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Tema: Lutero, no y no

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  1. #1
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    Re: Lutero, no y no

    Gardone Riviera: The Roman Forum, contra la "apoteosis" de Lutero


    Gardone Riviera, 4 julio 2016
    , en la infraoctava de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. The Roman Forum (Nueva York), dirigido por el profesor John Rao, está celebrando su anual universidad de verano en Gardone Riviera. Este año, su vigésimo cuarta edición, tiene por tema "Medio milenio de depravación total (1517-2017): Una crítica del impacto de Lutero en vísperas de su apoteosis 'católica'". Se suma, así, a la estela de las V Jornadas Hispánicas de Derecho Natural, celebradas a finales del pasado mes de abril en la Ciudad de Méjico, y que tendrá continuidad (D.m.) en el XLIV Congreso de Amigos de Instaurare, el próximo mes de agosto en el santuario de la Madonna di Strada (Fanna). Tres iniciativas internacionales de alto nivel, en las que el Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II ha tomado la iniciativa, por un lado, y ha colaborado gustoso, por el otro, anticipándose a los quinientos años de la Protesta luterana que, como indica el título de la reunión de los amigos estadounidenses, es de temer sea celebrada más que conmemorada (a fin de combatirla) incluso en ambientes "católicos".

    Como de costumbre se han sumado conferencias y actividades culturales a la Misa tradicional cantada diaria. Además de algunos de los colaboradores estables del Roman Forum (Christopher Ferrara, Michael Matt o James Bogle), han intervenido los profesores Miguel Ayuso (Madrid), Danilo Castellano (Údine), Bernard Dumont (París), Thomas Stark (Viena) y Ferenc Hörcher (Budapest).


    Agencia FARO

  2. #2
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    Re: Lutero, no y no

    EL LEGADO DE LUTERO (I)
    Juan Manuel de Prada

    (ABC, 22 de agosto de 2016)


    En breve comenzarán los fastos del quinto centenario del llamado Día de la Reforma, en el que Lutero clavó sus célebres 95 tesis en la puerta de una iglesia de Wittemberg. Aquellas tesis, que romperían la unidad de la fe, cambiarían también traumáticamente las concepciones filosóficas, políticas, económicas y culturales vigentes, hasta el punto de convertir la protesta luterana en uno de los hechos más importantes de la Historia. La llamada Reforma, a diferencia del cisma de Oriente, no fue una mera controversia eclesiástica, sino que supuso un expreso rechazo del Dogma y la Tradición, así como una negación del valor de los sacramentos. Y los dogmas religiosos no son, como el ingenuo (creyente o incrédulo) piensa, meras entelequias sin consecuencias sobre la realidad, sino condensación de verdades sobrenaturales que ejercen un influjo muy hondo sobre nuestra vida. No se puede cortar el tallo de un rosal y pretender que los pétalos de la rosa no se marchiten.


    Durante todo un año, vamos a recibir un bombardeo apabullante sobre las presuntas bondades del legado luterano. Nosotros, en la serie de cuatro artículos que hoy iniciamos, ofreceremos a las tres o cuatro lectoras que todavía nos soportan un modesto antídoto contra tal avalancha. Ciertamente, la Reforma de Lutero llegó cuando la decadencia de la Iglesia (minada por el concubinato del clero, la rapacidad y avaricia de muchos religiosos y la simonía institucionalizada) alcanzaba cotas lastimosas. Pero no se pone remedio a los errores cayendo en uno más grande; y la parábola evangélica del trigo y la cizaña ya nos advierte contra el peligro de arrancar la cizaña antes de tiempo (que fue, exactamente, lo que quiso hacer Lutero, logrando tan sólo desperdigarla).


    Al fondo de aquel furor reformista de Lutero palpitaba el fracaso espiritual de un hombre que había hecho esfuerzos ímprobos por alcanzar la unión con Dios. Pero todas sus sacrificios, penitencias y abnegaciones habían sido en vano; y seguían abrasándolo las concupiscencias más torpes (en cuya descripción, por pudor, no entraremos), que le causaban enorme angustia y ansiedad. Lutero consideró entonces (haciendo una proyección teológica de sus propias debilidades) que el hombre pecador nada podía hacer por alcanzar la salvación. Así fue como concluyó que Cristo ya había sufrido por nuestros pecados; y que, por lo tanto, ya estábamos perdonados. De modo que, para salvarnos, bastaba con que se nos aplicasen los méritos de Jesús por medio de la fe.


    Esta justificación a través exclusivamente de la fe se funda en una concepción pesimista de la naturaleza humana, que niega la libertad humana para vencer las tentaciones y también la gracia de los sacramentos. El hombre luterano, sin capacidad para sobreponerse al pecado y alumbrado por la "sola fide", suprime la mediación de la Iglesia; y será su conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, la que ordene su propia vida religiosa e interprete libremente las Escrituras. Y, como escribió el gran Leonardo Castellani con su habitual gracejo, «desde que Lutero aseguró a cada lector de la Biblia la asistencia del Espíritu Santo, esta persona de la Santísima Trinidad empezó a decir unas macanas espantosas». El libre examen luterano desató la enfermedad de la inteligencia denominada diletantismo, que luego ha contagiado, por proceso virulento de metástasis, toda la cultura occidental, primeramente con los ropajes del fatuo endiosamiento intelectual, por último con los harapos lastimosos del deseo de saber sin estudiar y la soberbia de la ignorancia. Las consecuencias de la Reforma luterana en el plano filosófico y moral no se harían esperar.


    (Continuará)











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    Trifón dio el Víctor.

  3. #3
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    Re: Lutero, no y no

    Hace años leí en un conocido portal de apologética un interesante trabajo que desmentía con sólidos argumentos y documentación la tradición de que Lutero hubiera clavado las 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg. Desgraciadamente, ese portal fue renovado hace algún tiempo y ya no se encuentra dicho trabajo, que era en realidad un capítulo de un libro sobre el heresiarca publicado por la BAC. Seguiré buscándolo en Internet y en bibliotecas, pero mientras tanto he encontrado algo muy interesante: un artículo que también desmiente dicha tradición, ¡pero escrito por un pastor protestante! Hasta algunos protestantes niegan ese mito fundacional del protestantismo. Reproduzco seguidamente el artículo del pastor mencionado.



    ¿Las 95 Tesis de Lutero fueron clavadas en las puertas de la iglesia de Wittenberg?


    ARGENTINA-
    Por Lisandro Orlov-



    ¿FUERON LAS 95 TESIS REALMENTE CLAVADAS EN LAS PUERTAS DE LA IGLESIA DEL CASTILLO DE WITTENBERG?


    Y en la década de los años 60 se comenzó a revisar y poner en duda la versión tradicional donde vemos a Martín Lutero clavando las Noventa y Cinco Tesis en las puertas de la capilla del castillo de Wittenberg, el 31 de octubre de 1517 y que ha sido objeto de infinitas representaciones. Son varios los historiadores, tanto protestantes como católicos que ponen hoy en duda esta escena tan épica. Por supuesto que en nada cambia ni el contenido ni el impacto causado por estas Tesis nos permiten habilitar pensar que los acontecimientos se desarrollaron en forma un poco diferente a aquellos que por muchos siglos nos hemos representado, imaginado y aceptado como verdaderos.


    La versión actualmente aceptada por una cantidad de historiadores contemporáneos afirma que esas Tesis fueron muy posiblemente enviadas como correspondía al superior eclesiástico de Lutero que era el arzobispo Alberto de Magdeburgo y al obispo Jerónimo Schultz, que eran los oficiales inmediatamente superiores en la Iglesia en condiciones de examinar y dar la aprobación para su publicación. Es difícil pensar que antes que le llegara al Arzobispo el texto el mismo se haya hecho público. La carta de Lutero con la que se acompañaron las Tesis dirigida ese día al Arzobispo no nos permiten pensar que se haya actuado en ese sentido.


    El primer antecedente con el que actualmente contamos sobre el relato que nos describe a Lutero clavando las Noventa y Cinco Tesis proceden de recuerdos puesto redactado por Felipe Melanchthon en el prefacio que escribe para el segundo volumen de la colección de obras en latín de Martín Lutero. Esta es una edición realizada en 1546 a muchos años del acontecimiento descripto. No existen testimonios confiables previos a esta fecha tan tardía.


    “Y las clavó a la vista de todos en la iglesia adosada al castillo de Wittenberg, el día anterior a la festividad de Todos los santos de 1517. La cita procede del prólogo escrito por Melanchthon en 1546 para el segundo volumen de las obras latinas de Lutero. Él no pensó en ningún momento actuar clandestinamente. Él se dirige a los círculos académicos, siguiendo el camino trazado por la Iglesia”[1]



    Justamente el camino trazado por la disciplina eclesiástica impone a los fieles y en especial a los profesores de teología enviar previa a su publicación todo escrito para su consideración a los censores establecidos en su jurisdicción religiosa. Aparentemente este es el camino seguido por Lutero.


    Igualmente tenemos que ser muy cautos con relación a la fecha de publicación de este prefacio. Si Melanchthon escucho este relato de labios del mismo Lutero, y esa es su única fuente de información, tenemos que ser muy cautos al respecto porque el Reformador al final de su vida tenía la tendencia de embellecer el relato de su vida con la finalidad de ubicarse mejor en el debate. Claros ejemplos de esta creatividad es el presentar a su padre como pobre campesino cuando todos los testimonios lo muestran como un próspero empresario minero con aspiraciones políticas. Igualmente su madre no es la pobre mujer que acarrea sobre sus hombros la leña para el hogar cuando los testimonios históricos revelan que pertenece a una acomodada familia burguesa y que el itinerario escolar del niño y joven Lutero recorre las ciudades donde la familia materna tiene una presencia social y económica importante. [2]


    Asimismo llama la atención que el pintor amigo íntimo de Lutero, Lucas Cranach el Viejo, que fue quien intermedio de casamentero entre Katalina von Bora y Lutero y que salió de testigo de ese matrimonio, nunca pintó esta escena en debate. Esta ausencia es significativa porque vemos los diversos e imaginativos cuadros de este artista que ubican a Lutero al pie de la cruz de Cristo o sentado a la misma mesa celebrando la Última Cena junto a Jesús de Nazaret y todos sus discípulos y otros. Si hubiera tenido noticias de un relato tan épico y significado sobre Lutero clavando las tesis en las puertas de la iglesia, estoy seguro que no se hubiera privado de reflejarlo en una de sus muchas y diversas pinturas. Si las escenas de este acontecimiento son posteriores a l546 tenemos que pensar que lo hacen inspirados en el dudoso relato de Felipe Melanchthon ya citado

    Esas Noventa y Cinco Tesis nacen de la preocupación eminentemente pastoral de Lutero con relación a los efectos negativos que tenía la venta inescrupulosa del perdón de los pecados bajo la modalidad que se llama indulgencias. Esa influencia fue considerada desesperadamente negativa sobre la espiritualidad y la vida evangélica de los bautizados entre los contemporáneos de Lutero en su tiempo y en su región.


    “La Reforma luterana esencialmente es un asunto de cura de almas. Un asunto de cura de almas, es cierto, que llevará muy lejos”[3]

    “No debemos… temer en absoluto repetir que el único cuidado que inspira a Lutero es el de la salvación de las almas, a las cuales sabe que debe revelar el auténtico camino del perdón. «Haced penitencia», este grito de Jesús y de Juan domina las 95 tesis y resuena como un grito de alarma. «Haced penitencia», pero no una penitencia cualquiera, esporádica, como de paso, limitándose a satisfacer por las penas que os impone la Iglesia. Esto es demasiado fácil y, además, no es esto lo que pide Jesús. ¡No; haced penitencia todos los días y en cada momento de vuestra vida; convertíos y entregad a Dios todo vuestro ser! «Diciendo: Haced penitencia, nuestro Señor y Maestro Jesucristo ha querido que la vida entera de los fieles fuera una penitencia… Y esta penitencia dura hasta la entrada en el reino de los cielos”[4]


    También hay que tener en cuenta como para poner en duda la versión que nos describe a Lutero clavando las tesis en las puertas de la Capilla del Palacio del Elector en Wittenberg en vísperas de la celebración de la Fiesta de Todos los Santos, un hecho muy concreto: Felipe Melanchthon no estaba en ese momento en la ciudad y por lo tanto no es un testigo presencial ni una fuente directa. Aquello que afirma lo hace a partir de lo que ha escuchado o leído. De hecho los historiadores no disponen de testigos presenciales de este hecho que aparentemente es por el momento una “leyenda” creada con posterioridad y a muchos años de distancia del acontecimiento.


    El principal protagonista del acontecimiento, Martín Lutero nunca mencionó en ninguno de sus muchos escritos, correspondencia y opúsculos que haya clavado las Tesis en las puertas de esa iglesia. De hecho no existe constancia alguna de que otro colega contemporáneo de Lutero en la Universidad que haya respondido al llamado a debatir esas propuestas o afirmaciones.


    El 1° de noviembre de 1517 nadie se presentó para discutir con el Hermano Martín. Pero en unos pocos días, las noventa y cinco tesis, reimpresas, traducidas al alemán, llevados a todos los medios, traían al monje, para gran sorpresa suya, el eco de una voz cuya potencia y cuyo acento le turbaron profundamente”[5]


    Tenemos relatos concretos donde Lutero explica que esas Tesis fueron enviadas como era de esperar al Arzobispo Alberto de Maguncia. Tenemos una carta del mismo Reformador que tenemos que prestarle realmente más atención porque nos revela el espíritu y la actitud con la que las Noventa y Cinco Tesis fueron redactadas y el objetivo que las mismas esperaban alcanzar. Allí es donde confirma que el 31 de octubre de 1517 envió una carta de presentación de sus tesis tanto al Arzobispo Alberto, igualmente la remitió copia de esas Tesis y esa carta la Obispo que tenía responsabilidad pastoral sobre esa ciudad.


    La actitud que lleva a Martín Lutero a redactar y enviar las Tesis a sus superiores se revela en el párrafo que introduce esa carta y que es igualmente redactada el 31 de octubre de 1517:


    “Padre en Cristo e Ilustrísimo Príncipe: Perdonadme que yo, el más humilde de los hombres, ose escribir a Vuestra Sublimidad. Nuestro Señor Jesucristo es testigo de que me doy perfecta cuenta de mi insignificancia y mi indignidad. Me he atrevido a tanto debido a la obligación de fidelidad que debo a Vuestra Paternidad. Quiera Vuestra Alteza mirar hacia este grano de polvo y escuchar mi súplica de clemencia de vos y el papa.”[6]




    Esta no es la actitud de un rebelde ni de un indisciplinado. ¡Qué pena que esta súplica no haya sido escuchada y no haya sido la base de un primer diálogo! ¡Cuánto dolor, cuanta división y cuantas muertes se hubieran evitado! Lamentablemente no podemos volver atrás la historia pero quizás ha llegado el momento de repetir esta plegaria e intentar retomar aquel diálogo que no fue pero que hoy es posible.



    ¡Dios del cielo! ¿Es esta la forma en que las almas confiadas a vuestro cuidado son preparadas para la muerte? Debéis dar cuenta de todas ellas. Yo no puedo quedarme más tiempo callado. Debemos obrar nuestra salvación con temor y temblor. ¿Por qué, entonces, hacer que la gente se confíe en las indulgencias, que solamente pueden dar la remisión de las penas canónicas externas? Las obras de piedad y de caridad son infinitamente mejores que las indulgencias. Cristo no mandó predicar las indulgencias sino el Evangélica ¡Qué horror, qué peligro para un obispo si nunca predica a su grey el Evangelio sino la baraúnda de las indulgencias! En las instrucciones a los vendedores de indulgencias, publicadas bajo el nombre de Vuestra Paternidad, pero seguramente sin vuestro conocimiento y consentimiento [Lutero le ofrece con esto una salida], se llama a las indulgencias el don inestimable de Dios para reconciliar al hombre con Dios y vaciar el purgatorio. Se declara que la contrición es innecesaria. ¿Qué puedo hacer yo, Ilustre Príncipe, sino suplicar a Vuestra Paternidad, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que suprimáis completamente estas instrucciones para que nadie se levante a refutar este libro y arroje oprobio sobre Vuestra Sublimidad, lo que no quisiera en absoluto, pero temo que suceda si no se hace algo rápidamente? Quiera Vuestra Paternidad aceptar mi fiel y obediente admonición. Yo también soy una de vuestras ovejas. Quiera Nuestro Señor Jesucristo guardaros siempre. Amén.


    Wittemberg, 1517, en la víspera de Todos los Santos.


    Si os dignáis echar un vistazo a mis tesis, veréis cuan dudosa es la doctrina de las indulgencias, que se proclaman, empero, con tanta confianza.


    Martín Lutero, agustino, Doctor en Teología.


    Pastor Lisandro Orlov


    Iglesia Evangélica Luterana Unida en Argentina y Uruguay



    ————————————————

    [1] Lilje, Hanns. “Lutero”. Biblioteca Salvat de Grandes Biografías. Barcelona 1986. Página 88

    [2] Oberman, Heiko A. “Lutero. Un hombre entre Dios y el diablo” Alianza Universidad. Madrid 1982

    [3] Greiner, Albert. “Lutero” Biblioteca de la Historia. Sarpe. Madrid. |985. Página 57

    [4] Greiner, Albert. “Lutero” Biblioteca de la Historia. Sarpe. Madrid. |985. Página 64

    [5] Febvre, Lucien. “Martín Lutero, un destino” Fondo de Cultura Económica.México 1972. Página 94
    [6] Luther Works 55 Volume American Edition on CD-Rom. Volumen 48 Cartas



    ALC Noticias | ¿Las 95 Tesis de Lutero fueron clavadas en las puertas de la iglesia de Wittenberg?

  4. #4
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    Re: Lutero, no y no

    Aunque todavía no he encontrado el artículo del profesor García Villoslada del que hablaba en el mensaje anterior, me he topado con este que viene a decir más o menos lo mismo y además lo cita.




    Lutero clavó un clavito, pero qué clavito clavó…

    Juanjo Romero



    El 31 de octubre de 1517 un joven monje agustino llamado Martín Lutero clavó en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg «Noventa y cinco tesis sobre las indulgencias». Aunque su intención era someter a discusión el texto de acuerdo con la práctica académica de la época, la acción fue interpretada como un desafío a la jerarquía eclesiástica.




    • Ni fueron 95, el manuscrito no llevaba numeración y la primera que se hizo fue inconsistente [1]
    • Ni fueron tesis: alguna hay, otras son oraciones, ironías… [2]
    • Ni siguieron la práctica académica de la época[3]: las tenía que colgar el bedel en varias sedes [4]
    • Ni el 31 de octubre clavó nada en la puerta de iglesia alguna.


    Este cúmulo de lugares comunes pertenece a la contraportada del libro de un famoso radiotelepredicador español que se arroga la misión de culturizar al españolito medio. A su favor está que esta vez no dice que las tesis estaban ya impresas y nos ahorra la presencia de Juan Agrícola al medio día [5]. Lógicamente la portada del libro son las «puertas de la Iglesia del Palacio de Wittenberg »


    La historieta, símbolo y motivo de que el 31 de octubre se celebre el «Día de la Reforma» no es atribuible a Lutero, y desde la publicación en los 60 de las biografías del alemán por Iserloh y Honselmann –recogidos en español por R. G. Villoslada– no la mantienen ni siquiera los luteranos medianamente leídos.


    Quizá lo más exacto, pero menos romántico, sea decir que el31 de octubre de 1517 fray Martin Lutero envió una carta al arzobispo de Maguncia protestando por la predicación de Tetzel. Eso sí que lo confirma Lutero. No deja de ser curioso que un personaje tan dado a contar batallitas no mencionase en ninguno de sus escritos un suceso tan trascendente como la afixión pública de las tesis en la ‘Schlosskirche‘ de Wittenberg.

    El mito tiene su origen en en el prefacio que escribió Philipp Melanchthon para el segundo volumen de las obras completas en 1546, ya muerto Lutero. Parece ser que Melanchton fue una buena persona, pero es un mediocre teólogo y un pésimo historiador. Desde luego no se distingue por su ‘exactitud’ a la hora de referir detalles de la vida de Lutero [6].


    Melanchton no pudo ser testigo del hecho, porque en 1517 estaba en Maguncia. Se desconocen los motivos de la ‘invención’, quizá se le fue la mano, e interpretó la intención de Lutero de discutir el asunto como una disputa oral, y no lo que probablemente fue: una disputa escrita.


    Llama la atención que ninguno de los cronistas contemporáneos mencionase un hecho tan relevante:



    • ni el historiador Juan Carion (1499‑1537), amigo de Melanthon;
    • ni Jorge Spalatino, cuyos Anales, perfectísimamente informados, llegan hasta 1525;
    • ni F. Myconius (1490‑1546), autor de una Historia reformationis;
    • ni C. Scheurl, que trató del caso en su Libro histórico de la cristiandad de 1511 a 1521, y que tantas noticias nos dejó en su epistolario;
    • ni Emser,
    • ni Cocleo,
    • ni Kilian Leib,
    • ni ninguno de los controversistas;
    • ni el documentado historiador J. Sleidan, que dio comienzo a su gran obra, De statu religionis commentarii, antes de 1545[7]


    Para contextualizar la situación conviene recordar tal como lo cuenta R. G. Villoslada:

    que la iglesia del castillo ducal de Wittenberg, enriquecida por Federico el Sabio con infinitas reliquias de mártires, confesores, vírgenes, patriarcas, profetas, etc., estaba dedicada a Todos los Santos, y por eso celebraba el 1 de noviembre su fiesta titular, que empezaba con las vísperas solemnes el día 31 de octubre. Al toque festivo de las campanas, el pueblo en masa acudía a venerar a los santos en sus reliquias, a confesarse –en aquella ocasión, el número ordinario de ocho confesores se multiplicaba– , a oír misa y comulgar y a ganar las innumerables indulgencias papales condicionadas a aquellos actos de culto. La indulgencia plenaria de la Porciúncula (como en Asís) se podía ganar desde el 30 de octubre hasta el 1 de noviembre inclusive.


    Toda la población de Wittenberg entraba en aquel templo con ansia de ganar indulgencias. En la hipótesis de que Lutero hubiera fijado allí sus tesis contrarias a las indulgencias, el escándalo hubiese sido ruidoso, y el hecho audaz se hubiera grabado imborrablemente en la memoria de todos. ¿Por que nadie lo recordó nunca?

    Respecto a lo que podríamos llamar «argumentos internos» del propio Lutero tampoco parece que desease clavar nada en ningún sitio. Veamos:



    • 11 de noviembre de 1517: Recién redactadas «las tesis» no quiso comunicárselas ni a sus amigos. Es probable que al primero que se lo enviase fuese a Fr. Juan Lang, de Erfurt. «Otra vez te envío paradojas… Lo único que deseo saber de ti y de esos tus teólogos es vuestro parecer sobre estas conclusiones» (las «paradojas» eran tesis contra la teología escolástica que había escrito en septiembre de ese año). Si le pide que le señale errores es que no las ha publicado todavía
    • «Después de la fiesta de Todos los Santos», en día indeterminado Lutero viaja a Kemberg, 13 kilómetros de Wittenberg, durante el cual –lo refiere él mismo en una charla de sobremesa– comunicó a su amigo Jerónimo Schurff su propósito de escribir «contra los crasos errores de las indulgencias». Asustado el Dr. Schurff, exclamó: «¿Pretendéis escribir contra el papa? ¿Qué queréis decir? Eso no lo sufrirá nadie». Clara señal de que en Wittenberg no habían sido publicadas las 95 tesis.
    • 15 febrero 1518: Algún rumor llegó al príncipe Federico y de sus consejeros. Uno de ellos, Jorge Spalatino, escribió a Lutero en noviembre, manifestándole la extrañeza de que ninguno de los cortesanos tuviese noticia de tales tesis, a lo cual respondió Lutero: «No quise que llegaran a oídos de nuestro príncipe ni de alguno de sus cortesanos antes que a los (obispos) que podían creerse criticados en ellas». Sigue siendo raro que ni Federico ni sus cortesanos conociesen el asunto si «habían sido clavadas»
    • En noviembre del año siguiente volverá a excusarse con el príncipe, explicándole por qué los primeros a quienes informó de lo que planeaba fueron el arzobispo de Maguncia-Magdeburgo y el obispo de Brandeburgo. Hubiera sido poco correcto anunciar y divulgar las tesis sobre las indulgencias, cuyo texto había sido enviado a dichas autoridades eclesiásticas, antes de tener la respuesta de las mismas.
    • Parece que hay que creer a Lutero cuando repite una y otra vez que no deseaba se divulgasen por el momento aquellas tesis. Y si esto es así, ¿cómo las iba a fijar en la puerta de un templo concurridísimo, en el día de mayor afluencia de gentes venidas de todas partes?


    Así que desconfíen de cualquier libro, artículo, película que intente «acercarnos al verdadero Lutero», «destruir mitos acerca de Lutero», «mostrar la auténtica cara del Reformador» y que lleven en su portada las puertas de iglesia del castillo de Wittenberg. No serán más que malos remedos de Melanchton: quizá buenas personas, malos teólogos y pésimos historiadores o novelistas.

    No deja de tener su gracia que «los protestantes» celebren una tradición..


    Notas

    [1] El manuscrito no llevaba numeración alguna. La numeración –muy mal hecha por cierto– no se debe al autor, sino a los primeros tipógrafos, que a fines de 1517 las imprimieron casi contemporáneamente en Nuremberg (A), en Lelpzig (B) y en Basilea (C ) conforme a copias manuscritas suministradas no por Lutero, sino por alguno de sus amigos. La edición de Leipzig tiene una numeración desatinada: divide alguna proposición en dos números o junta dos tesis en una; después de una serie de 26 números, sigue otra, partiendo del número 17 hasta el 87. Las de Nuremberg y Basilea distribuyen las tesis en cuatro series sucesivas: tres de 25números cada una, y la cuarta de 20; en total, 95tesis, no muy lógicamente divididas. (Cf. R. G. Villoslada, Martín Lutero, 2ª Ed., BAC, Madrid (1976) pp. 319-351).

    [2] ¿Quién llamará tesis a las simples interrogaciones retóricas, como son las de los números 82‑89, 92 Y 93? (Cf. Op. Cit.)
    [3] En caso que Fr. Martín hubiera querido tener una disputa de las habituales en la Universidad, no hubiera encontrado dificultad alguna. No el profesor, sino el bedel, por orden del decano, hubiera fijado las tesis a las puertas de la Schlosskirche y de la parroquia (acaso también en las iglesias de los conventos de franciscanos y agustinos), determinando el día de la disputatio, posiblemente también la hora y los nombres del arguyente, del defendiente y del maestro bajo cuya dirección se tendría la disputa. Sin más, hubieran concurrido puntualmente numerosos maestros, licenciados, bachilleres y estudiantes. A veces, cuando no se señalaba el lugar ni la hora, se ponía una frase como ésta: Loco et tempore statuendis. (Cf. Op. Cit.)
    [4] Y no es que Lutero no supiese lo que son tesis y cuál era el procedimiento. Tenemos por ejemplo las del 4 de septiembre de 1517 (WA 1,224) que corresponden en la forma y en el fondo a tesis escolásticas. (Cf. Op. Cit.)
    [5] Un testimonio tardío, que parece ser de Juan Agrícola (1494-1566)de Eisleben, estudiante de Wittenberg por aquellos días, solía aducirse en favor de la fijación de las tesis: «Proposuit Lutherus Wittenbergae, quae urbs est ad Albim sita, pro veteri scholarum more themata quaedam disputanda, me teste, quidem citra ullius hominis aut notam aut iniuriam». El me teste parecía un argumento contundente, pero es una lectura errada; en el códice manuscrito se lee modeste, como ha demostrado H. VOLZ, Erzbischof Albrecht von Mains und Martin Luthers 95 Thesen: Jahrb. d. Hess. kirchengesch. Vereinigung 13 (1962) 107-228 (p.227). (Cf. Op. Cit.)
    [6] Con motivo del luteromanía de hace unos años se publicó el posible descubrimiento de una anotación del reformador George Rorer en vida de Lutero en el sentido de que habían sido clavadas. Pasado el tiempo no se ha confirmado la autoría. De todas formas no modifica la argumentación de Iserloh, Honselmann y R. G. Villoslada
    [7] Cf. Op. Cit.




    Lutero clavó un clavito, pero qué clavito clavó…
    Última edición por Hyeronimus; 25/08/2016 a las 18:20

  5. #5
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    Re: Lutero, no y no

    EL LEGADO DE LUTERO (II)
    por Juan Manuel de Prada

    (ABC, 27 de agosto de 2016)


    Al afirmar el principio del libre examen, que atribuye al hombre una facultad omnímoda para ordenar su vida religiosa, Lutero anticipa el imperativo categórico de Kant, que proclamaría la suficiencia absoluta de la voluntad humana para emanar normas de conducta, erigiéndose así el hombre en único legislador y árbitro de su vida moral. A la vez, con su tesis del "servo arbitrio", que juzga al hombre incapaz de elegir el bien, Lutero se convierte involuntariamente en promotor del nihilismo filosófico y ético.

    Lutero, discípulo de los nominalistas Wesel y Biel, injertó en el pensamiento de sus maestros un asfixiante pesimismo antropológico. Juzgaba que la inteligencia humana, tarada por el pecado original, estaba incapacitada para abstraer lo universal y pensar las cosas del espíritu; pero, al mismo tiempo, consideraba que era muy apta para desenvolverse con pragmatismo en el mundo. Inevitablemente, un hombre dispensado de discernir un orden moral objetivo puede refugiarse en su conciencia subjetiva. El bien ya no será una categoría que el hombre discierne a través de la razón, sino lo que en cada momento determine que es bueno (o, dicho más descarnadamente, lo que le convenga), y el mal lo que entienda que es malo (o sea, lo que le perjudique). Danilo Castellano observa con perspicacia que esta consideración de la conciencia permitirá luego a Rousseau afirmar en el "Emilio" que «la conciencia es la voz del alma, como las pasiones lo son del cuerpo». Esta conciencia, reducida a mera pulsión subjetiva, acabará conformando al hombre de nuestra época, un amasijo instintivo sin guía ni freno, huérfano de razón y responsabilidad. Un hombre que guía sus decisiones (que, inevitablemente, ya no serán morales) por la pura espontaneidad, que es la que le permite afirmarse y ser “auténtico”, y hasta creer (risum teneatis) que es libre como el viento, aunque sólo sea esclavo de sus pasiones. Y de la conciencia instintiva al subconsciente freudiano hay un solo paso.


    Inevitablemente, esta concepción luterana del hombre, incapacitado para abstraer lo universal, impondrá el abandono de la metafísica, que posteriores corrientes filosóficas declararán inaccesible (y, con el tiempo, inútil). Como luego afirmaría Hegel, «la verdadera figura en que existe la verdad no puede ser sino el sistema científico de ella». Es decir, cada escuela filosófica debe crear un sistema que se erija en la verdad (por supuesto, refutada por la siguiente escuela). Así, se concluye en la extravagancia de pensar que la razón humana es suficiente para dar fundamento a toda la vida del hombre, quedando excluido el orden sobrenatural. Y, con el tiempo (porque los sistemas filosóficos, al faltarles el sustento de una verdad universal, se tornan pendulares), se concluye en la extravagancia contraria, según la cual la razón humana carece de autoridad para fundamentar la vida, lo que desembocará en los sucesivos escepticismos, relativismos y nihilismos del pensamiento contemporáneo. Como sostiene Belloc en Europa y la fe, «al negarse la realidad y hasta el ser, se crean sistemas que se mueven en un vacío atroz, para asentarse finalmente en una negación y desafío universales lanzados contra toda institución y todo postulado». La desaparición del saber metafísico acaba degenerando en la búsqueda de verdades “sociológicas”, siempre coyunturales y cambiantes, carentes de fundamentación real. Y, tarde o temprano, propicia malformaciones y excrecencias irracionales; pues, allá donde falta la metafísica, afloran como setas un sinfín de supersticiones enloquecidas, fanáticas e imprevisibles. Y surgen entonces, inevitablemente, conceptos políticos morbosos. Porque el legado de Lutero tiene también, por supuesto, consecuencias políticas.


    (Continuará)












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  6. #6
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    Re: Lutero, no y no

    EL LEGADO DE LUTERO (III)
    por Juan Manuel de Prada

    (ABC, 29 de agosto de 2016)


    Si la inteligencia humana, tarada por el pecado original, está incapacitada para abstraer lo universal, no pude aspirar a entender las leyes de la política. De este modo, la doctrina de Lutero se convierte en legitimadora del Estado moderno, concebido como instrumento para ordenar la vida social y reprimir la intrínseca maldad humana, convirtiendo sus leyes positivas en norma ética. Frederick D. Wilhemsen nos hace reparar en la paradoja de que Lutero, que empezó azuzando la rebelión de los campesinos alemanes contra sus príncipes (pensando que los campesinos lo apoyarían en su lucha contra Roma), acabase exhortando a los príncipes a aplastar del modo más inmisericorde las revueltas campesinas (después de que los príncipes abrazasen con su doctrina). «En último término –escribe Wilhemsen--, el luteranismo predica que el ciudadano tiene que obedecer al príncipe en todo, de una manera ciega, pues el cristiano sabe que la autoridad del príncipe viene de Dios, pero no sabe nada de la ley natural, debido a la corrupción de su razón, el único instrumento capaz de descubrir esa ley».


    Por supuesto, la monarquía ya había tenido tentaciones de hacerse absoluta antes de Lutero. Pero los reyes estaban limitados por una ley humana, la costumbre, y por una ley divina que no podían conculcar. Ambas barreras serán anuladas por Lutero, que en su obsesión por combatir al papado convierte al rey en representante de Dios en la tierra, afirmando que todo auténtico cristiano está obligado a someterse incondicionalmente a él. La monarquía, antes de Lutero, se había acomodado a la sentencia de San Isidoro ("Rex eris si recte facias; si non facias, non eris"); y así había llegado a ser, en palabras de Donoso, «el más perfecto de todos los gobiernos posibles, por ser uno, perpetuo y limitado». Al apartar esos límites que constreñían al monarca, Lutero instaura la deificación del poder civil. El monarca se convierte en objeto de adoración ciega; su poder ya nunca más se asentará en la "auctoritas" ni en la "potestas", sino que será puro ejercicio de la fuerza sin restricciones (o sin más restricciones que los reglamentos que él mismo evacua, sometidos a su conveniencia y capricho).


    Así se corrompe el principio de autoridad, hasta su confusión con la mera fuerza despótica. Este quebrantamiento del orden político –afirma Belloc-- iba a tener un efecto explosivo: el poder que mantenía las cosas unidas se convertirá a partir de ese momento en un poder que separa cada una de las partes componentes. En efecto, el poder absoluto mostrará pronto, bajo una falsa fachada unificadora, su íntima vocación disgregadora, haciendo de la disputa por el poder, la tensión social y la guerra constante el clima natural de una Europa dividida. Por supuesto, la doctrina luterana sobre la soberanía absoluta de los reyes será la que luego, convenientemente desplazada de sujeto, fundamentará el principio de la soberanía popular. La omnipotencia del príncipe se convierte en voluntad popular soberana, cuya esencia sigue siendo la fuerza despótica, capaz de determinar mediante mayorías el bien y la verdad según su conveniencia y capricho.


    Wilhemsen sostiene que «la pasividad del alemán frente a su gobierno, sea éste monárquico, imperial, republicano o nazi, refleja una teología y una religión cuya negación de la ley natural exige que el hombre obedezca pasivamente, sin preguntar el “por qué”». Sospecho que esta reflexión que Wilhemsen circunscribe al alemán podría extenderse en general al hombre contemporáneo, que creyéndose más soberano que nunca está en realidad sometido pasivamente a poderes ilimitados que ya no controla. Empezando por el poder del Dinero, que el protestantismo liberó.


    (Continuará)












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  7. #7
    sjl
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    Re: Lutero, no y no

    Todavía recuerdo el Lutero que me fue explicado en mi pubertad, ataviado de todo tipo de lisonjas, encumbrado por mis profesores, a los que creía sabios y al compararlo con el que conozco hoy, me parece el mas despreciable de los hombres.

  8. #8
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    Re: Lutero, no y no

    EL LEGADO DE LUTERO (y IV)
    Juan Manuel de Prada

    (ABC, 3 de septiembre de 2016)


    La rebelión de Lutero daría alas a otro clérigo levantisco, Calvino, que como él afirmó la depravación de la naturaleza humana y negó que el hombre tuviera libre albedrío. Calvino añadió, sin embargo, una dimensión nueva a la doctrina luterana, afirmando la monstruosa doctrina de la predestinación. Pero, aunque el hombre nada pueda hacer por salvarse, puede –según Calvino-- saber anticipadamente cuál es su destino, pues la prosperidad material se erige en signo de afecto divino. Esta doctrina abominable desataría la avaricia de los pudientes, que empezaron a agitar a las masas contra el Papado; y, mientras las masas estaban entretenidas agitándose y disfrutando de la anarquía moral generada por la ruptura con Roma, los ricos las despojaron de sus tierras. «Siempre resulta ventajoso para el rico –afirma Belloc—negar los conceptos del bien y del mal, objetar las conclusiones de la filosofía popular y debilitar el fuerte poder de la comunidad. Siempre está en la naturaleza de la gran riqueza (…) obtener una dominación cada vez mayor sobre el cuerpo de los hombres. Y una de las mejores tácticas para ello es atacar las restricciones sociales establecidas». A los hacendados y poseedores de grandes fortunas les había llegado, en efecto, una gran oportunidad con la Reforma. En todos los lugares donde la riqueza se había acumulado en unas pocas manos, la ruptura con las antiguas costumbres fue para los ricos un poderoso incentivo. Hicieron como si su objetivo fuese la renovación religiosa; pero su verdadero fin era el Dinero. Y así lograron que su desmesurado afán de lucro resultase menos insoportable a los ojos de los pobres, entretenidos con el caramelito de la renovación religiosa. La doctrina católica habría combatido el industrialismo y la acumulación de riqueza; pero el protestantismo hizo del afán de lucro un signo de salvación.


    Y, mientras crecía el afán de lucro, se consumó el “aislamiento del alma”, que Belloc considera con razón el más nefasto legado de la Reforma y define como una «pérdida del sustento colectivo, del sano equilibrio producido por la vida comunitaria». En efecto, el protestantismo introdujo un aislamiento de las almas que, además de gangrenar la teología, la filosofía, la política, la economía y la vida social, destruyó la unidad psíquica de la persona. Pues, al cuestionar toda institución humana y toda forma de conocimiento, abocó a los seres humanos a un desarraigo creciente y a una exaltación del individualismo cuya estación final es la desesperación, como comprobamos en las sociedades modernas, integradas por individuos enfermos de solipsismo y, a la vez, estandarizados y amorfos. Y la disolución de la religión colectiva facilitaría, en fin, el encumbramiento de sucesivas idolatrías sustitutivas, llamadas pomposamente ideologías, cuyo cáliz amargo seguimos hoy apurando hasta las heces.


    Y, para terminar –last, but not least--, no podemos dejar de referirnos, entre las consecuencias del luteranismo, a su iconoclasia furibunda, que generaría un arte inane y acabaría desembocando en el feísmo más exasperado, puro vómito de una esterilidad engreída, que denominamos eufemísticamente “arte contemporáneo”. Si la tradición católica, en su esfuerzo por penetrar mejor el contenido de la Revelación, había fomentado un arte riquísimo que halla su paradigma en la belleza inmaculada de María, la reforma protestante, al declarar la ilicitud del culto a la Virgen y a los santos engendraría un arte fosilizado y deshumanizado, cuando no vesánicamente nihilista.


    Todas estas delicias del legado luterano, y algunas más que se nos quedan en el tintero, vamos a celebrar en este centenario tan divino de la muerte que se nos viene encima.













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  9. #9
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    Re: Lutero, no y no

    LUTERO Y CALVINO

    Imagen de imagenesreligiosas.blogspot.com


    “Lutero ensayó una vez exorcizar a un poseído, y el demonio estuvo a punto de estrangularlo. Calvino quiso un día hacer un pequeño milagro. Pagó a un hombre llamado Brule, para que se hiciera el muerto y resucitara cuando él se lo mandara. Calvino, seguido por una muchedumbre curiosa, llega junto al fingido muerto, y dice en voz alta: ¡Brule, en nombre de Jesucristo, levántate! El compadre no contesta. La esposa de Brule se acerca para sacudirle, pero estaba muerto, castigado por la justicia divina. La pobre mujer lanza gritos desesperados y cuenta lo que había pasado. Calvino huyó temblando de miedo y vergüenza. Este hecho se divulgó por todas parte”

    San Alfonso María de Ligorio


    ANTONIO MORENO RUIZ
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  10. #10
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    Re: Lutero, no y no

    A los quinientos años de la Protesta de Lutero. Dos nuevos libros

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    Los orígenes del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II se remontan a 1972. Después de la muerte de su fundador, el profesor Francisco Elias de Tejada, ocupó la presidencia primero el académico Juan Vallet de Goytisolo y últimamente el profesor Miguel Ayuso.
    Al aproximarse el aniversario del quinto centenario de la «Reforma» de Lutero, en 2017, el Consejo decidió dedicar uno de sus proyectos trienales de investigación (2014-2016) a estudiar las Consecuencias político-jurídicas del protestantismo. El momento central lo constituyó un importante congreso internacional reunido en Méjico en abril de 2016: las V Jornadas Hispánicas de Derecho Natural.

    Clic sobre la imagen para ampliarla



    Ahora, en el mes de octubre, aparecen las actas del mismo junto con el trabajo del profesor Danilo Castellano (director del Centro de Estudios Políticos del Consejo), Martín Lutero. El canto del gallo de la Modernidad. Ambos libros publicados en la colección Prudentia iuris de la conocida casa editorial Marcial Pons (Madrid-Barcelona-Buenos Aires-São Paulo).

    Entre tanto, amigos y colaboradores del Consejo, han puesto en marcha iniciativas convergentes: el Roman Forum de Nueva York, fundado por profesor Dietrich von Hildebrand y dirigido actualmente por el profesor John Rao, dedicó al asunto la vigésima cuarta edición de su simposio veraniego del lago de Garda, celebrado en el pasado mes de julio, y a lo largo de 2017 Angelico Press publicará un volumen con algunos de los textos allí discutidos; el periódico de Údine Instaurare, dirigido por el profesor Danilo Castellano, centró en el tema su XLIV Congreso anual del mes de agosto; el Instituto de Filosofía Práctica de Buenos Aires, en el que su actual director el profesor Bernardino Montejano prosigue la obra de su impulsor el profesor Guido Soaje, está organizando un ciclo de conferencias sobre el argumento; y, finalmente, la revista parisina Catholica, de Bernard Dumont, contendrá en el número de otoño de 2016 un dossier a propósito de los efectos de la «Reforma» luterana. Iniciativas todas en que han intervenido buena parte de los participantes en el congreso del Consejo Felipe II en Méjico.

    No se trata de atribuir a Lutero de modo mecánico e ingenuo el origen del mundo moderno. Ni Lutero fue el primero en sostener ciertas tesis, ni éstas son unívocas en modo alguno. Lo que resulta claro es que de Lutero reciben una fuerza propiamente revolucionaria. De revolución religiosa, pero también ética, política y jurídica. Así pues, de esta manera, y entre otras cosas, puede afirmarse que tienen raíces protestantes la secularización de la Cristiandad y su sustitución primero por «Europa» y luego por «Occidente», la concepción de la conciencia como facultad naturalista, el «Estado» moderno, el derecho subjetivo (y los derechos humanos) o el capitalismo. Las idas que han fraguado la Modernidad y su apéndice posmoderno. Y las que, desde otro ángulo, han destruido la res publica christiana hasta el punto de no dejar siquiera el recuerdo.
    La supervivencia de la cultura católica, pese a quien pese, y no obstante gestos o declaraciones de eclesiásticos de toda condición, exige rechazar los errores hoy campantes a través del examen de las raíces del árbol que ha producido tales frutos.
    __________________________

    Ayuso, Miguel (ed.), Consecuencias político-jurídicas del protestantismo. A los 500 años de Lutero. Marcial Pons, Madrid 2016. Colección Prudentia iuris, serie maior. Cartoné, 24 x 17 cm. 235 páginas. ISBN 978-84-9123-164-6. Depósito Legal M-34181-2016

    Para leer las primeras páginas del libro, que contienen el índice y la introducción, hacer clic en este enlace.
    __________________________

    Castellano, Danilo, Martín Lutero. El canto del gallo de la Modernidad. Marcial Pons, Madrid 2016. Colección Prudentia iuris, serie minor. Rústica, 18 x 11 cm. 192 páginas. ISBN 978-84-9123-165-3. Depósito legal M-34790-2016

    Para leer las primeras páginas del libro, que contienen el índice y el prefacio, hacer clic en este enlace.



    https://consejofelipesegundo.wordpress.com/

  11. #11
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    Re: Lutero, no y no

    Pero ¿a qué iglesia pertenece el papa Bergoglio?



    En 2017 coinciden dos efemérides: se conmemoran cien años de las apariciones de Fátima, que tuvieron lugar entre el 13 de mayo de mayo y el 13 de octubre de 1917, y también se cumplen 500 años de la rebelión de Lutero, que se inició en Wittenberg (Alemania) el 31 de octubre de 1517. Ahora bien, el año que viene concurren también otros dos aniversarios de los que se habla menos: trescientos años de la fundación oficial de la Masonería (Londres, 24 de junio de 1717) y cien de la revolución rusa del 26 de octubre de 1917 (según el calendario juliano en uso en el imperio ruso; 8 de noviembre según el calendario gregoriano).

    Y no obstante, entre la revolución protestante y la comunista, pasando por la Revolución francesa, hija de la Masonería, corre un indisoluble hilo conductor que Pío XII, en su célebre discurso Nel contemplare del 12 de octubre de 1952, resumió en tres fases históricas, que se corresponden con el protestantismo, el iluminismo y el ateísmo marxista: «Cristo sí, Iglesia no. Más tarde fue: Dios sí, Cristo no. Para terminar con el impío grito: Dios ha muerto; mejor dicho: Dios no ha existido jamás». Plinio Corrêa de Oliveira señaló que en las primeras negaciones del protestantismo ya estaban implícitos los primeros vagidos anárquicos del comunismo: «Si, desde el punto de vista de la formulación explícita, Lutero no era más que Lutero, todas las tendencias, todo el estado de alma, todos los imponderables de la explosión luterana ya traían consigo, de modo auténtico y pleno, aunque implícito, el espíritu de Voltaire y de Robespierre, de Marx y de Lenin» (Revolución y contrarrevolución, Editorial Fernando III el Santo, Bilbao 1978, pág. 52).
    Desde esta perspectiva, los errores que difundió la Rusia soviética a partir de 1917 fueron una cadena de aberraciones ideológicas que antes de Marx y Lenin se remontaban a los primeros heresiarcas protestantes. La revolución luterana de 1517 puede considerarse por tanto uno de los hechos más nefastos de la historia de la humanidad, equiparable a la masónica de 1789 y la comunista de 1917. Y el mensaje de Fátima, que previó la difusión por el mundo de los errores comunistas, contiene implícitamente el rechazo de los errores del protestantismo y de la Revolución Francesa.

    El comienzo del centenario de las apariciones Fátima, el 13 de octubre de 2016, ha quedado sepultado bajo un manto de silencio. Ese mismo día, el papa Francisco recibió en el aula Pablo VI a un millar de peregrinos luteranos y se entronizó en una estatua a Lutero en el Vaticano, como se puede observar en las imágenes que Antonio Socci se apresuró a difundir en su página de Facebook.

    Es más, el próximo 31 de octubre, Francisco viajará a Lund (Suecia) donde participará en una ceremonia conjunta entre luteranos y católicos para conmemorar el quincuagésimo aniversario del protestantismo. Como se puede leer en el comunicado redactado por la Federación Luterana Mundial y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el mencionado acto tiene por objetivo «mostrar los dones de la Reforma y pedir perdón por la división perpetuada por los cristianos de ambas tradiciones».

    El teólogo y pastor valdense Paolo Ricca, que desde hace decenios está empeñado en el diálogo ecuménico, ha expresado su satisfacción con estas palabras: «Es la primera vez que un papa conmemora la Reforma. A mi juicio, ello constituye un paso adelante con relación a las significativas aspiraciones vinculadas al Concilio Vaticano II, el cual --incluyendo en sus textos yvalorizando por tanto algunos principios y temas fundamentales de la Reforma-- marcó un antes y un después en las relaciones entre católicos y protestantes. Participar en la conmemoración, como se dispone a hacer el sumo representante de la Iglesia Católica, significa desde mi punto de vista considerar la Reforma un hecho positivo en la historia de la Iglesia, algo que fue beneficioso para el catolicismo. Tomar parte den la conmemoración es un gesto de la mayor importancia, porque el Papa va a Lund, en casa de los luteranos; como si fuera uno más de la familia. Tengo la impresión de que, de un modo que no sabría definir, él se siente también parte de esa porción de la cristiandad que nació de la Reforma».

    Según Ricca, la principal contribución ofrecida por el papa Francisco ha sido «su esfuerzo por reinventar el papado, es decir la búsqueda de una manera nueva y diversa de entender y vivir el ministerio del obispo de Roma. Dicha búsqueda --suponiendo que mi interpretación capte al menos un poco de dicho gesto-- podría llegar muy lejos, porque el papado --según se ha entendido y vivido en los últimos mil años-- ha sido uno de los grandes obstáculos para la unidad de los cristianos. Me parece que el papa Francisco avanza hacia una modalidad de papado distinta de la tradicional, con respecto a la cual las otras iglesias cristianas podrían asumir nuevas posturas. Si así fuese, este tema se podría repensar totalmente en el ámbito ecuménico». Que esta entrevista fuera publicada el pasado 9 de octubre porVatican Insider, considerado un sitio web extraoficial del Vaticano, da a entender que esta interpretación del viaje a Lund y de las intenciones pontificias cuenta con la autorización y el beneplácito del papa Francisco.

    Durante la audiencia a los luteranos del 13 de octubre, Bergoglio declaró también que el proselitismo es «el veneno más fuerte» para el ecumenismo. «Los mayores reformadores son los santos --añadió--, y la Iglesia está en constante reforma». Estas palabras contienen al mismo tiempo, como sucede con frecuencia en sus discursos, una verdad y un engaño. La verdad es que los santos, desde San Gregorio VII hasta san Pío X, han sido los más grandes reformadores.
    El engaño está en insinuar que los pseudorreformadores como Lutero deben considerarse santos. A la afirmación de que el proselitismo, o sea el espíritu misionero, es «el veneno más fuerte para el ecumenismo» es preciso darle la vuelta: el veneno más poderoso para el espíritu misionero de la Iglesia es el ecumenismo tal como hoy se lo entiende. A los santos siempre los impusó ese espíritu, empezando por los jesuitas que en el siglo XVI llegaron al Brasil, el Congo y la India mientras sus hermanos de orden Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Pedro Canisio, reunidos en el Concilio de Trento combatían los errores del luteranismo y el calvinismo. Para el papa Francisco, por el contrario, no se debe convertir a los que están fuera de la Iglesia Católica. En la audiencia del pasado 13 de octubre, respondiendo improvisadamente a las preguntas de unos jóvenes, dijo: «Me gustan mucho los buenos luteranos, los que se guían verdaderamente por la fe de Jesucristo. En cambio, no me gustan los católicos y luteranos tibios». Deformando nuevamente el lenguaje, el papa Bergoglio llamó «luteranos buenos» a los protestantes que no se guían por la fe de Jesucristo, sino por una deformación de ella, y «católicos tibios» a los hijos fervientes de la Iglesia que se oponen a que se equipare la verdad católica al error luterano.

    Todo esto nos lleva a preguntarnos qué pasará el 31 de octubre en Lund. Sabemos que la conmemoración consistirá en una celebración común fundada en la guía litúrgica católico-luterana Common Prayer (Oración en común), elaborada conforme al documento Del conflicto a la comunión. Conmemoración conjunta luterano-católica romana de la Reforma en el 2017, redactado por la Comisión luterana-católico romana sobre la unidad. Hay quienes temen con razón una intercomunión entre católicos y luteranos, la cual sería sacrílega, porque los luteranos no creen en la transustanciación. Pero sobre todo se dirá que Lutero no es un heresiarca, sino un reformador injustamente perseguido, y que la Iglesia debe recuperar los «dones de la Reforma». Quienes se obstinan en considerar justa la condena de Lutero y herejes y cismáticos a sus seguidores debe ser objeto de severas reprensiones y excluido de la Iglesia del papa Francisco. Pero, ¿a qué iglesia pertenece Jorge Mario Bergoglio?

    Roberto de Mattei



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  12. #12
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    Re: Lutero, no y no

    domingo, 16 de octubre de 2016

    INSÓLITO: LA IMAGEN DEL HERESIARCA LUTERO PRESIDIENDO UNA AUDIENCIA DE FRANCISCO












    Roma, 13 octubre de 2016. Durante un encuentro en el Vaticano de protestantes y católicos (en la audiencia celebrada en la sala Paulo VI), que -de manera inaudita- fue presidida por una estatua del apóstata monje Martín Lutero que fue excomulgado por la Iglesia Católica, el papa Franisco ha dicho: «A finales de este mes, si Dios quiere, iré a Lund, Suecia, y junto con la Federación Luterana Mundial haremos memoria, después de cinco siglos, del inicio de la reforma de Lutero», siendo que Lutero fue un monje herético y cismático que separó del verdadero camino de salvación a miles. ¿Es debido celebrar esta "reforma" que ha arrastrado a tantos al abismo del error y de la herejía y a separarse de la única Iglesia -la Católica- fundada por Cristo? ¿Es debido que una estatua de este blasfemo (buscar en google: blasfemias de Lutero) presida una audiencia papal?


    También ha dicho Francisco en ese encuentro: «El proselitismo es el veneno más fuerte contra el camino ecuménico». Sin embargo, cuando el papa no sigue el legado que recibió de Cristo, no es infalible. Y ciertamente, en todo esto, se aparta impresionantemente de lo dicho por Jesucristo que fue eminentemente proselitista durante su vida pública y en lo que ordenó a sus apóstoles y a los sucesores de éstos: "Id por todo el mundo, y predicad el evangelio A TODA CRIATURA. El que crea y se bautice, se salvará; mas el que no crea, se condenará." (Mc. 16: 15-16). La expresión A TODA CRIATURA incluye absolutamente a todos, incluso a los protestantes a los que no quiere evangelizar el papa Francisco en nombre de un falso ecumenismo.


    Durante el acto, que coincidió con el 99 aniversario de las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima, luteranos entregaron a Francisco -que recibió de buen grado- un lujoso libro con las heréticas tesis que sostenía Lutero y por las cuales fue excomulgado por la Iglesia Católica.








    Ciertamente todo esto ha provocado un gran desconcierto y escándalo en muchísimos fieles. Sin embargo, los errores humanos de un pontífice cometidos en aquello que no afecta a la infalibilidad papal, que solo en determinadas y precisas condiciones se da, no deben afectar nuestra fe ni debemos seguirlos como no los siguió san Pablo cuando se enfrentó a san Pedro en Antioquia (ver aquí, haz clic: http://www.catolicidad.com/2009/07/la-reprension-de-san-pablo-al-primer_10.html).




    Estatua de Lutero, muy semejante a
    la que presidió la audiencia de Francisco


    El papa como sucesor de san Pedro y Vicario
    de Cristo recibió de Cristo un legado que debe defender (como se ha hecho durante dos mil años). En todo lo que se aparte de ello y quiera innovar en sentido contrario, no actúa con el poder de Cristo sino como persona falible. Ningún papa antes se le hubiese ocurrido celebrar quinientos años de apostasía ni poner una imagen -presidiendo una audiencia suya- de un excomulgado y hereje que, según el criterio del Padre Pío, se encuentra condenado y que la misma Beata Sor María Serafina del Sagrado Corazón de Jesús tuvo una visión del heresiarca en el infierno (ver AQUÍ).



    Por lo mismo, no debemos ni callar ni ocultar y menos justificar todo esto, como lo hacen algunos comprometidos con aspectos meramente humanos por encima de la fe misma, y debemos rezar mucho por el Papa Francisco para que rectifique aquello en lo que debe ceñirse fielmente a ese legado y para que los fieles no se turben en su fe o se desvíen con todo esto que resulta muy grave.


    Recordemos lo que siempre enseñó la Iglesia Católica:


    “Podrá parecer que dichos “pancristianos”, tan atentos a unir las iglesias, persiguen el fin nobilísimo de fomentar la caridad entre todos los cristianos. Pero, ¿cómo es posible que la caridad redunde en daño de la fe? Nadie, ciertamente, ignora que San Juan, el Apóstol mismo de la caridad, el cual en su Evangelio parece descubrirnos los secretos del Corazón Santísimo de Jesús, y que solía inculcar continuamente a sus discípulos el nuevo precepto Amaos unos a los otros, prohibió absolutamente todo trato y comunicación con aquellos que no profesasen, íntegra y pura, la doctrina de Jesucristo: Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, y ni siquiera le saludéis (Juan; 2, 10.). Siendo, pues, la fe íntegra y sincera, como fundamento y raíz de la caridad, necesario es que los discípulos de Cristo estén unidos principalmente con el vínculo de la unidad de fe”.

    “Bien claro se muestra, pues, Venerables Hermanos, porqué esta Sede Apostólica no ha permitido nunca a los suyos que asistan a los citados congresos de acatólicos; porque la unión de los cristianos no se puede fomentar de otro modo que procurando el retorno de los disidentes a la única y verdadera Iglesia de Cristo”.


    S.S. Pío XI, Carta Encíclica
    “Mortalium animos”, del 6 de enero de 1928.












    El Papa es DEPOSITARIO no inventor de la Doctrina Católica. El Concilio Vaticano I definió: “El Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de Pedro para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y expusieran fielmente la revelación transmitida por los apóstoles”.

    Santa María de Guadalupe, ¡conserva nuestra fe y mantennos en la verdadera y única Iglesia de Cristo!




    Vainilla dio el Víctor.

  13. #13
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    Re: Lutero, no y no

    He creado tema con este mismo asunto, pero creo que es oportuno incluir este enlace también aquí:

    https://www.youtube.com/watch?v=QGRJ...Qk9jsfD8fTczVw
    Smetana dio el Víctor.
    "La Verdad os hará libres"

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