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Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
(Extraído de “Temas Toledanos”, Luis Moreno Nieto, 1982)
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II-EL PRIMER TESTIMONIO DE LA EXISTENCIA DE LA IGLESIA TOLEDANA
III.-LOS CONCILIOS DE TOLEDO
IV.-TOLEDO VISIGODO FIEL AL PAPA.-UN ANTECEDENTE DE LA PRIMACÍA DE TOLEDO
V.-EL RITO MOZARABE RESPETADO POR LOS PONTIFICES
VI.-LA PRIMACIA ECLESIASTICA DE TOLEDO.-LA BULA PONTIFICIA DE URBANO II.-
VII- TÍTULOS, HONORES Y PRIVILEGIOS.-PRESIDENTE DE LOS METROPOLITANOS
VIII.-DESDE SAN ILDEFONSO, LOS PAPAS SON MIEMBROS DEL CABILDO DE LA CATEDRAL.-SEMBLANZA DE SAN ILDEFONSO
IX.-UN ARZOBISPO OBCECADO
XI.-BERNARDO DE CLUNY y SUS SUCESORES.
X.-UN ARZOBISPO QUE TRATO CON CUATRO PAPAS
XII.-LA ESCUELA DE TRADUCTORES DE TOLEDO
XIII.-INOCENCIO III y LA VICTORIA DE LAS NAVAS DE TOLOSA
XIV.-UN CARDENAL ASESINADO
XV.-DE CURA DE "MISA Y OLLA» A GOBERNADOR DE LOS ESTADOS PONTIFICIOS
XVI.-TIEMPOS DIFICILES.-Una misión desagradable
XVII.-BARTOLOMÉ CARRANZA
XVIII.-LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SAN ILDEFONSO
XIX.-CISNEROS, EL REFORMADOR.
XX.-LORENZANA, UN CARDENAL PAPABLE.-Un cardenal de Toledo acusado de masón
XXI.-TOLEDO OFRECE HOSPITALIDAD A PIO IX. -Sesión extraordinaria del Ayuntamiento de Toledo de noviembre de 1866.-La respuesta del Papa.-Satisfacción del Ayuntamiento por la carta del Papa
XXII.-PIO IX REGALA UN SOLIDEO BLANCO AL CARDENAL PAYÁ.-EI Primado de Toledo, patrono del Pontificio Colegio Español de Roma
XXIII.-UN CASTILLO TOLEDANO REGALADO A LEON XIII
XXIV.-UN CARDENAL POPULAR: SANCHA y HERVAS.-Una carta de San Pío X
XXV.-PIO XI RECONOCE A LA CATEDRAL DE TOLEDO COMO IGLESIA PRIMADA DE LAS ESPAÑAS. -Un arzobispo progresista.-Cardenal durante un mes
XXV.-SEGURA, UN CARDENAL CONFLICTIVO. -Acatamiento a la República.-Etapa de solidaridad con Segura.-La dimisión.-Actitud de Pío XI
XXVI.-GOMA, EL GRAN CARDENAL DE ESPAÑA.-Nombramiento sin interferencias.-La Carta Colectiva de 1937.-EI cardenal Gomá enjuiciado por el cardenal González Martín.-El doctor Granados García y el cardenal Gomá. "España encontró su hombre» (Pío XI) .-Acusación infundada.-Independiente de la Junta Militar.-EI toledanismo del cardenal Gomá.
Puede también completarse con este anterior hilo:
http://hispanismo.org/historia-y-ant...1936-39-a.html
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
II.- EL PRIMER TESTIMONIO DE LA EXISTENCIA DE LA IGLESIA TOLEDANA
Corrían los primeros años del siglo IV. Era hacia el año 306. En Elvira. cerca de Granada, se celebró un Concilio nacional al que asistieron diecinueve obispos; entre ellos figura Melancio de Toledo que firma las actas de los acuerdos. Este es el primer testimonio documental de la existencia de la iglesia toledana, no discutido por ningún investigador, antes al contrario confirmado por historiadores nacionales y extranjeros, tales como Mendoza, Rivera, Flórez, Lafuente, Tejada, Gams, Hefelé, etc. Florecieron también en aquel siglo Audencio, que escribió un libro contra los herejes, y Asturio.
Había ya concluído la gran persecución de Diocleciano y de Maximiano. En España reinaba la paz bajo el poder de Constancio Cloro. Y si, como parece desprenderse de las actas del concilio de Elvira, cada obispo iba acompañado de algún sacerdote hay que deducir que no pocos años antes, hacia mediados del siglo III, había ya Iglesia jerarquizada en Toledo. Esto es lo que creemos documentalmente probado, lo que no quiere decir que en Toledo no hubiera cristianos antes del siglo III.
Lo de San Eugenio I de Toledo, obispo y mártir del siglo I, ya es otro cantar. Quienes desean acogerse a la tradición pueden hacerlo sin perturbar su fe ni su conciencia porque la imaginación es libre y nadie es capaz de ponerle puertas al campo. Quien, por el contrario, no quiera creer sino los hechos demostrados documentalmente, mejor será que lea el supuesto martirio del supuesto San Eugenio I narrado tal y como lo cuenta el riguroso historiador Juan Francisco Rivera Recio, quien se muestra escéptico de su veracidad hasta el punto de afirmar que ningún historiador serio puede defender hoy la historicidad de San Eugenio I.
SANTA LEOCADIA, PRIMERA MARTIR DE LA ARCHIDIOCESIS DE TOLEDO
La verdad es, como acabamos de subrayar, que a pesar de la tradición o de la leyenda de San Eugenio I, durante los siglos I y II no existen testimonios ni noticias de la primitiva cristiandad de Toledo. Sí es absolutamente cierto, en cambio, que durante la persecución de Diocleciano padeció martirio Santa Leocadia, muerta en la prisión víctima de los malos tratos de sus carceleros, a la que se le dedicó una basílica en la que fue sepultado su cuerpo.
Es una de las Patronas de Toledo declarada por el propio Concejo, cuya estatua, tallada por Nicolás de Vergara, figura en la fachada interior de la Puerta del Cambrón y cuyo nombre se ostenta en una de las cuatro campanas que rodean a la «gorda» en la torre de la Catedral. Desde el año 1593 el Ayuntamiento guarda una de las llaves de la urna de plata que contiene los restos de la santa en la Catedral; entonces se declaró fiesta en la ciudad el día 9 de diciembre.
Los venerables restos de Santa Leocadia fueron desplazados de Toledo hasta Bélgica a fines del siglo XI y custodiados en el monasterio de Saint Ghislain, hasta que cinco siglos más tarde un jesuita natural de Mora, el padre Miguel Hernández, logró que los monjes se los entregasen para traerlos a Toledo.
Bayeu perpetuó en uno de los frescos de los claustros de nuestra Catedral el cortejo procesional del día 26 de abril de 1587 que acompañó la traslación de los restos de Santa Leocadia; Felipe II fue uno de los portadores de la litera en la que iba el cuerpo de la joven mártir. Años más tarde Vergara y Merino tallaron la urna de plata que conserva sus cenizas y que hoy recorre procesionalmente las naves de la Catedral para quedar luego expuesta a la veneración de los fieles en la capilla del Sagrario.
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III.- LOS CONCILIOS DE TOLEDO
La primera identificación histórica de importancia transcendental, perfectamente documentada entre Toledo y los Romanos Pontífices está vinculada a los famosos Concilios de Toledo. Muchos de los cánones aprobados en estos Concilios, forjadores de la unidad política y religiosa de España pasaron a formar parte de la doctrina social y disciplinar de la Iglesia Universal. Así, por ejemplo, el Papa Graciano aceptó el texto aprobado en el primer Concilio toledano que impone a todo ordenando la promesa de reverencia a su obispo y el Papa Clemente !II acepta y aplica a la Iglesia una de las normas del IV Concilio toledano en el sentido de que la hija introducida por sus padres antes de los doce años en los monasterios no podía volver al mundo, si, núbil, aceptaba el hábito.
Esto justifica que ofrezcamos en este capítulo una breve reseña de los más importantes Concilios de Toledo. El objeto principal del primero de ellos fue la condenación de los errores de Prisciliano, y ofrece, como dato importantísimo en el terreno de la dogmática, la circunstancia de que en él se consignó por primera vez la palabra «Filioque» que tantas controversias había de suscitar, andando el tiempo, entre los griegos cismáticos y la Iglesia de Roma.
El segundo Concilio toledano, celebrado en el año 527, tuvo carácter provincial, y suscriben sus cánones seis Obispos coprovinciales, bajo la presidencia de Montano, Obispo de Toledo.
Brilla entre todos el tercer Concilio nacional, celebrado en Toledo a partir del día 4 de mayo del año 589.
Nuestra histórica ciudad vio reproducirse en pequeño el magnífico Concilio de Nicea, y cinco metropolitanos, 50 Obispos católicos y 14 arrianos, que debían abjurar sus errores, presididos por el Obispo de Mérida, el sabio y virtuoso Masona, dieron a España, junto con la unidad de su fe, el fundamento de su nacionalidad.
Alma y esplendor de este Concilio fue el glorioso San Leandro, cuyo nombre va inseparablemente unido al del inmortal Recaredo.
Entre el famoso Concilio que acabamos de reseñar y el que figura en el catálogo histórico con el nombre de «cuarto toledano» se celebraron en nuestra ciudad dos más, que están fuera de la cuenta de los toledanos. El primero, no obstante el corto número de padres conciliares. pues sólo asistieron a él hasta trece, tiene carácter de nacional y se celebró hacia el año 597, reinando aún Recaredo.
Al segundo se le señala época en el reinado de Gundemaro, en el año 610; asistieron al mismo quince Obispos y, aunque no es nacional, tiene excepcional importancia para nosotros, porque en él se afirma y asienta la primacía de la sede toledana.
Pero vengamos al celebérrimo «Concilio cuarto toledano.» Tocaba a su término el año de gracia de 633 y en la famosa basílica de Santa Leocadia, de Toledo, congregaban en Concilio nacional setenta y tres Obispos entre presentes y representados. Como si esto fuera poco a la gloria de esta famosa asamblea, hay que recordar que estuvo presidida por el hombre más sabio y más santo del siglo VII. por San Isidoro de Sevilla.
Del año 636 al 656, en un período de tiempo no mayor, como se ve, de veinte años, se celebraron en nuestra amada ciudad los siguientes Concilios:
El V (636). al que asistieron 24 Obispos, entre ellos San Braulio de Zaragoza, presididos por nuestro Obispo Eugenio 11; el Concilio VI, en el año 638, con asistencia de 52 padres conciliares; el VII (646), integrado por 39 Obispos; el VIII (653), con la asistencia personal de 52 Obispos; el IX (655), al que asistieron 17 mitrados, y el X, en el año 656, bajo el imperio de Recesvinto, y en el que tomaron parte 25 prelados, entre ellos tres metropolitanos que han pasado a la Historia con los nombres para siempre gloriosos de San Eugenio III de Toledo, Fugitivo de Sevilla y San Fructuoso de Braga.
Es creíble -escribe un docto historiador- que asistiese también San Ildefonso, que a la sazón era abad del célebre monasterio Agaliense en las inmediaciones de Toledo.
En tiempo del magnánimo y piadoso Rey Wamba, el día 7 de noviembre de 675, diecisiete Obispos y dos diáconos, en representación de los Obispos de Segovia y Arcavica, abren el XI Concilio provincial de Toledo, que tuvo lugar en la iglesia mayor dedicada a Nuestra Señora,
A San Julián de Toledo cupo la gloria de presidir a los 38 Obispos asistentes, en 681, al XII Concilio nacional toledano, y que, como el XIII, también nacional e integrado por más de 75 padres conciliares, tuvo lugar en el reinado del godo Ervigio.
Nada menos que tres Concilios nacionales (el XV, el XVI y el XVII) se celebraron en Toledo durante el breve reinado del Emperador Egica. En ellos se acentúa de modo alarmante el influjo laical en las decisiones conciliares.
Al primero, que es el XV en el orden de los Concilios toledanos, concurrieron, por orden del expresado Rey, setenta y un Obispos, cinco vicarios de otros tantos ausentes, once abades y siete condes palatinos, La fecha de su celebración coincide con el año 688.
Al segundo -año 693- fueron convocados y asistieron sesenta y dos conciliares. Entre las determinaciones de este Concilio, una fue imponer severísimas penas de degradación y destierro al Obispo de Toledo, Sisberto, aunque, acaso, más por haber sido rebelde y traidor a Egica, que por haber llevado su atrevimiento al extremo de sentarse en el trono episcopal en donde los demás no lo habían hecho por respeto desde que la Virgen Santísima lo había consagrado, apareciéndose en él a San Ildefonso.
Terribles fueron también y poco meditadas algunas de las penas establecidas contra los judíos traidores en el canon "De judeorum damnatione. »
Witiza, D. Oppas, los comienzos del siglo VIII señalan la hora fatídica del hundimiento de la España visigoda, y con el XVIII Concilio nacional del año 702 (del 704 según otros), al que asisten cerca de sesenta Obispos, se cierra el ciclo glorioso de aquellas importantes asambleas, que ya no volverán a ser convocadas en la inmortal Toledo, cautiva de la morisma o atenta a la liberación total de España, hasta largos siglos después de la invasión.
Y fue en el año 1565, en que, publicada la real cédula admitiendo el Concilio de Trento y encargando su observancia en España, Felipe II mandó convocar cuatro Concilios provinciales en Toledo, Sevilla, Salamanca y Zaragoza. El de Toledo, con motivo de la sede impedida, lo presidió el Obispo de Córdoba, don Cristóbal de Rojas y Sandoval.
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
IV.- TOLEDO VISIGODO, FIEL AL PAPA
En el siglo VII Roma y Toledo vuelven a identificarse en la defensa de la doctrina ortodoxa con ocasión de un episodio que protagonizó el arzobispo Julián de Toledo (680-690). Algunos participantes en el VI Concilio Ecuménico presidido en Constantinopla por el Papa León II en el año 681 habían defendido la falsa doctrina de que en Cristo había dos voluntades, la divina y la humana, y aunque el error, apenas expuesto fue rechazado, quiso el Papa que la verdadera doctrina fuese reconocida por todos los obispos visigodos de España y para conseguirlo envía un legado a Toledo con los documentos conciliares de Constantinopla que habían de ser suscritos por los prelados.
Es entonces cuando las relaciones del Arzobispo Juan de Toledo y el Papa tuvieron resonancia universal. "Llegaron los documentos pontificios -explica U. del Vall- cuando se acababa de disolver el Concilio XIII de Toledo. Quirico, a quien iba dirigida una de las cartas, había ya muerto y Julián toma la dirección del asunto. A causa del rigor del invierno, Julián no reunió el concilio y para no demorar demasiado la respuesta, compuso un «Apologético» y lo envió a Roma; en él se aprobaba y suscribía la doctrina propuesta por el Papa y se exponía, además, el sentir de la Iglesia española.
En Roma recibió el «Apologético» Benedicto II a quien parecieron ambiguas ciertas expresiones, por ejemplo, la afirmación de que en Cristo hay tres sustancias. El Papa pedía a Julián que explicase las frases oscuras más extensamente. En este entretiempo el Concilio XIV toledano había aprobado el «Apologético» de Julián sin conocer las observaciones de Benedicto II y, además, le había dado el valor de las epístolas decretales. La censura de Roma no agradó a los Padres españoles, menos todavía a San Julián, que redactó nuevamente otro «Apologético» que fue aprobado por el Concilio XV de Toledo (688), incluyéndolo entre sus actas. El primado de Toledo defiende las expresiones oscuras, y con frase incisiva llama a los teólogos romanos «émulos ignorantes»).
Los «Apologéticos» de Julián obtuvieron un éxito rotundo, pues contra todo lo que podía esperarse, el primado de Toledo y los Padres españoles merecieron la felicitación del Pontífice. La postura de Julián ha tenido las interpretaciones más opuestas. Para algunos escritores fue una actitud de rebeldía y el camino para el cisma. Exageración, sin duda. Tal vez es más crítico afirmar que la respuesta fue un tanto desabrida, sin indicios de insubordinación. Julián se encaraba con los «teólogos romanos» más bien que con el Papa.
UN ANTECEDENTE DE LA PRIMACIA DE TOLEDO
Este hecho de que el Papa enviase un representante suyo al Metropolitano de Toledo inicia, en opinión del historiador Juan Francisco Rivera Recio el reconocimiento de la primacía eclesiástica de Toledo que luego habría de ser solemnemente proclamada en el siglo Xl.
Se da otra circunstancia y es que cuando aquel mismo año 681 Julián de Toledo convoca otro Concilio requiere la asistencia no sólo de sus obispos sufragáneos, sino también la de los demás metropolitanos quienes se adhieren unánimemente y sin reservas a las actas del Concilio de Constantinopla y al «Apologético» que escribe Julián. Cuando varios clérigos toledanos llevan a Roma este documento plenamente aceptado por el episcopado visigodo, tras de disiparse algunos malos entendidos el nuevo Papa Sergio reconoce la indiscutible ortodoxia y los profundos conocimientos teológicos del arzobispo de Toledo.
En aquel Concilio toledano se dictaron varios cánones, pero el más significativo «reconoce al metropolitano de Toledo el derecho de instalar en la diócesis vacantes de cualquier provincia del reino a los candidatos que él juzgue dignos, según la designación real; la precaución tomada de afirmar que «el privilegio de cada provincia queda a salvo», y que el nuevo obispo, al entrar así en posesión, deberá presentarse dentro de los tres meses siguientes a su metropolitano, si el rey no se lo impide, mal encubre la gravedad de la innovación: el rey no verá su libre decisión (libera principis electio) retardada o impedida por la necesidad de consultar a los obispos de la provincia, lo que significa que se le reconoce a la realeza, en la elección de los obispos, un privilegio exorbitante; en cuanto al metropolitano de Toledo, que por lo demás parecía obligado en la práctica a ratificar las elecciones del soberano a reserva de un examen probatorio, se convierte en realidad, sin recibir el título, en el jefe eclesiástico o primado de toda la Iglesia española».
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
V- EL RITO MOZARABE, RESPETADO POR LOS PONTIFICES
El rito mozárabe conservado hasta nuestros días significa un reconocimiento, implícito al principio y manifestado sin reservas después, del respeto y la admiración que ha merecido de los Romanos Pontífices desde el siglo XI hasta hoy. Explica José Antonio Dávila García-Miranda, entusiasta impulsor del renacimiento del mozarabismo en nuestros días que el rey Alfonso VI cediendo a las instancias del Papa Gregorio VII, con grandes resistencias, introdujo en Castilla la Liturgia Romana en el Concilio de Burgos del año de 1080, aboliendo la hispano-visigótica.
No quedaba a la antigua liturgia otro refugio que las iglesias de las regiones ocupadas aún por los árabes. Reconquistada Toledo se pensó al punto en expulsar de su recinto aquella liturgia a quien Gregorio VII había calificado de superstitio toletana. No referiremos los incidentes de la lucha por ser bien conocidos. El rito, que ahora mejor que nunca podía llamarse toledano, sucumbió el año 1090. Lo único que los toledanos pudieron conseguir fue que su liturgia se conservase en seis parroquias donde, en los días de su cautividad, habían hallado consuelo para su infortunio.
Si algunos incidentes de la lucha fueron lamentables, preciso es reconocer que los Romanos Pontífices obraron siempre guiados por nobles motivos. Reconocieron en varias ocasiones la excelencia de nuestra liturgia; pero fueron consecuentes en sacrificar anhelos nacionales al bien general de la unidad eclesiástica, de la que España misma tantos bienes había de reportar.
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VI.- LA PRIMACIA ECLESIASTICA DE TOLEDO
Esta es, sin duda, la más fehaciente prueba de predilección de la Santa Sede. Ya es sabido que apenas conquistada Toledo del dominio musulmán el 25 de mayo de 1085 lo primero que hizo Alfonso VI, sin previa consulta, es cierto, al Papa Gregorio VIII quien, por otra parte, estaba moribundo (falleció tres semanas después) fue erigir en la sede de Toledo al abad Bernardo de Sahagún, quien tres años después sería el primer arzobispo primado de España.
"El grande y decisivo acontecimiento de la historia eclesiástica peninsular del siglo XI fue la institución del Primado de Toledo», escribe el historiador alemán C. Esdmann. El tema ha sido estudiado a fondo por el investigador toledano Juan F. Rivera Recio; de su estudio se desprenden tres hechos indiscutibles: 1º, que antes de que Roma reconociese oficialmente la primacía eclesiástica de Toledo, ya Alfonso VI y no pocos estamentos civiles y religiosos de la España cristiana incluyendo algunos metropolitanos, habían establecido «in mente», la supremacía toledana; 2,°, que la Primacía otorgada por la bula de Urbano II en el siglo XI fue ratificada en el siglo siguiente por sendas bulas de quince Papas, y 3º, que a pesar de la fuerte oposición y la polémica especialmente sostenida por Santiago de Compostela y Tarragona, el Vaticano permaneció siempre fiel en sus concesiones favorables a Toledo.
LA BULA PONTIFICIA DE URBANO II
He aquí la traducción de la Bula de Urbano II, documento irrefutable que se guarda en el archivo de la catedral de Toledo:
«Urbano obispo, siervo de los siervos de Dios, al reverendísimo hermano Bernardo, arzobispo de Toledo, y a sus sucesores a perpetuidad. A todos los que conocen las instituciones establecidas por los santos es conocida cuán grande fue desde antiguo la dignidad de la iglesia toledana, cuánta fue su autoridad en las regiones hispanas y gálicas cuántos servicios se prestaron por su medio en la solución de los asuntos eclesiásticos, mas a causa de los múltiples pecados del pueblo dicha ciudad fue conquistada por los sarracenos y la libertad de la religión cristiana quedó aniquilada en grado tal que por espacio de casi trescientos setenta años careció allí de honor del episcopado cristiano. Mas en nuestros tiempos, por la divina misericordia apiadada de su pueblo, gracias al interés del gloriosísimo rey Alfonso y al esfuerzo del pueblo cristiano, habiendo sido expulsados los sarracenos, la ciudad toledana fue restituída a la ley cristiana.
En consecuencia, por voluntad y consentimiento unánime de los prelados comprovinciales y de los magnates y del excelentísimo rey Alfonso, tú, carísimo hermano Bernardo, fuíste elegido después de tanto tiempo el primer prelado de la ciudad conforme al beneplácito de la majestad divina. (…) .
Solicitados tanto por la acostumbrada benevolencia de la iglesia romana como por la dignidad y reverencia de la iglesia toledana y también por los ruegos de nuestro queridísimo hijo el preclaro rey Alfonso te otorgamos, venerable hermano Bernardo, con la bendición de los apóstoles Pedro y Pablo, el palio, esto es, la plenitud de toda la dignidad sacerdotal y establecemos por el refrendo de nuestro privilegio que tú seas el primado en todos los reinos de España como consta que lo fueron en la antigüedad los prelados de esa ciudad. Del palio deberás usar en la celebración de la misa únicamente en las principales festividades, tres días en la natividad, en la epifanía, en la purificación, el jueves santo, tres días en la Resurrección, en la ascensión, Pentecostés, en las tres solemnidades de Santa María, de san Miguel y de san Juan Bautista. en todos los natalicios de los apóstoles y de aquellos mártires cuyos cuerpos descansan en vuestra iglesia, de san Martín también y de san Ildefonso y en la conmemoración de todos los Santos, en las consagraciones de las iglesias, obispos, clérigos, en el día aniversario de tu consagración y en la festividad de san Isidoro y de san Leandro.
Todos los obispos de España deben considerarte como primado y si algo fuera entre ellos motivo de litigio lo llevarán a ti, quedando siempre a salvo la autoridad de la iglesia romana y los privilegios de cada uno de los metropolitanos.
En virtud de este documento y a título de perpetuidad, contando con la gracia divina, te confirmamos a tí y tus sucesores legítimos la iglesia de Toledo juntamente con todas las iglesias y diócesis que por derecho propio es sabido que antiguamente la pertenecían, determinando por lo que se refiere a las que todavía están sometidas al dominio sarraceno que, cuando al Señor agradase que sean restituídas al poder del pueblo cristiano, queden sometidas a la debida obediencia a vuestra iglesia. Las diócesis de aquellas ciudades que por la invasión sarracena perdieron sus propios metropolitanos, las sometemos a vuestro mandato con esta condición, a saber, que mientras permanezcan sin propios metropolitanos, a tí como al suyo propio deben estar sometidas; mas cuando alguna metrópoli fuera devuelta a su primitiva dignidad, cada diócesis sea restituída a su metropolitano. Sin que por esto deba menos procurar vuestra fraternidad que a cada metrópoli le sea restituída la gloria de su dignidad. (…)
Dado en Anagni, por mano de Juan, diácono de la santa iglesia romana, notario del señor papa, Urbano II, el día quince de octubre del año de la encarnación mil ochenta y ocho, en la indicción undécima, año primero del pontificado del mismo señor, Urbano papa.»
FACULTADES PLENIPOTENCIARIAS
Y por si fuera poco, Urbano II escribe con la misma fecha de la Bula una carta a los arzobispos españoles en la que les dice:
«Quien quiere que otros le estén sometidos, no debe desdeñar estar él mismo sujeto a otros. Tal orden de régimen y de prelación se observa no solamente en la Iglesia terrestre, sino también en el sobrecelestial, al disponer el Rey Universal que, siendo El Príncipe de todos, unos manden a otros. Por la autoridad de nuestra concesión hemos dispuesto que el arzobispo de Toledo sea el primado en todos los reinos de las Españas, dejando a salvo la autoridad de la Sede Apostólica y los privilegios de cada uno de los metropolitanos. En consecuencia, cualquier asunto grave que surja entre vosotros -ya que os encontráis lejos de la Sede Apostólica-, a él recurriréis como al primado de todos vosotros y con su sentencia judicial terminaréis vuestros (litigios) graves. Mas, si ocurriese que ni aun con su intervención judicial algún asunto pudiera solucionarse, sea elevado, como es justo, a la Sede Apostólica, como a la principal de todas las sedes.
Quienes de entre vosotros (obispos), os encontréis sin metropolitanos propios, mientras esta situación dure, a él como a metropolitano propio debéis estar sujetos. Valete.»
Un año más tarde llega a manos del arzobispo don Bernardo otro documento pontificio del mismo Papa que viene de algún modo a confirmar la Primacía otorgada. Dice así:
... Ahora particularmente por no existir en vuestros territorios ningún legado de la Sede Apostólica, de modo especial conviene que tu fraternidad inculque la disciplina de los príncipes de los Apóstoles Pedro y Pablo y se esfuerce en el cumplimiento de su obligación ... A ti, pues, varón prudente y religioso exhortamos y pedimos en el Señor que te preocupes cuidadosamente de las cosas de Dios, aguijonees a los buenos hacia lo mejor, corrijas a los malos y procures con interés y constancia observar en todo la disciplina canónica para gloria de la Iglesia Romana y premio de tu esfuerzo. Multiplícate, vigila, insiste con nuestros hermanos los obispos ante el rey, los príncipes y pueblo hasta conseguir que los que yerran vuelvan al recto camino y los que permanecen en la verdad cristiana perseveren virilmente hasta el final. Un punto particular sobre el que queremos y rogamos que trabajes es para que el obispo de Santiago sea sacado de la cárcel y restituido en su cargo; lo que hicieres en este sentido con el auxilio de Dios te cuidarás de notificárnoslo por carta, así como también todo aquello que preveas que ha de ser ordenado por Nos en los reinos de España y sobre quien convendría encargar de la legación de la Sede Apostólica serán tus enviados y tus cartas los que nos informarán.»
Bernardo de Toledo se entrevista con Urbano II en el Concilio de Clermont convocado en el año 1095 y por una bula del 25 de abril de aquel mismo año le nombra legado suyo permanente en España, legación extensiva a la Narbonesa.
A pesar de todas estas distinciones persistía la oposición de algunos prelados españoles y Pascual II, sucesor de Urbano envió en 1099 al cardenal Ricardo, abad de San Víctor de Marsella y a Gibelino, arzobispo de Arlés, para resolver las actitudes de los obispos que se negaban a reconocer las preeminencias otorgadas a la sede de Toledo; dieciocho años más tarde el, mismo Papa tuvo que enviar otro legado, el cardenal Bosón, quien de acuerdo con el arzobispo Bernardo reunió los concilios de Burgos y de Gerona.
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
VII.- TITULOS, HONORES Y PRIVILEGIOS
Comisario de Cruzada.-Que la primacía eclesiástica de Toledo haya perdido efectividad con el paso del tiempo es algo que hay que reconocer, aunque a los toledanos les duela. Pero no por eso hay que olvidar los títulos, honores y privilegios otorgados al Primado de Toledo porque forman parte del patrimonio histórico de los toledanos. Ello nos obliga a dejar constancia aquí de los más importantes.
Hasta el Concilio Vaticano II el cardenal de Toledo era el Comisario General de la Bula de Cruzada en España.
El oficio de Comisario de Cruzada nació con las Cruzadas mismas en el siglo XII. No bastaba que los Romanos Pontífices concediesen la Cruzada, sino que era menester quien la predicase, recogiese las limosnas y resolviese algunas dudas que se podían ofrecer. Por lo general, era un Prelado a quien se encomendaba este oficio.
Por la índole misma de la concesión, que solía hacerse a los Reyes, tenían éstos intervención directa, particularmente en la aplicación de las limosnas, las cuales no siempre se dedicaron a su destino. Así, por ejemplo, sucedió con las limosnas de la Cruzada que el Papa Calixto III concedió (1456) a Enrique IV, quien, no obstante las sanciones impuestas por la Santa Sede y las advertencias de algunos Prelados, en vez de invertirlas en la guerra contra los moros, las empleó en enriquecer a validos y ambiciosos.
Como desde el tiempo de los Reyes Católicos la Bula de Cruzada se renovaba periódicamente, el cargo de Comisario de Cruzada adquirió cierta estabilidad; pero no estaba desempeñado por un Prelado, sino por un simple presbítero, que tenía otros comisarios subdelegados para hacer el reparto de sumarios en las diócesis.
A la expedición de los sumarios cooperaban los Párrocos, Ayuntamientos y otras Corporaciones; pero también se encargaba a particulares (buleros), algunos de los cuales poco recomendables por su conducta, dieron frecuente ocasión a quejas y a sátiras que abundan en nuestra literatura. Los mismos comisarios regionales no siempre eran elegidos con acierto. Algunos de ellos vivían con excesivo fausto e infundían justas sospechas sobre el buen empleo de las limosnas que recogían.
El Papa Benedicto XIV concedió a Fernando VI (siglo XVIII) que nombrase los eclesiásticos que tuviese por conveniente para la recaudación y administración de los fondos de Cruzada. Se determinaron las atribuciones del Comisario General (recaudar y distribuir los fondos, en conformidad con las prescripciones vigentes, cuidar de la publicación de indulgencias, conocer en apelación de los fraudes cometidos por los expendedores, etc.), y se mejoró la organización; pero no desaparecieron aún todos los abusos.
Por fin, en el Concordato de 1851 se determinó que el cargo de Comisario General se ejerciese siempre por el Arzobispo de Toledo y que se suprimiesen los comisarios diocesanos.
PRERROGATIVAS Y HONORES.
- Según la disciplina vigente (can. 271) los Primados no tienen jurisdicción especial, a no ser que el derecho particular (por ley, privilegio o legítima costumbre se la conceda).
Los derechos honoríficos son: 1.º Precedencia sobre los Metropolitanos; 2.° Prerrogativa de honor (Cruz primacial, báculo y pontificales en todo el territorio de su primacía).
El privilegio de la Cruz primacial en toda España fue uno de los más estimados por los antiguos primados de Toledo. Así el Card. González de Mendoza en su testamento mandó que «por decor e honor» de la Iglesia toledana y de sus prelados se pusiese en la Capilla del Sagrario «la nuestra Cruz que, en señal de Primado, havemos trahido ante nos por las provincias de Santiago, Sevilla, Granada, Zaragoza, Valencia, Tarragona, Narbona y por las diócesis de las Yglessias que se dizen essentas»).
En España el Primado gozaba de prerrogativas y honores particulares:
Tenía dotación superior a la de los demás Metropolitanos.
Llevaba voz de la Iglesia española cuando ésta gestiona algún asunto, especialmente en relación con el Gobierno.
Tenía honores de Capitán General.
Llevaba el título honorífico de Canciller Mayor de Castilla. Desde que Alfonso XI nombró Canciller de Castilla al Arzobispo de Toledo D. Rodrigo Jiménez de Rada, fueron muchos los Arzobispos toledanos que desempeñaron dicho cargo. Posteriormente lo ejercieron también seglares. El título de "Gran Canciller de Castilla" era puramente honorífico.
Felipe V (1721) había concedido al Arzobispo de Toledo, por ser Primado, el título de Excelencia. Si es Cardenal, le corresponde el título de Eminencia que Urbano VIII (1630) concedió a todos los Cardenales.
Hasta fecha reciente los Arzobispos de Toledo reunían a los títulos dichos el de Patriarcas de las Indias Occidentales. Fernando el Católico solicitó en 1513 la creación de este Patriarcado, pero no accedió a ello la Santa Sede.
Más afortunado en sus gestiones fue Carlos V, pero la creación del patriarcado se redujo a la concesión de un título honorífico, si bien desde San Pío V (1572) llevaba anejo el Vicariato General Castrense. Solía darse a obispos no residenciales, pero también tuvieron algunos que a la vez gobernaban una diócesis. León XIII (1885) lo unió al Arzobispado de Toledo. Ultimamente Benedicto XV (9 de diciembre de 1920) se lo confirió al Obispo de Sión.
En las Cortes que Carlos V reunió en Toledo el año 1538, en las Juntas de Prelados que se celebraron en el Convento de San Juan de los Reyes, el Cardenal de Sevilla D. García de Loaysa, aunque más antiguo que el Cardenal de Toledo, se excusó de presidir diciendo al Cardenal Tavera: "Vuestra Señoría ha de tener mejor lugar en ésta y en todas las Congregaciones por ser Primado de España; demás de que, por ser Primado, conforme a derecho común es Patriarca de España, y tiene de ello privilegios de la Iglesia Apostólica, concedidos por el Papa Martina V al Arzobispo D. Juan de Contreras, antecesor de V.S. cuando se halló en el Concilio de Constanza». Pero este título de Patriarca de España no prevaleció.
Finalmente, por Comisión de Su Santidad, desde el pontificado del Cardenal Aguirre, los Arzobispos de Toledo fueron los directores de la Acción Católica en España.
Presidente de los Metropolitanos.- Hasta el Pontificado del cardenal Pla y Deniel (siglo XX) el arzobispo de Toledo presidía siempre la Asamblea o Conferencia de los Metropolitanos Españoles que no era una Asamblea Conciliar, mas no por eso dejaba de tener importancia grandísima, y aun, en algún sentido, aventajaba los concilios nacionales por la mayor facilidad con que se preparaba y por la mayor frecuencia con que podía reunirse.
El fin de las reuniones de Metropolitanos era asegurar la unidad "y libertad de acción de la Iglesia en España.
La Asamblea de Metropolitanos se reunía cada año, por lo común en el mes de octubre. Las reuniones se celebraban en Madrid, en el Palacio de Cruzada. El número de sesiones se acomodaba al número y gravedad de los asuntos que habían de tratarse.
Los acuerdos se comunicaban siempre a la Santa Sede y no se hacían públicos hasta que ésta los aprobaba.
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VIII- SAN ILDEFONSO. DESDE ENTONCES LOS PAPAS SON MIEMBROS DEL CABILDO DE LA CATEDRAL
San Ildefonso celebraba todos los años en el antiguo templo toledano de Santa María, emplazado en parte del solar que hoy ocupa la catedral, la festividad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, doce siglos después declarada dogma de fe. Sólo este hecho justificaría la inclusión del perfil biográfico del santo arzobispo toledano en estas páginas.
A la muerte de su tío, San Eugenio III, fue nombrado arzobispo de Toledo, cuya silla ocupó el I de diciembre del año 659, no sin haberla con insistencia rehusado. Compuso, apenas elevado a la nueva dignidad, un libro que tituló "De virginitate perpetua Santae Mariae adversus tres infidelis), para combatir los errores de la secta joviniana; dos grandes milagros hicieron patente la protección que dispensó siempre la Virgen a San Ildefonso. Estando un día el santo con toda la corte en la basílica de Santa Leocadia, dando gracias a Dios por la derrota que habían sufrido los herejes jovinianos, de repente se levantó del suelo la Virgen toledana, y dirigiéndose al santo le dice: «Ildephonso, per te vivit domina mea»; «por ti, Ildefonso, vive mi señora». La sorpresa fue grande, pero repuesto el santo tendió la mano al velo de la Santa y con el cuchillo del Rey Recesvinto cortó un trozo que, juntamente con el cuchillo, se guarda en la Catedral.
Agradecido San Ildefonso, dispuso que se celebrase en su iglesia todos los años la fiesta de la Concepción, ocho días antes de la Natividad, lo que fue después cumplido por la Iglesia universal, si bien se varió el día, trasladándose al 8 de diciembre, y hoy, al cabo de doce siglos, se ha declarado dogma de fe lo que San IIdefonso defendía.
La víspera de la Anunciación, al llegar San IIdefonso y el Cabildo a la entrada del templo para cantar los maitines, les sorprendió un resplandor singular que del templo salía, huyendo todos menos el santo, que penetró en la iglesia, viendo con alegría ocupada la silla desde donde él solía predicar al pueblo por la Virgen, la cual es creencia piadosa que le habló de esta manera: «Propera serve dei charissime, in occursum, et accipe munusculum de manu mea, quod de thesauris filii mei attuli; «llégate a mí, siervo muy amado de Dios, y recibe de mi mano este regalo que te traigo de los tesoros de mi Hijo», y en seguida puso sobre sus hombros una riquísima casulla, desvaneciéndose después como ligero humo.
La revelación hecha por el santo a los Capitulares y la existencia del don, no' pudieron dar lugar a duda sobre la autenticidad del milagro, Su fama cundió por todas partes, y el Papa Vitaliano y el Rey Recesvinto, pretendieron ser Capitulares de la santa iglesia toledana, y habiéndoselo concedido a ambos, son desde entonces los Papas y los Reyes de España considerados como individuos del Cabildo. Este suceso se ha perpetrado en varias obras de arte, y hoy es casi un segundo blasón de la Imperial Ciudad.
El 23 de enero de 668, poco más de un mes de este suceso, pasó IIdefonso a mejor vida, siendo su cuerpo sepultado en la iglesia de Santa Leocadia, por haber nacido el santo en unas casa pertenecientes a aquella colación, no lejos de la parroquia de San Román, en lo que fue luego casa de los jesuitas.
Cuando la invasión de los árabes, los toledanos, que con las reliquias de sus santos y los sagrados vasos huyeron hacia las montañas de Asturias, trasladaron el cuerpo del santo a Zamora, donde aún se halla.
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
IX.- ELIPANDO, UN ARZOBISPO OBCECADO
Elipando fue algo así como la oveja negra del episcopologio toledano. Rigió el arzobispado desde el año 754 hasta principios del siglo IX, y en tantos años no tuvo tiempo para advertir su error.
Hombre sabio, pero contemporizador y amigo de reconciliar lo irreconciliable, engreído además, e irritable, fue el protagonista del adopcionismo, herejía que sostenía que Cristo no era hijo natural de Dios, sino adoptado en el bautismo de Juan. El Papa León II convocó un concilio a fines del siglo VIII en la basílica romana de San Pedro y condenó a Elipando. Antes había sido condenado también en Ratisbona por el mismo motivo, en el concilio convocado por Carlomagno. Fue, sin duda, un hombre de buena voluntad, pero obcecado.
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X.- BERNARDO DE CLUNY Y SUS SUCESORES
Paradójicamente, como ya hemos dicho, el primer arzobispo primado fue un francés: Bernardo de Cluny, nacido en La Sauvetat de Blancafort, cerca de Agen. Fue también -elegido el 18 de diciembre de 1086- el único arzobispo de los reinos cristianos de la Península. No habían pasado dos años cuando ya era Primado, pero el Papa Calixto II mermó años después parte de sus privilegios jurisdiccionales.
Le sucedió en la sede toledana el arzobispo Don Raimundo, que recibió en Roma el palio arzobispal de manos del Papa Honorio II quien confirmó la primacía, confirmación que subrayaron después Inocencio II y Lucio II cuando Don Raimundo volvió a Roma para asistir al Concilio I de Letrán. Dos años antes de morir el arzobispo de Braga, cumpliendo una disposición pontificia manifestaba personalmente en Toledo su obediencia y sumisión al Primado.
Su sucesor, el arzobispo Don Juan, logra que los Pontífices Eugenio III, Adriano IV y Alejandro II ratifiquen el privilegio primacial de Toledo e incluso amenacen con castigar severamente a los arzobispos que no obedezcan al de Toledo, llegando a suprimir la exención que años antes Anastasio IV había concedido al arzobispo de Compostela.
Llega luego otro francés a ocupar la sede de Toledo -Don Cerebruno, nacido en Poitiers- y también obtiene de Alejandro III otra bula confirmatoria de la Primacía de la iglesia toledana; durante su pontificado el Papa amonestó a los obispos de Oviedo, León y Burgos que no querían acatar la autoridad del de Toledo.
ELEGIDO ARZOBISPO DE TOLEDO EN ROMA
La elección de Pedro de Cardona como arzobispo de Toledo fue realmente singular. Agonizaba el año 1180 y el canciller real de Castilla don Pedro de Cardona se encontraba en Roma resolviendo asuntos relacionados con la corona; hasta allí llegó una comisión de canónigos de la catedral de Toledo que pidió a Alejandro VI la designación del canciller para la sede primada. Lo curioso es que Cardona no tenía ningún deseo de pasar de canciller real a arzobispo de Toledo, pero ante la insistencia del Papa accedió; un año después Lucio III le nombró cardenal y entonces renunció a la sede arzobispal.
Para sucederle se nombró al arcediano de Talavera de la Reina don Gonzalo Pérez. Poco después era Sumo Pontífice Clemente III quien escribió dos cartas al arzobispo de Toledo con la intención de lograr que se acelerase la reconquista. En la primera de estas cartas, según el historiador Rivera Recio en la obra ya citada, insiste Clemente III en que «nuestros carísimos hijos, los reyes, príncipes y nobles de España, compongan una paz perpetua o, al menos, firmen mutuas treguas de diez años como mínimo, uniéndose para dar batalla a los árabes». Un mes más tarde -la primera carta llevaba fecha 8 de mayo de 1188-- vuelve el Papa a dirigirse al arzobispo y sufragáneos de Toledo, incluyendo normas concretas para lograr la pacificación interna de los reyes cristianos de España, en la que tan poco se había conseguido, y manifiesta su decidida voluntad de que los prelados cooperen en la obra de apaciguamiento de rencillas, imponiendo al arzobispo y a sus provinciales en virtud de obediencia que procuren reunirse con los otros arzobispos de España cuanto antes en un lugar oportuno y estudien las causas y raíces de las prolongadas guerras existentes entre los reyes, redactando un razonado escrito con todo lo tratado, que bajo sello remitirán a la Sede Apostólica .
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XI.- GONZALO JIMÉNEZ DE RADA, ARZOBISPO QUE TRATÓ CON CUATRO PAPAS
Treinta y ocho años fue arzobispo de Toledo el navarro don Rodrigo Jiménez de Rada, uno de los metropolitanos más destacados de la baja Edad Media. Esto le permitió tratar en muy diversas ocasiones a cuatro Papas: Inocencio III, Honorio III, Gregorio IX e Inocencio IV. Asistió al IV Concilio de Letrán, puso la primera piedra de la catedral de Toledo, fue cronista de su época y bajo su pontificado llegaron a Toledo los primeros monjes franciscanos y dominicos.
Le sucedió Juan Medina de Pomar que fue capellán del Papa Inocencio IV, cuyas cualidades, elogiadas por el mismo Pontífice, apenas pudieron manifestarse en Toledo pues murió a los cinco meses de llegar a España.
En breves pinceladas señalaremos a continuación lo más notable de las relaciones con la Santa Sede de algunos arzobispos toledanos de los siglos XIII y XIV.
Don Gonzalo García Gudiel protagonizó un incidente con Bonifacio VIII a raíz de la elección de Munio Alfonso como obispo de Palencia, pero el Papa quedó satisfecho de las explicaciones que le dio en Roma y le nombró cardenal obispo de Albano; fue sepultado en la Basílica romana de Santa María la Mayor.
Don Gil Alvarez de Albornoz prestó su juramento de fidelidad como arzobispo de Toledo ante Benedicto XII; fue comisario de cruzada contra el Islam, luchó en la batalla del Salado; Clemente VI le nombró cardenal y como tal se quedó en Roma participando activamente en la reconquista de los Estados Pontificios al servicio de Clemente VI, Inocencio IV y Urbano V. Fundó en Bolonia el Colegio Español de San Clemente, aún subsistente. Volveremos a referirnos a él más adelante.
El cardenal don Pedro Tenorio supo reconducir, como hoy se dice, la situación de la iglesia española ante el Cisma de Occidente, logrando que todos los obispos del país acataran a Clemente VII.
Persiste el cisma. Es elegido Papa el cardenal de Aragón Pedro de Luna, quien designa arzobispo de Toledo a un sobrino suyo llamado también Pedro de Luna al que consagró en Génova; asistió al Concilio de Perpiñán. Un sobrino suyo, Juan Martínez de Contreras, fue también años más tarde arzobispo de Toledo; asistió al Concilio de Siena y logró que Martín V ratificase de nuevo la primacía de la iglesia toledana.
Con certera intuición el Papa Alejandro III había comprendido dos cosas; que había que reconciliar a los reyes de Portugal, León, Castilla y Aragón y que, logrado el equilibrio, aunque fuese sólo durante algunos años, podrían unificarse los esfuerzos para continuar la Reconquista,
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XII.- LA ESCUELA DE TRADUCTORES DE TOLEDO
Naturalmente que no vamos a explicar aquí lo que en el siglo XII significó la Escuela de Traductores de Toledo para la cultura europea. Pero sí nos complacemos en reproducir esta apreciación de D. Angel González Palencia:
«Los traductores de Toledo son un eslabón más en la eterna teoría que va transmitiendo la antorcha de la civilización humana. «Historia de la Iglesia»
Los árabes habían reavivado esta antorcha, que se apagaba agonizante después de la irrupción de los bárbaros en el mundo clásico; los traductores medievales recogieron esta luz otra vez esplendente, y la transmitieron a la Europa occidental y cristiana. Y el honor de haber realizado esta gloriosa empresa cabe a la Iglesia católica, personificada en el Arzobispo toledano don Raimundo, que supo, con tolerancia digna de ser siempre recomendada, aprovechar cuantos elementos encontró en su Diócesis para dar un paso de gigante en la carrera de la ciencia humana.»
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XIII.- INOCENCIO III, EL ARZOBISPO D. RODRIGO Y LA VICTORIA DE LAS NAVAS
Inocencio III, desde Roma y el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada desde Toledo impulsaron y organizaron la campaña que culminó el 16 de julio del año 1212 con la victoria de las Navas de Tolosa. La preocupación primordial de Inocencio III -constante en los Romanos Pontífices de aquellos años- fue unir a todos los reyes cristianos de la península exhortándoles continuamente a dejar sus rencillas para pelear juntos contra los árabes. Hasta tal punto llega esta preocupación que en diciembre de 1210 Inocencio III pide a los reinos peninsulares que se unan a Alfonso VIII y manda al arzobispo toledano Jiménez de Rada que sancione con penas eclesiásticas a quienes ataquen al rey castellano durante su lucha contra los sarracenos.
Se unen a las fuerzas ibéricas los arzobispos franceses de Narbona y Burdeos y el obispo de Nantes con 20.000 combatientes. Cuando el ejército de El Nasir fue vencido, el Papa se apresura a enviar entusiastas felicitaciones al monarca castellano y al cardenal Jiménez de Rada.
Sin embargo, pocos años después, se observa un cambio de rumbo en la política vaticana. Poco antes del Concilio convocado por Inocencio III en la Basílica de San Juan de Letrán (año 1215) tuvo lugar una reunión preparatoria, presidida también por el Papa, en la que el arzobispo Jiménez de Rada reclamó que se hiciese efectiva la primacía eclesiástica de Toledo sobre los metropolitanos de Compostela, Tarragona, Braga y Narbona. El asunto no estaba en la orden del día de la sesión y el Papa se abstuvo de emitir su opinión en el debate, pero nombró al arzobispo de Toledo su legado apostólico por diez años en España, autorizándole para que ejerciese su jurisdicción sobre las iglesias reconquistadas en la Península
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
XIV.- EL CARDENAL SANCHO DE ARAGÓN, ASESINADO; CRISIS DE LA PRIMACÍA TOLEDANA
En 1226 insta el Papa al arzobispo de Toledo don Rodrigo para que envíe dominicos y franciscanos a las misiones de Marruecos facultándole para que consagre dos obispos de entre ellos; así lo hizo con uno llamado Agnelo. Todos los religiosos fueron martirizados.
Al cardenal Sancho de Aragón le hicieron prisionero los árabes en Jaén y murió asesinado en Martos, el año 1275.
Elegido y no confirmado por el Papa fue el arzobispo Fernando de Covarrubias que renunció a sus derechos ante el romano Pontífice Nicolás III el año 1280; tuvo aquel arzobispo toledano la rara habilidad de enemistarse con tres o cuatro cardenales que luego llegaron a Papas.
Los sucesivos avances de los ejércitos cristianos durante los años finales del siglo XII y primeros del XIII cambian la política de los Papas que ya no se preocupan tanto de aunar esfuerzos en torno al arzobispo de Toledo. Honorio II es el último Papa que «empuja» a Jiménez de Rada en la cruzada occidental contra los árabes. Los pontífices que le suceden conceden a los combatientes españoles los mismos privilegios y gracias que a los cruzados de los Santos Lugares, pero dirigiendo sus esfuerzos a reforzar las iniciativas de los reyes de Castilla y de Aragón, no las del Primado de Toledo.
La misma primacía toledana que habían consolidado los Papas de los siglos XI y XII ya no es ratificada con el mismo ardor por los Papas del siglo XIII. La razón es sencilla. La acomodación a los cambios políticos de los pueblos que ha sido constante en la historia de la Iglesia se confirmó una vez más en este caso. La independencia de Portugal y la autonomía de Cataluña y Aragón ofrecía un panorama de desmembración que no era el más propicio para que Roma apoyase una sumisión de los metropolitanos de la Península al de Toledo.
«La provincia de Toledo, que llegó a comprender veintiuna sufragáneas en la época visigoda, quedó reducida a ocho. Su extensión territorial quedó recortada principalmente por el litoral mediterráneo, que era zona de influencia política de los reyes de Aragón.
Fue precisamente en el siglo XIII, cuanto tuvo lugar el prolongado pleito entre Toledo y Tarragona sobre la sufraganeidad de Valencia, que quedó incorporada a Tarragona por razones políticas más que eclesiásticas. Por estas mismas razones geopolíticas fue disputada entre Tarragona y Toledo la diócesis de Segorbe, quedando sometida a Toledo por decisión de Inocencio III (28-11-1213). Cartagena, restaurada en 1250, fue declarada diócesis exenta por Inocencio IV (6-8-1250) para evitar discusiones entre Toledo y Tarragona.
Por la parte norte no pudo Toledo incorporar a su provincia ni la diócesis de Zamora ni la de Plasencia, que después de largas discusiones quedaron anexionadas en el siglo XIII a Compostela. Lo que Toledo no pudo ganar por el noroeste ni por el litoral mediterráneo, lo procuró en parte conseguir por el sur; pero los prelados toledanos no se mostraron muy celosos por restaurar las antiguas diócesis, tan numerosas en el sur de España. Las grandes conquistas de San Fernando no fueron aprovechadas en este sentido, ya que solamente fueron restauradas Baeza (1228), trasladada más tarde a Jaén (1246) y Córdoba (1236), que, aunque pertenecía a la Bética, quedó sufragánea de Toledo, sin duda, por haber sido restaurada por su arzobispo.
Tenía, pues, la provincia eclesiástica de Toledo en el siglo XIII las siguientes sufragáneas: Palencia, Osma, Segovia, Sigüenza, Cuenca, Segorbe-Albarracín, Baeza-Jaén y Córdoba. Total, ocho.
El cardenal Juan, Infante de Aragón, recibió la tonsura en el año 1311, de Clemente V, en Aviñón. Juan XXII le nombró arzobispo de Toledo ocho años después.»
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XV.- D. GIL DE ALBORNOZ, DE CURA «DE MISA y OLLA» A GOBERNADOR DE LOS ESTADOS PONTIFICIOS
El perfil biográfico del cardenal Gil de Albornoz es realmente singular, como lo fue también el traslado de su cadáver desde Italia a Toledo. Nació en Cuenca en 1300; se crio en Zaragoza, estudió en Francia, y a los treinta y ocho años fue arzobispo de Toledo.
Don Gil se educa al lado de don Jimeno de Luna, arzobispo de Zaragoza, y cursa estudios en la famosa Universidad de Tolosa. Ya ordenado, hacia 1325, don Gil fue, según Juan Beneyto, el más reciente de sus biógrafos, «cura de misa y olla" en Albalate de las Nogueras. En todo caso, no estuvo durante mucho tiempo de párroco rural. Pronto fue nombrado arcediano de Calatrava. El tío y la madre lo querían Obispo; el padre, capitán de los ejércitos. Todos acertaron, porque Gil fue eminentemente las dos cosas.
En 1338 vacó la sede de Toledo por muerte de su tío, y el monarca decidió que la ocupara don Gil, que empezaba a manifestar en las contiendas de los reyes de España aquel talento político con que había de envolver más tarde a los señores feudales de Italia. Se opuso el Cabildo, pero el Papa intervino y el «embajador de Alfonso XI» pasó a ser Primado de España y Canciller de Castilla.
Se reúnen las célebres Cortes de Alcalá. En ellas don Gil es la inteligencia que! traza planes y recopila medios; el conciliador hábil que aúna voluntades; el jurista que señala atribuciones; el financiero que busca recursos. Y como no es solamente un teórico, sino hombre de acción y de armas tomar, se pone en camino con el rey, seguido de sus mesnadas, para poner cerco a Gibraltar. Allí la peste, tal vez el veneno, pone fin a los días gloriosos de Alfonso XI, héroe del Salado; y sube al trono su hijo don Pedro, a quien las crónicas llaman el Cruel.
Don Gil ordena la retirada de las dispersas tropas y se vuelve a Toledo. Las violentas pasiones del joven monarca no se mantienen en la rígida disciplina moral señalada por el Arzobispo; y una pública manceba sustituye a la legítima esposa. Cual otro Bautista, don Gil repite el «non licet»; prevé además los crímenes y rios de sangre que van a costar los ilícitos amores del monarca.
Su certero instinto cortesano le dice a éste que, aunque Primado de España y Canciller de Castilla, no lo respetarán su vida las violentas pasiones que rugen y se mezclan en aquella atmósfera tempestuosa de amores, odios, intrigas, venganzas y ambiciones; y se manifiestan en asesinatos, traiciones, guerras y luchas fratricidas. Muy discretamente busca pretexto para alejarse y se refugia en la corte pontificia de Aviñón. Clemente VI le recibe con los máximos honores y descubre sus excelsas cualidades. Para utilizarlas en provecho de la Iglesia, le aconseja renunciar a su Arzobispado toledano y lo hace Cardenal del título de San Clemente, pero los cronistas de la época lo apellidan «el Cardenal de España».
En 1352 sube al solio pontificio Inocencio VI. Don Gil ya le es conocido como entendido capitán y hábil diplomático. El anhelo del nuevo Pontífice no podía ser otro que devolver a Roma la corte de los Papas, terminar el escandaloso cisma que dividía la Iglesia y recobrar para la Santa Sede las provincias pontificias de Italia, saqueadas y devastadas por los señores y condotieros. Los Papas, desposeídos de sus Estados, «prisioneros en Aviñón», necesitaban restablecer la autoridad de la Santa Sede, recobrar su patrimonio, garantía de su independencia, y poner fin a la anarquía que destrozaba las ricas ciudades de Italia. Otros legados de los Papas lo habían intentado, durante algunos años, sin resultado alguno.
Con rapidez y habilidad increíble organizó don Gil, en poco más de un mes, un Ejército, formado con mercenarios de varias naciones, al uso del tiempo. Hizo comprender al Papa que Rienzi seria más útil restablecido y honrado en Roma que en la cárcel de Aviñón. Lo lleva a Italia, se sirve de él para embajadas, negociaciones y escaramuzas; lo hace senador y dueño de Roma, y en poco tiempo el tribuno, que era buen guerrillero, le libra de otros enemigos más malvados. Así pudo entrar en Roma sin dificultad el legado del Papa, que había calculado sagazmente lo que daban de sí los delirios y extravagancias del famoso tribuno.
En su testamento otorgado en Orbieto el año 1364 establece un Colegio para nobles españoles, al cual deja heredero universal de su inmensa fortuna. El mismo dictó sus estatutos y dirigió al arquitecto en el diseño de sus planos.
El colegio de Bolonia, fundado en la época más esplendorosa de la Universidad, sirvió de modelo a otros muchos, especialmente a San Bartolomé de Salamanca. Esta fundación, que tanto contribuyó a la difusión de la cultura en España y fuera de España durante seis siglos, es, sin duda alguna, el monumento "aere perennius» erigido a la memoria del Obispo guerrero.
Murió Gil de Albornoz en Viterbo (Italia) el 24 de agosto de 1367, según algunos biógrafos; tan pronto como murió Don Pedro el Cruel, el Papa Urbano V dispuso el traslado del cadáver, que fue traído a hombros hasta la capilla de San Ildefonso donde hoy yace. Concedió el Papa indulgencia plenaria a cuantos condujesen los restos encerrados en un ataúd, cubierto con un paño de tela de oro y visos negros, que por esa circunstancia se llama "Paño de las Indulgencias», y que es utilizado en la catedral para cubrir el féretro de todos los arzobispos toledanos fallecidos desde entonces. El mismo Papa dispuso que todos los años hubiese funeral por su alma. Yacen las cenizas del cardenal en un soberbio mausoleo gótico, con estatua yacente. Veintidós arquitos apuntados decoran el sepulcro, que descansa sobre seis leones.
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
XVII.- EL PROCESO DEL ARZOBISPO CARRANZA
El proceso del arzobispo Bartolomé Carranza (1557-1576) fue el episodio más negro de las relaciones de la sede primada de España con el Vaticano. En él se aunaron por igual el poder de la Inquisición Española -rebelde en algún caso a las mismas órdenes del Papa- el cerrilismo de algunos clérigos y teólogos notables y la incomprensión de Pablo IV.
Carranza fue uno de los arzobispos más sabios e inteligentes que han pasado por Toledo. Intervino varias veces en el Concilio de Trento y fue elevado a la silla de Toledo por Pablo IV el 22 de agosto de 1557; apenas llegado a Toledo publicó su obra «Comentarios sobre el Catecismo cristiano», uno más de sus libros que fueron examinados con lupa por Melchor Cano, colega de Carranza en el Colegio de San Gregario de Valladolid y no precisamente un colega amigo. El dictamen de Melchor Cano fue desfavorable: reconocía que los libros de Carranza defendían en general la doctrina católica, pero presentaban algunas proposiciones, sobre todo las relacionadas con las indulgencias, que podrían inducir a error.
Esto bastó. El caso pasó al gran inquisidor Fernando Valdés y éste lo llevó a Roma con la añadidura de un informe personal que recargaba las tintas. Pablo IV en un Breve del 7 de enero de 1559 otorgaba a Valdés por una duración de dos años, el poder de entablar procedimientos y también investigaciones contra todos los obispos, arzobispos y primados, en materia de fe, de hacer su proceso y, en caso de que se temiera su fuga, ponerles en prisión a condición de informar previamente a la Santa Sede y de enviar a Roma todos los documentos del proceso.
Previa autorización del rey, Carranza fue arrestado el 22 de agosto de aquel mismo año. Cuatro días antes murió Pablo IV, pero el proceso siguió bajo el pontificado de su sucesor Pío IV que quiso acelerar los trámites sin conseguirlo, pues la inquisición española caminaba en este asunto -y-en otros- a paso de tortuga. Cuatro años después el proceso seguía. Murió Pablo IV sin conseguir, como había ordenado que Carranza fuera enviado a Roma; lo logró San Pío V, pero tuvo que amenazar con entredicho al propio rey.
Carranza estuvo encerrado en Valladolid ocho años. En 1564 el rey suplicó al papa que el asunto fuera resuelto en España por jueces nombrados por la Santa Sede. Estos fueron cuatro, entre los cuales había un arzobispo y un cardenal. Trasladado después a Roma, permaneció nueve años más en el castillo de Sant' Angelo, al cabo de los cuales (1576) no fue encontrado culpable de actual herejía, pero fue condenado a abjurar, como luterano, dieciséis proposiciones de sus libros y a la suspensión de sus funciones de arzobispo durante cinco años, que debía pasar en el convento junto a Santa María Sopra, museo de Roma, y a ejercitarse en ciertos actos de penitencia en dicho convento, en el cual murió dos meses después.
Antes de su muerte declaró muy impresionado que en toda su vida estuvo adherido al sentir de la Iglesia y que nunca profesó en sentido de 'heréticas las condenadas proposiciones, sobre cuyo fallo se mostró sumiso. En los diecisiete años de su encarcelamiento mostró singular resignación y en Roma se le veneró universalmente. Murió perdonando a sus enemigos.
Añadamos finalmente que la actuación de Carranza en Trento fue brillantísima: en él sostuvo la necesidad de reformar la disciplina eclesiástica, de prohibir la acumulación de beneficios eclesiásticos y de obligar a los obispos a residir en sus respectivas diócesis. En el concilio tomó parte en las discusiones de los teólogos, en las congregaciones, y en la cuestión de la residencia de los obispos, como el resto de los teólogos españoles, sostuvo que era obligación de derecho divino.
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
XVIII- LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SAN ILDEFONSO
En 1585, el maestrescuela de la Santa Iglesia Primada, don Francisco Alvarez de Toledo, obtenida licencia, mediante bula pontificia del Papa Inocencio VIII, fundó un Colegio bajo la advocación de Santa Catalina, virgen y mártir. Alcanzó vida tan próspera esta fundación, que años después (1520) el Papa León X le concedió título y privilegios de Universidad. No era propiamente un Seminario, pero por largos años hizo las veces de tal, y prestó a la Iglesia relevantes servicios, En esta Universidad se formaron hombres eminentes; bástese citar a Melchor Cano ya Fray Luis de León -y prelados insignes de la Iglesia,
Pero no fue duradera la prosperidad. La cercanía y crédito de la Universidad de Alcalá de Henares la privaba de muchos alumnos; la escasez de rentas no le permitía retribuir debidamente a sus catedráticos, y la decadencia general de los estudios en España, después de un esplendoroso periodo, alcanzó también a la Universidad toledana.
A mediados del siglo XVIII se rompieron los lazos que unían al Colegio de Santa Catalina y a la Universidad, y, consumada la separación por sentencia del Supremo Consejo de Castilla, la Universidad buscó domicilio propio en una parte del edificio de los padres jesuitas recientemente expulsados por Carlos III.
El colegio continuó en su domicilio, pero con vida lánguida por lo mermado de sus rentas, Su mismo edificio pereció en la guerra de la Independencia, Su patrono, don Antonio López Ayala, conde de Cedillo, le cedió su casa solariega; pero no por mucho tiempo, ya que en 1847, como sucedió a otros colegios, fue definitivamente extinguido.
No fueron más felices las vicisitudes de la Universidad. El plan sobre Universidades del ministro Caballero, la suprimió en 1807. Se la rehabilitó, con ciertas condiciones, en 1824, pero en 1845 se la suprimió definitivamente.
Ya en 1835 el Cardenal Inguanzo, comprendiendo que ni el colegio ni la Universidad eran suficientes para la debida formación del clero, había comenzado a levantar un edificio para establecer en él un seminario, pero la muerte cortó sus planes y la obra quedó suspendida; que no eran los tiempos aquellos propicios para empresas de esta índole.
Suprimidos los dos centros dichos, era ya urgente la erección del seminario. En ello pensó el Cabildo, sede vacante, en 1847. El ministro Vaamonde, en 5 de julio .de aquel mismo año aprobó el proyecto y agregó al futuro seminario las rentas del Colegio de Nuestra Señora de los Infantes, del de Santa Catalina y del de San Bemardino.
Previas algunas obras de adaptación del antiguo Convento de Carmelitas Descalzos, inauguróse en él el curso de 1847. Se matricularon treinta y cinco alumnos internos, de ellos cinco procedentes del extinguido Colegio de Santa Catalina.
En marzo de 1887 el Cardenal Payá reanudó las obras del nuevo seminario. En 13 de agosto de 1889, un incendio devoró una crujía entera, pero eso no obstante en 29 de septiembre de aquel mismo año se pudo inaugurar solemnemente el nuevo seminario. Posteriormente, en el pontificado del Cardenal Sancha, se amplió con dos pabellones más. Su Santidad León XIII le concedió el título de Universidad Pontificia, con facultad para conceder grados académicos en Filosofía, Sagrada Teología y Derecho Canónico, que conservó hasta 1936.
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
XIX.- CISNEROS, EL REFORMADOR
«Buen cardenal será, pues que no lo quiere ser», escribió Pemán aludiendo a Cisneros en su conocida obra teatral sobre el gran cardenal. Gonzalo o Francisco Jiménez de Cisneros fue nombrado arzobispo de Toledo el 20 de febrero de 1495.
La singularidad de Cisneros ofrece, a los fines que persigue esta obra, dos facetas importantes: su gigantesco esfuerzo para publicar la "Biblia Sacra Polyglota» llamada vulgarmente la Complutense o la Poliglota (hebreo, griego y latín) obra que prestó un inestimable servicio a la Iglesia y que fue autorizada por León X en un "Motu propio» del 22 de marzo de 1520, ya muerto Cisneros; y la reforma o renovación de la vida religiosa en las diócesis de la provincia eclesiástica de Toledo.
Fue el Papa Alejandro VI quien le concedió amplias facultades para llevar a cabo estas reformas cuyas normas principales se dictaron en los dos sínodos diocesanos celebrados bajo la presidencia de Cisneros.
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XX.- MONS. LORENZANA, CARDENAL PAPABLE; MONS. CIRILO ALAMEDA, ACUSADO DE MASÓN
A Fernando de Austria se le llamó el Cardenal Infante porque cuando solo tenía diez años sucedió en 1619 al cardenal Sandoval y Rojas; menos mal que no llegó a ordenarse sacerdote y su paso por Toledo no dejó rastro porque ni siquiera vino a posesionarse de su cargo de arzobispo.
Pero todavía hubo otro arzobispo de Toledo, Luis Antonio Jaime de Borbón que fue cardenal cuando sólo tenía ocho años. Le nombró el Papa en 1735 y renunció para casarse en 1754, renuncia que el Papa, naturalmente, aceptó de muy buen grado.
Pascual de Aragón fue nombrado cardenal por Alejandro VII en \660; fue virrey de Nápoles y protector de España cerca de la Santa Sede.
El cardenal Fernández de Portocarrero fue elevado al cardenalato por Clemente IX en 1669; también fue en Roma valedor de España ante la Santa Sede durante varios años.
Ya en el siglo XVIIIl, el cardenal arzobispo de Toledo Francisco Antonio José de Lorenzana, leonés de nacimiento, fue inquisidor general. Embajador en el Vaticano y arzobispo de Méjico. Se posesionó de la sede primada el 12 de marzo de 1772.
"En la sede primada -escribe Flórez Tascón- Lorezana se convirtió en primera figura de la Iglesia -el 10 de mayo de 1797, enfermo Pío VI, Godoy daba instrucciones al embajador Azara de que ante la posibilidad de un próximo cónclave se favoreciese la elección papal del cardenal Lorenzana-, gloria de su siglo, y ello a cuenta de su labor: editando la Colección de los Padres Toledanos (1790), del Breviario (1775), del Misal Mozárabe (1804), del Catecismo y los Decretos del Concilio de Trento, de los Cánones de la Iglesia española; escribió en favor del dogma de la Inmaculada, compuso una historia de Nueva España e innumerables decretos y cartas pastorales; construyó el edificio de la Universidad de Toledo (1795) y trató de reformar el culteranismo de los oradores sagrados.»
Cuando la revolución francesa provoca el destierro de Pío VI, Lorenzana acude a su lado, le consuela y anima, entrega cuantiosos donativos al exhausto Colegio Cardenalicio y poco después el Papa le nombra tesorero del citado Colegio. Cuando las maniobras políticas de Godoy le hacen renunciar a la sede toledana el Papa le conserva junto a sí en la Congregación de Propaganda Fide. Murió en Roma en el año 1804 y fue enterrado en el templo de Santa Cruz de Jerusalén hasta que el Cabildo de Méjico trasladó sus restos, en 1956 a la catedral de aquella capital.
Los Caballeros Mozárabes toledanos tenían sobrados motivos para interesarse por la figura del cardenal Lorenzana porque él fue quien publicó en Méjico y a sus expensas el antiguo «misal mixto» de Cisneros y el «breviario gótico» más una separata del misal con el canon mozárabe; las ediciones del rito que ahora se utilizan en la misa diaria de la capilla mozárabe de la catedral se deben también a él, que además, intentó depurar el canto mozárabe de su tiempo, muy distinto del primitivo.
MONS. ALAMEDA, CARDENAL DE TOLEDO, ACUSADO DE MASON
En el archivo nacional de Simancas (sección de Servicios Documentales) hay una relación de personajes pertenecientes a la masonería. En esta relación figura el nombre de Cirilo Alameda y Brea que fue cardenal arzobispo de Toledo desde 1857 a 1872. Que el cardenal Alameda y Brea se metió «hasta los codos» en política cuando la contienda carlista (algunos carlistas intentaron matarle) es cierto; que la prensa de su época le acusó de masón también lo es, que los obispos españoles coetáneos le marginaron de hecho en algunas ocasiones, está igualmente demostrado. Pero el Papa nunca tuvo por masón al cardenal Alameda y Brea; años antes de su designación para el arzobispado de Toledo el Romano Pontífice nombró a Fray Cirilo (28-11-1817) ministro general de la Orden. Pío IX, en el Consistorio de 1849 le promovió a la sede arzobispal de Burgos.
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XXI.- TOLEDO OFRECE HOSPITALIDAD A PIO IX
Las vicisitudes del Estado Pontificio frente a la creación del reino de Italia, iniciadas a mediados del siglo XIX plantearon a los católicos españoles un espinoso problema; la mayoría reaccionó en favor del poder temporal del Papa Pío IX. El fracaso del ejército pontificio mandado por De Médore, antiguo oficial del ejército belga, amigo del Papa, y por el general francés De Lamoriciére consternó a Pío IX hasta eI punto de que pensó en abandonar Roma y embarcarse para España en una corbeta austríaca que tenía preparada en Civitavecchia.
Es entonces, ante estas circunstancias tan tristes para la Iglesia y para el Papa, cuando el Ayuntamiento de Toledo convoca sesión extraordinaria y ofrece hospitalidad a Pío IX."
Leída la convocatoria, apenas iniciado el pensamiento por el Sr. Presidente, la Corporación le acogió con entusiasmo, acordando que por conducto del Excmo. Sr. Don Cándido Nocedal se elevara a Su Santidad la siguiente exposición:
"SANTISIMO PADRE:
Afligidos, como todos los fieles católicos, vuestros amantes hijos, por eI temor de que, tras tantos otros dolorosos acontecimientos, como los que contristan el ánimo de Vuestra Santidad y perturban el sosiego de la Iglesia, sobrevenga, por permisión de la Divina Providencia, el que con serena fortaleza ha previsto Vuestra Venerada y Sagrada Persona desde lo alto de la Silla de San Pedro en estos últimos días, los habitantes de la Ciudad de Toledo, asiento de la Catedral Primada de las Españas, antigua Corte de los Reyes que merecieron el dictado antonomástico de CATOLICOS, y célebre en el mundo cristiano por lo numerosos Concilios congregados en sus Basílicas para defender la pureza en la fe del Crucificado, confían sin embargo en la promesa del mismo Divino Señor, y esperan que su Iglesia Santa salga incólume, triunfante y gloriosa de tan espantosa tribulación.
"Pero si este consuelo mitiga el dolor de los toledanos, que además se alientan al ver, que la Augusta Princesa que heredó de aquellos sus esclarecidos progenitores con el reino, la fe y el nombre de católicos, se inspira en los mismos sentimientos que sus leales pueblos; no por eso pueden todavía descansar las almas de vuestros amantes hijos, sin haber cumplido, como tales, una obligación de que no se excusaría ningún cristiano, y menos siendo español, y aún menos teniendo la dicha de morar en Toledo, alrededor del sitio que señaló milagrosamente en su descensión la Reina del Cielo.
¿Qué otro mejor, en la desgracia de tener que abandonar á Roma, ciudad propia de todos los católicos del Orbe, para asentar su Solio el Padre de ellos, que esta otra ciudad, religiosamente insigne, y maravillosamente distinguida desde el tiempo en que regía su amplísimo Arzobispado el ínclito hijo de ella San Ildefonso, y donde sus heroicas virtudes labran su altar sobre su cuna?
"La ciudad, Santísimo Padre, que atesora recuerdos sin número de su adhesión á la Santa Sede, que ostenta, en medio de su pobreza de hoy, riquísimos monumentos de la piadosa grandeza de Reyes, Prelados y caballeros de España, y palacios de los antiguos señoríos, bien pudiera ser digna mansión interina para Vuestra Venerabilísima y Santísima Persona, rodeada de los muy respetables Príncipes de la Iglesia, Consejeros de su Autoridad Suprema. La ciudad es vuestra, Beatísimo Padre, como que sus moradores son vuestros hijos amantísimos. Ofrecerla, y pedir con fervorosa instancia que Vuestra Beatitud se digne santificarla con elegirla para el caso previsto por vuestra excelsa y prudente sabiduría, es la obligación que los representantes municipales de Toledo se apresuran á cumplir, puestos humildemente de hinojos á los pies de Vuestra Santidad, y elevando sus respetuosas súplicas hasta Vuestra Sacratísima y Santa Silla desde la Sala Consistorial de Toledo, donde al mismo tiempo dirigen sus preces al Dios Todopoderoso para que libre de todo mal á su Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, y conserve dilatados años la preciosísima vida de Vuestra Santidad Venerada.
"A diez y nueve de Noviembre del año del Señor mil ochocientos sesenta y seis.”
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LA RESPUESTA DEL PAPA
Pasó más de un mes en llegar a Toledo la respuesta de Pío IX en forma de carta escrita en latín cuya traducción castellana es la siguiente:
A LOS AMADOS HIJOS GASPAR DIAZ DE LABANDERO, PRESIDENTE, y LOS OTROS INDIVIDUOS DEL AYUNTAMIENTO DE LA CIUDAD DE TOLEDO.
(Sello Pontificio en lacre.)
PIO NONO PAPA
HIJOS amados, salud y la Bendición Apostólica. La antigua fe y la constante devoción á esta Apostólica Silla, con que se distinguieron vuestros antepasados en esa muy noble ciudad de Toledo, insigne por tantos monumentos de la piedad católica, brillan clarísimamente en vuestra respetuosa carta de 19 de noviembre, que con singular placer hemos recibido. Si algo mitiga los males el que lleguemos á entender, que otros se afligen por el dolor nuestro, bien lo hemos experimentado, cuando hemos leído del principio al fin vuestra carta.
Todavía más, Nos ha regocijado, al reparar en las relevantes muestras que habéis ostentado de vuestra filial adhesión, elevando á Dios vuestras fervorosas plegarias por Nos, y ofreciendo vuestra ciudad para que en ella fuéramos recibidos en seguro hospedaje, si acaso la necesidad Nos ob6gára á que de este Nuestra Nos retirásemos. Nos ciertamente confiamos en que Dios escuchará tantas súplicas vuestras y de otros fieles, y alejará los peligros que amenazan. Pero, ya fuere dado que permanezcamos en esta Nuestra Sede, ó ya las circunstancias aconsejaren el irnos con vosotros, ó el pasar á otro punto, en el alma guardaremos el recuerdo de este testimonio de vuestra voluntad; y abrigaremos hacia vosotros, grandemente merecedores de ello, un peculiar cariño de padre; cuya manifiesta señal queremos que entretanto sea la Apostólica Bendición, que muy amorosamente os enviamos al Ayuntamiento y ciudadanos todos de Toledo.
Dado en Roma á 26 de Diciembre de 1866, que es el año 21 de Nuestro Pontificado.
PIO PAPA IX.
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XXII.- PIO IX REGALA UN SOLIDEO BLANCO AL CARDENAL PAYA Y RICO
El cardenal Pedro Inguanzo y Rivero fue once años arzobispo de Toledo (1825-1836); asistió al cónclave que eligió Papa a Gregorio XVI. Fernando VII quiso implicarle en política a favor de Isabel II.
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El dominico Fray Ceferino González rigió solamente un año (1885) el arzobispado de Toledo, pero merece destacarse, aunque no fuese mas que por el hecho de que renovó los estudios bíblicos formulando conclusiones sobre la conciliación entre los avances científicos y la Revelación que años más tarde había de recoger León XIII en su encíclica "Providentíssimus Deus.»
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Otro de los eslabones de la larga cadena que une a Toledo con la Santa Sede fue el cardenal Payá y Rico, sepultado en la catedral, que falleció el 24 de diciembre de 1891. Fue una figura del Episcopado español realmente singular, continuador de la gloriosa tradición de hombres eminentes en la ciencia y en la virtud que han gobernado la archidiócesis primada. Cursó los estudios sacerdotales en Valencia, donde llegó a ser canónigo. Siendo ya obispo de Cuenca, asistió al Concilio Vaticano I, y cuando se discutió la infalibilidad del Papa intervino con un largo discurso, que causó profunda impresión entre los padres conciliares y aun en Pío IX, que le dio un abrazo y le regaló un solideo blanco como expresión de su admiración, solideo que el cardenal Payá nunca utilizó, aun cuando el Papa le autorizó para hacerlo. El mismo Pío IX le hizo cardenal poco después; más tarde fue designado arzobispo de Toledo, caso realmente excepcional, pues ordinariamente el cardenalato se suele otorgar a los prelados de Toledo cuando ya son arzobispos de la sede.
Cuando, antes de venir de Toledo, el cardenal Payá fue arzobispo de Santiago, puso especial empeño en localizar los restos del apóstol Santiago, que yacían ciertamente bajo las losas de la basílica compostelana, pero sin saberse exactamente dónde. Rico de Estasen cuenta que una comisión de expertos, entre los que figuraba el padre Fita, designada por el cardenal Payá logró descubir un sepulcro romano con restos humanos del siglo I; sólo tras de una paciente etapa de nuevos estudios y dictámenes promulgó el cardenal Payá un decreto declarando que aquellos restos eran los del apóstol Santiago; el Papa León XIII, tras de nuevos estudios y exámenes, ratificó la declaración del cardenal Payá por medio de la bula «Deus Omnipotens.»
El J3 de agosto de 1870 la Congregación General del Concilio Vaticano I nombró diez Padres para la Comisión de Disciplina, entre ellos el cardenal Payá que figuraba en segundo lugar. En la Congregación siguiente intervinieron sólo dos Padres sobre la totalidad del esquema y uno de ellos fue el obispo auxiliar de Toledo Pedro Bautista.
EL PRIMADO DE TOLEDO, PATRONO DEL PONTIFICIO COLEGIO ESPAÑOL DE ROMA
El cardenal arzobispo de Toledo es patrono del Pontificio Colegio Español de Roma fundado el 1 de abril de 1892 por León XIII, previos los trabajos de preparación y organización hechos por el insigne sacerdote D. Manuel Domingo y Sol, fundador de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Sagrado Corazón para el fomento de las Vocaciones Eclesiásticas. Después de haber ocupado varios domicilios provisionales, se estableció definitivamente en el Palacio Altemps, que León XIII donó para este fin al Episcopado Español. Todas las diócesis de España tienen fundadas una o varias becas para pensionar en Roma a alumnos de sus Seminarios. Las cuatro primeras becas fueron fundadas por la Archidiócesis de Toledo. Los alumnos cursan sus estudios en la Universidad Gregoriana (Filosofía, Teología y Derecho Canónico) y en los Institutos Bíblico y Oriental. En el Colegio hay clases complementarias de Lenguas, Literatura, Canto Eclesiástico, Teología Pastoral, etc. La dirección y administración está encomendada a la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos.
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
XXIII.-UN CASTILLO TOLEDANO REGALADO A LEON XIII
Cuenta el Conde de Cedillo que el castillo de Barcience, construido en el siglo XV, propiedad primitivamente del Prior de Velés pasó por herencias y sucesiones a los duques del Infantado y de Osuna, y luego al de Pastrana. A la muerte de don Manuel de Toledo y Salm-Salm, último duque de este título, recayó por voluntad testamentaria del poseedor en poder del Papa León XIII quien, hacia marzo de 1901 lo vendió al vecino y propietario de Bilbao don Manuel de Taramona.
Otra nota curiosa. León XIII regaló a su vez un anillo al cardenal Monescillo quien según nuestras referencias se encuentra en poder actualmente del vecino de Toledo don Julio Acevedo.
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
XXIV.-UN CARDENAL POPULAR: SANCHA y HERVAS.-
El cardenal Ciriaco Sancha y Hervás ha sido, sin duda, el cardenal más popular de Toledo en las últimas centurias. Obispo auxiliar de Toledo (1876-1882), luego arzobispo (1898-1909) recibió en Roma el capelo de manos de León XIII. Cuando terminaba el siglo XIX escribió una famosa pastoral sobre el Jubileo del Año Santo y presidió una gran peregrinación a Roma donde logró del Papa que prolongase por seis meses el año jubilar.
En 1901 fundó en Toledo las Damas Catequistas y los Círculos Obreros.
Casó a Alfonso XIII y bautizó al Príncipe de Asturias.
En 1903 promovió en Roma la continuación del proceso de beatificación del cardenal Cisneros cuyo expediente halló empolvado en los archivos del Vaticano; tenía más de 6.000 páginas; logró que se celebrasen dos sesiones más y ahí paró la cosa.
Volvió a Roma aquel mismo año para participar en el cónclave que había de elegir a Pío X, hasta entonces cardenal Sarto, patriarca de Venecia.
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
XXV.- PIO XI RECONOCE A LA CATEDRAL DE TOLEDO COMO IGLESIA PRIMADA DE LAS ESPAÑAS
Cuando estaba a punto de ordenarse de presbítero Enrique Reig Casanova abandonó el Seminario creyéndose indigno de ser sacerdote. Se casó y poco después la epidemia de cólera de 1885 acabó con su esposa y su hijo. Al año siguiente era ya sacerdote. En 1900 desempeñó una cátedra de sociología en el Seminario de Toledo. Diez años después era arzobispo en su ciudad natal: Valencia. En 1922 fue designado cardenal arzobispo de Toledo y cuatro años más tarde organizó el III Congreso Eucarístico Nacional que mereció de Pío XI la siguiente carta laudatoria:
«A nuestro amado hijo Enrique, de la Santa Romana Iglesia Presbítero Cardenal Reig y Casanova, del título de San Pedro in Montorio, Arzobispo de Toledo.
PIO PAPA XI
Amado Hijo Nuestro: Salud y Bendición Apostólica.
Entre los Templos que los hijos de la católica España levantaron en la Edad Media, no hay duda que ocupa un lugar preeminente. tanto por su amplitud como por la pureza de sus líneas y la magnificencia de su ornamentación, esa Catedral, que además es reconocida como la Iglesia Primada de las Españas.
Y constando que hace siete siglos que se erigió este monumento insigne de la piedad y liberalidad de vuestros mayores, a saber, luego que la ciudad de Toledo libertada del yugo sarraceno recobró de nuevo la libertad cristiana, con razón os disponéis a conmemorar el séptimo centenario, que está para cumplirse, de la construcción de este Templo maravilloso.
En efecto, ¿qué pudiera excogitarse más a propósito para excitar, en el ánimo de todos. los sentimientos nobilísimos de fe y de piedad, que recordar los ejemplos de nuestros padres?
Y para dar realce y mayor esplendor a este secular acontecimiento, muy oportunamente, Amado Hijo Nuestro, tomaste el acuerdo de convocar un Congreso Eucarístico Nacional, así como el de ceñir corona de oro a las sienes de la imagen de la Virgen del Sagrario, a quien vosotros como a celestial Patrona veneráis con culto especial.
Ambas cosas que estás ya, Amado Hijo Nuestro, para llevar a cabo con· tu pastoral solicitud que Nos es conocida y probada, no pueden menos de producir en el Clero y en el pueblo fruto copiosísimo de santidad. (…)
Dado en Roma, en San Pedro, el día cuatro del mes de Abril del año mil novecientos veintiséis, de Nuestro Pontificado año quinto.
PÍO PAPA XI»
EL CARDENAL GUISASOLA
El cardenal Victoriano Guisasola que llegó a Toledo en 1913 y fue nombrado cardenal al año siguiente publicó en 1916 una carta pastoral que fue muy comentada en su tiempo. Era un documento que hoy hubiera sido calificado de «progresista» y a él pertenecen estos párrafos:
"El tiempo decidirá si el sindicato es sólo un defensor de los intereses de clase, o un elemento activo de hondas transformaciones en la economía general; y no hemos de ser nosotros los católicos quienes pongamos obstáculos a cualquier cambio, por radical que sea, si tiende a distribuir entre el mayor número posibles los bienes de la tierra,
«Si el obrero quisiera renunciar a esta autonomía, no debíamos consentirlo los demás, porque esto lo colocaría en situación de inferioridad respecto a los socialistas .
«Esta libertad no es tan grata y la reputamos tan propia de los hijos de Dios, que aun previendo posibles rebeldías, no pretenderemos ahogarla en su cuna.»
No agradaron mucho estas ideas al entonces Nuncio en España, monseñor Ragonesi que patrocinaba una doctrina social de tintes paternalistas y que había hecho llegar a Roma la conveniencia de que Guisasola no dirigiese lo que entonces se llamaba "Acción Social Católica Española.» El cardenal se entrevistó con Benedicto XV que alentó y confirmó las orientaciones del prelado toledano, inspirador del grupo de la Democracia Cristiana. Pero cuando Guisasola volvió a España los vientos siguieron siendo desfavorables para el grupo que él inspiraba hasta el punto de que, enfermo ya de muerte el cardenal, su secretario escribía a los dirigentes de la Democracia Cristiana:
"Sabedores ahora ustedes, según parece, de que ante la Santa Sede se ha deducido bajo firma respetable, la del director de un periódico que blasona de católico, alguna acusación concreta sobre puntos doctrinales del Grupo, quedan ustedes, por parte de Su Eminencia, en libertad de proceder como les pareciere, claro está obrando siempre como tal Grupo o asociación, dejando a un lado cualesquiera equivocaciones de alguno de sus miembros.,.
«Noblemente ha cumplido el Grupo su deber de presentarse ante la Santa Sede con su mensaje de amor filial, de incondicional adhesión a su excelsa autoridad, y de no apartarse en lo más mínimo de las normas prescritas que en esta materia social y en todas, ha dictado o tuviese a bien dictar, pues que la primera gloria, y la presa más amada por el Grupo es la de titularse y ser hijo fidelísimo de la Iglesia»
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
XXVI.- MONS. SEGURA, UN CARDENAL CONFLICTIVO
Promovido al arzobispado de Burgos en 1926, lo sería al año siguiente al de Toledo para cubrir la vacante producida por la muerte, el 25 de agosto de 1927, de don Enrique Reig y Casanova.
En el mismo año sería elevado al cardenalato por Pío XI con el título de Santa María in Trans Tibere.
Prelado celosísimo y hombre de evidente rectitud de intención, estuvo sin duda, falto de la necesaria prudencia para atemperar su comportamiento a las exigencias de cada momento. A la vista de los hechos resulta claro que el cardenal Segura no podía ser el hombre de la Iglesia española ante la República; como no lo sería ante el general Franco, ni lo sería tampoco ante Pío XII, «ese Papa al que yo no voté», según declaró en plena catedral de Sevilla.
ACATAMIENTO A LA REPUBLICA
Cuando se encontraba refugiado en Francia recibió el arzobispo de Toledo la autorización de Pío XI para trasladarse a Roma. El 26 de mayo (1931) se entrevistaba con el cardenal Eugenio Pacelli, secretario de Estado, a quien expondría el peligro que corrían los bienes eclesiásticos en España, lo que daría como resultado las facultades extraordinarias concedidas por la Santa Sede en esta materia a los obispos españoles.
El 10 de junio volvió el cardenal Segura de nuevo a España entrando por el paso de Roncesvalles, y desde lrún viajó directamente a Madrid alojándose en el palacio de la Cruzada. El ministro de la Gobernación se enteró de que Segura andaba por España cuando se interceptó una llamada telefónica suya al convento de las Adoratrices de Guadalajara para que le esperase el clero, pero el 15 de junio, cerca de la estación del ferrocarril de Guadalajara, estaban esperando al primado la pareja de la Guardia Civil que le conduciría al Gobierno Civil donde permanecería desde la cinco y media de la tarde hasta la medianoche, hasta que fue trasladado al convento de los padres Paúles. Allí fue donde recibió el telegrama que decía:
«De orden del Gobierno provisional de la República sírvase inmediatamente ponerse en marcha hacia la frontera de lrún. Dios guarde la vida de Su Eminencia muchos años. Guadalajara, 15 de junio de 1931. El Gobernador civil José León Trejo.»
Ante la firme postura del ministro de la Gobernación, el primado tuvo, finalmente, que abandonar España acompañado hasta la frontera por el comisario general de la Dirección General, don Enrique Maqueda.
Nos atrevemos a calificar así el tiempo que va desde la salida del arzobispo de Toledo de España, hasta el mes de agosto, aproximadamente, de 1931. Solidaridad por parte de la Iglesia española y, principalmente, por parte del nuncio. A decir verdad Tedeschini y Segura nunca puede decirse que se llegaran a entender perfectamente. Pero el punto crítico que decididirá la actitud de los obispos españoles y del nuncio a dejar de apoyar a Segura e incluso a pedir a la Santa Sede que deje vacante la sede toledana, estará marcado, en primer lugar por la actitud de Segura por la que se arrogaba en exclusiva un papel directivo de la Iglesia española con claro detrimento de las funciones del nuncio y con la falta de visión concreta de los problemas que el permanecer fuera de España le acarreaba.
Esto último será la causa de que la jerarquía española, como lo prueban los documentos del cardenal Vidal y Barraquer, comience a distanciarse del primado y de las soluciones que él propone. Pero, principalmente, la promesa muchas veces repetida por parte de miembros destacados del Gobierno, ante la Constitución de 1931, en fase de elaboración, de que si se accedía a prescindir de Segura los artículos considerados más lesivos para la Iglesia cabría esperar que saliesen notablemente suavizados, hizo que por cuanto sabemos, tanto el nuncio como Vidal y Barraquer terminaran pidiendo insistentemente a Roma que accediera a relevar de su sede al arzobispo de Toledo.
Después, aquellas promesas de suavización quedarían incumplidas y uno de los promitentes, el mismo presidente, Alcalá Zamora sería uno de los primeros en manifestar su desacuerdo por el rumbo que tomaban los acontecimientos' respecto a la Iglesia, en modo destacado por lo que habría de referirse, como se verá, al artículo 26 de la Constitución.
Desde este punto de vista, y prescindiendo de cualquier consideración de tipo ideológico, la «dimisión» de Segura representará un acto de buena voluntad por parte de la Iglesia que no encontrará compensación alguna. Fue. hasta cierto punto, una entrega gratuita y bajo otro aspecto, un engaño y un desencanto para todos aquellos que pensaban que con la dimisión del arzobispo de Toledo todas las cuestiones pendientes terminarían encontrando una solución satisfactoria para ambas partes.
El 10 de octubre por la tarde, L’Osservatore Romano anunciaría la dimisión del cardenal Segura. Ese mismo día, Pío XI le dirigía un breve autógrafo para agradecerle los servicios prestados, en el que podía leerse: «Nuestra aprobación por el bien realizado por V. Eminencia en beneficio de la Iglesia y nuestro paternal reconfortamiento en el dolor que experimentáis al separaros de vuestros queridos hijos y del laicado al que estabais vinculados por tan numerosos y suaves lazos de afecto pastoral».
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
XXVII.- ISIDRO GOMÁ, EL GRAN CARDENAL DE ESPAÑA
Una veintena de libros, 330 cartas pastorales y, sobre todo, su actuación en los años más críticos de la historia de España en el siglo XX le valió a don Isidro Gomá y Tomás el título de "Gran Cardenal de España». Nacido en La Riba (Tarragona) el 19 de agosto de 1869, falleció en Toledo el 22 de agosto de 1940. Fue nombrado cardenal por Pío XI el 19 de diciembre de 1935.
Anulado el Concordato con la Santa Sede al advenimiento de la segunda República, el nombramiento de monseñor Gomá y Tomás como nuevo arzobispo de Toledo (tomó posesión el 18 de junio de 1933 y entro solemnemente en Toledo el 2 de julio siguiente) se realizó por el Papa sin interferencias ni previas propuestas del Gobierno español.
LA CARTA COLECTIVA DE 1937
En su encíclica «Divini redemptoris» del 19 de marzo de 1937 había escrito Pío XI:
.. En nuestra querida España, el azote comunista ... se ha desencadenado ... No se ha limitado a derribar alguna que otra iglesia, algún que otro convento, sino que cuando le ha sido posible ha destruido todas las iglesias, todos los conventos e incluso todo vestigio de la religión cristiana ... El furor comunista no se ha limitado a matar obispos y millares de sacerdotes, de religiosos y religiosas, buscando de un modo particular a aquellos y a aquellas que precisamente trabajan con mayor celo con los pobres y los obreros, sino que, además ha matado a un gran número de seglares de toda clase y condición, asesinados aún hoy en día en masa, por el mero hecho de ser cristianos o al menos contrarios al ateísmo comunista. Y esta destrucción tan espantosa es realizada con un odio, una barbarie y una ferocidad que jamás se hubiera creído posible en nuestro siglo…
Cinco meses después se publicó la célebre y polémica Carta Colectiva del Episcopado Español redactada y firmada en primer lugar por el cardenal Gomá en cuyo ánimo pesaba fundamentalmente al escribirla la violentísima persecución de que era víctima la Iglesia. De la prudencia con que procedió da idea la correspondencia cruzada entre el cardenal y la Santa Sede. El 23 de febrero de 1937 el cardenal Gomá escribía al cardenal Pacelli:
«En distintas fechas, desde que estalló el movimiento militar, y de distintos sectores, incluso por varios prelados, se me ha hecho la indicación de la posible conveniencia de que por parte del Episcopado español se publique un Documento colectivo acomodado a las circunstancias presentes.» El 10 de marzo del mismo año el secretario de Estado daba respuesta al arzobispo de Toledo sobre este punto, diciéndole: «Acerca de la conveniencia, que, de varias partes se le ha indicado, de la publicación de un documento pastoral colectivo adoptado a las circunstancias presentes, el Santo Padre lo deja a su prudente juicio .
.. Su Eminencia podrá por tanto, si lo cree oportuno de acuerdo con ese Excmo. Episcopado y con su notorio tacto y prudencia proceder a la publicación de tal documento.»
"Por lo que afecta a las relaciones con la Santa Sede se intentó, desde que quedó constituida la Junta de Defensa Nacional el 29 de julio de 1936, que ésta fuera reconocida por aquella. El primer paso en este sentido, todavía lleno de suspicacia, fue el nombramiento del cardenal Gomá como «representante confidencial y oficioso de la Santa Sede» ante el Gobierno «nacional». El 21 de diciembre de 1936 regresaba de Roma el arzobispo de Toledo portando consigo dicho, nombramiento, que notificó a los restantes obispos mediante una carta circular de fecha 17 de enero del mismo año. Al cardenal Vidal y Barraquer le escribió una carta particular destinada a tratar de dicha materia. El 18 de marzo de 1937 escribió Gomá una carta a los metropolitanos españoles, reservada y en latín en la que les preguntaba acerca de si creían llegado el momento de que el Vaticano reconociera al Gobierno de Salamanca, o al menos para cuando se conquistara Madrid. La respuesta sería afirmativa y ello habría de servir a Gomá como argumento de peso para las conversaciones que a este respecto hubo de sostener en Lourdes, en mayo del mismo 1937, con monseñor Pizzardo, a la sazón secretario de la Sagrada Congregación para Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios.”
EL CARDENAL GOMA ENJUICIADO POR EL CARDENAL MARCELO GONZALEZ MARTIN
El año 1981 María Luisa Rodríguez Aisa publicó "El cardenal Gomá y la guerra de España» libro que fue prologado por el cardenal González Martín. El prólogo de Don Marcelo Martín es algo más que unas líneas encomiásticas de presentación; constituyen por sí mismo el primer capítulo interesante de la obra; a él pertenecen estos párrafos:
"Concretamente, el tema de la Iglesia y la guerra española siguen siendo de actualidad dentro de esa etapa de la vida de nuestro pueblo y nunca podrá soslayarse, .a no ser que se renuncie injustamente a entender el fondo ideológico del conflicto. Es un tema del que se ha hablado mucho, pero que se ha estudiado poco. Predomina la polémica sobre el juicio sereno, y abundan más los análisis superficiales subjetivos que las exposiciones documentales.»
"Declarada la guerra y partida en dos la vida y la geografía de España, desde el primer momento apareció el factor religioso como elemento importantísimo de la nueva situación, o como aglutinante de estímulos y reacciones por la lucha por parte de unos, o como objeto de persecución devastadora y odio «impío» por parte de otros.
Gomá fue el que entendió que no podía permanecer indiferente. Asumió con dolor, porque él también era el cardenal de la paz, todas sus responsabilidades, enormemente delicadas, complejísimas difíciles, y pasó a ser, sin él quererlo, la figura clave de la Iglesia española durante la guerra, no sólo en la zona nacional sino por consecuencia y derivaciones de sus actos. también en relación con la Iglesia que vivía y moría en la otra parte, y con las instancias superiores de la misma.»
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
XXVIII.- MONSEÑOR PLA Y DENIEL (1942-1968)
El cardenal Enrique Pla y Deniel fue el 66° arzobispo de Toledo a partir de la Reconquista. Se posesionó de la archidiócesis el 25 de marzo de 1942.
Las declaraciones colectivas de los Metropolitanos Españoles que él redactó en las tres décadas posteriores a la guerra civil 1936-1939 merecieron la aprobación de la Santa Sede.
El día 29 de octubre de 1944 celebró sus bodas de plata episcopales y con este motivo recibió una carta de Pío XII a la que pertenece este párrafo:
"Son ciertamente, manifiestas las egregias dotes de tu espíritu y los solícitos cuidados con que registe la Diócesis de Avila y Salamanca y con que ahora riges esa antiquísima y nobilísima Sede Metropolitana. En especial alabanza tuya redundan el restablecimiento de la Pontificia y gloriosa Universidad de estudios Salmanticense, las preclaras cartas pastorales que has escrito, principalmente para fomentar la santidad del clero y perfeccionar las costumbres del pueblo, y también tus grandes cuidados y trabajos para curar las heridas y reparar los daños de la pasada guerra española.»
Presidió como Cardenal Legado de Su Santidad el Congreso Nacional de la Juventud de Acción Católica en el año compostelano de 1946, el Congreso Eucarístico Nacional de Granada en 1956 y el Congreso Nacional Mariano en Zaragoza en 1954. (…)
FIN
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Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española
Madre mía. La verdad, llegaba al foro para buscar información sobre el Cardenal Marcelo Gónzalez, en contraposición al modernista Tarancón. Así que para probar he escrito en el buscador Cardenal Marcelo. Me han aparecido una serie de hilos, imagino que por la transcripción del término "cardenal". Y uno de ellos era éste, precisamente. Lo he leído, por curiosidad, dado el tiempo transcurrido desde su apertura en 2007 hasta hoy, tras la blasfemians amparadas (y veréis, exigidas) en Fiducia Suplicans, la del título VIII del Amoris Laetitia, y tantas barbaridades.Así que he buscado al periodista en cuestión y he encontrado esto. No aporta nada a lo que pueda decirse del pontificado. Es sólo para que conste. De su propio bloghttps://info135.com.ar/2023/02/09/escandalo-con-una-secta-catolica-de-extrema-derecha-que-opera-en-escobar-y-zona-norte-del-gran-buenos-aires/Ataca al P. Olivera. Tal vez esto explique la prudencia del sacerdote al analizar los ataques que está sufriendo la Fe. También ataca a la Misa de siempre "donde se oficia la misa Tridentina (de espaldas y en latín), algo que el Papa Francisco restringió a más no poder en 2021"Y finaliza advirtiendo de que ya ha ido de acusica a Francisco. Tal para cual.