Objeción del orden natural, y no de conciencia


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Publicado Por: CIRCULO CULTURAL ANTONIO MOLLE LAZO - MADRID noviembre 18, 2021



El Congreso francés eliminó la objeción de conciencia de los médicos frente a los abortos provocados, en noviembre de 2020. Ésta es una ofensiva general en muchos países. Pero nos interesa centrarnos en la defensa habitual ante estos ataques.

Distintos grupos conservadores, católicos o no, algunos denominados «provida», caen en una estrategia fatal. Para proteger la justa omisión de un médico a practicar un aborto, acuden a la letal libertad de conciencia. La misma libertad que ampara el crimen del infanticidio. La libertad con que el hombre se arroga el juicio de qué es un ser vivo, qué es una persona. Con la que el individuo se instituye en Dios y se otorga el poder sobre la vida y sobre la muerte.

Es una estrategia perdedora desde el principio. ¿Qué se consigue con ella? Destruir el lugar legítimo desde el que un médico es capaz de oponerse a las violencias sobre su oficio. La afirmación de la libertad de conciencia como fundamento de la moral, como principio de lo bueno y de lo malo, destruye la ética médica o ética hipocrática.

La ética médica es una ética particular que se funda en la moral natural. Es la parte de la moral relativa a la prudencia arquitectónica médica, al justo desempeño del arte de la medicina. Todo arte exige en su perfección un bien moral.

La ética médica parte del hecho de que el hombre es una integridad. Una unidad indivisible de alma y cuerpo. La técnica médica se subordina a salvaguardar este bien. El objeto de su arte es la salud, su restablecimiento. ¿Qué es la salud? La unidad armoniosa de las distintas partes y humores del cuerpo. Aunque es claro que un hombre no conserva la salud sin un orden moral, el arte del médico se centra en lo fisiológico y corporal, diríamos hoy.

Con su juramento hipocrático, el médico se consagra al restablecimiento de la salud de cada persona que sea su paciente. A la reparación corporal y al fortalecimiento de la naturaleza de cada persona. El médico sabe que la salud no es el fin de la naturaleza humana, sino que la perfección virtuosa del hombre es el fin de la salud. Aquéllo por lo que merece la pena que se restablezca la salud y se perpetúe una vida. En todo caso,nunca puede matar.

Que un niño gestante es un individuo del género humano, y por tanto una persona, es un hecho evidente. La realidad no necesita ser reconocida para ser lo que es, no necesita ser consentida por el capricho de nadie.

Firme en su juramento, en la vigilancia moral de todas sus acciones sanitarias, un médico puede mantenerse incólume en su integridad. Desde ahí puede enfrentarse a una violencia que le obligue a cometer el mal. Incluso si es castigado por un régimen injusto, eso le fortalece y le hace virtuoso espiritualmente. Será el médico que los humildes y honestos amen: comprometido fielmente con la salud del cuerpo del paciente, sometiendo su arte a la fortaleza moral del alma y salvación postrera del enfermo.

Un médico no puede negarse a cometer un infanticidio porque le disguste, porque sienta angustia o repugnancia, porque tema el reproche de una o dos personas. Un médico debe negarse a ello porque es un crimen, esté tipificado o no. No puede matar a un inocente, aunque llegue a creerse que no es una persona. Debe negarse porque es el crimen más desproporcionado y execrable. Que sea un médico quien lo comete no borra el crimen, sino que agrava la circunstancias del asesinato.

Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid.



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