Análisis | a. caballero
Sinónimo de ofender
18/12/2009
La Junta se encastilla, por inercia. Ni siquiera se ha planteado el cómo, ni el dónde, ni el cuándo del posible referéndum de autonomía leonesa, pero sólo con saber quién se le vienen los porqués encima. «Una barbaridad», opina el consejero de Presidencia, José Antonio de Santiago-Juárez: pisquiatra de profesión, que no acaba de entender bien qué complejo aqueja a la región leonesa, pero tiene clara la receta: Estatuto de Autonomía: una ley que no se consultó con el pueblo, a pesar de que la legislación permitía hacerlo con el beneplácito del Gobierno.
Con su entrada en nombre de la Junta se cierra la nómina de actores principales de una película que quiere producir la UPL. La ocurrencia, alentada por los militantes curtidos en marchas de más de 30.000 personas, como la primera que se hizo, pasa a ser ya un reto. Una cita ineludible que los leonesistas manejan con la cautela que merece la pólvora: si no se precipitan y apuntan bien, con una consulta selectiva que evite diluir esfuerzos y se centre en una serie de plazas significativas, incluido el Bierzo, quizá den en el blanco; pero si cargan en exceso, les puede salir el tiro por la culata.
El resultado, en todo caso, se medirá por su rendimiento político y fijará la bandera de las campañas electorales del 2011. Ahí es donde se coloca el alcalde de León, Francisco Fernández, que ha anunciado que votaría que sí a la salida de León de Castilla. ¿Que sí como ciudadano o que sí como secretario provincial del PSOE y encargado de marcar la disciplina de voto de todos sus ayuntamientos en la provincia? La diferencia es sustancial, porque acaba con el juego de las ambigüedades, a no ser que se siga la máxima por la que Julio Iglesias mantiene que le gusta España y por eso vive en Miami.
Más clara ha sido Carrasco, presidenta del PP de León. «Es un brindis al sol para llenar páginas de periódicos», ha dicho, consciente de que ese espacio no le reporta ningún rédito, pero sabedora de que es el nicho que puede decantar en su contra el fiel de la balanza electoral.
Con este escenario, en la platea queda la ciudadanía. Nadie le preguntó cuando hace más de medio siglo se asentó el estado de las autonomías, chafardeado entre UCD, AP y PSOE. Aquel debate sigue abierto. ¿Para qué preguntar? No vaya a ser que los ciudadanos respondan.
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