, cuando España está sufriendo a día de hoy, a manos de la globalización y los tirones separatistas, la mayor crisis de identidad política, social y metafísica que ha sufrido nunca.


    ¿Qué es el sociedalismo?


    El sociedalismo es, con palabras de nuestra época, un comunitarismo autóctono anterior a los comunitarismos extranjeros importados. Toda una concepción del hombre español (el hombre abstracto es una fantasmagórica entelequia) y sus relaciones con los demás hombres en el mundo que lo circunda; y esta interacción no la hace el hombre simple y exclusivamente a título individual sino también a título corporativo, pues todo hombre está vinculado a otros hombres en sociedades que pueden ser llamadas "cuerpos intermedios" y que, de existir y ser reforzadas, vienen a defenderlo justamente del poder omnímodo que ejerce el Estado liberal o, allí donde ha estado implantado, el Estado comunista: dos caras del mismo mal, los errores filosóficos del mundo moderno con su séquito de contradicciones, despropósitos e iniquidades. El sociedalismo de Vázquez de Mella que hacemos nuestro parte de una crítica demoledora al concepto de "individuo" que emerge con la modernidad. No es ni puede ser de derechas ni de izquierdas; eso son conceptos modernos que insisten en los mismos errores que denunciamos, condenamos y queremos corregir.


    Vázquez de Mella entiende que el individuo aislado "es una creación del filosofismo y de la economía liberal del siglo XVIII, y que hizo su aparición legal en el primer artículo de la Declaración de derechos de 1789".

    Pero ese "individuo", ese "ciudadano-átomo", es una ficción moderna, pues "El hombre nace en un ambiente social y en él se forma; en una familia, en un municipio, en una clase; recibe una educación, unas enseñanzas , unas ideas, unas costumbres, una lengua, que existían antes que él viniese al mundo". Entender, como lo hace el liberalismo, que el individuo se contrapone a la sociedad o que son dos cosas que pueden existir por separadas es "la falsa invención del ente armado con una tabla de derechos solitarios que pacta con la sociedad, sin la que no podría existir".


    Vázquez de Mella acusa a esta torpe concepción de haber suprimido las "sociedades colectivas intermedias" entre el hombre particular y el Estado. Las consecuencias a efectos prácticos se hicieron pronto notar en la revolución francesa con la llamada Ley Le Chapelier que prohibió la "libertad de asociación", aboliendo los gremios y los "cuerpos intermedios" y creando la ficción de que el "individuo" pactaba directamente con el Estado con lo cual el individuo salía, a todos los efectos, perdiendo.


    Mediante la supresión de los "cuerpos intermedios", mediante decretazo o en su versión más sutil de supeditar toda asociación lícita de abajo al visto bueno y permiso del Estado, se ha consumado la efectiva esclavitud del individuo bajo el Estado.


    Para esto debemos considerar que, previamente a la implantación del Estado liberal, existía una red de personas colectivas que quedaron desarticuladas y desmanteladas por la intervención del Estado liberal que, mientras afirmó la propiedad individual, atacó a la propiedad colectiva (el ejemplo son las desamortizaciones decimonónicas), fueron cabalmente esas desamortizaciones ejecutadas desde el Estado liberal las que dieron un golpe mortal a la propiedad colectiva que "empezó muchas veces por un desprendimiento de la propiedad individual" y, alegando el Estado que las personas colectivas eran obra suya, vulnerando el derecho de asociación desde abajo, expropió la propiedad amortizada de la Iglesia y a los municipios de sus propiedades, para "sacarla a subasta pública y repartir el botín entre los amigos." La desamortización consistió en cambiar la forma de la propiedad corporativa (de todos o de los más) en propiedad individual (de pocos): "la desamortización fue un latrocinio de una parte de la clase media, no sólo contra la Iglesia, contra la aristocracia y contra la Monarquía, sino principalmente contra el pueblo". (Las citas literales de éste párrafo de arriba y las de abajo son todas del volumen XXV de las Obras Completas de Vázquez de Mella, Junta de Homenaje a Mella, año 1934)


    La consecuencia lógica que siguió a este expolio liberal y burgués fue el socialismo que postulará que si la propiedad corporativa ha podido cambiar su forma a propiedad individual, cabe, tomando el poder estatal por vía legal o a las bravas,cambiar la forma de la propiedad individual en colectiva.


    Raimundo de Miguel (1917- 1991) sintetizó los cuatro principios que constituyen este sociedalismo hispánico:


    1. El poder reside en el grupo, no en el individuo.
    2. Que la autoridad supone una distinción fáctica entre quien manda y quien obedece, siendo una falacia la pretensión pactista que identifica soberano-súbdito por medio del sufragio.

    3. Que sin Dios no hay manera de resolver ningún conflicto que surge de la innata igualdad entre los hombres; pues, sin reconocer a Dios, la autoridad sería resultado de la fuerza y no de la ascendencia moral.

    4. El poder es de la misma naturaleza, lo mismo en las sociedades inferiores que en el Estado.

    Son muchas las consecuencias del análisis de Vázquez de Mella, pero una de las más importantes conduce a rechazar la democracia representativa como un constructo moderno que toma al individuo aisladamente (reducido a un voto de cuatro en cuatro años) e interpone unos falsos intermediarios que supuestamente lo representan a través de los partidos políticos. Pero nuestro rechazo no es, por mucho rechazo que sea, nada eficaz si no apostamos por la constitución y reconstitución de esos cuerpos intermedios que deben sustituir todas las falsas asociaciones políticas artificiales que disuelven la libre acción y realización de la sociedad desde las realidades de abajo, restándonos y hasta aniquilando nuestra libertad real en nombre de libertades retóricas y vacías.

    RAIGAMBRE: VIGENCIA Y REIVINDICACIÓN DEL SOCIEDALISMO
    Trifón dio el Víctor.
    «¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
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