Búsqueda avanzada de temas en el foro

Resultados 1 al 3 de 3

Tema: Meditación pascual

Vista híbrida

  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    16 ene, 07
    Mensajes
    20,843
    Post Thanks / Like

    Re: Meditación pascual

    Ecce ascendimus Ierosolymam

    Por Roberto De Mattei

    02/04/2021

    Ecce ascendimus Ierosolymam: «He aquí que subimos a Jerusalén». Éstas son las palabras que dirige Jesús a los Apóstoles cuando al final del retiro que tuvo con ellos tras la resurrección de Lázaro sale de la ciudad de Efraín para dirigirse a Jerusalén.

    Ecce: ha llegado el momento en que se cumplirá la misión del Redentor;ascendimus: el camino que debe recorrer, que es el de la Cruz salvífica, es cuesta arriba y se contrapone al largo camino descendente que lleva a la perdición eterna; Ierosolymam: la meta es Jerusalén, la ciudad santa en la que, por las numerosas razones que explica Santo Tomás, convenía que padeciera la Pasión (Summa Theologiae, q. 46, a. 10).

    El acontecimiento supremo al que siempre había dirigido sus pensamientos había llegado, y Jesús, que conoce el lugar de dicho acontecimiento, así como la hora y las circunstancias, precede con paso decidido a los Apóstoles, que lo siguen estupefactos y temerosos. «Erant autem in via ascendentes Ierosolymam: et praecedebat illos Jesus, et stupebant, et sequentes timebant» (Jn. 11, 54; Mc 10, 32). Jesús avanza como un soldado que marcha a la batalla, porque está decidido a apurar hasta la última gota el cáliz de su Pasión. Se asemeja a aquel «sumo capitán general de los buenos» que describe San Ignacio (Ejercicios espirituales, nº 138); como un caudillo noble y real que convoca bajo su estandarte ensangrentado a todos los que desean participar en el gran misterio de la Pasión y Resurrección: «He aquí que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y escribas, y lo condenarán a muerte. Y lo entregarán a los gentiles, para que lo escarnezcan, lo azoten y lo crucifiquen, pero al tercer día resucitará» (Mt. 20, 18-19; Mc. 10, 33-34; Lc, 18, 31-33).

    Pero los Apóstoles «Pero ellos no entendieron ninguna de estas cosas; este asunto estaba escondido para ellos, y no conocieron de qué hablaba» (Lc. 18,34). Y eso que no era la primera vez que Jesús les revelaba estos misterios. Después de que Pedro hubo confesado en Cesarea que Jesús era «el Cristo, el HIjo de Dios vivo», cuenta el Evangelio que «Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas, y ser condenado a muerte y, resucitar al tercer día» (Mt. 16, 21). Llamándolo aparte, Pedro se puso a reprenderle con estas palabras: «Mas Pedro, tomándolo aparte, se puso a reconvenirle, diciendo: “¡Lejos de Ti, Señor! Esto no te sucederá “»,3 Pero Él volviéndose, dijo a Pedro: “¡Quítateme de delante, Satanás! ¡Un tropiezo eres para Mí, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres!”» (Mc. 8, 31-33).

    Los Apóstoles carecían del sentido de Dios, porque no entendían el sentido del sufrimiento y esperaban que Jesús se libraría de los fariseos como había hecho en otras ocasiones en que lo buscaron para matarlo. Todavía les faltaba lo que San Luis María Grignion de Monfort llamó la sabiduría de la Cruz: «ciencia sabrosa y experimental de la verdad que permite contemplar, a la luz de la fe, los misterios más ocultos; entre ellos el de la Cruz» (Carta a los amigos de la Cruz, nº 45).

    Cuando Jerusalén, ciudad relicario de la Pasión, fue ocupada por los infieles, meditar en las palabras de Jesús «Si alguno quiere seguirme, renúnciese a sí mismo, y lleve su cruz y siga tras de Mí» (Mt. 16, 21-27) motivó al beato Urbano II a convocar a la Cristiandad para liberar el Santo Sepulcro. Nació así la primera epopeya cristiana de la historia: el movimiento de las Cruzadas. «Ecce ascendimus Ierosolymam», exclamó Godofredo de Bouillon al amanecer del 7 de junio de 1099, cuando las cúpulas de la Ciudad Santa se mostraron a la vista de los combatientes cristianos. El nombre de Jerusalén fue el grito de batalla de los cuarenta mil peregrinos armados que el 15 de julio liberaron la Santa Ciudad del sacrílego dominio de los sarracenos.

    Pero más que una ciudad terrestre, Jerusalén es la ciudad en que se cumple el misterio de la Cruz para todo cristiano. Desde lo alto de los Cielos, escribe San Luis María Grignion de Monfort, la mirada de Dios no contempla a los poderosos de la Tierra, sino a «mira al hombre que lucha por Él contra la fortuna, el mundo y el infierno, y contra sí mismo, al hombre que lleva la cruz con alegría» (Carta a los amigos de la Cruz, nº 55).

    En este sentido, subir a Jerusalén es un programa de militancia católica. «Ya estamos aquí. Ecce ascendimus Ierosolymam, afirmó el beato Florentino Asensio Barroso, creado por Pío XI obispo titular de Euroea y administrador apostólico de Barbastro, cuando el 16 de marzo de 1936 entró en su diócesis, donde tres meses más tarde sería torturado, castrado y muerto por milicianos anarquistas y comunistas. Sus palabras sintetizan las de todos los que a lo largo de la historia han optado y optarán por combatir por Jerusalén contra la Revolución, aceptando ofensas, calumnias, persecuciones, y si es necesario la muerte, que pida Jesús por amor a Él.

    Como explica San Agustín, Jerusalén es en un sentido espiritual la Iglesia (La ciudad de Dios, 17, 16,2), objeto de las persecuciones revolucionarias de los siglos XX y XXI, amén de un proceso de autodemolición que agrava su pasión. El 13 de julio de 1917, la Virgen anunció en Fátima que si el mundo no se convertía Rusia propagaría sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones contra la Iglesia: «Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, y varias naciones serán destruidas. Al fin, mi Corazón Inmaculado triunfará».

    Ante esta perspectiva, que es la de nuestro tiempo, el católico militante tiene que estar dispuesto a ofrendar en sacrificio la propia vida, con la misma determinación serena con que subió Nuestro Señor a Jerusalén. El triunfo del Corazón Inmaculado de María supondrá el momento de la resurrección histórica de la Iglesia, que prefigurará el de la Jerusalén eterna en los Cielos.

    «Y me llevó en espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa Jerusalén, que bajaba del cielo, desde Dios, teniendo la gloria de Dios; su luminar era semejante a una piedra preciosísima, cual piedra de jaspe cristalina» Ap.21,10-11).
    Jerusalén significa visión de paz., La paz es la tranquilidad en el orden, y Jerusalén es la ciudad inmortal de los ángeles y los santos, donde el orden divino triunfa en su inmutable perfección.

    San Pablo nos recuerda que somos ciudadanos del Cielo (Filipenses 3,20, Efesios 2,18-19, Heb.13,4), y la Jerusalén celestial es la patria que aguarda a los elegidos al fin de su vida terrena. Ecce ascendimus Ierosolymam, serán las palabras que con infinita dulzura dirigirá la Virgen a sus devotos a la hora de la muerte para llevarlos a la eternidad feliz del Paraíso.



    https://adelantelafe.com/ecce-ascendimus-ierosolymam/


  2. #2
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    16 ene, 07
    Mensajes
    20,843
    Post Thanks / Like

    Re: Meditación pascual

    Passio Ecclesiae: Meditación sobre la Pasión y Muerte de Cristo


    Meditazione in Passione et Morte Domini

    Ésta es la hora vuestra, y la potestad de la tiniebla.Lc. 22, 53


    Los textos de la liturgia del Triduo Sacro nos impactan como un latigazo por la cruda brutalidad de los tormentos a los que fue sometido el Salvador por voluntad del Sanedrín, bajo órdenes del procurador romano. Las masas, instigadas por los sumos sacerdotes, invocan la sangre inocente del Hijo de Dios sobre ellos y sobre sus propios hijos, renegando en pocos días del homenaje que le rindieron en la entrada en Jerusalén. Las aclamaciones y hosannas se han transformado en crucifícales, y las palmas en bastones y látigos. Así son de confiables las multitudes: son capaces de tributar honores con la misma convicción con la que pocos días más tarde se decreta la condena a muerte.

    ¿Quiénes son los protagonistas y responsables de esta condena? Judas, apóstol entre los doce, ladrón y traidor, que por treinta monedas entrega al Maestro a las autoridades eclesiásticas para que lo detengan. El Sanedrín, o sea la autoridad eclesiástica de la Ley Antigua, todavía en vigor en el momento de la Pasión; falsos testigos, pagados o sedientos de notoriedad, que acusan a Nuestro Señor contradiciéndose entre sí. El pueblo, mejor dicho las masas listas para manifestarse dejándose guiar por unos pocos hábiles manipuladores. El procurador Poncio Pilatos, representante del Emperador en Palestina, que emite una sentencia injusta pero con autoridad oficial. Y toda aquella patulea de subalternos anónimos que despliega una crueldad inaudita hacia un inocente sólo porque era lo que se esperaba de ellos: guardias del Templo, soldados del Sanedrín, soldados romanos y demás gentuza violenta.

    Nuestro Señor es condenado a muerte a pesar de que el magistrado supremo ha reconocido su inocencia. Accipite eum vos et crucifigite; ego enim non invenio in eo causam. Pilato no quiere enemistarse con los sumos sacerdotes ni con las turbas que éstos pueden manipular valiéndose del odio que sienten por los romanos que ocupan militarmente Palestina. Conoce el desprecio que le profesan los levitas y los ancianos del pueblo, que lo consideran un pagano al que no se deben ni acercar, hasta el punto de no querer contaminarse entrando en el pretorio; se quedan fuera, mientras maniobran para que la potencia temporal que los oprime se haga cómplice de su condena por blasfemia, es decir, por un delito de índole religiosa. Peor aún: para mandar a la muerte, sin condena, a un inocente. Innocens ego sum a sanguine justi hujus, dice Pilatos. Así la autoridad civil, por miedo a la arrogancia y al tumulto, se abstiene de hacer justicia; y así la autoridad espiritual, para no perder el poder que monopoliza, oculta las profecías, se obstina en no reconocer al Mesías prometido a pesar de las confirmaciones de su divinidad, y conspira para matar a Jesucristo porque, a decir verdad, se ha autoproclamado Dios. Los principales sacerdotes amenazan a Pilatos: Si hunc dimittis, non es amicus Cæsaris, y no les importa someterse al poder imperial con tal de mandar a su Rey a la muerte: Non habemus regem, nisi Cæsarem. Pero ¿el rey de los judíos no era Herodes?

    Hasta en la Cruz, cuando el Señor entona la antífona del propio Sacrificio con las palabras del salmista, Deus meus, Deus meus: ut quid me dereliquisti?, los que conocían de memoria las Escrituras fingen no reconocer en aquel grito solemne la última advertencia a la Sinagoga, presagio de la abolición del sacerdocio levítico y de la inminente destrucción del Templo, cuarenta años más tarde, a manos de Tito. En el Salmo 21 David profetiza lo que los judíos tenían ante los ojos y ya no estaban en situación de entender por culpa de su ceguedad. Aquella amonestación la oímos una vez más hoy en los improperios de la liturgia de Parasceve, estupefactos por la incredulidad del pueblo elegido y desgarrados por la no menos desgarradora renovación de la infidelidad del nuevo Israel, sus pontífices y sus ministros.

    En toda la liturgia del Triduo Pascual no hay una sola palabra que no resuene como una dolorosísima acusación; la acusación al Señor, que ve cómo se cumple en la traición de Judas y de su pueblo el acto mediante al cual las autoridades religiosas y civiles se alían contra el Señor y contra su Cristo: Astiterunt reges terrae, et principes convenerunt in unum, adversus Dominum, et adversus Christum ejus (Salmo 2,2).

    Dice Nuestro Señor: «Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a Mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como vosotros no sois del mundo – porque Yo os he entresacado del mundo– el mundo os odia. Acordaos de esta palabra que os dije: No es el siervo más grande que su Señor. Si me persiguieron a Mí, también os perseguirán a vosotros». Con esta amonestación, el Salvador nos recuerda que su santísima Pasión debe cumplirse también en el Cuerpo Místico, tanto en personas individuales a lo largo de los siglos como en la institución al final de los tiempos. Y no deja de ser significativa la correspondencia entre la Pasión de Cristo y la de la Iglesia.

    Yo diría que esta correspondencia es aún más evidente en estas horas de tinieblas en las que el poder del nuevo sanedrín infiel y corrupto se ha aliado con el poder temporal para perseguir a Nuestro Señor y a cuantos le son fieles. También hoy los principales sacerdotes, sedientos de poder y ávidos de complacer al imperio que los tiene sojuzgados, recurren a Pilatos para que condene a los católicos, acusándolos de blasfemia por no querer aceptar la traición de los que tienen autoridad sobre ellos. Los apóstoles y los mártires de ayer viven de nuevo en los apóstoles y los mártires de hoy, a los cuales por el momento se les niega el privilegio del martirio cruento pero no la persecución, el ostracismo y la irrisión. Volvemos a encontrarnos con Judas, que vende al Sanedrín a los buenos pastores; con los falsos testigos, los sinvergüenzas, los que soliviantan a las masas, los guardianes del Templo y la guardia pretoriana. Vemos nuevamente a Caifás rasgándose las vestiduras, a San Pedro negando al Señor y a los Apóstoles huyendo y escondiéndose; a quienes ponen sobre la Iglesia una corona de espinas, se burlan y la abofetean, la azotan y la hacen objeto de escarnio; a quienes la cargan con la cruz de los escándalos de sus ministros y los pecados de sus fieles; también hoy hay quienes empapan la esponja en vinagre y traspasan con una lanza el costado de la Iglesia; e igualmente es echada a suertes una túnica inconsútil. Pero igual que ayer, la Madre de la Iglesia y un Apóstol seguirán al pie de la Cruz, dando testimonio de la Passio Ecclesiae como en su tiempo lo dieron de la Passio Christi.

    Que en estas horas de silencio y recogimiento cada uno de nosotros se examine a sí mismo. Preguntémonos si en la acción litúrgica de los últimos tiempos queremos contarnos entre los que por puro conformismo miran para otro lado, golpean a su Jefe y le escupen al Señor mientras pasa camino del Calvario. Preguntémonos si en esta sagrada representación tendremos valor para enjugar el Santo Rostro ensangrentado de Cristo en la imagen devastada de la Iglesia, si sabremos como el Cirineo ayudarle a llevar la Cruz, si como José de Arimatea le ofreceremos un lugar digno en que repose hasta que resucite. Preguntémonos cuántas veces habremos abofeteado a Cristo, poniéndonos de parte del Sanedrín y los sumos sacerdotes, cuántas veces habremos puesto el respeto humano por encima de la fe, cuántas veces habremos aceptado treinta monedas a cambio de traicionar y entregar al Salvador en sus buenos ministros a los principales sacerdotes y ancianos del pueblo.

    Cuando la Iglesia exclame consumatum est bajo un cielo ennegrecido mientras tiembla la tierra y el velo del Templo se desgarra de arriba abajo, lo que falta a los padecimientos de Cristo (Col.1,24) se cumplirá en el Cuerpo Místico. Esperemos al descendimiento de la Cruz, el santo entierro en el sepulcro, el silencio absorto y mudo de la naturaleza y el descenso a los infiernos. En este caso será también la guardia del Templo la que vigile para que no resurja la pusillus grex, y dirán una vez más que sus secuaces han venido para robar el cadáver.

    Para la Santa Iglesia también habrá un Sábado Santo; habrá un exultet y un aleluya tras el dolor, la muerte y la sepultura. Scimus Christum surrexisse a mortuis vere: sabemos que con Él resucitará también su Cuerpo Místico, justo cuando sus ministros piensen que ya está todo perdido. Y reconocerán a la Iglesia, como reconocieron al Señor in fraccione panis.

    Estos son mis más sinceros deseos para esta Semana Santa y Pascua y para los tiempos que nos aguardan.

    + Carlo Maria Viganò, Arzobispo


    2 de abril de 2021
    Feria VI in Parasceve





    https://www.marcotosatti.com/2021/04...rte-de-cristo/

Información de tema

Usuarios viendo este tema

Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)

Temas similares

  1. Símbolo de multiplicación: meditación cuaresmal
    Por Hyeronimus en el foro Religión
    Respuestas: 0
    Último mensaje: 27/03/2021, 02:24
  2. San Pascual Bailón, el Carlismo y la Familia Real
    Por Hyeronimus en el foro Tablón de Anuncios
    Respuestas: 0
    Último mensaje: 18/05/2020, 00:20
  3. Respuestas: 0
    Último mensaje: 15/03/2015, 21:08
  4. Cena Anual Grupo Pascual Vivas
    Por Mefistofeles en el foro Tablón de Anuncios
    Respuestas: 0
    Último mensaje: 09/12/2010, 23:38
  5. Respuestas: 3
    Último mensaje: 20/09/2010, 10:42

Permisos de publicación

  • No puedes crear nuevos temas
  • No puedes responder temas
  • No puedes subir archivos adjuntos
  • No puedes editar tus mensajes
  •