Los denominados misterios luminosos nio son sino una infición modernista y, por consiguiente, inaceptable. El CVII y sus adoradores no han hecho otra cosa que manchar todo lo que tocan. Es precisamente una de las características de Juan Pablo II, de tristísima memoria, que no hizo sino mancillar todo el depósito de la Fe y la Tradición. Nuevo catecismo, nuevo derecho canónico, nuevos misterios del rosario. Todo para complacer al Príncipe de este mundo.
Un católico digno de este nombre jamás debe estragar su oración con estos pretendidos misterios que no responden a conceptos católicos: gozo, gloria, dolor, sino a una vagorosa categoría mundana: luminosidad, digna de cualquier religión New Age o secta carismática.
En definitiva el Rosario con el añadido de los "misterios luminosos", deja de serlo para transformarse en una oración ofensiva a Dios.

EXURGE DOMINE ET JUDICA CAUSAM TUAM