Ante todo un saludo especial a los hispanistas.
Me inscribí el 3 de octubre pasado, pues habiendo conocido este foro investigando sobre historia me llamó mucho la atención la temática tan variada que se ventila. Hasta el momento he venido haciendo un recorrido por el foro empapándome de su contenido. Muchos me han llamado la atención.
Entrando en materia, en el foro sobre religión vi un tema sobre los misterios luminosos promulgados por Juan Pablo II en el año del rosario 2002-2003 y veo que algunos de los hispanistas se preguntan o levantan la cuestión de si se deben rezar o no los misterios luminosos, pues eso va contra la tradición del rezo de tres misterios y de que la Santísima Virgen, en su aparición a Santo Domingo sólo dictó los tres hasta ese momento contemplados: los gozosos, los dolorosos y gloriosos.
Creo un poco aventurado deducir de la historia del rosario que la Santísima Virgen instituyó única y exclusivamente tres misterios con exclusión, eventualmente, de añadir otro u otros misterios. Personalmente considero que con la inclusión de los misterios luminosos se completa la meditación de la vida, pasión y muerte, y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
A grandes rasgos, veamos los antecedentes de esta devoción:
Cuando no se conocía la devoción al santo rosario, se rezaban ciento cincuenta (150) salmos, sobre todo en los monasterios. En la historia de los Templarios, debido quizás a su peculiar modo de vida, religiosa y militar, se rezaba el padrenuestro muchas veces a lo largo de la jornada. Los fieles que no podían rezar los salmos a imitación de los monjes, pero que querían tener sus devociones diarias, tomaron la costumbre de hacer nudos en un cordel para rezar avemarías, costumbre que propagaron los misioneros irlandeses en toda Europa.
En el año de 1208 en la población de Prouille, Nuestra Señora le enseñó a Santo Domingo a rezar el rosario. Las fuentes que consulté no especifican concretamente en qué consistía el rosario en esa época temprana de la devoción al rosario. El hecho es que Santo Domingo lo propagó con mucho éxito, sobre todo, entre los albingenses, obteniendo la conversión de muchos. La primera capilla dedicada a Nuestra Señora del rosario fue erigida por Simon de Montfort.
En el siglo XII se difundió mucho el rezo del avemaría, pero sólo la primera parte que hace referencia al anuncio del ángel a María. El “Santa María” fue introducido a finales del siglo XV (1483). Al parecer en un principio no existía la contemplación de la vida de Cristo. El cartujo Domingo de Prusia, propuso una forma de salterio de 50 avemarías solamente, entre los años de 1410 y 1439. La iniciativa tuvo gran acogida en el siglo XV y las referencias al evangelio fueron muy numerosas.
San Luis María Grignion de Montfort en su opúsculo “El Secreto admirable del Santísimo Rosario”, escribiendo sobre el origen del rosario dice: “(…) No obstante, el Santo Rosario, en la forma y método que lo recitamos al presente, no fue inspirado y dado por la Santísima Virgen a Santo Domingo, para convertir los herejes albingenses y los pecadores, hasta el año de 1214, (…)”. A seguir refiere lo que Alano de la Roche en su libro “De dignitate Psalteri”, relata sobre la vida de Santo Domingo.
Durante dos siglos se mantuvo esta devoción con gran fruto. Habiendo disminuido el rezo del rosario Alano de la Roche revivió la costumbre a ruegos de la Virgen, reiterándole las promesas dadas a Santo Domingo referentes al rosario. En sus predicaciones y en las confraternidades marianas que fundó, comenzó a llamar el salterio mariano de “Rosario de la Bienaventurada Virgen María”.
El dominico Alberto de Castello en el año de 1521 escogió 15 pasajes evangélicos como jaculatoria final de las avemarías y el Papa san Pio V con la bula “Consueverunt Romani Pontifices” lo instituyó como esencialmente lo conocemos.
Como se ve, históricamente hablando, no podemos decir que la Virgen instituyó solamente tres misterios y observando bien, anteriormente del quinto misterio gozoso: pérdida y hallazgo del Niño Dios en el Templo, pasábamos al primer misterio doloroso: la agonía de Nuestro Señor Jesucristo en el Huerto de los Olivos, por lo que había por decir así un “vacío” al contemplar la vida pública de Nuestro Señor Jesucristo y creo fue ese “vacío” que el Papa Juan Pablo II tuvo en vista para promulgar los misterios luminosos, pudiendo los fieles meditar en su integridad la vida, pasión y muerte, y resurrección de Nuestro Divino Salvador.
En mi opinión fue un acierto la promulgación de esos misterios y no dejo de rezarlos desde ese momento. A los amigos hispanistas que rezan el rosario, les aconsejo recen o no dejen de rezar los misterios luminosos. No hay mala fe o segundas intenciones, ni un afán de novedades, sino por el contrario, un deseo de que nos unamos cada vez más a Nuestro Señor por la intermediación de la Virgen María.
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