Allí fui, en efecto. Fui temprano y estuve ojeando los libros que tienen a la entrada, me pareció muy interesante, la verdad. Lástima que no llevara apenas dinero encima como casi siempre.
Cuando entré a la misa vi los misales a la derecha, pero hoy no lo he cogido ya que quería sentir toda la misa prácticamente a ojos cerrados. Sinceramente, no sabría describir lo que me ha parecido porque aunque contradiga aparentemente mi anterior afirmación ha sido como abrir los ojos tras mucho tiempo de caminar en las tinieblas. Jamás había asistido a una ceremonia así y he salido temblando de tal forma que de camino a casa (vivo a una hora de allí andando) he ido buscando iglesias abiertas porque tenía la necesidad de confesarme al sentirme tan insignificante y equivocado durante tanto tiempo, y a la vez tan alegre.
Hoy puedo decir que me he reafirmado en mi Fe, que tengo la esperanza renovada y un credo de hierro. He visto y he sido partícipe de la grandeza del catolicismo tradicional y seguiré asistiendo a la capilla cada domingo y los días que me sea posible ir. Espero asistir este miércoles de ceniza. No tiene ni punto de comparación con las misas a las que asistía en mi parroquia o la catedral de la Almudena. El rezo en latín retumba en el interior con una fuerza indescriptible, con una profundidad sin espectáculo ni micrófonos que jamás había sentido. Mas también, tras la lectura, el sacerdote ha explicado a San Pablo de forma magistral y no como mero formulismo.
En definitiva, como he comentado, he salido asombrado, atribulado y feliz; todo a la vez. Afligido, como digo, por el propio sentimiento de culpa, y feliz por haber encontrado el camino correcto. Lo cual no puedo sino quedar agradecido a vosotros de corazón por haberme mostrado esta luz.
Ahora sí tengo ya la intención de buscar, estudiar y aprender para unirme al rezo y la oración. Es hora de volver a sacar mis antiguos libros de latín del bachillerato.
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