Restaurar o conservar

EN 18 OCTUBRE, 2016 POR LAINTEGRIDADBLOG
Vivimos tiempos difíciles como jamás ha visto la Cristiandad. Haciendo referencia al Evangelio del pasado Domingo, no damos al César lo que es del César ni a Dios lo que es de Dios. Más bien, hemos entregado lo que es de Dios (la Iglesia) y lo que es del César (el Estado, la Patria) al liberalismo. Nadie oculta ésto, pues es un hecho y todos los tradicionalistas somos conscientes de que la revolución camina a pasos agigantados cada año.Frente a esta vorágine de impiedad, muchos se preguntan ¿qué debemos hacer los católicos? Y, la mayoría de las veces, las respuestas a esta cuestión son erróneas. Así pues, dada la situación actual de la sociedad y de la Iglesia, muchos no dudan en calificar estos tiempos como “apocalípticos”. Y es lícito pensar ésto, pues se trata, el Apocalipsis, de un acontecimiento que vendrá seguro (es Palabra de Dios) y que, si muchos santos y doctores han alertado sobre la cercanía de los “Últimos Tiempos” en períodos mucho más benévolos para la Fe, no es ninguna locura que los sacerdotes de la Tradición lo hagan hoy, pues nunca en la Historia hemos tenido una época tan decadente.Ahora bien, volviendo a la pregunta ¿qué debemos hacer los católicos ante esta situación y teniendo en cuenta la posibilidad de que podamos situarnos en aquella “abominación desoladora” de la que nos habla San Mateo? Pues, ante todo, evitar los dos extremos erróneos del mesianismo, uno terrenal y otro espiritual. En el terrenal, realmente, pese a lo que dicen algunos, no caen muchos de nuestros correligionarios, pues más bien es propio de ideologías materialistas o de personas altamente heterodoxas y posibilistas. Sin embargo, cuando se da entre “los nuestros”, consiste, ese mesianismo terrenal, en una especie de anhelo excesivo por la restauración terrena, olvidando la Esperanza Divina o identificándola con la esperanza en una Cristiandad terrena. Es realmente una inversión perversa, pero que en verdad en poco afecta a las personas de la Tradición Católica. En cambio, es mucho más frecuente entre nuestro correligionarios el desvío hacia el mesianismo espiritual. Suelen caer estos sujetos en errores que les llevan a afirmar cosas tales como que “la acción política es insalvable”, o que “debemos conservar lo que tenemos” o bien que “la resistencia está en mantener la doctrina de siempre y la Misa”. Bien, pues esta tendencia, que por una parte es entendible, no deja de tratarse de una actitud conservadora y liberal que da por imposible una restauración política, anulando el Reinado Social de Cristo y reduciéndolo a una suerte de redención milenarista después de la Segunda Venida. Esta nefasta tendencia, cada vez más extendida, implica una auténtica claudicación y es del todo inútil. Una tentación fácil, que roza lo determinista y nos recuerda a las peores fases del jansenismo preilustrado.Es curioso que, precisamente las personas que caen en este error, acusen de judaizantes a quienes no renuncian al Reinado Social de Cristo (que es, ante todo, político) cuando son ellos los que caen en esa especie de diáspora neocalvinista, de renuncia total y absoluta a toda voluntad de restauración social y política. Es, realmente, una actitud conservadora contraria a la actitud de conquista y reconquista que ha tenido siempre el cristiano. Porque, al final de la vida, Dios no nos pedirá el talento que hemos conservado, sino los talentos que hemos reconquistado. Ahí reside el deber del cristiano. Pues, aunque nos hallemos en tiempos que puedan parecer apocalípticos (y que pefectamente pueden serlo), no debemos cesar en esta lucha de conquista y reconquista y menos sustituirla por una actitud cómoda, burguesa y judaica.Frente a la tentación comunitarista se alza la voluntad civilizadora y dinámica de la Cristiandad. Por ello, dejo a continuación unos textos del profesor José Miguel Gambra sobre este tema:“Este comunitarismo ha sido bien recibido a veces por algunos eclesiásticos progresistas, movidos por los mismos resortes de adecuación a los tiempos que les impulsaron a bendecir la democracia individualistas un tiempo atrás. Pero lo que nos interesa aquí es el hecho de que numerosos católicos tradicionalistas parecen haber abandonado el patriotismo, creyendo que su única obligación para con la sociedad, más allá de la familia, sólo consiste en la adhesión a la comunidad tradicionalista más cercana a sus inquietudes. En otras palabras lo que interesa es que entre los católicos tradicionales se está produciendo una tendencia práctica al comunitarismo, de manera a menudo inconsciente.”(…) Pero, aún hay otra postura, a mi entender errada y poco denunciada, que no se da ya entre los seguidores del progresismo eclesiástico, más o menos virulento, sino entre los mismos tradicionalistas. Ese error se produce por creer que la patria se extiende sólo hasta donde llega, de hecho, la comunidad de fines conforme a la doctrina cristiana. Me explico: para algunos sólo pertenecemos a la comunidad de quienes admitimos las doctrinas tradicionalistas y, por ello, tratan de vivir en el seno de las pequeñas siociedades tradicionalistas, con la sana intención de preservarse a sí mismos, y a sus familiares, del contagio del mundo hostil al cristianismo en que vivimos. Están dispuestos a emigrar, si las cosas se ponen feas en España, y sólo pretenden del resto de sus semejantes, definitivamente perdidos a sus ojos, que respeten su comunidad, sin considerarse obligados, en modo alguno, a defender la sociedad en que hemos nacido. En otras palabras, hay numerosos tradicionalistas que vienen a mantener, en la práctica y sin saberlo, la doctrina del comunitarismo, que es, a la postre, una forma de liberalismo bastante cómoda. No deben olvidar, sin embargo, que quien quiere salvar su alma la perderá.Es maravilla ver cómo muchos católicos puntillosos, incapaces de matar una mosca o robar un céntimo, fieles cumplidores de sus deberes de estado y de sus deberes religiosos, no mueven un dedo, no dan un euro, no se molestan en lo más mínimo por la patria, en estas horas negras por las que atraviesa; con lo cual cometen, a mi juicio, un pecado de omisión semejante al de abandonar a los padres en los momentos de necesidad. Peor incluso, según muchos, porque, como dice Aristóteles, “la ciudad es anterior por naturaleza a la familia y a cada uno de nosotros”.José Miguel Gambra.El patriotismo clásico en la actualidad. Revista VERBO

https://laintegridadblog.wordpress.c...r-o-conservar/