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Tema: LOS 100 DÍAS DEL PAPA FRANCISCO: Entre remedos y remedios.

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  1. #1
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    Re: LOS 100 DÍAS DEL PAPA FRANCISCO: Entre remedos y remedios.

    Cura rockero argentino amigo de Francisco le canta con su banda 'Pecadores'

    image.jpg
    Al teclado el padre César, durante un ensayo con su banda (AFP)

    28/07/13 (3:09 PM)


    Buenos Aires.- "Somos los teloneros del Papa", se presenta el padre César, amigo del Sumo Pontífice y autor del himno a Francisco, un rock and roll que el cura argentino canta con su banda metalera 'Pecadores' y será lanzado por una discográfica internacional.


    "Francisco tiene el rock adentro, porque el rock tiene que ver con esto de romper estructuras, aunque le guste el tango, es una filosofía", dijo a la AFP en la vicaría de la parroquia Sacratísimo Corazón de Jesús, en el barrio de Villa Luro de Buenos Aires, donde César oficia como sacerdote ayudante.


    El padre César Scicchitano, de 49 años, conocido como el 'cura rockero', tiene estrecha relación con el papa Francisco de quien acaba de recibir una carta para que "siga haciendo música y apoyando su mensaje desde los escenarios".


    "Jesús era rockero por la garra que tuvo. Hay que subirse a la cruz y bancársela (aguantar)", dijo para explicar por qué piensa que "la fe sin música es como una película sin música, aburrida".


    Su relación con el Papa tiene casi 20 años "y es tan fuerte como la de un hijo con un padre", asegura.


    "Soy un músico que es cura, por eso él no me dio una parroquia a cargo, soy ayudante en ésta y después de celebrar misa o dar el bautismo toco en bares, recitales o salgo de gira con mi banda", dice este peculiar sacerdote que sobre su sotana negra viste chaqueta de cuero, usa el cabello por los hombros, zapatillas deportivas y anteojos a la moda.


    El padre César y los 'Pecadores' han recorrido miles de kilómetros por toda Argentina para tocar en iglesias y escuelas pero también en congregaciones de amantes del heavy metal, como la que se realiza cada año en Luján (70 km al oeste de Buenos Aires) para conmemorar la fecha del accidente en el que murió el eximio guitarrista argentino 'Pappo' Napolitano, del que se confiesa admirador.


    "El exguitarrista de su banda hoy toca con nosotros, somos todos metaleros", se ufana con contagioso entusiasmo mientras enumera que ha grabado con fines benéficos junto a conocidos cantantes como Fito Páez, León Gieco, Fabiana Cantilo, Nito Mestre, Claudia Puyó, Soledad Pastorutti, José Angel Trelles, entre mucho otros.


    "Bergoglio siempre nos llamaba para tocar en las misas para los cartoneros: somos los teloneros del Papa", dice con una sonrisa franca y los ojos luminosos.


    Pero también han sido teloneros de recitales de rock, como el que realizó en 2012 el grupo Viejas Locas en el estadio de Racing Club ante miles de personas que bailaron su rock "Yo quiero un papa latinoamericano", una canción providencial que compuso dos años antes de la llegada de Bergoglio al trono de Pedro.


    "También compuse por pedido de Bergoglio una canción sobre las prostitutas porque quería exaltar el tema por su compromiso con la lucha contra la trata de personas", explicó.




    "Del barrio de Flores al barrio de Dios"


    "Desde el fin del mundo se abre una flor, desde el barrio de Flores (donde vivió Bergoglio) al barrio de Dios", reza una de las estrofas del Himno a Francisco que el papa aún no escuchó, según su autor, pero de cuya existencia ya está al tanto.


    Como arzobispo de Buenos Aires, el ahora Sumo Pontífice acompañó todo el derrotero musical de su hijo pastoral, que incluye una lista de 18 discos editados, en los que el rock y el blues alternan con villancicos, himnos y advocaciones a la Virgen.


    "En una ocasión le presenté la foto de una tapa para un disco y cuando me vio vestido de cuero y montado sobre una Harley Davidson, dijo '¡¡uy Dios mio!!'", recuerda con una ampulosa carcajada.


    También guarda dos cartas de puño y letra de Bergoglio en las que lo recomendaba a las compañías discográficas para ayudar a que editaran sus canciones.


    "El me dice cariñosamente el 'musicista'", cuenta el padre César, que en su juventud estudió piano, canto lírico, armonía de jazz y composición.


    El nuevo disco, llamado "Desde el fin del mundo" tendrá doce temas, el principal "Francisco (reza por mí)" y se aguarda que esté a la venta entre septiembre y octubre por el sello Sony.


    "Ya la grabé en portugués y en italiano y próximamente lo haremos en francés", explica a la AFP mientras prepara una ronda de café en la vicaría entre equipos de sonido e imágenes religiosas.


    Sobre el amor del Papa por la música relata que cuando lo nombran cardenal lo llamó para decirle "que unas monjitas en vez de regalarle algo para los pobres le dieron discos y que los quería regalar".




    "Hagan lío, dijo Francisco"


    En su misa ante millones de jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud en Rio de Janeiro, el papa llamó a los jóvenes a "hacer lío en las parroquias", algo que el padre César viene cumpliendo a través de la música desde que conoció a Bergoglio en 1996.


    "El rock es como yo hago lío, poner el rock en las parroquias, desestructurar formas", dijo.


    En su opinión Francisco también "hace lío a su manera en el Vaticano".


    "Benedicto XVI lo inició con la abdicación y él abrió las puertas para que entre otro aire dentro de la Iglesia que ya no puede vivir encerrada entre cuatro paredes ni creerse la dueña de la vida de las personas. El Evangelio se ofrece y no se impone y eso es Francisco", dijo.


    Según el padre César la prédica del Papa "tiene imán entre los jóvenes porque él tiene un espíritu joven, su voz es la de alguien que no envejeció y que está sostenido por el espíritu de Dios".


    "De él se podría decir que lo dejó todo y lo siguió a Jesús. Será el próximo santo, San Francisco de Flores", aseguró.


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    Última edición por Michael; 01/08/2013 a las 09:35
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

  2. #2
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    Re: LOS 100 DÍAS DEL PAPA FRANCISCO: Entre remedos y remedios.

    Más efecto “Francisco”: ahora los divorciados.




    Habrá novedades en octubre.


    Dice el VIS de la fecha:


    “Tampoco ha eludido el Papa el tema de los sacramentos a los divorciados que se han vuelto a casar. “Creo -ha dicho- que este sea el momento de la misericordia...Los divorciados pueden acceder a los sacramentos... El problema atañe a los que han celebrado una segunda unión..que no pueden recibir la comunión.. Pero, aquí abro un paréntesis, los ortodoxos tienen una praxis diferente. Siguen la teología de la economía, como la llaman y dan una segunda posibilidad; lo permiten. Pero creo que este problema, cierro el paréntesis, se deba estudiar en el cuadro de la pastoral matrimonial. Uno de los temas de consultar con el Consejo de cardenales con el que nos reuniremos en ..octubre es como proseguir en la pastoral matrimonial... También ha estado conmigo hace unos días el Secretario del Sínodo de los Obispos, para el tema del próximo sínodo y... hablando... hemos visto este tema antropológico: cómo ayuda la fe a la planificación de la persona, de la familia y llegar a la pastoral matrimonial... Estamos en camino hacia una pastoral matrimonial más profunda... Es un problema de muchos”.


    En numerosos pasajes evangélicos se dice claramente que quien deja a su mujer y se casa (junta) con otra, comete adulterio. Y más aún, quien mira a mujer ajena con malos deseos, ya adulteró en su corazón. Sin contar la enseñanza apostólica en las epístolas.
    Nadie puede recibir el sacramento de la Eucaristía en pecado mortal sin comer y beber su propia condenación.
    ¿Cuál puede ser la “pastoral matrimonial más profunda”? ¿Por qué la mención de los ortodoxos que aceptan el divorcio?
    Seguramente no pasará de generar una expectativa, en el mismo sentido que con los homosexuales. La sugerencia de que se puede alterar la ley divina como si fuese mera disciplina eclesiástica, cuando aún esta es muchas veces de muy improbable modificación.
    Otra vez resulta difícil no ver un acto de demagogia erosionando la disciplina moral y confundiendo a los fieles.

    STAT VERITAS

  3. #3
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    Re: LOS 100 DÍAS DEL PAPA FRANCISCO: Entre remedos y remedios.

    FRANCISCO TOMA VUELO

    Por una extraña manera
    mil vuelos pasé de un vuelo
    (San Juan de la Cruz)

    Sí, fue no más ser puesto Francisco en vuelo desde los católicos carnavales cariocas hacia Roma, hinchado aún por el gas del éxito temporal, las palmadas de la prensa y las aclamaciones de las turbas, que (sentido de la oportunidad, le dicen) al fin decidió expedirse, en charla con los periodistas, acerca de aquellos temas sobre los que se venía echando de menos su pronunciamiento. El diálogo en cuestión -tenido a bordo del avión con setenta plumíferos de esos que los diarios comisionan so capa de "vaticanistas"- constituye una de esas piezas que bien podría servir, en los cursos introductorios de las carreras de humanidades, para someterlo al llamado "análisis de texto", tantas las protuberancias y asideros que ofrece a la razón examinadora.

    Que de los labios de Bergoglio no deba esperarse la emanación de teologúmenos brillantes era cosa harto sabida, habiendo éste cursado su teología -según opinión más probable- en el Club Hípico Argentino. Pero que se abstenga de confirmar la doctrina de la Iglesia en lo tocante a bioética y moral sexual recurriendo a indecorosas evasivas, es cosa de veras grave. Remitimos a Papa Francisco: "¿Quién soy yo para juzgar a un gay?" - lanacion.com * para el texto completo. Proponemos sólo unas pocas observaciones:

    1- El uso del término "pecados de juventud" para referirse a la conducta escandalosa de un alto prelado (que bajo esta carátula fue sumariado en la Santa Sede mons. Ricca hace catorce años, al ocupar la nunciatura en Montevideo) resulta, aparte de sofístico, insultante. A la vez que aventura que este hombre, pese a su historial de pecados públicos, será confirmado en su actual y delicado cargo en el IOR.

    2- Después de haber reconocido la existencia de un "lobby gay" en el Vaticano -en confidencias luego hechas públicas hace un par de meses-, ahora minimiza la cuestión, como si se tratara de un asunto irrelevante. A más que induce a confusión el preguntarse: «¿quién soy yo para juzgar a un gay?», porque ofrece a la embotada psiquis de las masas la sugestión de que, así como el Papa y la Iglesia no sólo no condenan al pecador -cosa que sólo a Dios corresponde, y esto debe recordarse-, el pecado también queda sin sanción alguna.

    3- «El problema no es tener esta tendencia. El problema es hacer un lobby». Contra la enteca argumentación del Papa, tener "esta tendencia" es ciertamente un problema. Tanto, que en aquellos que logran combatirla redunda en mayor mérito. Trascendida la mera tendencia, el consentir en la práctica es ya un pecado grave, que «clama al Cielo» según la Escritura. Y desconocer que el vínculo entre homosexualidad y lobby es tan lamentable como próximo, es desconocer la psicología misma del pecado, especialmente de los más vergonzosos. Algo nos enseña el capítulo 19 del Génesis, antes de narrarse la destrucción de Sodoma. Allí se nos cuenta de esos dos ángeles que se alojaron en la casa de Lot, mientras afuera «los sodomitas, todo el pueblo, jóvenes y ancianos sin excepción, cercaron la casa. Llamaron a Lot y le dijeron: "¿dónde están esos hombres que han venido a ti esta noche? Sácanoslos para que abusemos de ellos». Éste es acaso el primer "lobby gay" del que se conserva registro escrito porque, ¿qué es el lobby sino una conspiración con miras a ejercer el poder en común, a menudo haciéndolo contra quienes quedan afuera del mismo? Se sabe que en el abuso sexual prevalece más el ejercicio de un poder violento ejercido contra el otro que el mero placer venéreo.

    Bien han señalado algunas voces autorizadas que la homosexualidad, aparte de constituir un fermento corrosivo en el interior de la Iglesia, cristaliza en una terrible herejía (hoy, por lo demás, extendida por doquier, en el deporte y el espectáculo, en la política y la educación, con su correspondiente acción lobbista). Se trata de la herejía negadora del orden natural, es decir, de la obra creadora de Dios, sobre la que se ejerce una violencia enconada e inaudita. Es el peligro que acompaña al pecado: el endurecerse en él hasta revertir todo orden objetivo. Ingresando ya en la esfera de lo demoníaco, que Bergoglio finge desconocer o del que, al menos, restringe su alcance.

    4- Preguntarse, a este propósito: «¿quién soy yo... etc, etc?», cuando la respuesta obvia la da el Señor: tu es Petrus, denota la soberbia del hombre que se pone a sí y a sus apreciaciones por encima de su ministerio (siendo éste, por colmo, el mayor de los ministerios que puede confiarse a un mortal).

    5- Nótese cómo, luego de eludir definiciones en relación con el aborto y el "matrimonio" entre homosexuales aduciendo que «no era necesario volver sobre eso (...), los jóvenes saben perfectamente cuál es la postura (sic) de la Iglesia», la periodista termina acorralándolo sin proponérselo en torno a la cuestión de la latitud y dignidad que debe atribuirse a su ministerio: «¿cómo se siente siendo Papa? ¿Es feliz?». A lo que él responde: «hacer el trabajo de obispo es una cosa linda (...) Sí, me gusta ser obispo».

    Junto con estas espeluznantes declaraciones, aparece la restricción -léase prohibición- de celebrar la Misa Tradicional hecha a los Franciscanos de la Inmaculada, una de las escasas congregaciones abocadas a la restauración de la liturgia. Sobre el asunto, La primera vez que Francisco contradice a Benedicto. Esto está en línea con la obsesión de Bergoglio, ya otras veces expresada, contra el restauracionismo que él define como "pelagiano" -sin que aclare nunca el sentido de la desopilante atribución-. O como lo precisa en su discurso a los obispos en Brasil, en referencia a estas aborrecidas opciones: «ante los males de la Iglesia se busca una solución sólo en la disciplina, en la restauración de conductas y formas superadas que, incluso culturalmente, no tienen capacidad significativa. En América Latina suele darse en pequeños grupos, en algunas nuevas Congregaciones Religiosas, en tendencias a la “seguridad” doctrinal o disciplinaria. Fundamentalmente es estática, si bien puede prometerse una dinámica pero hacia adentro: involuciona. Busca “recuperar” el pasado perdido. Y créame que a mí me asusta». Nuestros son los subrayados, para destacar el carácter evolucionista que impregna el pensamiento del Obispo de Roma.

    Habría que explicarle a Francisco que este programa "restauracionista", lejos de alentar una romántica "vuelta al pasado", no hace sino -comprobado lo avanzado de la crisis de la Iglesia- buscar remedio en la afirmación de aquello que Ella siempre afirmó. No en lo pasado, sino en lo permanente e inmutable. Se trata, en todo caso, de un programa que apela a la conversión, a la "vuelta" a la casa del Padre.

    Horroriza, con todo, comprobar lo inmisericorde de los términos en que se provee un tal descomedida restricción. Como bien lo exponen Gnocchi y Palmaro en Corrispondenza Romana:
    El detalle está allí, hacia el término del decreto de la Comisión para los Institutos de Vida Consagrada, firmado por el secretario, el franciscano José Rodríguez Carballo. Se dice: «finalmente, tocará a los frailes franciscanos de la Inmaculada el reintegro de los gastos sostenidos por dicho comisario y por los colaboradores eventualmente nombrados por él, como así también los honorarios por su servicio». Precisamente así, con una humillación que evoca la costumbre de los regímenes totalitarios de cargar a cuenta de los familiares de los condenados el costo de las balas empleadas para la ejecución.
    En una sola jugada, no sólo es desautorizado el fundador de una orden floreciente y de los vértices que lo asisten, sino también el motu proprio de Benedicto XVI que liberaliza la celebración de la misa en rito gregoriano, el pontífice que lo emanado y, en definitiva, la Misa misma. Porque, después del detalle de los gastos a cargo de la víctima de una disposición inicua, llega el hundimiento final: «el Santo Padre Francisco ha dispuesto que todo religioso de la Congregación de los Frailes Franciscanos de la Inmaculada está obligado a celebrar la liturgia según el rito ordinario y que, eventualmente, el uso de la forma extraordinaria (Vetus Ordo) tendrá que ser explícitamente autorizado por las autoridades competentes, para cada religioso y/o comunidad que lo solicite»
    Tratándose de la única orden explicitada en el documento, es por lo tanto evidente que éste es el problema: la Misa en rito antiguo. Y a qué conduzca el terrible vicio de celebrar tal rito lo explica el comisario, padre Fidenzio Volpi, (según el cual) éste llevaría al reato de lesa «eclesialidad», un concepto que quiere decir todo y nada a la vez. Quizás, para comprender el contenido de este término, haga falta poner atención a lo ocurrido en Río de Janeiro durante la Jornada Mundial de la Juventud, al mismo tiempo en que los Franciscanos de la Inmaculada eran comisariados. Baste pensar, para dar un sólo ejemplo de aquel que los medios bautizaron el «Woodstock de la Iglesia», en la grotesca exhibición de obispos que bailan el flasmob (...) Si ésta es la «eclesialidad», se comprende porqué los Franciscanos de la Inmaculada la violan constantemente: llevan el sayo, hacen ayunos y penitencia, rezan, celebran la Misa, practican y enseñan una moral rigurosa, van a misionar llevando a Cristo antes de la aspirina, no combaten el Sida con los preservativos, tienen una doctrina mariana que gusta poco a los hermanos separados de cualquier orden y grado. Y son pobres y humildes con los hechos más que con las palabras.
    Bien señalan los autores del artículo que este género de rigor hoy se aplica sólo contra la ortodoxia y la ortopraxis litúrgica, mientras en las diócesis y en las congregaciones esparcidas por el mundo «se enseñan doctrinas no católicas, se exalta la teología de la liberación, se revesan las disciplinas y las reglas de órdenes milenarias, se impugna la autoridad de la Iglesia» sin que lluevan las correspondientes sanciones canónicas.

    Atropellos y despojos como los que hoy se emprenden contra esta orden ya los perpetraron antaño en Buenos Aires el entonces cardenal Bergoglio y sus esbirros contra otra orden religiosa floreciente, para lo que se sugiere visitar Página Católica: Frailes de la Inmaculada y un drama porteño. Sobradamente consta que esta clerecía infestada de modernismo destesta el florecimiento, el retoño y aun la mera yema florífera. La mustiedad es su gloria; la rapiña, su virtud.

    La historia de este último siglo de la Iglesia es la de una lenta pero eficaz ocupación de la misma de parte de una contra-Iglesia parasitaria, que acabará muy factiblemente por sustituirla. «Embriagada de la sangre de los mártires», según expone el Apocalipsis, terminará por vaciar -si esto pudiera hacerse- todo su patrimonio espiritual.

    Sin negar absolutamente la validez de la nueva Misa, se puede reconocer en ésta -con su debilitamiento del sentido sacrificial-propiciatorio, con su acelerada descomposición formal- un jalón hacia la «supresión del sacrificio cotidiano» de que habla Daniel (8, 11). Después de la liberalización de la Misa de siempre por Benedicto, negar o restringir abusivamente el permiso de celebrarla a los sacerdotes de una de las pocas familias religiosas que lo hacían es muy factiblemente un nuevo paso en tal sentido. El término del proceso ya lo describe san Pablo en la Segunda a los Tesalonicenses: el Adversario sentándose en el santuario de Dios, haciéndose pasar a sí mismo por Dios. Este pavoroso desenlace ya no parece tan lejano: bastará darle una vuelta de tuerca antropológica a la liturgia, introducir alguna rúbrica que favorezca un sentido nuevo y autocelebratorio, eliminar el canon de la Misa... ¿quién sabe? Si la doctrina está a punto para ser transmutada por completo, es comprensible que la liturgia tenga que seguir el mismo paso.

    San Ignacio de Loyola, cuya memoria hoy celebramos, haga llegar su intercesión ante el trono de Dios. Lo haga por esta Iglesia enferma y por la Compañía que él fundó, símbolo el más acabado de la crisis de la Iglesia, que en nuestras latitudes y en los inmediatos años pre-conciliares no hesitó en expulsar de su seno a una de sus mayores glorias, el padre Leonardo Castellani, y que luego del concilio prohijó a quien podría ser considerado su contrafigura, el actual pontífice.

    In exspectatione

  4. #4
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    Re: LOS 100 DÍAS DEL PAPA FRANCISCO: Entre remedos y remedios.

    ¿Quién soy yo para juzgar a una persona que ama la misa tradicional?

    Fray Gerundio

    Cuando ingresé en mi convento, hace ya bastantes años, algunos de los frailes más viejos y experimentados nos explicaban a los novicios cómo esperaban ansiosamente los discursos programáticos, de aquellos que eran elegidos para algún cargo superior. Si el recién elegido decía que esperaba la ayuda de Dios para ejercer su cargo con dignidad y responsabilidad, nos quedábamos muy tranquilos. Pero si acaso decía que no pensaba mandar sino servir, o que iba a consultarlo todo con los demás, o que estaba abierto al diálogo, provocaba en nosotros un pánico terrorífico. Pues la experiencia nos había enseñado que justamente aquellos que más se las daban de comprensivos y colegas, resultaban luego ser los más totalitarios e intolerantes de entre todos los Superiores.
    Algo así pasa ahora cuando los elegidos para Obispos de una determinada Diócesis, anuncian a bombo y platillo que ellos vienen a aprender y que de ninguna manera piensan ejercer su autoridad episcopal al modo de un príncipe, o que su función es fundamentalmente servir a la comunidad. Hay que echarse a temblar en ese caso, especialmente si uno pertenece a esa parte de la comunidad que no le cae muy bien al Pastor.
    Y es que el único que pudo decir con verdad No he venido a ser servido sino a servir, fue Nuestro Señor Jesucristo, que por eso mismo es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas.
    Desgraciadamente, los modos y maneras actuales distan mucho de este ejemplificante modo de actuar de Jesucristo. Porque automáticamente suele verse el plumero –como solía decir mi maestro Fray Suspicaz—, en las primeras actuaciones oficiales que se les presentan. Ejercerán la misericordia, sí, con los que piensan como ellos, pero machacarán a los contrarios.
    De esta forma se puede ser extremadamente comprensivo con la homosexualidad (sin hacer alusión alguna al grave y nefando pecado de la sodomía), se puede comprender a las protestantizadas monjas americanas (dislocadas en su amor por la ideología de género y otras lindezas cercanas también a la homosexualidad), se puede animar a seguir a Cristo a millones de jóvenes (sin mencionarles -ni siquiera de pasada- los graves casos de la moral católica que ellos rechazan en porcentajes alarmantes), se puede minusvalorar las acusaciones graves respecto a algún nombramiento curial poco recomendable…. En todos estos casos, es la misericordia la que resplandece. ¿Quién soy yo para juzgar a estas personas?
    Sin embargo, esta misma comprensión se echa en falta en otros casos. La tolerancia, la benevolencia, la solicitud de informes, el olvido de los pecadillos de juventud, el tiempo de estudio y de prudencia necesarios para cada caso… brillan por su ausencia si se trata de personas que son tradicionales, amantes del rito antiguo, o algo críticos con algunos aspectos de las nuevas doctrinas, que vienen pisoteando sistemáticamente todo el Magisterio anterior. Se les prohíbe la celebración de la misa tradicional, y punto.
    Ya repartiremos misericordia y comprensión con los que celebran la Santa Misa de modo blasfemo, sacrílego o vestidos de payaso. Pero estos pelagianos que se visten con trapos y puntillas… no se pueden tolerar. Como diría Hugo Chávez (que en gloria esté): ¡¡Exprópiese!!
    Aquí sí es posible ejercer la Suprema Autoridad, blindando las alternativas de recursos ante la Signatura Apostólica. Como es igualmente posible ejercer la autoridad personal si hace falta canonizar a alguien que todavía “no se ha dignado” hacer el milagro requerido. ¿Y qué más da? Para eso está la Autoridad del cargo. Se canoniza sin milagro, y a otra cosa mariposa.
    La prensa podrá seguir destacando la política de gestos. Pueden seguir las alabanzas en la portada de las más afamadas revistas. Pueden continuar hablado de las decisiones colegiales, de la comisión de expertos que se va a reunir en octubre, del nuevo ministerio petrino de amor a todos y a todas.
    Yo, por mi parte, desde el rincón de mi convento, insisto en preguntarme: ¿Y quién soy yo para juzgar a un sacerdote bueno, que ama a Dios y que quiere celebrar la Misa tradicional?

    ¿Quién soy yo para juzgar a una persona que ama la misa tradicional? | Tradición Digital

  5. #5
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    Re: LOS 100 DÍAS DEL PAPA FRANCISCO: Entre remedos y remedios.

    Francisco: “Si la educación de un chico se la dan los católicos, los protestantes, los ortodoxos o los judíos, a mí no me interesa”.




    Video de la entrevista del Papa Francisco en Globo News.


    En el contexto de su viaje a Brasil con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud Río de Janeiro 2013, el periodista Gerson Camarotti, de la cadena Globo News, 29-07-2013, entrevistó al Papa Francisco.


    La entrevista comenzará con algunos chistes del estilo “el papa es argentino y Dios es brasileño” y comentarios sobre el clima. Luego, Francisco, se despachará con un discurso de corte completamente humanista, inmanente y pluralista, donde dice cosas gravísimas y deja en claro que sigue un programa de corte masónico aberrante que licúa (eso que les ha pedido a los jóvenes que no hagan) la única Religión verdadera que es la católica. “La utopía es respirar y mirar adelante” dirá en algún momento. Y cerca del final, minuto: 27:45, saldrá de su boca una tremenda a firmación que, conciente o no de la gravedad de sus palabras públicas, tendrán graves repercusiones en el futuro:


    “Si la educación de un chico se la dan los católicos, los protestantes, los ortodoxos o los judíos, a mí no me interesa. A mí me interesa que lo eduquen y que le quiten el hambre. En eso tenemos que ponernos de acuerdo”.

    <strong>

    Si la educación católica consiste en preparar el camino a la salvación ¿cómo podrá salvarse alguien que esté educado en el judaísmo, el islam o el protestantismo, siendo esta una educación deformada y defectuosa basada en un falso camino, en una falsa religión?


    Recordamos las palabras de Pío XI sobre la educación:


    “Es, por tanto, de la mayor importancia no errar en materia de educación, de la misma manera que es de la mayor trascendencia no errar en la dirección personal hacia el fin último, con el cual está íntima y necesariamente ligada toda la obra de la educación. Porque, como la educación consiste esencialmente en la formación del hombre tal cual debe ser y debe portarse en esta vida terrena para conseguir el fin sublime para el cual ha sido creado, es evidente que así como no puede existir educación verdadera que no esté totalmente ordenada hacia este fin último, así también en el orden presente de la Providencia, es decir, después que Dios se nos ha revelado en su unigénito Hijo, único que es camino, verdad y vida (Jn 14, 6), no puede existir otra completa y perfecta educación que la educación cristiana. Lo cual demuestra la importancia suprema de la educación cristiana, no solamente para los individuos, sino también para las familias y para toda la sociedad humana ya que la perfección de esta sociedad es resultado necesario de la perfección de los miembros que la componen”. (Pío XI, “Divini illus magistri”, n°5)

    STAT VERITAS

  6. #6
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    Re: LOS 100 DÍAS DEL PAPA FRANCISCO: Entre remedos y remedios.

    Gravíssimo também: SOBRE LA COMUNIÓN A LOS DIVORCIADOS QUE SE HAN VUELTO A CASAR

    Por último, el tema más innovador de la conferencia de prensa del papa Francisco fue el de la comunión a los católicos divorciados y vueltos a casar:
    “Es un tema que vuelve siempre. Creo que éste es el tiempo de la misericordia. Los divorciados pueden recibir la comunión, son los divorciados en segunda unión los que no pueden. Es necesario considerar el tema en el contexto general de la pastoral matrimonial. Abro un paréntesis: los ortodoxos, por ejemplo, siguen la teología de la economía y permiten una segunda unión. Mi predecesor en Buenos Aires, el cardenal Quarracino, decía siempre: 'Para mí, la mitad de los matrimonios son nulos, porque se casan sin saber que es para siempre, porque lo hacen por conveniencia social'. Estos casos no pueden ser resueltos en el plano jurídico de la nulidad: los tribunales eclesiásticos no son suficientes para esto”.
    Al decir que este punto “debe ser examinado a fondo”, el papa Francisco anunció que “cuando se reúna el grupo de los ocho cardenales, en los tres primeros días de octubre, analizaremos el modo de seguir adelante en la pastoral matrimonial”.
    Y lo mismo sucederá en el sínodo de los obispos:
    “Hace quince días encontré a monseñor Eterovic, secretario del sínodo, para escoger el tema de la próxima asamblea, que será sobre cómo la fe ayuda a la familia”.
    En lo dicho por el papa Francisco hay una referencia transparente a una solución puesta en práctica por su predecesor, Joseph Ratzinger.
    Benedicto XVI habló de ello en un coloquio con los sacerdotes de Aosta en el año 2005, durante sus primeras vacaciones veraniegas como Papa.
    Pero antes también lo había expuesto con profundidad en un ensayo de su autoría del año 1998, vuelto a publicar en forma destacada por “L'Osservatore Romano” del 30 de noviembre del 2011.
    Las innovaciones proyectadas por Benedicto XVI son dos.
    La primera es la posible ampliación de los reconocimientos canónicos de nulidad de los matrimonios celebrados “sin fe” por al menos uno de los cónyuges, pero bautizado.
    La segunda es la posible apelación a una decisión en conciencia de acceder a la comunión, por parte de un católico divorciado y vuelto a casar, si el fracasado reconocimiento de la nulidad de su anterior matrimonio (por efecto de una sentencia considerada errónea o por la imposibilidad de probar la nulidad por vía procesal) contrasta con su firme convicción de conciencia que ese matrimonio era objetivamente nulo.
    En este servicio de www.chiesa del 5 de diciembre del 2011 se hace una referencia minuciosa a toda la argumentación de Benedicto XVI:
    > Nada de comunión a los que están fuera de la ley. Pero el Papa estudia dos excepciones
    El papa Francisco ha dicho ahora que quiere llevar a buen puerto este camino abierto por su predecesor.”



    (cfr. Desde Río de Janeiro a Roma, de la poesía a la prosa)

    SPES - Santo Tomás de Aquino: Gravíssimo também: SOBRE LA COMUNIÓN A LOS DIVORCIADOS QUE SE HAN VUELTO A CASAR

  7. #7
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    Re: LOS 100 DÍAS DEL PAPA FRANCISCO: Entre remedos y remedios.

    "No harás lobby"...

    Una historia casi real

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    Transcurre una tarde-noche en una basílica de cierta ciudad entre las más grandes del mundo. El sacerdote no confiesa habitualmente, pero hoy está decidido a “palpitar” el éxito de las JMJ. Se acerca un penitente, que se arrodilla en la ventanilla lateral del confesionario.

    -Bendígame, padre, porque he pecado.
    -Bueno, si quieres te bendigo, pero tampoco exageremos la nota. ¿Qué te trae por aquí?
    El penitente, algo perplejo:
    -Quisiera confesar mis pecados. Hace tres años que no me confieso.
    - No me vengas con eso de andar contando los días. Que más da si tres meses, tres años, tres décadas. Para Dios no existe el tiempo.
    -Disculpe, padre, pero me eduqué en el catecismo clásico y allí aprendí este método para confesarme. Primero debe uno decir cuánto tiempo hace que no se confiesa.
    - Eso es del pasado. Ahora no nos interesa saber esas cosas. Espero que tengas algo grave de que confesarte, porque tampoco es cuestión de perder el tiempo con pavaditas.
    -Por desgracia, padre, he cometido pecados gravísimos.
    - Síiii, sí, ya. Todos vienen acá diciendo que cometieron pecados gravísimos y después resultan ser unas abuelitas piadosas.
    - En mi caso, padre, he ido gravemente contra la ley de Dios. Soy homosexual.
    Silencio.
    - Sí, ¿y?
    - Disculpe, no me entendió. Dije que soy homosexual.
    - Sí, te entendí. ¿Cuál es el problema?
    - Ah, tal vez Ud. crea que soy una de esas personas con tendencia homosexual que vive en castidad. No, lamentablemente, yo he vivido en la impureza de este vicio.
    Silencio.
    -¿No me dice nada, padre?
    - ¿Quién soy yo para juzgar a un gay?
    Penitente, ahora perplejo.
    - Bueno, Ud. es un sacerdote, me está confesando, me está juzgando en nombre de Cristo.
    - Sí, técnicamente correcto, pero tampoco exageremos.
    - Disculpe, yo se que esto es un pecado gravísimo. ¿O estoy equivocado? Dígame algo.
    - ¿Qué quieres qué te diga?
    - Padre, Ud. me debe juzgar en nombre de Cristo. Para mí Ud. es Cristo y espero su juicio, su perdón y su remedio a mis culpas.
    - No te diría que estés desacertado desde el punto de vista reglamentario, pero, repito, no es necesario decir todo el tiempo las mismas cosas. Si quieres saber qué dice la Iglesia sobre el tema puedes leer el Catecismo de la Iglesia, n°s 2357 a 2359. En la práctica yo prefiero remitirme a la misericordia. Además, me imagino que te mueve la buena voluntad y la búsqueda…
    - Eso, busco, padre, la misericordia, y por eso me arrepiento de todo corazón.
    - Bueno, si quieres arrepentirte, va por tu cuenta. La misericordia de Dios justifica todo.
    Penitente, cada vez más perplejo, pero dispuesto a alcanzar su objetivo.
    -Vea padre, yo me confieso de haber faltado a la pureza del modo más abominable a Dios, cometiendo actos nefandos. Pero por Su gracia me he arrepentido. Ahora trato de reparar. Me ha faltado valor para venir a confesarme hasta el día de hoy, pero el arrepentimiento lo tengo desde hace tiempo. Como penitencia y reparación me impuse yo mismo rezar 10 rosarios por día, y creo que esto me ha dado la gracia de acercarme al confesionario.
    - ¡Ah, no, no otra vez con eso de contar los rosarios! ¿Qué sentido tiene contar los rosarios? ¿Vas a participar en un concurso? ¿Te van a dar un lugar más lindo en el cielo?
    - No sé, padre, dígame Ud. Yo pienso que es un modo de realizar una ofrenda espiritual pidiendo la contrición. Aunque, tampoco se puede rezar el rosario sin contar las avemarías y los padrenuestros. Contar, lo que se dice, hay que contar.
    -¡Qué manía con eso de andar contando! ¿Para Dios, acaso no es lo mismo un rosario que mil?
    Penitente, esta vez muy perplejo.
    - Me impresiona que no. Mil rosarios muestran más voluntad de oración, de hacer más penitencia de rodillas, más reparación, de dar más de uno mismo.
    - ¡Para Dios no existe la medida!
    - Entiendo, padre, pero en nuestra pobre naturaleza humana los signos exteriores…
    - Sí, ya veo. Me parece que eres uno de esos restauracionistas.
    - No, padre, soy un pobre pecador que fue educado en la fe de la Iglesia y en su miseria actual quiere elevarse nuevamente de la mano misericordiosa de la Iglesia. Le ruego me de la penitencia y la absolución.
    - Humm, no se. ¿Qué más aprendiste en ese catecismo?
    - Aprendí que el sacerdote es juez y médico de las almas. Que como juez obra en nombre de Cristo señalando la gravedad de los pecados. Y como médico da el remedio con los consejos, la penitencia y la absolución.
    - Sí, en fin, técnicamente es correcto, pero algo demodé.
    - Padre, le suplico que me oriente porque quiero dejar esta vida de pecado y hacer penitencia ya con la gracia santificante en el alma. Le pido su absolución.
    - Tranquilo, todo es gracia. No hay que hacerse tanto problema.
    Silencio frío.
    - ¿Me va a dar la absolución?
    - No antes de que me aclares qué cosas hiciste para “reparar” tu pecado, como tú dices.
    Penitente, perplejísimo.
    - Bueno, padre, en ese sentido no tengo nada que confesar. Por la gracia de Dios me vinculé a un grupo de católicos que luchan contra la legalización del “matrimonio gay”. Allí pude entender la gravedad de mis faltas, no solo para mi alma, algo que ya sabía, sino como influencia terrible para la sociedad. Es bastante malo ser, peor aún promover.
    - Y ¿qué hacen?
    - Adoctrinamos a la gente, mandamos cartas, hablamos con los legisladores, y nos manifestamos en las calles. Muchas veces me han apaleado en las manifestaciones, pero yo lo acepto por amor a la Cruz y como reparación de mis pecados.
    -¿Y no pensabas confesar este pecado?
    Penitente, harto perplejo.
    - ¿Cuál pecado, padre? Es en contra de la legalización del matrimonio gay que yo milito… tal vez no me entendió. Me parece que sufrir las humillaciones es una penitencia que merezco y un bien para la soc…
    - ¿O sea que te reuniste con otros para ir contra los gays?
    -Sí, padre. Digamos, en contra de que sus costumbres se difundan en la sociedad.
    -¿O sea que hiciste lobby contra los gays?
    - Sí, contra la difusión de este vicio espantoso y corruptor.
    -¿Hiciste lobby?
    - No sé que significa exactamente “hacer lobby” para Ud., pero si es lo que yo entiendo, sí, hice lobby.
    -¿Vienes a confesar que eres gay con pompa y circunstancia, sin atenuantes, como si no hubiera personas que nacen con esa tendencia, poniendo tu dedo acusador sobre todos los gays, que suelen ser personas de buena voluntad y llenas de amor y te callas que has hecho lobby contra los gays?
    -Sí, padre, si Ud. quiere decirle así. Actué con otras personas en contra de quienes promueven el vicio y el pecado.
    -¿Y no te pensabas confesar de esto?
    - Ya confesé mi falta… y lo mucho que me ha costado.
    - No, no no, mihjito. Del pecado de lobby no te has confesado, más bien has alardeado.
    Penitente perplejo, non plus ultra.
    -Pero, padre, yo no hice nada inmoral en esta lucha contra la legalización del matrimonio gay. Solo protesté, traté de convencer y si hubo violencia, fui yo quien la sufrió.
    -¿Te parece moral hacer lobby?
    -Padre, no entiendo muy bien qué me quiere decir.
    -Hacer lobby es una de las peores formas de corrupción. Yo puedo aceptar que seas pecador, pero no corrupto. Te niego la absolución hasta que demuestres estar arrepentido. Y una vez que estés dispuesto a dar pruebas, les va a pedir perdón a los que ofendiste y vas a dar 500 vueltas a la plaza de aquí enfrente con un cartel que diga “Me arrepiento de haber hecho lobby contra los gays”.
    Penitente, más allá de toda perplejidad
    - Sí, padre, lo que Ud. diga. Una pregunta, ¿tengo que contar las vueltas o solo puedo dar una y considerarme cumplido…?
    - - -
    Puede ser que este relato no sea verdadero… hoy. Pero tal vez lo sea mañana o el mes próximo. Si en lugar de proclamar la doctrina seguimos jugando a la “emoción” amoral, a la “solidaridad” sin contenido doctrinal, a la “proximidad” sin caridad y la “comunicación con las masas” en lugar de “predicar”.
    Aunque, ahora que lo pienso, tal vez sí haya ocurrido ya esta confesión.

    FUENTE: "No harás lobby"... | Panorama Católico Internacional
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  8. #8
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    Re: LOS 100 DÍAS DEL PAPA FRANCISCO: Entre remedos y remedios.

    He intentado por todos los modos y medios encontrarle algo bueno a nuestro Papa Francisco y es que ha sido decepción tras decepción. Por lo menos el Papa Juan Pablo II en su mediática figura no dudaba en censurar los males sociales de la sodomía y el capitalismo desenfrenado, pero, el Papa Francisco no duda en callar (ergo otorgarle) ante estos males.

    Estamos pues ante un Papa a la hechura de los ideales de la Masonería. Un Papa que cree en la Igualdad, la Fraternidad y la Justicia del Hombre hacia el Hombre reduciendo a Dios a un concepto abstracto de libre interpretación. Estamos pues ante un Papa ingenuo de sus acciones, imprudente en sus declaraciones e indirectamente culpable de derrumbar lo que desde 2005 el Papa Benedicto XVI intentó (sin éxito alguno) reconstruir, la Iglesia.

    Pax.




  9. #9
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    Re: LOS 100 DÍAS DEL PAPA FRANCISCO: Entre remedos y remedios.

    La Curia de Francisco

    Muchas conclusiones y pronósticos se pueden hacer con lo visto y oído durante este primer cuatrimestre del Pontificado del Papa Francisco. Lo más interesante, sin embargo, es aquello que ni se ha visto ni se ha oído. Aunque el Papa Francisco dice y deja ver cosas sorprendentes.

    Sin ir más lejos, en la entrevista volante al regreso de la JMJ carioca, hizo un raro ejercicio del antiguo 'mantenella y no enmendalla' respecto al escandaloso caso de Monsignore Ricca, el del IOR, el del (supuesto) devaneo con el miles helvéticus. Cuando se oye lo que dijo el Papa y se ha leído lo que publicó la prensa, uno se siente un paso más allá de la perplejidad. El comentario conclusivo es que Francisco no domina el medio curialesco vaticano, como el caso Ricca parece evidenciar. Ignoramos cual será el próximo episodio; imaginamos que Ricca renunciará y hará un discreto mutis. ¿Pero y si se queda, con el visto bueno de Francisco? Un monseñor conocido y tratado ocasionalmente en un albergue romano (aunque este tenga el rumboso nombre de 'Casa Internacional del Clero') no parece ser suficiente garantía para la encomienda de un puesto tan delicado, comprometido y comprometedor como el del IOR. Algo especial, alguna cualidad notable le vería Francisco a Ricca. No sabemos cual.

    Tampoco sabemos qué ha visto PP Franciscus en Maradiaga, nombrado cabeza de los 8 super-cardenales, esa excelsa camarilla, la crème de la crème de la más alta clerecía. Confieso que le profeso cordial antipatía al prelado hondureño, que no me explico por qué llegaría a prelado, primado y cardenal. Si como es sospechable el ser salesiano ha computado en su favor, la antipatía se incrementa con un plus de preocupante salesianidad. El salesianismo vaticanesco de estos últimos lustros es un particular digno de estudio (o de investigación).

    Mi antipatía por Maradiaga es antigua. Hace ya unos años, cuando el golpe militar contra el presidente Zelaya y la injustificable 'implicación' de Maradiaga, publiqué en 'El Púlpito' un articulete sobre el infausto prelado: Un Cardenal en Camiseta. También lo publicamos aquí, en Ex Orbe (con comentarios cerrados) y algunos añadidos, en otro articulete sobre lo mismo: Cardenal Maradiaga, alarmantes noticias.

    Nunca me ha parecido un personaje merecedor de esa aura que las vanguardias des-católicas reservan para sus preferidos. Me parece un típico prelado promovido más allá de sus cualidades, con unas preocupantes referencias. Cuando pienso en Maradiaga no logro separar su estampa del perfil 'liberal-politicante' con que le asocio. Así y todo, su promoción dentro del Colegio Cardenalicio le ha convertido en uno de sus miembros más destacados; se dice que fue uno de los tres más votados en los dos últimos cónclaves. También se dijo que lo nombraron presidente de Cáritas Internacional para sacarlo airosa y diplomáticamente de Honduras, donde se había granjeado una peligrosa animadversión después de lo de golpe contra el presidente Zelaya. En la prensa hondureña se publicaron acusaciones muy comprometedoras, como las que relata este artículo: El Cardenal golpista

    Un personaje con ese currículum no parece ser el más adecuado para moderar el gabinete de los súper-ocho del Papa Francisco.



    Me lo imagino actuando en la curia vaticana, charlando, enredando y saliendo en los medios, repitiendo su discurso liberacionista ligth, retratado oficialmente con clergyman, filetata roja y solideo para las ocasiones, y en privado, entre amigos, vistiendo guayabera o sencilla camiseta/remera blanca, para recoger los aplausos de sus fans.

    Francisco sabrá por qué lo ha nombrado.

    Quizá lo ha nombrado solamente para eso, para ser mascarón de proa. Y nada más (y nada menos).

    +T.

    EX ORBE

  10. #10
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    Re: LOS 100 DÍAS DEL PAPA FRANCISCO: Entre remedos y remedios.

    Francisco y los Príncipes.




    Según el Papa Francisco, “los obispos deben ser hombres que no tengan psicología de príncipes”. Y ello -de acuerdo a lo que ha resaltado- para que sean “capaces de estar velando sobre el rebaño que les ha sido confiado y cuidando todo aquello que lo mantiene unido”.
    Así lo hizo saber en el Discurso que dirigió al Comité de Coordinación del CELAM, el pasado 27 de julio, en el marco de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud. Antes, según noticias que tomaron estado público el 24 de junio, había dejado de asistir al Gran Concierto de Música Clásica por el Año de la Fe, aduciendo que él no es un príncipe renacentista.
    Es extraño, por decir lo menos, esta recurrente manera de expresarse en el titular de la silla petrina. La etimología de la palabrapríncipe esta cargada de dignidad; otrosí su semántica, que alude a losprincipios inmutables y a cuanto es principal o capital en la vida, en contraposición con todo aquello que resulta subalterno, fluctuante o huidizo. El príncipe connota soberanía y herencia, sucesión, primogenitura y alteza. Nada de lo que tenga que renunciar o avergonzarse un obispo, ni mucho menos un pontífice, pues sabiamente ejercido tal principado, ni entra en colisión con la humildad ni mucho menos con el servicio al prójimo.
    Y aquí ya no es el idioma quien contradice el yerro bergogliano, sino la vera historia preñada de Príncipes de la Iglesia y de Príncipes Católicos, que han alcanzado los altares y la santidad, precisamente por el modo de ejecutar su principalía. Suponer antagonismo entre la condición regia y el amor a los pobres, puede ser el justo y eventual diagnóstico de una monarquía ruinosa, donde señorea precisamente el príncipe de este mundo, pero no puede ser nunca el punto de partida de una convicción católica. Porque como escribía Juan de Mariana sintetizando una doctrina sempiterna:“los príncipes están puestos por Dios para que tengan sus veces en la tierra y como vicarios suyos le semejen en todo”.
    Hasta el día de hoy, la misma sensibilidad popular –esa actitud de las ovejas que con razón tanto preocupan al Papa- suele reservar el sustantivo príncipe, y los adjetivos que de él se derivan, para designar cosas admirables o amables: la distinción, la jefatura, la enjundia, lo granado y delantero.
    No; las ovejas no siguen al pastor porque huelan en él su mismo olor borreguil y carnero, sino porque siendo preeminente al rebaño, conoce a cada una por su nombre y está dispuesto a donar su sangre en la custodia. No es el pastor el que deba aborregarse, sino las ovejas quienes puedan quedar suspensas de la palabra señera y de la guía sacrificial del pastor. “De pacer olvidadas, escuchando”, diría Garcilaso. Máxime cuando el Pastor aquí mentado e imitado, a la hora de hacerse Cordero, seguirá “en el medio del trono”, como anticipa el Apocalipsis (7,17), y conservará su cetro.
    Las páginas bellísimas del texto joánico, que nos la muestran a María, la hermana de Lázaro, derramando sobre Jesús un frasco completo de purísimo y costoso nardo (Jn 12,1-11), narran con arrobamiento que aquel aroma especial inundó la casa y cada uno de sus sitios. El Pastor por antonomasia traía y merecía el ungüento más noble y más costoso. Ese mismo y divino bálsamo con el que transformó un pesebre maloliente en el primer sagrario, y una cruz fétida en el madero más fragante de los siglos. Misterios y milagros que saben protagonizar los Príncipes.
    En el Segundo Libro de Samuel (7,8), quedan bien claros las conceptos: “Ahora ,pues, así dirás a mi siervo David: ‘Así dice el Señor de los Ejércitos: Yo te tomé del pastizal, de seguir las ovejas, para que fueras príncipe sobre mi pueblo Israel’”. Y en el libro anterior (1 Samuel, 10, 1), el panorama es aún más transparente, si cabe: ”Tomó entonces Samuel la redoma de aceite, la derramó sobre la cabeza de Saúl, lo besó y le dijo: ¿No te ha ungido el Señor por príncipe sobre su heredad?. Lo mismo puede leerse en el Libro de las Crónicas o en las páginas de los profetas como Ezequiel. Es que ni la Escritura Sacra, ni los Santos Padres, ni la Tradición viva del Magisterio, rechazaron jamás la palabra príncipe para referirse a los pastores y al Pastor Universal.
    Un salmo tan célebre cuanto hermoso: el cincuenta, en su versículo catorce, parece cifrar en clave poética –que es el modo más alto de acertar con la proferición de las verdades- cuál es el significado de este principado que se le pide a los consagrados a Dios: “Redde mihi laetitiam salutaris tui: et spiritu principali confirma me”. Traduce Straubinger: “Devuélveme la alegría de tu salud; confírmame en un espíritu de príncipe”.
    El Papa Urbano VIII mandó musicalizar este salmo, para ser cantado en la Capilla Sixtina durante los maitines del miércoles y el viernes de la Semana Santa. Y fue el Papa del Breve Comisum Vobis, de 1639, por el que aplicaba la pena de excomunión automática al católico que practicase cualquier forma de esclavitud contra el prójimo desvalido; y a la vez el Papa que alentó el stile antico o prima prattica, polifonía propia del Renacimiento.
    Pedir que los obispos no se comporten como príncipes; y prohijar incluso las conductas contrarias, como las que se vieron para escarnio de la genuina feligresía católica en las playas de Copacabana, no es prueba de sencillez sino de confusión; ni de modestia sino de plebeyismo; ni de servicialidad sino de demagogia populista.
    Pedir o permitir que los obispos abandonen la virtud de lagravitas que su investidura reclama, para contonearse al compás de una coreografía tribal, no es estar más cerca de las ovejas sino del ridículo. Para combatir al jansenismo se necesitan fiestas cristianas, no carnavales cariocas. Porque sólo hay fiesta allí donde el amor se alegra, según lo dice el Crisóstomo. Su caricatura revulsiva,en cambio, tiene lugar cuando “por una noche se olvidó que cada uno es cada cual”, según rimaba Antonio Machado.
    Tanto hablar de periferia, y de la necesidad de acudir a ella para socorrerla, ha provocado hoy esta doliente paradoja: que en la periferia han quedado la Verdad, el Bien y la Belleza. En los aledaños, el esplendor de la liturgia; en los suburbios la diáfana luz de la ortodoxia; en los perímetros marginales, el sabio coraje del testimonio oportuno e inoportuno. Y desde el Papa Francisco para abajo no parece haber almas ni brazos dispuestos a socorrer a esas indigencias que, alguna vez, fueron el verdadero tesoro de la Iglesia. Las pocas almas y voces bravías que a tales alrededores se allegan,caminando contracorriente, y haciendo centinela, son castigadas de consuno por exponentes de una papolatría tan obtusa cuanto insustentable.
    Como tales obtusos nos rondan al acecho, se nos permitirá una escueta aclaración final. No para ellos, que no la merecen, sino para los sufrientes amigos, junto a los cuales, tantas defecciones romanas nos resultan otras tantas mordeduras del espíritu.
    Téngase por tal aclaración que no cruzamos espadas en pro de los Príncipes de la Iglesia, si por tal principado se entienden oropeles, orfebrerías, enjoyamientos, o las suntuosidades diversas delCinquecento. Tenemos bien presente aquel relato del Maestro Eckhart. El del Niño desnudo que llega a la puerta de un Monasterio. Interrogado por el Superior se identifica: “Soy un Rey. Mi reino está en mi corazón. Procedo de Dios, a Dios quiero llegar”. “Si es así pasa”, le dice el Superior. “Elige el vestido que quieras y entra”. “Entonces, ya no sería un Rey”, responde el Niño. Ninguna pompa innecesaria o vacua está en el blanco de nuestra defensa; aunque tampoco nos conforme la abolición o el arrasamiento de las símbólicas majestades externas.
    Pero si ya no hemos de tener Príncipes de la Iglesia, si ya el Sumo Pontífice no quiere ser tal sino apenas el Obispo de Roma, en paridad con el resto de los prelados, es la naturaleza misma del Orden Sagrado la que sufre mengua, no el volumen de la tiara o las puntillas del alba. Porque si en la naturaleza del sacerdocio está la obligación del religioso de hacerse pastor y pasto a la vez; también, o por lo mismo, está su condición de elegido y de consagrado; de llamado y segregado del mundo, de tomado por Dios, como dice la Carta a los Hebreos. De príncipe, a emulación de Aquel que anunció Isaías (9,6),como Príncipe de la Paz. A emulación y escoltamiento de los mismos coros angélicos, entre los cuales, a despecho de tanta semiótica democrática, hay tronos, potestades, dominaciones y principados.


    Por los Príncipes de la Iglesia: te pedimos Señor. Por el Papa Francisco: te pedimos Señora de los Príncipes de la Iglesia.


    Antonio Caponnetto.

    STAT VERITAS

  11. #11
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    Re: LOS 100 DÍAS DEL PAPA FRANCISCO: Entre remedos y remedios.

    Mete miedo


    Doy mi palabra que estoy preparando un post sobre un tema que nada tiene que ver con el papa. Es sobre una cuestión que hemos tratado varias veces en el blog de refilón y que merece un poco de profundización: nobleza y cristianismo, y he elegido seguir la línea que propone Volkoff. Quedará para más adelante, aunque bueno sería apurarla porque se complementaría con el escrito que apareció ayer sobre “Francisco y los príncipes”, fruto de la pluma de Antonio Caponnetto, y que pueden bajar desde aquí.
    Pero la urgencia del momento exige, a mi pesar, ocuparse del Personaje. Varias veces se me ha pasado por la cabeza la posibilidad de que Bergoglio no sea más que una obsesión nuestra debido, sobre todo, a que somos argentinos, lo conocemos bien y fuimos siempre acérrimos críticos suyos. En definitiva, que no fuera más que una comprensible reacción emocional porque en él se concentra todo lo que detestamos: el progresismo, el oportunismo, el plebeyismo, la mediocridad, etc.
    Sin embargo, frente a esta posibilidad, se oponen la objetividad de los hechos que aparecen, no ya semana tras semana, sino día tras día y, también, la misma sensación de gravedad que puede percibirse en católicos de otros continentes, y que tenían hacia el nuevo papa una actitud expectante o positiva. Muchos ejemplos podría dar sobre, pero menciono el blog Ex Orbis, que no pertenece a ningún grupo de tradicionalistas recalcitrantes, y a las palabras que pronunció hace pocos días el cardenal Dolan. Dijo: “Queríamos un Papa con buena capacidad de mando y de gestión, y hasta ahora lo que se ha visto es poco. Es un pequeño elemento sorpresivo que él no se haya expresado todavía en este terreno. Espero que luego de la pausa estival se vea algún signo más de cambio en la gestión”. Y en cuanto a la esperada sustitución del secretario de Estado, Tarcisio Bertone, agrega Dolan: “Si no sucede nada en el mes de octubre estaré sorprendido. Yo pensaba que ello debía acontecer a fines de junio o en julio, pero no ha sido así, por eso pienso que probablemente se producirá en el otoño”. Pueden leer la entrevista entera aquí. El prelado americano está inquieto -muy inquieto diría yo-, para animarse a decirse tales palabras en Río de Janeiro, en medio de la apoteosis francisquista, y publicarlas en uno de los periódicos católicos más leídos de Estados Unidos.
    Antes de entrar en el tema del post, se imponen otros comentarios inquietantes: hace no más de dos semanas, Omar Bello, un publicista del arzobispado de Buenos Aires, periodista ocasional de Perfil, y de cercanía con Bergoglio, autor de la última entrevista que concedió antes de ser elegido en papa, publicó un libro titulado El verdadero Francisco. Intimidad, psicología, grandezas, secretos y dudas del Papa argentino. Por el filósofo que más lo conoce. Lo compré hace unos días y lo estoy leyendo de a poco. No quiero atragantarme y que se me nuble el juicio pero, lo que hasta ahora puede percibirse, es que el actual papa es un personaje de cuidado, con una psicología digna de ser analizada por un especialista. Un solo detalle que me ha llamado mucho la atención: del libro se colige que Bergoglio es incapaz de establecer vínculos afectivos con nadie: ni con su familia de sangre, ni con su familia religiosa, ni con quienes lo rodearon en la Curia. Simplemente, usa a las personas y luego las deshecha. Bello le pregunta a un sacerdote muy cercano al entonces cardenal primado qué grado de verdad había en las acusación que le hiciera Verbitsky de colaborar en la desaparición de dos sacerdotes jesuitas durante los ’70. La repuesta fue: “No creo que sea cierto. Pero no te engañes por los motivos… Bergoglio nunca hubiera arruinado su carrera con semejante error” (p. 75). La probable protección de sus hermanos de religión no venía por el lados de los afectos y, mucho menos de la caridad…
    Pero lo curioso es que el libro no tuvo casi difusión: apenas un recuadrito en las angostas columnas laterales del sitio web de Perfil y, a pesar de que apenas está editado, resulta imposible conseguirlo. Sus lugares de ventas -dado que fue editado por la revista “Noticias”- son los kioskos y no las librerías, pero por datos que tengo de amigos, tanto de Capital como del interior, el libro está desaparecido. Es muy raro que los medios de todo el mundo, a diferencia de la gran campaña publicitaria que hicieron a la biografía escrita por Rubín, callen como lápidas frente a la aparición de este nuevo texto. Para aquellos que quieran leerlo - y es de lectura imprescindible si quieren saber quién es realmente el papa Francisco-, pueden descargar una versión PDF desde aquí.
    Y para terminar esta larga introducción, debo decir me produjeron un cierto remezón las palabras con las que la Piketa finaliza su artículo de hoy en La Nación dedicado a criticar a los blogs ultraconservadores que atacan a Bergoglio. Concluye: “Imágenes que dieron vuelta al mundo y confirmaron que Francisco es un papa único, con una popularidad altísima, jamás vista y sin oposición seria, visible, en este momento”. Estas palabras, que a un neocon le resultan más deliciosas que un helado de Freddo, a un católico mínimamente instruido que leyó las Escrituras y reflexionó alguna vez en las profecías, le causa temor y desasosiego.
    Pero vayamos al punto. Lo que más inquietud me ha producido en los últimos días ha sido escuchar la “charla” -como él mismo la definió-, que ofreció Francisco a los obispos del Celam durante el carnaval carioca. Pueden verla desde aquí.
    Empecemos por los aspectos que, en estas circunstancias son secundarios pero que, en otra, no lo serían tanto. Es francamente apabullante la pobreza del discurso de este hombre. Utiliza un lenguaje ochentoso que me remonta a mis épocas de adolescente en las que tenía que escuchar a dirigentes de Acción Católica de cuarta categoría explicándome qué era la Iglesia. Un discurso plagado de lugares comunes de lo más mediocres y gastados, y sin el más mínimo cuidado por una oratoria al menos básica. Estoy convencido que un cura de barrio habla mejor que Bergoglio.
    Podría llegar a entender, aunque jamás a justificar, que utilizara ese lenguaje vulgarmente coloquial y mediocre en una homilía dirigida a jóvenes de las periferias existenciales. Y digo que jamás lo justificaría porque pienso en los grandes predicadores que tuvo la Iglesia y el modo en el cual ejercieron su oficio. San Agustín predicaba a africanos del pueblito de Hipona que no eran precisamente habitués de la biblioteca de Alejandría, y San Vicente Ferrer lo hacía a aragoneses que difícilmente sabían leer o escribir. Sin embargo, por respeto a ellos y por respeto al mensaje que transmitían, sus homilías eran piezas de oratoria.
    Nadie le pide a Francisco que sea el Crisóstomo, pero sí le pido un mínimo de respeto por su auditorio y por su investidura. Y cuanto más si, como es el caso, esta “charlita” no estuvo dirigida a los jóvenes acampantes en las playas de Río, sino a los obispos y cardenales de la Conferencia Episcopal Latinoamericana. ¿Cómo es posible que no tenga el más mínimo cuidado en el estilo? Y no se trata aquí, como dicen los medios, que el suyo es un estilo “llano y directo”. Se trata más bien de un estilo simplón, anodino y ñoño, aunque muy eficaz por cierto para convertirse en un atractivo animador de masas, aunque no ya en maestro.

    Pero todo esto, que de por sí es grave, no es sin embargo lo más grave. Como dije, lo inquietante no son estas periferias estilísticas, sino el contenido del discurso consistente en una hermenéutica del documento de Aparecida. El núcleo presenta los dos desafíos que a juicio de Francisco tiene la Iglesia en la actualidad. Ellos son la renovación interna y el diálogo con el mundo. Me suenan bastante estas expresiones… Desde el malhadado Vaticano II que se viene diciendo los mismo. ¿Es que a Bergoglio y a sus obispos paniaguados -que no dejaban de tomar apuntes con obsecuencia mientras hablaba el pontífice-, no les resulta suficiente ya toda la renovación que hubo a lo largo de cincuenta años? ¿Es que, acaso, están tan ciegos e ideologizados para no admitir la evidencia de los resultados a los que la tan manida reforma llevó a la iglesia católica? Y el diálogo con el mundo, ¿ancora? ¿Más diálogo todavía? ¿Es que pretenden que el mundo cambie su rumbo luego de dialogar con la Iglesia? ¿O será que el mundo apenas si necesita encarrilarse? Pareciera que los obispos, y el papa Francisco entre ellos, ven en los pretendidos avances del mundo contemporáneo las verdades cristianas laicizadas. El espíritu libre que organiza y domina la materia, la moral fraterna de los derechos humanos que se funda sobre la eminente dignidad del hombre, la aspiración a construir el mundo nuevo donde reine la justicia… todos estos ideales del mundo son -dicen-, en su origen, verdades cristianas. Si el mundo nos persigue, se debe solamente a un malentendido. Los cristianos podemos comulgar sin ningún escrúpulo con los ideales de la humanidad de nuestro tiempo aunque, en apariencia, sean peligrosas para la fe. Pero se trata sólo de apariencias. Y si no, vean ustedes los millones de jóvenes que se congregan en las Jornadas Mundiales de la Juventud. ¡Qué ocasión inmejorable para convertir a esa marea de ateísmo, y gritarles: “Lo que ustedes buscan es precisamente lo que nosotros les ofrecemos. Seguramente, dudarán de que sea así, pero eso se debe a que la infidelidad de los cristianos y a los negocios turbios de la Curia Vaticana, que les esconde la verdadera naturaleza del cristianismo. Pero miren un poco más de cerca, y se darán cuenta de que se trata de la realización de sus más ardientes deseos…”. Para edificar la ciudad fraternal -a lo que llama el lema de las próxima de JMJ de Cracovia-, para establecer el triunfo definitivo del hombre y de sus derechos, para llevar al hombre a su edad adulta en la verdad que finalmente ha sido descubierta, en la libertad finalmente conquistada, los cristianos sentimos el corazón gozoso porque tenemos el secreto infalible. Estamos seguros de que la humanidad, una vez que se encarrile por la buena senda, reconocerá tarde o temprano la señal indicadora que está buscando y que presiente.
    Claro el evangelio es la salvación del mundo, pero no se trata de un agradable licor que lo hace entrar en calor a través de una borrachera dulce y gozosa, mecida por las suaves brisas marinas de Copacabana. Se trata de un remedio terrible. Cuando el mundo lo gusta, dice como los hijos de los profetas a Elías: “La muerte está en la bebida”. Para el mundo, como para Dios, la encarnación es la cruz.
    El progreso del Evangelio en el mundo, tal como parece entenderlo el Nuevo Testamento, no es una seducción, ni una asunción progresiva ni tampoco una pacificación de toda realidad humana. El evangelio debe despertar en el mundo una hostilidad que estaba latente, y que será llevada a su paroxismo en los últimos tiempos. No se trata de negar que el evangelio deba fructificar en las almas, ni que su fruto se manifieste a través de toda clase de obras por las que los hombres glorifiquen al Padre. Pero será una obediencia necesariamente dolorosa la que hará nacer ese fruto y, finalmente, deberá sufrir la prueba del fuego.
    Esta inhabilidad del papa Francisco para juzgar la realidad lo lleva, además, a llenarse la boca hablado de “colegialidad” y reclamando la plena implementación de consejos diocesanos y parroquiales. No puede evitar que se me vengan a la memoria, por un lado las sabias palabras del cardenal Newman que sostenía la incapacidad de todas las comisiones para producir algo mínimamente valioso y, por otro, lo que dice Bouyer en sus memorias al reflexionar sobre su participación en el Vaticano II: “Luego de estas variadas experiencias, se comprenderá que no he conservado gran cosa de mis entusiasmos juveniles por la “conciliaridad” en general, y mucho menos todavía sobre esta conciliaridad de bolsillo que hoy se llama abusivamente “colegialidad”, en la que algunos malvados, utilizando triquiñuelas, hacen creer a los “grandes personajes” que integran esos órganos colegiados, que están tomando decisiones que, en realidad, otros han tomado en lugar suyo”.
    Pero lo que más preocupa es que, cuando el papa Francisco habla de los problemas que acechan a la Iglesia hace referencia a los pelagianos restauracionistas, que vendríamos a ser nosotros. Sostiene que afirmamos que algo anda muy mal en la Iglesia y que como solución aspiramos a restaurarla en lo que fue en el pasado. Disculpen mi ingenuidad, pero siempre creí que los últimos papas tenían el mismo diagnóstico: la Iglesia se encuentra en serios problemas, aunque diferimos en las soluciones que debe aplicarse. Pensé incluso que el mismo Francisco pensaba igual. Y lo terrible es que no es así: para él la Iglesia, tal como está, está bien, porque esa Iglesia del pasado es solamente memoria en la que Dios estuvo pero ya no está. Dios se manifiesta ahora en la Iglesia actual. Dicho de otra manera, no hay reforma alguna que hacer porque nada está deformado. Sólo habrá que modificar aquellas estructuras caducas -son palabras suyas- y, a lo sumo, hay que encarar una “renovación” interna, es decir, innovar todavía más.

    Francamente, es aterrador. Con el papa Benedicto todos esperábamos, basados en datos concretos y claros, que poco a poco la Iglesia se iría encaminando hacia una restauración. Se tardaría décadas, pero era posible. La teatralización de esa voluntad política era, a mi juicio, los signos de restauración litúrgica, por ejemplo, en las ceremonias pontificias.
    Con Bergoglio en el solio de Pedro, olvidémonos de todo eso. No hay “reforma” ni “restauración” porque, a su juicio, no hay nada que reformar o que restaurar. Lo que hay que hacer es innovar; hacer de nuevo todo, continua y constantemente.
    La “charla” de Francisco a los obispos del Celam dibuja que la Iglesia que él quiere es una Iglesia con “experiencia de pueblo” (son sus palabras). Se trata de una Iglesia prisionera de una mera dinámica social. Recordé de pronto su primera homilía luego del cónclave: allí definió a la Iglesia como movimiento. Claro, a la luz de la charlita carioca, se trata de un movimiento prisionero de las estructuras sociales en el que no hay lugar para lo sobrenatural. No es, por cierto, el movimiento del Espíritu, de ese Viento Santo del que hablábamos hace poco, que se mueve y va y viene por donde quiere.


    Vi el video de la charla pontificia ayer, fiesta de la Transfiguración del Señor, una de las más importantes del calendario litúrgico. Y a la tarde, tal como tenía previsto, repasé el oficio de las vísperas y de los maitines de la fiesta según el rito bizantino. Se trata de una composición maravillosa, redactada a lo largo de los siglos por los grandes Padres y Santos de nuestra Iglesia, donde se combinan los textos bíblicos y la poesía más sublime para recordarnos que, en el Tabor, Nuestro Señor se mostró en la belleza de su Esencia Original a fin, no solamente de ayudarnos a atravesar el Gólgota de este mundo, sino también de recordarnos que ese es nuestro fin y es a esa gloria a la que nos llama (pueden bajar el texto del oficio desde aquí).
    Cuando terminé mi lectura, no pude evitar una desconcertante certeza: la Iglesia que compuso y que rezó y que reza aún hoy ese oficio y que, porque lex orandi, lex credendi, cree en eso que reza, no es la iglesia de la que nos habla Francisco. No puede ser la misma. Son cosas distintas, si es que el principio de no contradicción tiene alguna validez. Una nos llama y nos recuerda la inconmensurable gloria y alegría del cielo; la otra, nos involucra en una dinámica inmanente que aspira que los niños no tengan hambre, sin importar que su formación sea cristiana, judía o musulmana.

    La verdad, mete miedo.

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    Re: LOS 100 DÍAS DEL PAPA FRANCISCO: Entre remedos y remedios.

    Mete miedo


    Doy mi palabra que estoy preparando un post sobre un tema que nada tiene que ver con el papa. Es sobre una cuestión que hemos tratado varias veces en el blog de refilón y que merece un poco de profundización: nobleza y cristianismo, y he elegido seguir la línea que propone Volkoff. Quedará para más adelante, aunque bueno sería apurarla porque se complementaría con el escrito que apareció ayer sobre “Francisco y los príncipes”, fruto de la pluma de Antonio Caponnetto, y que pueden bajar desde aquí.
    Pero la urgencia del momento exige, a mi pesar, ocuparse del Personaje. Varias veces se me ha pasado por la cabeza la posibilidad de que Bergoglio no sea más que una obsesión nuestra debido, sobre todo, a que somos argentinos, lo conocemos bien y fuimos siempre acérrimos críticos suyos. En definitiva, que no fuera más que una comprensible reacción emocional porque en él se concentra todo lo que detestamos: el progresismo, el oportunismo, el plebeyismo, la mediocridad, etc.
    Sin embargo, frente a esta posibilidad, se oponen la objetividad de los hechos que aparecen, no ya semana tras semana, sino día tras día y, también, la misma sensación de gravedad que puede percibirse en católicos de otros continentes, y que tenían hacia el nuevo papa una actitud expectante o positiva. Muchos ejemplos podría dar sobre, pero menciono el blog Ex Orbis, que no pertenece a ningún grupo de tradicionalistas recalcitrantes, y a las palabras que pronunció hace pocos días el cardenal Dolan. Dijo: “Queríamos un Papa con buena capacidad de mando y de gestión, y hasta ahora lo que se ha visto es poco. Es un pequeño elemento sorpresivo que él no se haya expresado todavía en este terreno. Espero que luego de la pausa estival se vea algún signo más de cambio en la gestión”. Y en cuanto a la esperada sustitución del secretario de Estado, Tarcisio Bertone, agrega Dolan: “Si no sucede nada en el mes de octubre estaré sorprendido. Yo pensaba que ello debía acontecer a fines de junio o en julio, pero no ha sido así, por eso pienso que probablemente se producirá en el otoño”. Pueden leer la entrevista entera aquí. El prelado americano está inquieto -muy inquieto diría yo-, para animarse a decirse tales palabras en Río de Janeiro, en medio de la apoteosis francisquista, y publicarlas en uno de los periódicos católicos más leídos de Estados Unidos.
    Antes de entrar en el tema del post, se imponen otros comentarios inquietantes: hace no más de dos semanas, Omar Bello, un publicista del arzobispado de Buenos Aires, periodista ocasional de Perfil, y de cercanía con Bergoglio, autor de la última entrevista que concedió antes de ser elegido en papa, publicó un libro titulado El verdadero Francisco. Intimidad, psicología, grandezas, secretos y dudas del Papa argentino. Por el filósofo que más lo conoce. Lo compré hace unos días y lo estoy leyendo de a poco. No quiero atragantarme y que se me nuble el juicio pero, lo que hasta ahora puede percibirse, es que el actual papa es un personaje de cuidado, con una psicología digna de ser analizada por un especialista. Un solo detalle que me ha llamado mucho la atención: del libro se colige que Bergoglio es incapaz de establecer vínculos afectivos con nadie: ni con su familia de sangre, ni con su familia religiosa, ni con quienes lo rodearon en la Curia. Simplemente, usa a las personas y luego las deshecha. Bello le pregunta a un sacerdote muy cercano al entonces cardenal primado qué grado de verdad había en las acusación que le hiciera Verbitsky de colaborar en la desaparición de dos sacerdotes jesuitas durante los ’70. La repuesta fue: “No creo que sea cierto. Pero no te engañes por los motivos… Bergoglio nunca hubiera arruinado su carrera con semejante error” (p. 75). La probable protección de sus hermanos de religión no venía por el lados de los afectos y, mucho menos de la caridad…
    Pero lo curioso es que el libro no tuvo casi difusión: apenas un recuadrito en las angostas columnas laterales del sitio web de Perfil y, a pesar de que apenas está editado, resulta imposible conseguirlo. Sus lugares de ventas -dado que fue editado por la revista “Noticias”- son los kioskos y no las librerías, pero por datos que tengo de amigos, tanto de Capital como del interior, el libro está desaparecido. Es muy raro que los medios de todo el mundo, a diferencia de la gran campaña publicitaria que hicieron a la biografía escrita por Rubín, callen como lápidas frente a la aparición de este nuevo texto. Para aquellos que quieran leerlo - y es de lectura imprescindible si quieren saber quién es realmente el papa Francisco-, pueden descargar una versión PDF desde aquí.
    Y para terminar esta larga introducción, debo decir me produjeron un cierto remezón las palabras con las que la Piketa finaliza su artículo de hoy en La Nación dedicado a criticar a los blogs ultraconservadores que atacan a Bergoglio. Concluye: “Imágenes que dieron vuelta al mundo y confirmaron que Francisco es un papa único, con una popularidad altísima, jamás vista y sin oposición seria, visible, en este momento”. Estas palabras, que a un neocon le resultan más deliciosas que un helado de Freddo, a un católico mínimamente instruido que leyó las Escrituras y reflexionó alguna vez en las profecías, le causa temor y desasosiego.
    Pero vayamos al punto. Lo que más inquietud me ha producido en los últimos días ha sido escuchar la “charla” -como él mismo la definió-, que ofreció Francisco a los obispos del Celam durante el carnaval carioca. Pueden verla desde aquí.
    Empecemos por los aspectos que, en estas circunstancias son secundarios pero que, en otra, no lo serían tanto. Es francamente apabullante la pobreza del discurso de este hombre. Utiliza un lenguaje ochentoso que me remonta a mis épocas de adolescente en las que tenía que escuchar a dirigentes de Acción Católica de cuarta categoría explicándome qué era la Iglesia. Un discurso plagado de lugares comunes de lo más mediocres y gastados, y sin el más mínimo cuidado por una oratoria al menos básica. Estoy convencido que un cura de barrio habla mejor que Bergoglio.
    Podría llegar a entender, aunque jamás a justificar, que utilizara ese lenguaje vulgarmente coloquial y mediocre en una homilía dirigida a jóvenes de las periferias existenciales. Y digo que jamás lo justificaría porque pienso en los grandes predicadores que tuvo la Iglesia y el modo en el cual ejercieron su oficio. San Agustín predicaba a africanos del pueblito de Hipona que no eran precisamente habitués de la biblioteca de Alejandría, y San Vicente Ferrer lo hacía a aragoneses que difícilmente sabían leer o escribir. Sin embargo, por respeto a ellos y por respeto al mensaje que transmitían, sus homilías eran piezas de oratoria.
    Nadie le pide a Francisco que sea el Crisóstomo, pero sí le pido un mínimo de respeto por su auditorio y por su investidura. Y cuanto más si, como es el caso, esta “charlita” no estuvo dirigida a los jóvenes acampantes en las playas de Río, sino a los obispos y cardenales de la Conferencia Episcopal Latinoamericana. ¿Cómo es posible que no tenga el más mínimo cuidado en el estilo? Y no se trata aquí, como dicen los medios, que el suyo es un estilo “llano y directo”. Se trata más bien de un estilo simplón, anodino y ñoño, aunque muy eficaz por cierto para convertirse en un atractivo animador de masas, aunque no ya en maestro.

    Pero todo esto, que de por sí es grave, no es sin embargo lo más grave. Como dije, lo inquietante no son estas periferias estilísticas, sino el contenido del discurso consistente en una hermenéutica del documento de Aparecida. El núcleo presenta los dos desafíos que a juicio de Francisco tiene la Iglesia en la actualidad. Ellos son la renovación interna y el diálogo con el mundo. Me suenan bastante estas expresiones… Desde el malhadado Vaticano II que se viene diciendo los mismo. ¿Es que a Bergoglio y a sus obispos paniaguados -que no dejaban de tomar apuntes con obsecuencia mientras hablaba el pontífice-, no les resulta suficiente ya toda la renovación que hubo a lo largo de cincuenta años? ¿Es que, acaso, están tan ciegos e ideologizados para no admitir la evidencia de los resultados a los que la tan manida reforma llevó a la iglesia católica? Y el diálogo con el mundo, ¿ancora? ¿Más diálogo todavía? ¿Es que pretenden que el mundo cambie su rumbo luego de dialogar con la Iglesia? ¿O será que el mundo apenas si necesita encarrilarse? Pareciera que los obispos, y el papa Francisco entre ellos, ven en los pretendidos avances del mundo contemporáneo las verdades cristianas laicizadas. El espíritu libre que organiza y domina la materia, la moral fraterna de los derechos humanos que se funda sobre la eminente dignidad del hombre, la aspiración a construir el mundo nuevo donde reine la justicia… todos estos ideales del mundo son -dicen-, en su origen, verdades cristianas. Si el mundo nos persigue, se debe solamente a un malentendido. Los cristianos podemos comulgar sin ningún escrúpulo con los ideales de la humanidad de nuestro tiempo aunque, en apariencia, sean peligrosas para la fe. Pero se trata sólo de apariencias. Y si no, vean ustedes los millones de jóvenes que se congregan en las Jornadas Mundiales de la Juventud. ¡Qué ocasión inmejorable para convertir a esa marea de ateísmo, y gritarles: “Lo que ustedes buscan es precisamente lo que nosotros les ofrecemos. Seguramente, dudarán de que sea así, pero eso se debe a que la infidelidad de los cristianos y a los negocios turbios de la Curia Vaticana, que les esconde la verdadera naturaleza del cristianismo. Pero miren un poco más de cerca, y se darán cuenta de que se trata de la realización de sus más ardientes deseos…”. Para edificar la ciudad fraternal -a lo que llama el lema de las próxima de JMJ de Cracovia-, para establecer el triunfo definitivo del hombre y de sus derechos, para llevar al hombre a su edad adulta en la verdad que finalmente ha sido descubierta, en la libertad finalmente conquistada, los cristianos sentimos el corazón gozoso porque tenemos el secreto infalible. Estamos seguros de que la humanidad, una vez que se encarrile por la buena senda, reconocerá tarde o temprano la señal indicadora que está buscando y que presiente.
    Claro el evangelio es la salvación del mundo, pero no se trata de un agradable licor que lo hace entrar en calor a través de una borrachera dulce y gozosa, mecida por las suaves brisas marinas de Copacabana. Se trata de un remedio terrible. Cuando el mundo lo gusta, dice como los hijos de los profetas a Elías: “La muerte está en la bebida”. Para el mundo, como para Dios, la encarnación es la cruz.
    El progreso del Evangelio en el mundo, tal como parece entenderlo el Nuevo Testamento, no es una seducción, ni una asunción progresiva ni tampoco una pacificación de toda realidad humana. El evangelio debe despertar en el mundo una hostilidad que estaba latente, y que será llevada a su paroxismo en los últimos tiempos. No se trata de negar que el evangelio deba fructificar en las almas, ni que su fruto se manifieste a través de toda clase de obras por las que los hombres glorifiquen al Padre. Pero será una obediencia necesariamente dolorosa la que hará nacer ese fruto y, finalmente, deberá sufrir la prueba del fuego.
    Esta inhabilidad del papa Francisco para juzgar la realidad lo lleva, además, a llenarse la boca hablado de “colegialidad” y reclamando la plena implementación de consejos diocesanos y parroquiales. No puede evitar que se me vengan a la memoria, por un lado las sabias palabras del cardenal Newman que sostenía la incapacidad de todas las comisiones para producir algo mínimamente valioso y, por otro, lo que dice Bouyer en sus memorias al reflexionar sobre su participación en el Vaticano II: “Luego de estas variadas experiencias, se comprenderá que no he conservado gran cosa de mis entusiasmos juveniles por la “conciliaridad” en general, y mucho menos todavía sobre esta conciliaridad de bolsillo que hoy se llama abusivamente “colegialidad”, en la que algunos malvados, utilizando triquiñuelas, hacen creer a los “grandes personajes” que integran esos órganos colegiados, que están tomando decisiones que, en realidad, otros han tomado en lugar suyo”.
    Pero lo que más preocupa es que, cuando el papa Francisco habla de los problemas que acechan a la Iglesia hace referencia a los pelagianos restauracionistas, que vendríamos a ser nosotros. Sostiene que afirmamos que algo anda muy mal en la Iglesia y que como solución aspiramos a restaurarla en lo que fue en el pasado. Disculpen mi ingenuidad, pero siempre creí que los últimos papas tenían el mismo diagnóstico: la Iglesia se encuentra en serios problemas, aunque diferimos en las soluciones que debe aplicarse. Pensé incluso que el mismo Francisco pensaba igual. Y lo terrible es que no es así: para él la Iglesia, tal como está, está bien, porque esa Iglesia del pasado es solamente memoria en la que Dios estuvo pero ya no está. Dios se manifiesta ahora en la Iglesia actual. Dicho de otra manera, no hay reforma alguna que hacer porque nada está deformado. Sólo habrá que modificar aquellas estructuras caducas -son palabras suyas- y, a lo sumo, hay que encarar una “renovación” interna, es decir, innovar todavía más.

    Francamente, es aterrador. Con el papa Benedicto todos esperábamos, basados en datos concretos y claros, que poco a poco la Iglesia se iría encaminando hacia una restauración. Se tardaría décadas, pero era posible. La teatralización de esa voluntad política era, a mi juicio, los signos de restauración litúrgica, por ejemplo, en las ceremonias pontificias.
    Con Bergoglio en el solio de Pedro, olvidémonos de todo eso. No hay “reforma” ni “restauración” porque, a su juicio, no hay nada que reformar o que restaurar. Lo que hay que hacer es innovar; hacer de nuevo todo, continua y constantemente.
    La “charla” de Francisco a los obispos del Celam dibuja que la Iglesia que él quiere es una Iglesia con “experiencia de pueblo” (son sus palabras). Se trata de una Iglesia prisionera de una mera dinámica social. Recordé de pronto su primera homilía luego del cónclave: allí definió a la Iglesia como movimiento. Claro, a la luz de la charlita carioca, se trata de un movimiento prisionero de las estructuras sociales en el que no hay lugar para lo sobrenatural. No es, por cierto, el movimiento del Espíritu, de ese Viento Santo del que hablábamos hace poco, que se mueve y va y viene por donde quiere.


    Vi el video de la charla pontificia ayer, fiesta de la Transfiguración del Señor, una de las más importantes del calendario litúrgico. Y a la tarde, tal como tenía previsto, repasé el oficio de las vísperas y de los maitines de la fiesta según el rito bizantino. Se trata de una composición maravillosa, redactada a lo largo de los siglos por los grandes Padres y Santos de nuestra Iglesia, donde se combinan los textos bíblicos y la poesía más sublime para recordarnos que, en el Tabor, Nuestro Señor se mostró en la belleza de su Esencia Original a fin, no solamente de ayudarnos a atravesar el Gólgota de este mundo, sino también de recordarnos que ese es nuestro fin y es a esa gloria a la que nos llama (pueden bajar el texto del oficio desde aquí).
    Cuando terminé mi lectura, no pude evitar una desconcertante certeza: la Iglesia que compuso y que rezó y que reza aún hoy ese oficio y que, porque lex orandi, lex credendi, cree en eso que reza, no es la iglesia de la que nos habla Francisco. No puede ser la misma. Son cosas distintas, si es que el principio de no contradicción tiene alguna validez. Una nos llama y nos recuerda la inconmensurable gloria y alegría del cielo; la otra, nos involucra en una dinámica inmanente que aspira que los niños no tengan hambre, sin importar que su formación sea cristiana, judía o musulmana.

    La verdad, mete miedo.

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    Re: LOS 100 DÍAS DEL PAPA FRANCISCO: Entre remedos y remedios.

    Carta al papa Francisco

    Nosotros necesitamos de un Papa dispuesto al martirio para salvar a los cristianos perseguidos en el mundo, y no entregado a la búsqueda de la popularidad incluso entre los forofos del fútbol.
    Silvana De Mari

    Muy querido Papa Francisco:
    Me dirijo a Usted de una manera tan familiar porque a estas alturas estoy convencida de que Usted ama ser una persona común, sin oropeles, sin alhajas y sin capa de armiño, una persona común, como muchas tantas.
    Una persona común que como muchas tantas ve el fútbol.
    Una persona común que como muchas tantas charla amenamente en el avión.
    Una persona común como muchas tantas.
    Nosotros necesitamos de un Papa.
    Discúlpeme querido Papa Francisco, no me sale ni de llamarle Santidad, creo que Usted es una persona deliciosa, el vecino ideal, pero nosotros precisamos de un Papa.
    Están matando a cristianos como a perros, Santidad, entre un partido de fútbol y otro, entre un beso a un niño discapacitado y otro, ¿podría hacer algo más a juego con su rol? Solamente en las últimas horas han quemado 10 iglesias en Egipto. ¿Usted podría hacer algo? ¿Podría ponerse sus oropeles, sus alhajas y su capa de armiño, que no son basura, Santidad, sino símbolos de 2000 años de historia, y con esa ropa encima ir a Egipto en vez de ver el fútbol? No existe sólo Balotelli que desea tanto hablar con Usted, están también los párrocos de las iglesias católicas de Nigeria que tendrían algo que contarle, los que han sobrevivido quiero decir, pues los que han fallecido ya no tienen nada que decirle.

    En un momento en el que la cristiandad está bajo ataque como nunca antes, nosotros, Santidad, tendríamos necesidad de un Papa. Precisamos de alguien que, como primer problema, nombre en la homilía de Pascua a los cristianos masacrados en Nigeria y a los cristianos masacrados en Pakistán, porque esos muertos, Santidad, eran hombres y porque en su asesinato se han matado también la libertad y la dignidad del hombre. Santidad, no quisiera enseñarle el oficio, entiendo que Usted es un profesional en lo que concierne al cristianismo y yo soy un implume aficionado, pero a veces ocurre que los aficionados juzgan con más lucidez. Por ejemplo, el arca de Noé fue construida y pilotada por un aficionado, mientras que el Titanic fue construido y pilotado por profesionales. No quisiera ser gafe haciendo esta comparación, pero me da la impresión de que la cristiandad sea como el Titanic. El iceberg se llama islam. Usted dice que es muy bueno y espiritual, y si lo dice Usted que es un especialista, será así, pero, insisto, era un especialista, y uno de los mejores, también el capitán del Titanic. Sin embargo, San Pedro era un aficionado, pescador durante la mitad de su vida, con ningún estudio teológico, un patito feo si se le compara con Usted. A los romanos, San Pedro dijo que, como seres humanos, eran hermanos, hijos del mismo Dios, pero que su religión era falsa. Su cometido era convertirles o morir en el intento de convertirles a la única fe verdadera, y no encontrar cualidades en una fe falsa, porque así quienes nacen dentro de esa nunca la abandonarán. Murió en el intento, pero finalmente los convirtió. ¿No debería ser ese su rol? Convertir al cristianismo. O morir en el intento.
    En Lampedusa, Usted hubiera debido pronunciar una sola frase:

    Os traigo el amor de Dios.
    En todo el Corán la palabra amor no aparece ni una vez. Habría bastado.
    En Lampedusa, Usted se ha agachado ante la “espiritualidad” del Ramadán, Usted se ha agachado ante el islam, y Usted representa a Cristo. Quien representa a Cristo no se agacha frente a nadie.

    Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
    Yo soy el camino, la Verdad y la Vida, pero no importa que os ajetreéis tanto en la evangelización, o mejor dicho, para hacer prosélitos, porque, en fin, todas las religiones son iguales. Santidad, en mi Evangelio no está escrito eso. O Usted tiene un Evangelio distinto o hay un exceso de profesionalidad que la está aplastando.
    A los romanos, San Pedro dijo ciertamente que eran hermanos, pero que su religión era falsa. Se hizo matar con tal de no dejar de decirlo.
    Santidad, la gente está muriendo. La gente muere asesinada. La gente muere asesinada de manera atroz. Usted se va a ver el fútbol.
    Necesitamos de un Papa. Alguien que sea el heredero de Jesucristo y de San Pedro, alguien que esté dispuesto a hacerse odiar. Porque aquí está el quid de la cuestión. Jesucristo fue matado por gente que le odiaba. Quien lucha por una causa, será odiado. Fueron odiados también Martin Luther King y Gandhi, tan odiados que los mataron. Ciertamente eran profetas desarmados y no líderes tolerantes. Quien tolera todo y lo contrario de todo, con la sonrisa risueña en la cara, es un connivente. No podemos ser amados por todos, si luchamos por algo. Si mal no recuerdo, está escrito también en los Evangelios: No tengáis miedos de los que os odian. Su predecesor ha sido odiado mucho. Incluso fue condenado a muerte, con una fatwa, tras el discurso de Ratisbona. Osama Ben Laden decretó su muerte.
    Usted es amado por todos, Santidad. ¿Está seguro de que sea una virtud? Creo que ha llegado el momento de hacerse detestar. Póngase todos sus oropeles, no son basura sino símbolos de 2000 años de historia, con todo el peso de estos 2000 años, y se vaya a El Cairo, y en El Cairo luche por los cristianos coptos, y llore sobre sus iglesias quemadas y luego se vaya a Siria y también en Pakistán. Luego, si le queda tiempo, puede incluso ir al partido, pero no creo que le quede tiempo. Éste es el momento más oscuro de la cristiandad desde el comienzo de los tiempos. Nosotros necesitamos de un Papa.


    Traducción remitida a Tradición Digital.


    Nota de TD
    : Artículo muy bueno aunque pensamos que hubiera sido mejor sin las referencias a Luther King, Gandhi y Ben Laden.

    Carta al papa Francisco | Tradición Digital
    Rodrigo y Mefistofeles dieron el Víctor.

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