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Tema: Canarias e Inglaterra

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    Canarias e Inglaterra

    Introducción

    Los contactos que Canarias ha mantenido con Gran Bretaña en distintos momentos de su trayectoria histórica han tenido consecuencias decisivas para su desarrollo económico, social y cultural. Las diversas contribuciones de la presencia británica en las islas han sido objeto de numerosos estudios desde variadas perspectivas (Bethencourt Massieu, 1956; Fajardo Spínola, 1977; García Pérez, 1988; González Cruz, 1992, 1995, 1996; Guimerá Ravina, 1989; Hernández Gutiérrez, 1991, 1995; Herrera Piqué, 1978, 1987; Martín Hernández, 1988, 1990; Morales Lezcano, 1970, 1986; Quintana Navarro, 1985, 1992; Rodríguez Díaz de Quintana, 1989, entre otros).

    Antecedentes históricos

    El asentamiento de ingleses e irlandeses se remonta al siglo XVI, cuando se inicia el tráfico mercantil del vino sack o canary (Bethencourt Massieu, 1956:7). Ya en 1519, traficantes ingleses de Bristol solían anclar en las radas de las Isletas, Garachico y Funchal. La Hickman & Castlyn es la primera firma comercial inglesa que se detecta en Tenerife (Morales Lezcano, 1970:53), isla que registraba la mayor producción de malvasía, siguiéndole, en cantidad y calidad del vino, las islas de La Palma y Gran Canaria. Con la crisis del mercado vinícola muchos británicos abandonaron las islas, debilitándose su presencia a lo largo del XVIII por la censura de la Inquisición, que pretendía limitar el comercio y evitar la influencia de la civilización europea en el país (Fajardo Spínola, 1977:43). Sin embargo, el carácter católico de las islas hizo que hacia la segunda mitad del XVIII se acogiera a muchos expatriados irlandeses que, enfrentados con los protestantes ingleses, se habían visto obligados a refugiarse en lejanos territorios (Rodríguez, 1916:13). Pero el verdadero reencuentro anglocanario se produce en los siglos XIX y XX, etapa en la que las Canarias fueron bien conocidas como estación sanitaria y como punto de escala obligado para las compañías navieras inglesas, que dominaban las rutas que comunicaban las islas con Liverpool, Londres, África occidental, Ciudad del Cabo, Nueva Zelanda, etc. A ello contribuyó la aparición de una variada literatura sobre las islas, que coincidió con la pasión viajera, favorecida por la moderna navegación a vapor, y el gusto por lo exótico propio de los nuevos valores románticos.


    [1. Rutas seguidas por los vapores de la British & African Steam
    Navigation Company
    y de la African Steam Ship Company.]


    Presencia británica en los siglos XIX y XX

    Aunque se ha constatado la presencia de representantes de los intereses británicos en todas las islas exceptuando el Hierro, está confirmado que, debido a sus mayores posibilidades financieras, fueron las islas de «Gran Canaria y Tenerife, por este orden, las que albergaron a un mayor contingente de extranjeros residentes» (Hernández Gutiérrez, 1995:195). En concreto, son Las Palmas de Gran Canaria y Puerto Orotava (hoy Puerto de la Cruz) los núcleos poblacionales que contaron con la presencia más activa de sus respectivas colonias de británicos.

    La construcción de los puertos de La Luz y de Las Palmas y de Santa Cruz de Tenerife incrementó el interés británico por Canarias, a causa de su estratégica posición en un punto intermedio para sus incursiones al continente africano, verdadero objetivo del Imperio. Las islas servirían como escala para el avituallamiento de los buques, y como plataforma para el entrenamiento climatológico y el reposo de sus soldados y de todo el personal de tránsito hacia las colonias africanas, y la exploración del Nuevo Mundo. El presupuesto para la construcción de La Luz Port, que empezó en febrero de 1883, provino del erario público español, pero fue la compañía británica Swanston & Co. la que obtuvo la concesión de las obras, para las que se utilizaron materiales e ingenieros británicos. Por tanto, desde el punto de vista técnico, La Luz era único entre los puertos españoles.

    La presencia extranjera contribuyó a que se experimentase un gran progreso en el nivel de vida, y los isleños se beneficiaban los isleños de los modernos adelantos que los británicos iban introduciendo y de las nuevas fuentes de riqueza que éstos promocionaban. A finales del XIX, esa presencia sorprendía incluso a los propios visitantes ingleses. Así, durante su estancia en el Grand Hotel de La Orotava, Charles Edwardes (1888:362) comenta: «Aquí, al comienzo de la primavera, encontré a unos 75 ingleses, una colonia suficiente para "anglicanizar" la pequeña ciudad del Puerto». Pero más que el número, lo que llama la atención es el relevante papel que los británicos ejercían en la vida económica isleña, su poder financiero y su enérgica iniciativa. Olivia Stone (1887:102) durante su visita a Gran Canaria escribe: «Quizá lo que más sorprende a uno es que aquí, y en menor grado en Tenerife, el comercio está principalmente en manos de ingleses».

    Mientras que el número de súbditos británicos residentes en Tenerife en 1890 era de 71 personas, en ese mismo año la cifra se elevaba a 189 en Gran Canaria (Diplomatic and Consular Report.DCR. 957, 1890:2-3). El mayor número de negocios y negociantes británicos de la capital grancanaria explica que la colonia británica fuera aquí más numerosa (Guimerá Ravina, 1989:77), pues, según cuenta Navarro Ruiz (1933:157), en Tenerife cierta personalidad política que poseía almacenes de carbón obstaculizó la instalación de las compañías británicas porque «no quería competencias para ejercer el monopolio». Ruiz y Benítez de Lugo apuntaba las consecuencias de este error cuando en 1904, escribía: «El Puerto de La Luz de Las Palmas lo remató una casa inglesa: hoy esta ciudad, su isla y también en parte las restantes deben su prosperidad a ese puerto. El puerto de Santa Cruz de Tenerife, comenzado por igual época, lo remató una casa española: en los últimos quince años avanzó la punta del muelle un centenar escaso de metros».

    El censo de 1910 indica que el número de residentes británicos en Las Palmas había ascendido a 437, frente a los 79 que se registran en la Villa de La Orotava. Parece lógico, pues, que el inglés y lo inglés estuvieran presentes en muchos detalles de la vida diaria de los canarios de aquella época: seguramente sus puestos de trabajo pertenecían a algún ramo de las numerosas empresas británicas (consignatarias, varaderos, astilleros, almacenes, bancos, hoteles, bares, etc.). Es muy probable que consumiesen algún tipo de producto de marca inglesa, tales como el jabón Lifebuoy, el Sunlight o el Monkey Brand, o las galletas de las marcas Finger, Small, Cocoa nut finger, Fruit wafer o Wedding cake, que entre otros muchos productos se anunciaban en la prensa, donde también encontramos anglicismos y publicidad redactada en inglés (González Cruz, 1995). Y al salir a la calle, les acosarían los signos fehacientes de la presencia británica. «En la montaña de la Isleta, escribe Quintana Navarro (1985:52), un cartel anunciaba de forma muy visible: Welcome to the Canary Islands. En la bahía era tal el número de banderas británicas que, después de la visita oficial de una alta personalidad española, se tuvo que prohibir su uso, "a no ser que ondearan junto a la enseña patria"». Aunque en zonas como Santa Cruz o Gáldar residían ingleses, su presencia no se tradujo en las numerosas creaciones urbanísticas que sí se dieron en Las Palmas o en La Orotava, lugares que llegaron a ser considerados como verdaderos feudos ingleses.

    Desde el siglo XVI, Canarias ha ocupado un lugar significativo en la historia de los viajeros ingleses, y ha estado presente en diversos textos literarios. Además de las numerosas referencias a los vinos canarios que Shakespeare hizo en obras como Henry IV, The Merry Wives of Windsor, o Twelfth Night, son muy abundantes los escritos de ingleses que, tanto a través de la prensa como en los relatos de sus viajes, describen las islas por motivos literarios, artísticos, científicos, médicos o simplemente turísticos (García Pérez, 1988). La primera obra inglesa sobre Canarias fue la de Thomas Nichols, aventurero y comerciante de azúcar que había residido en La Laguna hasta que en 1564 fue expulsado por el Tribunal de la Inquisición. Su libro, A Pleasant Description of the Fortunate Islands, called the Islands of Canaria, with their strange fruits and commodities very delectable to read to the praise of God, se publicó en Londres en 1583. En esta misma ciudad, sale a la luz en 1626 la cuarta edición del libro de Samuel Purchas, Purchas his Pilgrimage or Relations of the World and the Religions Observed in All Ages and Places Discovered, from the Creation unto this Present, en la que se incluye «un resumen de las anotaciones escritas por Sir Edmund Scory sobre la isla de Tenerife, bajo el título de Extracts taken out of the Observations of the Right Worshipful Sir Edmund Scory, Knight of the Pike of Tenariffe, and other rarities which he observed there».(Castillo, 1992-1993:93). También en Londres publica George Glass su History of the Discovery and Conquest of the Canary Islands en 1764. Especial mención merece el trabajo de Charles Piazzi Smith, Teneriffe as an Astronomer's Experiment, editado en 1858 en la capital londinense, que recoge los resultados de una expedición científica al Teide, en la que se utilizarían instrumentos innovadores.

    El número de publicaciones inglesas (también francesas y alemanas) sobre Canarias aumenta considerablemente durante el ochocientos. En general, los libros sobre Canarias que aparecieron en el siglo XIX y principios del XX suelen clasificarse en dos vertientes: por un lado, los que se centran en la perspectiva científica y naturalista; y por otro, la que Morales Lezcano (1966-69:192-3) denomina de ensayo y colorista, en la que se incluyen los «diarios de residentes, estancias de artistas, convalecientes y miscelánea en general». Los relatos de estos viajeros, dotados de una sólida capacidad de observación, «suponen, a pesar de su condición extranjera, una insustituible fuente de información positiva y de discutibles pero estimulantes puntos de vista sobre la realidad insular y su posible mejoramiento». Representativos de la primera vertiente son los trabajos de los médicos Ernest Hart, Brian Melland, Osbert Ward, Mordey Douglas, James Clark y E. Paget Thurstan entre otros. En cuanto a la segunda, merecen destacarse las obras de Elizabeth Murray, Olivia Stone, Charles Edwardes, Harold Lee, John Whitford, Isaac Latimer, Frances Latimer, Margaret D'Este, y Florence du Cane, entre otros muchos curiosos impertinentes cuyas obras nos permiten conocer sus variados puntos de vista sobre la realidad isleña del momento.

    A estas fuentes habría que añadir las publicaciones del Foreign Office británico, encaminadas a orientar a los súbditos que planeasen establecerse en las islas acerca de las condiciones sociales y económicas que en ellas se iban a encontrar. Prueba del interés británico por las Canarias es el hecho de que esta región se constituyera en el tercer distrito consular en cuanto a producción de informes, inmediatamente después de Barcelona y Bilbao, y por delante de Málaga, La Coruña y Cádiz (Quintana Navarro, 1992:XLVI).

    Relaciones comerciales

    En 1852, la concesión de la franquicia para los puertos isleños, gracias a los esfuerzos del ministro grancanario León y Castillo, marca el inicio de un proceso en cadena: con la construcción de los puertos, numerosas compañías británicas establecen sus estaciones carboneras en Las Palmas y en menor medida en Santa Cruz de Tenerife. En principio, el capital inglés monopolizó todas las actividades portuarias: suministro de carbón, varaderos, pequeños astilleros, consignatarias. Pero pronto esas mismas compañías pasarían a controlar otros sectores económicos como las operaciones bancarias, los seguros, el turismo y la exportación de productos agrícolas (Herrera Piqué, 1978:231), promoviendo el transporte de viajeros ingleses en esos mismos barcos en los que exportaban los productos agrícolas a Inglaterra.

    El tráfico de buques fue muy intenso desde los mismos comienzos: en 1893, cuando tan sólo estaban construidos 500 metros del rompeolas, ya arribaban a La Luz un promedio de 140 buques mensuales, de los cuales una gran mayoría era de bandera británica, en notable desproporción con el número de vapores nacionales. Así, mientras que para Londres salía diariamente un correo, y algunos días incluso dos, los correos españoles sólo nos visitaban tres o cuatro veces al mes (Ruiz y Benítez de Lugo, 1904:43). El aumento del número de vapores ingleses que recalaban en las islas era constante, de modo que en 1902, por ejemplo, del total de 2.351 barcos registrados en La Luz, 1.356 fueron ingleses, y los de nacionalidad española sólo llegaron a 451 (The Canary Islands Review. CIR, 1903, n.º13:3).

    Podemos hacernos una idea de la cuantía de las enormes ganancias en el terreno comercial ateniéndonos a los datos que nos aporta Ruiz y Benítez de Lugo (1904:80-82) sobre los valores alcanzados en el año 1902, sólo por la exportación de las tres clases de frutos cuyo comercio era mayor: plátanos, tomates y papas. En ese año fueron exportados a Inglaterra:

    1.656.872 bultos de plátanos, 439.197 de tomates, y 274.718 de papas, lo que hace un total de 2.370.787 bultos. Valorando estos frutos a 6 pesetas el huacal de plátanos, 9 el atado de tomates y 5 la caja de papas, resulta:
    1.656.872 racimos a 6 ptas. 9.941.232 ptas.
    439.197 tomates a 9 ptas. 3.952.773 ptas.
    274.718 patatas a 5 ptas. 1.373.590 ptas.
    TOTAL 15.267.595 ptas.

    Ruiz y Benítez de Lugo escribe: «Quince millones doscientas sesenta y siete mil quinientas noventa y cinco pesetas ingresaron en un año en la provincia de Canarias. A esas cifras hay que añadir la exportación al Reino Unido de almendras, naranjas, legumbres, que no son tomates ni patatas, cochinilla y productos industriales, como cigarros y calados, todo lo cual asciende a un valor que pasa de un millón quinientas mil pesetas. Conste que las valoraciones de esos frutos las hacemos muy por bajo de lo que se cotizan hoy». Por otro lado, las ganancias derivadas del suministro de carbón y víveres a los buques, la exportación de fruta, y el turismo, junto con las producidas por antiguas industrias como la vinícola, trajeron tanto dinero a las islas que durante las dos últimas décadas del siglo XIX se duplicaron o triplicaron las importaciones (Brown, 1910:d3). Éstas procedían sobre todo de Inglaterra, y consistían principalmente en manufacturas, «tanto europeas como de las colonias, consistentes en tejidos de hilo, de algodón y de lana, jabón, velas esteáricas, galletas, cerveza, maquinaria, hierro, hulla, etc.» (Manrique, 1873:71), además de otros productos como pomadas, píldoras, jarabes, jabones, medicinas, perfumes, toda clase de licores, nuevas marcas de tabaco etc. Muchas de las mercancías inglesas introducidas constituían toda una novedad para los consumidores isleños. De hecho, las manufacturas inglesas aprovechaban la escasa actividad de la industria insular y peninsular para imponerse sin competencia (Diario de Las Palmas, 24 octubre 1906).

    El inicio del movimiento turístico en las islas estuvo determinado por factores como la mejora en los transportes y medios de comunicación, la inauguración del servicio telegráfico en diciembre de 1883, o la crisis de 1873, que impulsaría la expansión imperialista británica a partir de 1895. Al aumento del movimiento migratorio, y a la creciente moda del viaje, se sumaría la propaganda que la propia colonia británica residente en Canarias hacía entre sus compatriotas, fomentando así el turismo en las islas. Así, Mr. Alfred L. Jones consiguió que las navieras rebajasen sus tarifas y facilitasen billetes de ida y vuelta desde Liverpool a precios módicos de 15 a 25 libras, en un intento por acaparar un mayor número de visitantes en Gran Canaria. Con estas facilidades se produjo un verdadero contingente de turistas que a partir de 1887 empezaría a adquirir cierta significación económica. El aumento en la afluencia de viajeros estuvo ligado también a las progresivas mejoras en alojamiento, (Riedel, 1972:498), con hoteles como el Orotava Grand Hotel, Camacho's Hotel, el Taoro Grand Hotel, o el Quisiana en Tenerife, y el Quiney Hotel, Bellavista Hotel, el Santa Catalina Hotel o el Metropole, en Gran Canaria, al tiempo que en Las Palmas se constituía la zona residencial de los ingleses en lo que se llamó Ciudad Jardín (Garden City). El aumento de visitantes y residentes británicos se vio favorecido además por una importante literatura médica que resaltaba los beneficiosos efectos del clima de Gran Canaria, (Douglas, 1887:14; Melland, 1897), y de La Orotava, (Hart, 1887:38) para la cura de enfermedades pulmonares, estomacales y cutáneas, gracias a la acción del aire y las aguas minerales isleñas. Al impacto divulgativo de las obras de estos y otros doctores, hay que añadir la propaganda ejercida por los numerosos artículos publicados en la prensa británica (The Daily Graphic, Pall Mall Gazette, Daily Mail, The Times, etc.) alabando el clima de las islas. La detallada información que ofrecían las guías turísticas que empezaban a publicarse también contribuyó al auge turístico-sanitario. La Guide for the Use of Invalids and Tourists de Brown fue una de las primeras en salir a la luz, en 1889, manteniéndose en ediciones sucesivas, revisadas y sin interrupción, hasta 1932, con un término medio de dos mil ejemplares o más cada una. Las guías informaban de las condiciones climáticas, de la infraestructura sanitaria, y ofrecían análisis de la composición química de las aguas, estadísticas de la cantidad de lluvia y las temperaturas registradas a lo largo del año en Gran Canaria y Tenerife, datos que se comparaban luego a los de otras localidades turísticas. No faltó la polémica, fomentada por los propios médicos británicos, sobre cuál era la localidad isleña que contaba con mejor clima, Las Palmas o La Orotava, sucediéndose los debates y los informes científicos sobre el tema ante la British Medical Association en Londres. Todo esto hizo que las Canarias fueran conocidas internacionalmente por proporcionar todas las ventajas de una estación sanitaria de primer orden, por un precio que para el bolsillo británico resultaba poco menos que nominal. De hecho, muchos de los que se llamaban turistas no eran sino enfermos que venían a descansar e intentar reponerse de sus afecciones. Estos constituyeron siempre un porcentaje considerable del turismo isleño, que en ocasiones llegó a nutrirse exclusivamente de este tipo de visitantes (Martín Hernández, 1988:140). Los contingentes de turistas y convalecientes hacían de Gran Canaria o de Tenerife su lugar de residencia por temporadas más o menos largas - de 15 días a 10 meses, o más. Sus crecientes demandas provocaron la apertura de numerosos establecimientos en todos los ramos: tiendas de ropa, sombrererías, bares, restaurantes, estudios fotográficos, almacenes con productos ingleses, e incluso se fundaron bancos, que hasta 1885 eran desconocidos en las islas (Riedel, 1972:505). Se puede decir por ello que el inicio del movimiento turístico, paralelo al despegue portuario, intensificó sobremanera la actividad comercial.


    [2.Yeoward Line. Holiday Cruises]

    La afluencia de visitantes y residentes británicos provocaría un aumento de las necesidades y servicios que prestaban las instituciones que fundaron las dos colonias británicas de Canarias, la de Las Palmas y la de La Orotava.

    Las Palmas. British Cemetery se construyó en 1834, en unos terrenos de la ladera de San José, gracias a la iniciativa de doce caballeros británicos residentes y el Vicecónsul Austice, que aportaron la mitad del coste de la obra, corriendo el resto a cargo del gobierno británico. Ello fue posible una vez que en noviembre de aquel mismo año una Real Orden diera el permiso de construir en las islas cementerios para la sepultura de los súbditos británicos. El progresivo aumento de la colonia hizo que en 1912 el cementerio tuviera que ampliar su superficie a 641 metros cuadrados. En 1993 había un total de 564 tumbas, de las que 32 están en una sección alta, de construcción más reciente. Algunas contienen epitafios alegóricos a una entrañable relación con esta tierra, como la tumba de Sydney Alfred Jones, en la que se lee la inscripción «Sleeping on the island he loved»; y otras no exentas de humor, como la de James Fleming Baxter, que se despide de este mundo con un simple «Hasta Luego».

    Seaman's Institute fue una organización de carácter religioso que se fundó en 1890 para acoger a los marineros británicos que quedasen desembarcados en la isla de Gran Canaria, bien por enfermedad o por cualquier otro motivo. Posteriormente funcionó como casa de reposo tanto para convalecientes como para marineros que una vez dados de alta en el Queen Victoria Hospital, esperaban allí el momento adecuado para regresar a su país. Regentado por misioneros protestantes, era mantenido por la British and Foreign Sailor's Society, y la British Bible Society de Londres. El edificio, que tenía vistas a la playa de Las Canteras, estaba dotado de amplias salas-dormitorio, un gran comedor, un salón de billar y una sala de estar. Esta institución funcionaba con un reglamento muy estricto que, entre otras cosas, prohibía las bebidas alcohólicas a los marineros acogidos. Fue cerrado en 1952.

    Desde 1878, la enfermera británica Miss Hudson había estado cuidando marineros enfermos en su casa de Las Palmas. Al saberlo, los directivos de las casas consignatarias británicas del Puerto de La Luz se plantearon la necesidad de abrir un hospital con médicos y enfermeras que hablasen inglés. Fundado en 1891, el Queen Victoria Hospital estuvo instalado primeramente en el llamado Arrecife del Puerto de La Luz, procediéndose en abril de 1903 a la construcción de un mejor edificio en un solar entre la calle Albareda y la playa de Las Canteras. En el hospital trabajaron médicos ingleses pero también varios médicos canarios, que habían completado sus estudios en Londres. Tras ser ampliado el edificio en diversas ocasiones, el hospital fue trasladado al Paseo de La Cornisa en 1966, en donde continuaría en funcionamiento hasta épocas muy recientes.

    En la segunda edición de su libro, en 1889, Olivia Stone mencionaba la existencia de un English Club que pudo tener su sede en la calle Pérez Galdós (Rivero, 1991). Nada más se sabe al respecto; lo cierto es que tras muchos intentos frustrados, el 2 de octubre de 1908 la colonia pudo contar con su nuevo y ansiado British Club. Se pretendía que fuese un club social, y uno de los principales atractivos de la ciudad para todos los británicos residentes, los visitantes y los capitanes de los vapores que llegasen a Las Palmas. El Club siempre ha contado con empleados isleños e incluso tuvo a su servicio al abogado español D. Tomás de Zárate. En la lista de socios también figuraron desde los primeros años de su andadura damas y caballeros españoles. Continúa en funcionamiento en la actualidad en la calle León y Castillo.

    British Church of the Holy Trinity

    La historia de esta iglesia empezó en 1887, tras la reunión mantenida por el Vicecónsul Swanston con los británicos residentes, a petición del Obispo de Sierra Leona, a cuya diócesis pertenecían los protestantes de Canarias y Madeira. Se formó entonces una comisión que, tras muchas dificultades, consiguió inaugurar el templo en la Semana Santa de 1893. Los sacerdotes no residían de forma fija, sino que permanecían en la ciudad durante las temporadas de mayor presencia turística, y se alojaban en hoteles, corriendo los gastos por cuenta del Church Committee. En 1903, se convino en tener a un capellán residiendo de forma permanente en Las Palmas, para lo que se necesitaría construir una casa parroquial. Los retrasos en la ejecución de las obras determinaron que en 1908 la Comisión comprase una pequeña casa de madera que pertenecía a la compañía Elder Dempster. Con el estallido de la guerra mundial ya no se pudo tener a un capellán residente, por lo que ningún sacerdote anglicano ocupó la casa hasta 1920 (Ruddock, 1987:26).

    A comienzos del siglo XIX, al desaparecer la colonia holandesa que originalmente había obtenido la licencia para su creación, este cementerio pasó a manos de la colonia británica que formaron entonces los mercaderes escoceses, irlandeses e ingleses residentes en Puerto Orotava. Al parecer, la colonia llegó a formar sus propios clubes, como el Cricket Club y el Dancing Club, pero en 1883 la única institución que les quedaba a los británicos de la zona era el Orotava Protestant Cemetery. En 1897, cuando ya funcionaba una iglesia y una casa parroquial, la administración del Cementerio pasó a manos de la Comisión de la Iglesia, figurando el Vicecónsul británico de la isla de Tenerife como representante legal. Actualmente, el Ayuntamiento aún conserva la propiedad de los terrenos que ocupa el Cementerio, pero el mantenimiento del mismo sigue hoy a cargo de la Iglesia Anglicana del Puerto de la Cruz (antes Puerto Orotava).

    Tras diversas gestiones, el 7 de mayo 1890 se colocó la primera piedra del Orotava All Saint's Church, momento que recuerda la inscripción «To the Glory of God and in memory of Walter Long Borehan». Mr. Boreham, fallecido un mes antes, había contribuido muy generosamente a su fundación con diversas donaciones. En cumplimiento con las leyes españolas, se formó la Sociedad de la Iglesia Anglicana del Puerto de la Cruz en Tenerife, siendo sus estatutos aprobados en 1896. La iglesia, que se había dedicado a Todos los Santos en 1892, fue debidamente consagrada por el obispo de Sierra Leona el 15 de enero de 1893, en su segunda visita a la isla.

    Calificada como «la más importante biblioteca inglesa en el extranjero» (Ruiz Álvarez, 1949: 5), continúa su actividad desde 1903, año en que fue consolidada tras tres años de numerosas reuniones y dificultades para encontrar un lugar adecuado donde establecerla (A.R., 1976). El precedente de esta biblioteca fue la Teneriffe Book Society, «una especie de biblioteca ambulante» fundada en 1831 en el hoy llamado Sitio Litre, por Mr. Charles Smith, un inglés que por motivos de salud había llegado a Tenerife (A.R., 1976). Aunque esta sociedad no tiene en principio ninguna conexión con la Biblioteca actual, sí representa el interés y la necesidad que ya los más antiguos residentes británicos en Canarias sintieron por mantener vivas sus inquietudes intelectuales. Tras muchas vicisitudes, a finales de 1903 se terminaron las obras del actual edificio, en el que se inauguró la actual biblioteca en 1904. La institución es administrada por una Junta Directiva que es elegida cada año entre los miembros de la comunidad británica de La Orotava.

    El English Club, Santa Cruz fuefundado en 1909, tuvo su sede en el número 9 de la calle Constitución, donde con frecuencia se organizaron celebraciones culturales y recreativas, muchas de carácter benéfico. Según sus estatutos de 1916 sólo los socios británicos podían adquirir acciones, aunque admitía como socios a quienes hablasen inglés.

    El deporte fue una actividad que se popularizó en Gran Canaria y en Tenerife gracias a los ingleses, que fundaron toda una serie de clubes deportivos. Así podían practicar sus aficiones favoritas, y aliviar el tedio y la monotonía de la vida en las islas. De hecho, la capital grancanaria -tal y como afirmaba Mr. Seddon- podía estar orgullosa de ser «el único puerto donde los visitantes podían encontrar clubes de golf, cricket, lawn tennis y football, sin mencionar croquet y póker» (The CIR, 17 noviembre 1903). Ingleses y canarios llegaron a relacionarse en la práctica de algunos deportes, entremezclándose sin importar las nacionalidades, tal y como evidencia la prensa local, sobre todo en Las Palmas, donde a partir de 1907 parecía como si se hubiesen despertado los entusiasmos por toda clase de deportes.

    Las Palmas Golf Club

    Es el club de golf más antiguo de España. Fundado el 17 de diciembre de 1891, tuvo su primera sede en Altavista, y actualmente sigue funcionando en sus instalaciones de Bandama. Cuenta entre otros muchos trofeos con la copa Palmer, el trofeo deportivo más antiguo de la geografía española.


    [3. La Copa Palmer. Trofeo deportivo decano de
    España. Donado en 1894 por Mr. Palmer.]


    Las Palmas Lawn Tennis Club

    Debió fundarse entre 1895 y 1896, ya que el 4 de marzo de 1903 The CIR informa de que se acababa de jugar el octavo torneo anual del club. En sus pistas, situadas en los jardines del hotel Metropole, se celebraban varios torneos - americanos, dobles, mixtos - que gozaron también de gran popularidad entre los isleños. Uno de los jugadores más famosos del equipo del Club, Mr. Sydney Head, quedó vencedor del campeonato de España en 1907, recibiendo en Madrid la copa que regalaba el entonces rey D. Alfonso XIII (Diario de Las Palmas, 11 mayo 1907).

    Las Palmas Cricket Club

    Se desconoce la fecha de su fundación, pero se sabe que tuvo su sede «detrás de la casa de caminero que había frente a la clínica de Santa Catalina» (Díaz-Saavedra, 1988:22), y también que gozó de gran popularidad entre los ingleses residentes.

    Las Palmas Football Club

    Tuvo su terreno de juego en el Puerto de La Luz, frente a las oficinas de Wilson Sons & Co., cerca del muelle de Santa Catalina, y fue la institución británica en cuyas actividades se dio una mayor participación de los isleños, que muy pronto pasaron de ser meros espectadores del juego a competir con los ingleses en las explanadas del muelle de La Luz y del Polvorín, o en las Rehoyas.

    Orotava Bowling and Recreation Club

    Fundado en 1902, pronto vio incrementado su número de socios. Llevaba a cabo diversas actividades deportivas, entre las que destacaban las competiciones de juegos de pelota, golf, croquet, tenis, badmington, etc.

    Orotava British Out-of-doors Games Club

    Se trata de un club posterior, que se desarrolló durante los años 20. El edificio ha sido ampliado y modernizado en varias ocasiones, llegando a contar con un salón para jugar a las cartas, (se celebraban campeonatos de bridge), bar, terraza-bar, y un «tea-pavillon» en el que se sirve el té a los socios.

    Relaciones socio-culturales

    La presencia británica, tan decisiva para el desarrollo de la industria turística, el comercio y la agricultura de exportación, pilares de la economía insular, afectó igualmente a la vida social y a los usos y costumbres de la población isleña. Los «ingleses» se erigieron como los artífices del sentimiento de modernidad imperante y del prestigio social, contribuyendo enormemente al fomento de diversas actividades sociales, culturales, deportivas, que dinamizaron en gran medida la hasta entonces aletargada vida insular. Fiestas y bailes eran el medio más natural de reunir a la colonia y proporcionar unas horas de esparcimiento y solaz a sus miembros, pero también de hacer que los dos pueblos estrechasen lazos de amistad. Festividades británicas como el jubileo de la Reina Victoria contaban con la asistencia de autoridades y bandas de música locales (El Liberal, 21 junio 1887). Igualmente, los tradicionales bailes locales como el de la Candelaria eran frecuentados por miembros de la colonia británica (El Liberal, 3 febrero 1892). Las garden-parties inglesas se constituirían muy pronto en una moda dentro de la sociedad isleña, que empezaría a organizarlas. Solían celebrarse de 3 a 6 de la tarde en los jardines de algún hotel o casa particular, donde los invitados eran obsequiados con té, pastas y licores. Las crónicas de la prensa local nos permiten comprobar que la costumbre de tomar el té consiguió arraigarse en los círculos isleños.


    [4. El inmueble donde tuvo su residencia
    la familia Miller, en Triana. Las Palmas.]


    Residentes y turistas también sintieron la necesidad de satisfacer sus inquietudes intelectuales, ante la insuficiencia de los atractivos del clima para hacer más grata su estancia en las islas. Así, se celebraban veladas lírico-dramáticas y conciertos. Pero quizá sorprenda comprobar que la intensa vida social desarrollada por la colonia estaba ligada a una finalidad benéfica: casi siempre acababan con una cuestación con la que conseguían fondos que se repartían a partes iguales entre las instituciones benéficas locales canarias y británicas, cuando no se destinaban íntegramente a ayudar a viudas, huérfanos y pobres de la isla. Suscripciones, como la organizada por el Ayuntamiento de Las Palmas en 1909 a beneficio de los reservistas movilizados por la guerra de Melilla, o las organizadas para socorrer a las familias más necesitadas de Lanzarote y Fuerteventura, también contaron con los donativos de empresas y particulares isleños y británicos.

    El interés de la colonia por contribuir al fomento de la cultura entre los isleños hizo que en 1888, varios ingleses residentes dieran en el coliseo una función lírico-dramática a beneficio del nuevo teatro de Las Palmas (El Liberal, 4 diciembre 1888). Se promovió también la publicación de periódicos ingleses, como The Canary Islands Review, que, editado en inglés semanalmente en Las Palmas entre marzo de 1903 y abril de 1904, circulaba tanto en la capital grancanaria como en Tenerife y La Palma, o el The Tenerife News, semanario de vida algo más efímera, que salió a la luz en enero de 1891, y del que sólo se conocen 14 números. En las páginas de estos semanarios se suceden cuentos, opiniones políticas, relatos de experiencias personales, impresiones sobre aspectos de la vida en las islas, o incluso poemas. En ellos, se ha plasmado el pensar y el sentir de una comunidad que compartió un tiempo y un espacio de sus vidas con la realidad isleña.


    [5. The Canary Islands Review.]

    La Sociedad Protectora de Animales fue fundada en Las Palmas en 1896 por iniciativa de Mr. Alfred L. Jones, contó con el apoyo inicial de las autoridades locales canarias y británicas para intentar corregir y castigar los innumerables abusos que los isleños cometieron con los animales. La sociedad tuvo su sede en las dependencias del Viceconsulado británico en Triana 93, y ofrecía «donativos para premiar a los dueños de animales que mejor les cuidasen, y recompensar a la vez a los celadores de la sociedad que denunciasen toda clase de crueldades que con los animales se cometiesen» (Diario de Las Palmas, 21 agosto 1896). La labor de la SPA y la influencia de la colonia inglesa hicieron mucho para disminuir la crueldad de los canarios hacia los animales (D'Este, 1909:187), pero pronto los buenos propósitos pasaron al olvido, y en 1907 la prensa volvía a expresar su gran pesimismo por lo infructuoso que resultaba luchar contra la incultura del país (Diario de Las Palmas, 11 diciembre 1907).

    Las islas tenían un gran prestigio por la fruta y la verdura, pero no tanto en lo que respecta a la carne y al pescado. La enorme incidencia de las costumbres y gustos británicos en el campo de la alimentación provocó la difusión de los productos de la cocina inglesa. Así, el llamado pan inglés, o pan de molde, se puso de moda para la elaboración de los típicos sandwiches o emparedados ingleses. Este tipo de pan empezó a venderse en Las Palmas en diciembre de 1891, a 30 céntimos el medio kilo, en el almacén de The Lion Trading Company, y podía conseguirse también en el Puerto a través de Mr. Strong. Pronto, el renombrado pan inglés se expendería en los mejores establecimientos de Las Palmas, como el de D. Leoncio de la Torre, desde 1897, y partir de 1904 en las panaderías, que lo venden al precio de 20 céntimos la libra de 400 gramos.

    En 1891, la prensa anuncia que Mr. Newman Tremearne, fundador de una industria de fabricación a gran escala de manteca para consumo diario y exportación, ofrecía manteca fresca de vaca a la inglesa, «directamente de la fábrica en Guía, elaborada por máquinas y garantizada fresca, aseo y pureza, a 4 reales de plata la libra» (El Liberal, 30 noviembre 1891). Al año siguiente ya se vendía manteca inglesa en Las Palmas, en el n.º 90 del Puerto de La Luz, a 2 pesetas la libra. Otro inglés, Mr. Alfred Williams, inició el comercio de carnes congeladas en Gran Canaria en 1902 (Diario de Las Palmas, 28 abril 1902). Casi todas las pastelerías y restaurantes ofrecían varias clases de «pudines», además de «rosbeef a la inglesa, salsa para biftek, sausage, Oxford sausage», etc. Las tiendas isleñas estaban surtidas de galletas inglesas, cuyas marcas pasaron pronto a englobar la larga lista de términos que aludían a unos productos que empezaron a formar parte de la dieta cotidiana isleña.

    Influencias lingüísticas

    Aunque sólo una pequeña parte de la población isleña pudiera expresarse correctamente en inglés y lo mismo sucediera con los ingleses respecto al castellano, podemos decir que una gran mayoría llegó a familiarizarse con los sonidos, palabras y expresiones básicas de la otra lengua. El isleño empezó a chapurrear el inglés desde niño, cuando se dirigía al "choni" a pedirle "peni, peni", y después se lo agradecía con un socarrón "San llú, burro macho", en vez del correcto "Thank you very much" (Quintana Navarro, 1985:67). Y es que como explica Badía (1977:111), cuando se produce una convivencia de lenguas dentro de una misma sociedad, aunque los hablantes sean monolingües, sucede que a través de conversaciones oídas por la calle, anuncios o publicaciones, o asistencias a determinados actos sociales (como una fiesta familiar, un entierro, etc.) «el habitante menos versado en la otra lengua se familiariza con ella, y adquiere un conocimiento pasivo de algunas de sus expresiones». Esto ocurrió sin duda en la capital grancanaria, invadida no sólo por anglohablantes sino por letreros y anuncios en inglés en calles y prensa; de ahí que en los pasajes de su Insulario, Alonso Quesada comentara: «Esta ciudad es una pequeña ciudad española... A pesar de sus letreros en inglés. A pesar de sus indios. A pesar de su carbón británico y sus maderas noruegas». También Tomás Morales, en Las rosas de Hércules, incluyó un poema a la calle de Triana, describiéndola como la calle del Comercio «donde corre sin tasa la esterlina/ y es el English spoken, de rigor», presentándonos la imagen del «sol del archipiélago dorando los rótulos en lenguas extranjeras», y señalando que «todo aquí es extranjero.../ extranjero es el tráfico en la vía/ la flota, los talleres y la banca / y la miss...»

    En la prensa local los anuncios de profesores y academias que ofertaban clases de inglés eran cada día más numerosos. El reputado periodista isleño Francisco González Díaz comentaba en el artículo «Do you speak English?» publicado en el Diario de Las Palmas el 23 de noviembre de 1903, cómo aprender inglés se había convertido en una necesidad imperiosa en Las Palmas. El periódico de los ingleses, The Canary Islands Review, (n.º 39, 30 noviembre 1903, pág. 4) compartía estas ideas, y añadía: Beyond all dispute the author is right when he says that a knowledge of the English language has become necessary here: so many British tourists come to these Islands to enjoy their perfect climate that the shopkeepers and those who cater for a money spending invasion must either acquire an elementary knowledge of our language or lose business.
    Todas las novedades que surgen en las distintas áreas de influencia inglesa, tanto técnicas como sociales, deportivas, culturales e incluso alimenticias, se plasman en nuevas palabras que se van incorporando al habla de los canarios, o al menos al lenguaje usado por la prensa local entre los años 1884 y 1914. Así, con los nuevos deportes se introducirían muchos términos como player, cona o corner, pena o penalty, shoot, offside, score, team, goalkeeper, match, referee, sport, sportivo, baseball, golf, golfer, yatch, etc. Muchas de estas palabras se adoptaron temporalmente, y fueron sustituidas con el tiempo por sus equivalentes castellanos, o bien se integraron con las consiguientes adaptaciones fonológicas y ortográficas, como es el caso de fútbol, futbolista, béisbol, gol, tenis, chute, yate, etc.

    En el campo de las comidas y bebidas, encontramos bacon, beefsteack, roastbeef, "butterina", cocktail, picnic, sandwich, sausage, tea, puding, whisky, o lunch, un término que adquirió el significado de «pequeño refrigerio ofrecido para agasajar a algún visitante ilustre, o celebrar algún acontecimiento social relevante». Y en la agricultura las famosas papas King Edward, Uptodate ( o, a veces, out of date), Kidney, canarizadas a "Quinegua", "Artodate" o "Autodate", y "Quini", o la temida plaga de mildew. En el ámbito portuario, observamos Castle, Highlands, Yeoward, cargoboat, clipper, destroyer, dock, ferryboat, steamer, etc. Otros anglicismos tienen que ver con la vida social, como lord, miss, mister, Johnny, Christmas, chic, cakewalk, foxtrot, one-step, music hall, gentleman, lady, bar, club, garden-party, high-life, o con la vida política y económica, trust, sheriff, bill, crack, freetrade, highlander, income tax, leader, manager, speech, stock, ticket, yankee, policeman.

    Todos estos términos son difundidos por la prensa local, lo que nos permite corroborar la incidencia que la influencia de la lengua inglesa tuvo en la sociedad isleña. Es posible, sin embargo, que el uso de algunos de los términos recogidos no estuviese generalizado entre la población, dado que, como indica Pratt (1980:14) una voz puede ser empleada en libros impresos, manuscritos o en reuniones y tertulias por un grupo culto sin llegar a arraigar jamás en el habla popular. Pero el hecho de que aparezcan en periódicos u obras literarias da pie a pensar que al menos la clase culta los conocía y usaba, quizá por esnobismo. Del mismo modo, con frecuencia sucede que un término coloquial es usado habitualmente durante mucho tiempo antes de ser aceptado -si llega a serlo- por la norma escrita; ello explica que no hayamos encontrado fuentes escritas que demuestren el uso real de voces que son reconocidas por la conciencia popular, tales como piche (de pitch), muy usada en Tenerife, queque (de cake), el bizcochón grancanario, o naife/nife (de knife), el cuchillo canario. Todas estas voces son préstamos que revelan una transmisión oral, al igual que otros muchos términos de indudable procedencia sajona que siguen teniendo vigencia en el habla de los canarios. Con frecuencia, como señala F.J. Castillo, éstos son adaptaciones surgidas del pichingli que se produjo «en los ámbitos portuarios de las Islas para atender las necesidades de comunicación entre los cambulloneros canarios y la tripulación de los barcos extranjeros». Es el caso de las voces brete (de 'bread'); choni (de 'Johnny'); guachimán (de 'watchman'); monis (de 'money'); paipa (de 'pipe'); refre (de 'referee'); tique, (de ticket); bol (de bowl); o guanijay (de one John Haig). Otras voces, parecen haberse introducido por vía escrita, como changue (de 'change'); o el polémico "guagua", que, según se especula, pudo surgir de una lectura dificultosa de waggon.

    Conviene matizar que algunos de los anglicismos recopilados aquí no son exclusivos del contacto lingüístico anglocanario, pues ya aparecen registrados por la Academia y son recogidos a su vez por Joan Corominas en su Diccionario Crítico Etimológico, como términos que han estado en uso en la lengua castellana desde épocas anteriores a nuestras fuentes. Sin embargo, queremos hacer notar el caso de algunos términos como goal, que aparece con frecuencia en la prensa isleña desde el año 1912, y que la Academia, según Corominas, no parece registrar documentalmente hasta 1925 ó 1936. Lo mismo sucede con clipper, anglicismo que Corominas registra por primera vez en 1901, y que ya aparecía en la prensa insular en 1892.

    Por otra parte, el total dominio del panorama económico de los británicos, así como el ambiente anglicanizante al que hemos hecho referencia, podría parecer lógico pensar que sólo se produjeron influencias del inglés en el habla de los canarios. No obstante, sorprende comprobar cómo en mayor o menor grado todos los autores ingleses de libros sobre las islas han cedido al influjo lingüístico y han incorporado en sus escritos palabras y expresiones españolas, y de la modalidad canaria. En sus páginas ha quedado plasmado su considerable conocimiento del vocabulario español, y, por consiguiente, su contacto innegable con la sociedad y la cultura canarias. Y no sólo en el uso de aquellos términos específicos de la realidad isleña que no tenían un equivalente adecuado en inglés, tales como gofio, azotea, mantilla, casino, torno, tertulia, puchero, postigo, patio, pescado salado, etc. Esto no deja de ser algo natural; pero lo interesante es observar cómo el contacto con el español y con la vida diaria de las islas les lleva a emplear en sus escritos palabras y expresiones españolas, así como términos canarios, para referirse a cosas que podrían haber designado en inglés: the carretera, the campo, the isleños, the comedor, the cura, the alcalde, the plaza, the alforjas, a venta, the sala, the correo, the pulgas, the azotea of the fonda, the señora of the fonda, the señor and his wife, a fanega of "chochos" etc.

    Un análisis de las palabras españolas tal y como aparecen escritas en The Canary Islands Review, a lo largo de sus 47 números, como en los distintos libros de viaje a los que hemos tenido acceso, nos lleva a agruparlas por campos semánticos muy generales de la forma siguiente:

    POLÍTICA y ECONOMÍA: the Alcalde; the Ayuntamiento; the Cortes; the Delegado; the Fielato; the Guardia Civil; the Juez de Instruccion; the Jura de la Bandera; the Military Comandante; municipio; Municipal market; perra chica; timo; Royal Audiencia; Guardias civiles

    RELIGIÓN: El Cielo; the cura; La Gloria; the sacristan; Santissima; un paso; the Virgen del Pino: Ave Maria Santissima!; ermita; the iglesia; the Pasos

    SOCIEDAD, CULTURA y OCIO: the Alameda; "almeida"; the Circo de Verano; fiesta; mantilla; the paseo, "passeios"; tertulias, tertullas; casino; corridas de sortija; señor; señoras; señoritas; caballero; siesta; the sereno; the torno; toreador, toreadors; the matador; banderilla; banderillero; picadores; adios; muchacho; tertulias; duenna; isleños

    LA CASA y OTROS NOMBRES de LUGARES: the cantos; estancia; the mirador; the sala; a finca; fonda; the plaza; the patio; porticos; pueblo; the venta; azotea; canteria; comedor; patio; the posada; postigo; quintas; the Puerto

    COMIDAS y BEBIDAS: azucar; bizcocho; cabrillas; gofio; morenas; puchero; rebanadas; the aguacate; almuerzo; vino del campo; ñames; pescado salado; some bizcochado; cherne

    TRANSPORTES y VIAJES: albarda; arriero; the vaporcito; tartana; tartana men; tartanero; the coche de hora; the correo; a correo schooner; carretera; carro; vuelta; the 7 a.m. coche

    UNIDADES de MEDIDA: a garrafon; ganigos of milk; a fanega of chochos; fanegadas; almudes of maize

    SANIDAD: medico; pulga; chinche

    NATURALEZA: the arena; barranco; the caldera; the cumbres; retama; the Pinar; the playa; the tassarte; we had viento; the tilo; the cardo; the pico; the campo

    Otros ejemplos claros de influencia lingüística los encontramos en palabras españolas a las que se han aplicado sufijos propios del inglés, como es el caso de duennaless, duennaed, así como en otras que, por analogía, siguen las normas inglesas para la formación del plural, como mangoes, staff of peons, tostons, Faycans, etc.

    Finalmente, hay que señalar que todos estos ejemplos de influencias lingüísticas son reveladores del alcance del intercambio sociocultural y lingüístico producido a través de la convivencia anglocanaria. A nivel general constituyen una prueba más de la íntima relación lengua-sociedad. Pero sobre todo, y a nivel particular, son la evidencia que desmiente definitivamente el extendido tópico de la colonia británica cerrada en su círculo y aislada de la sociedad isleña.
    Última edición por Grandiosos; 05/03/2014 a las 03:31

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    Re: Canarias e Inglaterra

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    Noticia del estado de dependencia desigual entre Canarias e Inglaterra durante el primer tercio del siglo XVIII:
    El principal fruto que se saca de Tenerife es el vino de malvasía; éste conducen todas las más de las naciones en el mundo, en especial las del Norte, y de éstas los ingleses, que sacan todos los años el vino de superior calidad; también se llevan la poca plata y frutos que vienen de Indias; y la orchilla, que es una yerba que se cría en aquellas piedras; sirve esta para las tinturas, en especial para la carmesí; todo esto se lo llevan a trueque de sus géneros, trayéndoles los peores y dándolos a un precio tan subido que, respecto del valor que tienen en Cádiz vale uno allá lo obtienen de los ingleses por tres. El vino se lo pagan en tres plazos: el un tercio por semanas, el otro en ropas, que han de tomar de sus tiendas, y el otro a la vuelta de los navíos; esto lo consiguen con tener en aquella isla muchos dependientes a los que envían géneros, y, no comerciando otros que ellos, teniendo la posesión de los pocos reales que hay, obligan al pobre paisano que no posea moneda alguna que se someta y vaya, a cuenta de vinos, a pedir al mercader inglés para cultivar sus viñas; en fin; los isleños vienen a quedar, ya que no esclavos de los ingleses en lo personal, a lo menos en sus haciendas. Por esto, como por los grandes intereses que el rey de Inglaterra tiene en estas islas, protege mucho el comercio de ellas, pues por cada pipa de vino que entra en Londres, paga al rey, de entrada, 12 libras, y hay años que se embarcan para allá de 8 a 10.000 pipas, y este soberano saca en sus derechos más que los propietarios de los vinos, junto con los derechos que pagan a nuestro rey, porque ordinariamente vale cada pipa de malvasía, a bordo de las embarcaciones, de 50 a 60 pesos.

    Compendio anónimo de Historia de Canarias en el primer cuarto del siglo XVIII.

    Comercio con Inglaterra (siglos XVI al XVIII):


    El más importante de los tráficos de Santa Cruz, y de las islas en general, ha sido tradicionalmente el comercio con Inglaterra. En determinados momentos, toda la vida económica de Canarias había llegado a depender de una decisión tomada en Londres. Sin embargo, este comercio había empezado modesta y tímidamente, porque tenía muchas ganas de comprar y pocas cosas que vender: como sus primeros mercaderes, como por ejemplo James Casteleyn, establecido en Santa Cruz desde los primeros años del siglo XVI y dispuesto a cualquier clase de operaciones. En las últimas décadas del siglo XVI se importaban de Inglaterra paños, algodón hilado, trajes de mala calidad, trigo, bacalao y arenques, que Canarias llamaba sardinas. En 1596, Felipe II había prohibido el comercio con géneros de Inglaterra y Holanda, incluso cuando los introducían barcos neutrales; pero la vigilancia no parece haber sido tan estricta en las islas, como en la Península. La paz concluida en 1604 vuelve a franquear a los géneros ingleses la entrada en puertos españoles. En 1645, los mercaderes ingleses establecidos en Andalucía han desplazado a los genoveses de su posición dominante. Entonces es cuando consiguen una serie de privilegios y exenciones, que se reflejan rápidamente en la situación del comercio inglés en Canarias, en el sensible aumento de los mercaderes que vienen a residir a las islas. Durante esta época continúa la importación de bacalao, se introducen productos agrícolas de Francia, transportados y exportados por comerciantes ingleses, cuya mediación salva el escollo del estado de guerra; y empiezan a entrar, en cantidades más importantes que hasta entonces, los productos manufacturados de Inglaterra. El tráfico directo había sufrido una interrupción en 1627-1631, en momentos de tensión política; pero los mercaderes holandeses habían devuelto a los ingleses la cortesía interesada que consistía en poner su pabellón a disposición del comercio británico. Luego intervino el largo paréntesis de la ruptura de 1665-1666, que parece haber afectado la importación de géneros ingleses mucho menos que la exportación de vinos canarios, quizá debido a la venalidad de la administración. De todos modos, en la segunda mitad del siglo XVII el comercio con Inglaterra pasó por una gran crisis, traducido por una contracción de la economía canaria en general. El gobierno inglés había cargado de gravámenes los vinos canarios, reduciendo sus posibilidades de venta: se quiso contestar a esa medida, en 1728, penalizando con una contribución de 9 por ciento los géneros ingleses, y al año siguiente eliminando de las islas a los comerciantes ingleses. Pero ambas medidas tuvieron que ser anuladas, pues no hacían más que empeorar las cosas y sofocar completamente la debilitada economía insular. A partir de mediados del siglo XVIII la situación se normaliza. Las importaciones siguen siendo muy activas y superan con mucho los géneros que proceden de otros países; abarcan una gran variedad de productos, desde los alimentos, principalmente carne, queso y arenques, hasta la quincallería, de los medicamentos hasta los libros y de los coches de caballos a los instrumentos de laboratorio.


    Exportaciones tinerfeñas:

    En cuanto a la exportación tinerfeña a Inglaterra, hasta 1580 aproximadamente su principal y casi único artículo fue el azúcar. Luego, de modo igualmente exclusivo, pasó a serlo el vino. Sin duda los ingleses habían empezado a apreciarlo en ocasión de los repetidos contactos, entre comerciales y pirático, de los Hawkins, Drake, y demás agentes de la primera expansión marítia inglesa; porque era frecuente que los piratas se detuvieran en las islas para pedir refresco de vino, tan necesario como el agua y más apreciado que ella. Durante la época isabelina, el malvasía no faltó en las tabernas de Londres, a pesar de la oficial falta de relaciones. Al normalizarse la situación del comercio entre las dos naciones, a partir de 1604, las entradas se hicieron más regulares y, según algunos, más que regulares, excesivas: en 1635, según juicio de James Howell, entraba más vino canario en Inglaterra que en todos los demás países reunidos y, según los datos que conocemos, esta aseveración no era inexacta. (Cioranescu)

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