Aumenta más la vanidad haber leído a Santo Tomás de Aquino, porque les puedes soltar a los ateos una cita suya sobre la metafísica del ente y sobre la eternidad que se quedan temblando y con cara de tonto (la que tienen).
En cambio las frases de la Biblia quedan un poco pobrecitas y en seguida se creen que eres medio cura, y se ríen de ti.
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