Si bien es cierto que Montaigne se consideraba católico, más que oponerse al protestantismo se oponía a los enfrentamientos en materia de religión, y de hecho estaba en contra de todo enfrentamiento y disputa. Consideraba iguales a todas las religiones y culturas, adelántandose mucho a nuestro tiempo, incluso a Rosseau y su teoría del "buen salvaje". No era un buscador de la verdad, sino un buenista pacifista y pusilánime. Sus escritos se titulaban precisamente ensayos, y no principios, porque eran como intentos de expresar ideas. Insistía en que no se podía reducir todo a dos posturas opuestas para no caer en el fanatismo. Si bien es cierto que no todo es blanco o negro y hay muchas tonalidades grises, y que no se puede ser excesivamente reduccionista (véase por ejemplo la hemiplejia moral de reducir todo a derecha e izquierda en política), y siempre es necesario matizar, él llega a caer en un relativismo en que todo es igual y equivalente. Pero si somos lógicos, si A es lo contrario de B está claro que la verdad solo puede estar en A o en B, pero no en los dos, o caemos en contradicción.