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Tema: Lutero, no y no

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  1. #1
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    Re: Lutero, no y no

    ¿Cómo murió Lutero?

    La versión oficial protestante narra que el mayor artífice de la ruptura cristiana falleció de muerte natural, el 15 de febrero de 1546, luego de un viaje a Eisleben y padeciendo una angina en el pecho; ¿fue realmente así?
    Un estudioso alemán contemporáneo, Dietrich Emme, ofrece una versión muy diferente en una revisión de los hechos. En su “Martin Luther, Seine Jugend und Stu*dienzeit 1483-1505. Eine doku*mentarische Darstelleng[1] (“Mar*tín Lutero: La juventud y los años de estudio desde 1483 al 1505. Bonn 1983”) señala que Lutero se suicidó; pero no es el único en señalarlo.


    Asimismo, un psicoanalista freudiano, M. Roland Dalbiez,en su estudio sobre “La angustia de Lutero”[2],le atribuye «…una neurosis de angustia gravísima, tan grave que uno puede preguntarse si no ha sido debida a un estado-límite en la frontera entre la neurosis, por una parte, y el “raptus suicida”, por otra, un automatismo teleológico anti-suicida»[3].

    Sí; Lutero tuvo tendencias suicidas, como puede corroborarse en sus mismas “Tischreden” (“Charlas de sobremesa”) donde se reporta, entre otras, una de sus conversaciones con el pastor Güben, Leonhard Beyer, ocurrida en el año 1551:

    «Nos dijo que, cuando estaba prisionero, el diablo lo había malvadamente atormentado y que había reído de todo corazón cuando él (Lutero) tomó en su mano un cuchillo, diciéndole: “¡Ve adelante! ¡Suicídate!” (…). Esto me ha ocurrido muy a menudo, tanto como para ponerme en la mano un cuchillo… y que pensamientos malvados me venían a la mente de tal modo, de manera de no poder ya rezar»[4].

    Algo análogo narra en 1606 el franciscano Heinrich Sedulius, en su “Preaescriptiones adversus haereses” al traer a colación el valioso testimonio de Ambrosio Kudtfeld, un testigo y hombre de confianza del “reformador” quien, lejos de narrar una muerte a causa de una angina, dice:


    «Martín Lutero, la noche antes de su muerte, se dejó vencer por su habitual intemperancia y en tal exceso que fuimos obligados a llevarlo, completamente alcoholizado, y colocarlo en su lecho. Luego, nos retiramos a nuestra cámara, ¡sin presentir nada desagradable! A la mañana siguiente, volvimos junto a nuestro señor para ayudarlo a vestirse, como de costumbre. Entonces – ¡oh, qué dolor! – ¡vimos a nuestro señor Martín colgando del lecho y estrangulado miserablemente! Tenía la boca torcida, la parte derecha del rostro negra, el cuello rojo y deforme»[5].



    Efectivamente en aquella época se usaban camas elevadas, sostenidas por columnas.



    «Frente a este horrendo espectáculo, ¡fuimos presos de un gran temor! ¡Corrimos, sin retardo, a los príncipes, sus convidados de la víspera, a anunciarles el execrable fin de Lutero! Ellos, llenos de terror como nosotros, nos comprometieron en seguida, con mil promesas y los más solemnes juramentos, a observar, respecto de aquel suceso, un silencio eterno, y que nada trascendiera. Luego, nos ordenaron quitar del cabezal el horrible cadáver de Lutero, ponerlo sobre su lecho y divulgar, después, entre el pueblo, que el “maestro Lutero” ¡había abandonado de improviso esta vida»[6].



    El mismo Maritain señala que el doctor De Coster, quien examinó a Lutero, explica que la boca del difunto se encontraba torcida con el rostro negro y con su cuello rojo y deforme[7].

    También el sacerdote oratoriano Bozio, en su libro “De Signis Ecclesiae”, publicado en 1592[8], señala que un doméstico del reformador indicó que su señor fue encontrado ahorcado de las columnas de su lecho; lo mismo dice el Dr. Géorges Claudin[9].


    Como bien señala el P. Villa, al parecer “Lutero, entonces, no murió de muerte natural, como se ha escrito falsamente en todos los libros de historia del protestantismo, sino que murió suicida, en su mismo lecho, después de una esplendorosa cena en la cual, como de costumbre, ¡había bebido desmesuradamente y se había saciado de comida fuera de todo límite!”[10].


    Él, quien había despotricado contra la Iglesia, el Papado y la doctrina católica, paradójicamente ese 15 de febrero de 1546, fiesta de la Cátedra de San Pedro, abandonaba voluntariamente su vida mortal a las tres de la mañana, la anti–hora de la redención que nos trajo Nuestro Señor Jesucristo en el calvario.


    Es triste: pero así acaban los que mal andan…

    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi



    [1] Vale la pena decir que los dos historiadores más competentes en Alemania acerca de la vida de Lutero, el Dr. Theobald Beer y el Prof. Remigius Baumer, han corroborado tanto el material, como los documentos citados por Emme.


    [2] Roland Dalbiez, L’angoisse de Luther, Tequi, Paris 1974.


    [3] Luigi Villa, Martín Lutero. Homicida y suicida, Civiltà, Brescia s/f, 5 (http://www.chiesaviva.com/lutero%20o...%20suicida.pdf), 8.


    [4] Luigi Villa, op. cit., 12-13.

    [5] Ibídem, 16. El texto en latín puede verse en Heinrici Seduli ex Ordine Minorum, Praescriptiones adversus haereses, Officina Plantiniana, Amberes 1606, 257 pp. (online, aquí: Libro F. Heinrici Seduli ex Ordine Minorum Praescriptiones adversus haereses PDF - Bajar Libros PDF).

    [6] Ibídem. Es interesante coincidencia, Maritain cuenta en su libro Tres reformadores, que muchos amigos, compañeros y primeros discípulos de Lutero también acabaron suicidándose.

    [7] El dato que trae Maritain se encuentra en la edición francesa; no en la castellana.

    [8] Tomás Bozio, De signis Ecclesiae Dei, Pedro Landry, Lyon 1593-1594, 3 vols.

    [9] Géorges Claudin, La mort de Luther, Noisy-Le-Sec, Paris 1900, 99 (puede consultarse aquí: Université de France. Académie de Paris. La mort de Luther. Thèse présentée à la Faculté de théologie protestante de Paris pour obtenir le grade de bachelier en théologie et soutenue... le 6 décembre 1895... par Georges Claudin | Gallica=).

    [10] Luigi Villa, op. cit., 17.



    La muerte de Lutero – Que no te la cuenten
    ReynoDeGranada y Pious dieron el Víctor.

  2. #2
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  3. #3
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: la castidad imposible


    Hace más de un año que venimos leyendo a este impecable “testigo del Evangelio” que fuera Martín Lutero. Confesamos que nos hemos asombrado y hasta escandalizado, no con él, sino con nuestros catequistas antediluvianos que nos quisieron transmitir una religión “de los perfectos”, “avinagrada” y fascistoide.
    Siguiendo los consejos actuales y acomodándonos un poco a los tiempos, decidimos seguir buceando en el pensamiento de este nuevo padre de la Iglesia…



    Venga entonces la nueva serie de “luterándonos” que, esta vez, comienza con la sexualidad, la masturbación y la poligamia: todas estas otras maravillas que hoy se disfrutan sin complejos ni tabúes.



    Aclaro de antemano para quienes no tengan “la fe de la gente sencilla” (como dice mi amiga Sor Caram) que Lutero no habló por entonces del “puti-monio”, los trans, la sexualidad de la Virgen y el post-porno; las brevas no estaba maduras aún. Hoy parece que sí…



    Que no te la cuenten…


    P. Javier Olivera Ravasi

    PS: seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.


    La castidad es uno de los tres votos que todo religioso debe hacer para vivir a ejemplo de Cristo Jesús. Lutero, antes de su apostasía, recomendaba así los medios tradicionales para guardarla:

    “La más eficaz defensa es la oración y la palabra del Señor, porque el hombre es así, y cuando se mueva la voluntad pecadora, recurra a la oración, implore la gracia y la ayuda de Dios, lea y medite el Evangelio y piense en él en la pasión de Cristo[1].
    “Si un joven no tiene fervor y devoción para con Dios, difícilmente me persuado de que sea casto. Porque siendo preciso que viva o la carne o el espíritu, es necesario que arda o la carne o el espíritu. Y no se consigue victoria más segura sobre la carne, que con la fuga y aversión del corazón, aproximándose devotamente a Dios. Porque si arde el espíritu, luego se entibia y refrigera la carne, y viceversa”[2].

    Pero Lutero, el monje activista, no tenía tiempo para poner los medios para conservar la bella virtù, como la llamaba San Juan Bosco; ¿cómo podría?:
    “Desde el año 1509, la época de su primera estancia en aquella ciudad, estuvo totalmente embebido en sus ocupaciones y en sus estudios[3]. En el otoño de 1516 escribía a Lang residente en Erfurt: ‘Me serían precisos dos secretarios, porque no hago casi otra cosa más que escribir cartas y a la verdad no sé si estoy siempre repitiendo las mismas cosas. (Además) soy predicador del convento y tengo los sermones de tabla. Me solicitan cada día para que predique en la parroquia; soy regente de estudios, vicario de distrito, y desde aquí once veces prior (porque tenía once conventos bajo su gobierno); soy muñidor de las oblaciones cuaresmales en Leitzkau, procurador en los asuntos de la parroquia de Herzberg, y (en la escuela) profesor de las Epístolas de san Pablo y colector del Salterio. Pocas veces me queda el tiempo necesario para el rezo de las horas y la celebración de la misa. A esto se suman mis propias tentaciones de la carne, del mundo y del demonio’[4].
    El Lutero activista, pasado el tiempo y ya habiendo apostatado, dirá sobre la castidad, justamente lo contrario de lo que había predicado antes: la castidad se volverá imposible y hasta dañina:

    “Tú no puedes hacer voto de castidad si no la tienes de antemano; pero el caso es que tú no la tienes nunca: por donde el voto de castidad es nulo, ni más ni menos que si se tratase de hacer voto de no ser hombre o mujer”[5].
    Como la concupiscencia es “sufrida” por todos los hombres (como el hambre o la sed), el voto de castidad, dirá, es absolutamente nulo y no debe ser cumplido.

    “cuán lejos estoy de poder evitar que yo pertenezca al sexo masculino, tanto lo estoy de poder vivir sin mujer”[6].
    “El cuerpo reclama la mujer y necesita de ella”[7].
    La castidad no está en nuestro poder. Todos hemos sido hechos para el matrimonio, y Dios no permite que uno esté solo”[8].
    “No es potestativo, de capricho ni de consejo, sino cosa necesaria y natural que cada hombre tenga una mujer y cada mujer tenga el su hombre; porque las palabras de Dios: creced y multiplicaos; no son un precepto a secas, sino más que precepto, es decir, una obra divina… y es tan necesario… y aún más necesario que el comer, el beber, hacer del cuerpo, escupir dormir y estar en vela. Se trata de una naturaleza y cualidad ingénita, lo mismo que los miembros que sirven para ese menester”[9].
    “Si es un escándalo el tomar mujeres ¿por qué no se avergüenza uno de comer y beber, corriendo igual necesidad para lo uno que para lo otro, y ambas cosas las quiere Dios?”[10].
    “El que se esforzase en contener la caca y la orina ¿qué sacaría en limpio de ello?”[11].
    “El voto por más de que sea bueno y correcto de por sí, cesa de ser voto y no obliga delante de Dios desde el momento en que se hace imposible su cumplimiento. Tú, por ejemplo, has prometido ir en peregrinación a Compostela; mas por el camino te encuentras atajado ya de la muerte, ya de la falta de recursos, ya de alguna enfermedad, y en esos casos el voto se deja incumplido sin escrúpulo”[12].
    Dios no le quita al hombre el sexo, el miembro, el germen, ni el fruto masculino o femenino: por donde el cuerpo de un cristiano debe producir el germen y multiplicarse y gobernarse por igual que los demás hombres, pájaros y bestias, sin excepción alguna, porque para ese fin ha sido creado por Dios; de suerte que por necesidad, si Dios no hace un milagro, el hombre debe atenerse a la mujer y la mujer al hombre”. Todo se reduce a la satisfacción del apetito sexual, lo propio que el comer y el beber a la satisfacción del hambre y de la sed.

    A lo que agrega, confundiendo concupiscencia con lujuria:

    La lujuria no puede curarse con nada, ni menos con el matrimonio, porque la mayor parte de los casados viven en el adulterio”[13].
    “Dios no exime a ninguno: todos en esta materia son adúlteros y adúlteras…a todos, sin excepción nos llama fornicadores; y cuando no lo somos públicamente a los ojos del mundo lo somos, sin embargo, en el corazón, y tan luego como tuviésemos espacio, tiempo, lugar y ocasión, todos adulteraríamos. Esta cualidad es innata en todos los hombres, sin exceptuar ninguno, ni hombre ni mujer, ni viejo, ni joven; todos adolecen y guardan cama en este hospital”[14].

    La masturbación no queda exenta de la mente de Lutero; incluso la masturbación femenina (citamos hasta con vergüenza este párrafo del apóstata):

    “Esas monjas en los conventos, es fuerza que sean casas contra su voluntad, y que se pasen, a regañadientes sin la compañía del hombre (…). La naturaleza no interrumpe su oficio; la carne produce sus correspondientes humores, como Dios lo ha predispuesto y los músculos y venas están en su lugar, aparejaos según su naturaleza. De ahí proviene el flujo y el pecado solitario (…). Por una lamentable necesidad, me veo forzado a decirlo a la pata la llana: lo que no entra en la carne, se escurre en la camisa[15].

    Las mismas religiosas, al peor estilo del Decámeron, deberían buscar un hortelano que satisfaga sus pasiones, según el padre de la Ruptura:

    “cualquiera de ellas en tan apretada necesidad echaría la zarpa al hijo de un pastor para casarse con él, cuando en estado de libertad apenas se hubiera contentado con un conde”[16].

    Así, contra el apetito sensual, sólo había un modo: ¡dejarse llevar por él!
    ¡Qué diferencia con la doctrina católica que nos llama a volcarnos a las obras espirituales y a la mortificación de nuestros sentidos![17]

    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi


    [1] Weim., VI, 209 (cfr. Heinrich Heinrich Denifle Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 14).

    [2] Epístola a los Romanos, fol. 93 (Heinrich Heinrich Denifle op. cit.,12).

    [3] Enders, I, 5 (Heinrich Heinrich Denifle 38).

    [4] Enders, I, 66 y s. (Heinrich Denifle 38).

    [5] Weim., XIV, 711, 6, 1525 (Heinrich Denifle 108).

    [6] Erl., 20, 58 (Heinrich Denifle 9).

    [7] De Wette, II, 639 (Heinrich Denifle 10).

    [8] De Wette, II, 637 y s. (Heinrich Denifle 10).

    [9] Predigt vom ehelichen Leben, 1522. Erl., 20, 58; Weim., X, P. II, 276, 17 (Heinrich Denifle 314).

    [10] Lutero a Reissenbusch, 1525, en De Wette, II, 639 (Heinrich Heinrich Denifle 314).

    [11] Weim., XII, 66, 31: 1523 (Heinrich Denifle 314).

    [12] Weim., VIII, 630, 4 (Heinrich Denifle 104).

    [13] Opp. exeg. lat. I, 212, in Genes. c. 3, 7 (Heinrich Denifle 19).

    [14] Weim., XVI, 510, del 5 de nov. de 1525 (Heinrich Denifle 108).

    [15] Erl., 28, 199 (Heinrich Denifle 130).

    [16] Ídem.

    [17] Santo Tomás de Aquino, Supp., q. .42, a. 3 ad 3 (“adhibetur majus remedium -contra concupiscentiae morbum- per OPERA SPIRITUALIA, et carnis mortificationem AB ILLIS qui matrimonio non utuntur”). (Cfr. Heinrich Denifle 120).



    Luterándonos: la castidad imposible
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  4. #4
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: sexo y poligamia


    “Están uds. casados: ahora pueden dedicarse
    a la divertida tarea de la procreación”
    (Ignacio Anzoátegui, Monólogos con Lady Grace)




    La doctrina[1] de la Iglesia respecto del matrimonio, desde San Agustín en adelante, ha sido siempre constante: el matrimonio es un sacramento que corona una vocación especial por el cual se otorga el derecho a poner los medios para la transmisión de la vida, de allí que “el acto conyugal verificado para la procreación de los hijos o en pago del débito conyugal no contiene culpa o pecado”[2]. Al contrario: el acto conyugal, con sus debidas disposiciones y en la debida es hasta meritorio, según Santo Tomás y toda la doctrina de la Iglesia[3].



    Es decir, para la Iglesia, el sexo es algo bueno, no malo pero, como todas las cosas, debe “ubicado”, es decir, regulado.



    – “El agua es buena para el cuerpo, pero demasiada puede matarnos – dijo el suicida al arrojarse desde un puente…

    Para Lutero, al contrario, el sexo era un pecado necesario y se encontraba “entre los más grandes y execrables pecados mortales”[4] que sólo podían satisfacerse en el matrimonio (aunque no sólo en él):

    “Dios no imputa a los casados (la solución de) el débito conyugal a pesar de que según el ps. 50,7, es un pecado, y un acto de extrema violencia que en nada se distingue del adulterio y de la fornicación[5].


    Un año más tarde, en la misma línea aunque con matices, dirá:

    “No obstante mis encomios de la vida conyugal, yo no quiero conceder a la naturaleza que no haya allí pecado alguno; pero digo: que entran como factores la carne y la sangre, viciados por Adán, concebidos y nacidos en pecados (Ps. 50, 7) y que no se paga sin pecado ningún débito conyugal[6].


    Y más:
    “Si tú te fijas en la conjunción carnal y sólo pones los ojos en la unión exterior, verás que no hay diferencia entre la vida conyugal y la de la fornicación; son cosas muy semejantes, y parece casi lo mismo que fulano tenga una esposa y zutano una meretriz[7].
    Y todavía:
    “Dios cubre los pecados sin los cuales no puede haber consortes[8].

    El planteo de Lutero es simple: Dios no quiere que se viva en castidad, sino más bien, lo contrario
    “Ya no tenéis que vigilar ni orar más; no tratéis de resistir ni de haceros violencia en lo sucesivo. ¿Qué falta os hace? (…). Abandonad, por el contrario, la vereda angosta y tomad la espaciosa carretera, sin parar mientes en que a otros los conduce a la perdición”[9].
    Así, el mismo año de su matrimonio con Catalina Von Bora decía:
    cuando uno está caliente, se le olvida todo: la naturaleza, la ley, la biblia, Dios y sus mandamientos: no se busca otra cosa más que satisfacer el torpe deseo”[10].
    “Yo ardo en el apetito carnal, cuando deb(er)ía arder en mi espíritu. Ardo en la grande llama de mi carne indómita y vivo en el ocio y la pereza, descuidando la oración”[11].

    Y más:
    “cuando veáis que os va a ser imposible conteneros por más tiempo, acoplaos inmediatamente y con este recurso rompéis el vínculo del voto. Agénciate una mujer, y te será fácil seguir ley de la castidad[12].

    ¿Fidelidad?¿indisolubilidad?

    Una vez sentado el principio de que era imposible resistir a los instintos de la naturaleza la vida en concubinato no podía quedar afuera, naturalmente. Lutero aclarará entonces que “la poligamia no se opone a la Sagrada Escritura”, aunque no la aconsejaría “por razón del escándalo y en consideración a las buenas costumbres”[13], no por una cuestión de principios:
    “Para un casado no tiene vislumbres de adulterio tener una concubina ‘en un caso de apuro’, después de haber obtenido ‘dispensa’ para ello en el ‘consejo de confesión’[14]. Esta concubina, en frase de Lutero, se convierte en ‘concubina matrimonial’[15] con la que el casado ‘puede dormir como con su mujer legítima y a la cual no es preciso alejar de sí”[16].

    Algo análogo pasa hoy con la Amoris laetitia cuando el curita “misericordioso” puede permitir que uno se acueste concubinariamente y luego comulgue con tranquilidad de in-conciencia…


    Mientras tanto, en 1527, cuando se le consultaba si estaba o no prohibido tener más de una esposa, respondía:
    “hoy NO podría yo VEDARLO, pero no quiero aconsejarlo”[17].

    Y en 1531, ante la ruptura de Enrique VIII con Roma, envió el siguiente dictamen al agente inglés Roberto Barnes acerca de si era o no lícito abandonar a la reina para casarse con Ana Bolena:

    “antes le permitiría al rey añadir una segunda reina a la primera, y a ejemplo de los patriarcas y reyes antiguos tener a la vez dos mujeres o reinas[18].

    Naturalmente siendo el sexo una necesidad natural que se canaliza en el matrimonio obligatorio, llevará a Lutero a predicar contra la fidelidad conyugal y la indisolubilidad. En1520 aconsejaba a una mujer que no podía conseguir hijos de su marido ni guardar continencia, que solicitara del esposo la separación para poder casarse con otro; y si el marido no quisiera separarse, ella,
    “debe acoplarse (misceatur) con otro, o con un hermano del marido, y esto en matrimonio secreto de suerte que el hijo que venga le sea atribuido al primer esposo”[19].

    Y, al contrario, si una mujer se niega a pagar el débito conyugal, el hombre debe, hacer de cuenta,
    “que su mujer ha sido robada y apiolada por foragidos, y agenciarse con otra”[20].
    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi



    [1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.

    [2] San Agustín, De bono coniugali, c. 6, n. 6.

    [3] Santo Tomás de Aquino, Supp., q. 41, a.4.

    [4] Erl., 3, 132, (1533). Lo mismo hace en 1546, año en que murió (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 106).

    [5] Weim., VIII, 654 (Heinrich Denifle, op. cit., 308).

    [6] Vom ehelichen Leben, Erl., 20, 87 (año 1522) (Heinrich Denifle, op. cit., 308).

    [7] Erl., 18., 270 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 310).

    [8] Weim., XII, 114 (del 1523). Opp. exeg. lat., IV, 10 (Heinrich Denifle, op. cit., 308).

    [9] Heinrich Denifle, op. cit., 132.

    [10] Weim., XVI, 512, 32, de 1525 (Heinrich Denifle, op. cit., 91).

    [11] Enders., III, 189 (Heinrich Denifle, op. cit., 13).

    [12] Weim., VIII, 632, 22 (Heinrich Denifle, op. cit., 107).

    [13] Enders, IV, 283, año 1524 (Heinrich Denifle, op. cit., 142).

    [14] Lauterbachs, Tagebuch, apéndice, pág. 198, nota. V. supra, p. 124 y n. 2 (Heinrich Denifle, op. cit., 141).

    [15] De Wette, VI, 275 y s (Heinrich Denifle, op. cit., 141).

    [16] Lenz, p. 373, dirigiéndose al landgrave (Heinrich Denifle, op. cit., 141).

    [17] Weim., XXIV, 305. V (Heinrich Denifle, op. cit., 142-143).

    [18] Enders, IX, 93: Cf. p. 25, n. 2. Doce días antes, Melanchthon se había expresado en el mismo sentido, Corp. Ref. II, 528 (Heinrich Denifle, op. cit., 142-143). Resaltados en el original.

    [19] De captiv. Babyl, Weim., VI, 558, repetido en Erl., 20, 60; Weim., X, P. II, p. 278, 19 (Heinrich Denifle, op. cit., 317).

    [20] Erl.,20, 73; Weim., X, P. II, p. 200, 23 (Heinrich Denifle, op. cit., 317).





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  5. #5
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: ¡Misericordia! ¡Misericordia! ¡Todos salvados!


    El principio subjetivo de la “sola fides” (la sola fe) hacía que Lutero[1] enseñase el perdón de los pecados por el hecho de confiar en Cristo; las obras de nada valen:
    “Sé pecador y peca reciamente, pero confía más vigorosamente y gózate en Cristo que es el vencedor del pecado, de la muerte y del mundo. No te imagines que esta vida sea la morada de la justicia: antes bien, es preciso pecar. Bástate reconocer al corderillo que lleva sobre sí los pecados del mundo, y en tal caso el pecado no podrá separarte de Él aunque cometas mil fornicaciones al día y perpetres otros tantos homicidios”[2] (…). “¿No es un buena nueva si a un hombre lleno de pecados viene el Evangelio y le dice: confía únicamente y cree, y todos tus pecados te son perdonados? Tocad este registro y al punto los pecados alcanzan perdón sin demora alguna”[3].

    Así de sencillo:
    “quien cree que Cristo ha quitado el pecado, ese está sin pecado como Cristo[4].
    “Tú no le haces ningún servicio a Dios en casarte o quedarte soltero, en hacerte siervo o libre, en ser esto o lo de más allá, en comer esto o esotro; pero tampoco le disgustas ni pecas, si todo esto lo echas a rodar o lo dejas para mejor ocasión. Finalmente: para con Dios no te queda más obligación que la de creer y confesar la fe. En todo lo demás Él te deja libre y desembarazado para obrar como gustes sin peligro alguno de conciencia; y conforme a esta regla, en realidad le tendrá a Él sin cuidado él que tú acabes por abandonar a tu mujer, escaparte de tu patrón, o romper todos tus contratos; pues ¿qué se le da a Él que tú hagas o dejes de hacer tales haciendas?”[5].
    No hace falta, entonces, arrepentirse, corregir nuestras vidas y recomenzar cada día ese trabajoso camino de la santidad. No se encuentra allí, en la senda angosta, la santidad, sino más bien en simplemente confiar en Dios.

    Pues ¿por qué? Porque DIOS MISMO ES EL AUTOR DEL MAL para Lutero:


    “¿Cómo puede el hombre disponerse al bien, no estando en su poder ni siquiera la facultad de pervertir sus caminos? Porque Dios es quien realiza hasta las mismas obras perversas en los impíos”[6].
    Sí; así como se lee. De allí que la doctrina calvinista de la predestinación no fuese más que un simple desarrollo de estas ideas. Las obras, de nada sirven.

    “Los papistas nos fingen en el cielo una legión de santos hueros, encumbrados por sus obras a aquellas alturas, y entre tantas leyendas de santos, no se encuentra para un remedio ni una sola que nos describa un santo que haya llegado a ello en conformidad con la santidad cristiana, es decir, con la santidad por la fe. Toda su santidad consiste en haber orado mucho, ayunado y trabajado; en haberse mortificado, dormido sobre los morrillos del suelo, y haberse descoyuntado y desangrado a latigazos, cosas que, casi todas, a carga cerrada, puede cada día ejercitar hasta una perro o una marrana[7].
    Quizás Lutero, en su cosmovisión espiritual deudora de la Devotio moderna, había entendido la santidad en el sentido pelagiano y puritano; es verdad que a fuerza de disciplinas no se gana el cielo, pero también es verdad que, “quien te creó sin ti, no te salvará sin ti”, según la famosa sentencia agustiniana –Lutero debería saberlo por pertenecer a su Orden.
    El pobre fraile atormentado creía que justamente pecando podría llegar al cielo como un modo hasta de provocar al mismo demonio. En 1530 y ya varios años después de su ruptura con la Iglesia, escribía a Jerónimo Weller:
    “tú debes entretenerte en bromear y juguetear (facere joca et ludos) con mi mujer y con las demás” (…). “Siempre que el diablo te atormente con aquellas congojas, corre inmediatamente en busca de la conversación de los hombres, o date a la bebida, o embroma y juguetea, o larga cuentos verdes; procura divertirte. A veces… hace falta beber, bromear y hacer sandeces gordas y hasta propasarse a un pecado en odio y desprecio del diablo para no dejarle ningún portillo por donde se entre a suscitarnos escrúpulos sobre alguna cominería; porque de otro modo, seríamos vencidos si con excesivo afán queremos guardarnos de pecar. Por lo tanto, si el diablo te dice: ‘¡mucho ojo con beber!’ respóndele de contado: ‘pues por lo mismo que tú me lo prohíbes, voy a hacer una que sea sonada, empinando más que nunca. Todos, en suma, deben hacer lo contrario de lo que el diablo prohíbe’. ¿Cuál otra piensas tú que sea la razón porque yo bebo cada vez menos agua, hablo con tanta más libertad y banqueteo tanto más a menudo, sino la de burlar y atormentar al diablo qué había dado en la flor de burlarme y martirizarme? ¡Oh! ¡si yo tuviera a mano algún pecado garrafal (aliquid insigne peccati), lo cometería con la única mira de hacer una burla al diablo, para que se convenza de que yo no reconozco ningún pecado, ni soy reo de ninguno! Todo el decálogo se debe alejar tanto más de nuestros ojos y de nuestras almas, cuanto más nos amenace y torture Satanás[8].
    Porque santos somos todos…
    Nosotros somos todos unos santos, y maldito sea el que no se llame santo y se gloríe de serlo. Esta jactancia no es orgullo, sino humildad y gratitud, porque si tú crees estas palabras: ‘Subo a mi Padre y a vuestro Padre’, tú eres tan santo como san Pedro y como los demás santos. La razón es porque Cristo no miente cuando dice: “y vuestro Padre es Dios”[9].
    Y yo me pregunto: ¿acaso no es esto lo que vemos hoy en los funerales católicos, en donde todo muerto deviene en santo súbito?

    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi

    [1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.

    [2] Enders III, 208 (cfr. Heinrich Denifle, op. cit., Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 20).

    [3] Erl., 18, 260 (Heinrich Denifle, op. cit., 20).

    [4] Erl. 11, 218 (Heinrich Denifle, op. cit., 21).

    [5] Weim., XII, 131 y s. sobre el cap. VII de la epístola de S. Pablo a los Corintios (1523) (Heinrich Denifle, op. cit., 342).

    [6] Assert, omnium art., 1520. Weim., VII, 144, 33. Sobre esta doctrina véase el discurso de la obra (Heinrich Denifle, op. cit., 116).

    [7] Erl., 63, 304 (Heinrich Denifle, op. cit., 134).

    [8] Enders, VIII, 160 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 337-338).

    [9] Erl., 17, 96 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 22).





    Luterándonos: ¡Misericordia! ¡Misericordia! ¡Todos salvados!
    Pious dio el Víctor.

  6. #6
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: mentiras y restricción mental




    La teología católica enseña que nunca es lícito mentir[1]; nunca. Sin embargo, a veces, en circunstancias extraordinarias, es lícito ocultar la verdad a quien no tiene el derecho de conocerla (es el caso de un confesor, el de un secreto profesional, el que intenta evitar un mal mayor, etc.). Santo Tomás, hablando de la virtud de la veracidad, conexa a la de justicia, decía claramente:

    “Por el hecho de ser animal social, un hombre le debe naturalmente a otro todo aquello sin lo cual la conservación de la sociedad sería imposible. Ahora bien: la convivencia humana no sería posible si los unos no se fían de los otros como de personas que en su trato mutuo dicen la verdad. Y, según esto, la virtud de la verdad tiene en cuenta de algún modo la razón de débito”[2].

    Sin embargo, en circunstancias excepcionales, se podría omitir la verdad, pero jamás diciendo lo contrario a ella, de allí que los buenos confesores y los buenos moralistas, desaconsejan este tipo de recursos a raíz del fomes o mala inclinación que el hombre tiene desde el pecado original, como señala Royo Marín:

    “en general hay que desaconsejar a todos el uso de las restricciones mentales, por lo fácil que es alucinarse sobre la existencia de causa proporcionada e incurrir en verdaderas mentiras. Solamente pueden usarse con verdadera y justa causa y a no poder más, o sea, cuando no hay ningún otro procedimiento menos turbio para ocultar una verdad que sea obligatorio callar”[3].

    Lamentablemente, esta excepción a la regla ha sido –y es– muchas veces quebrantada o malentendida por círculos religiosos (incluso católicos) que han vuelto de la excepción una regla y, como sabemos, las excepciones regladas, se vuelven reglas.


    Algo análogo le sucedió a Lutero; por salvar “su obra”, por dejarse llevar por sus pasiones, Lutero inducirá a sus secuaces a convertirse en hipócritas, aconsejando la restricción mental[4]. Veamos algunos ejemplos.


    Ante la ordenación de un subdiácono, en la cual el obispo debía preguntar al candidato, en plena ceremonia, si era o no libre de llevar el yugo de la castidad, Lutero aconseja al joven que responda un “sí” pero que, en su interior, agregue:


    “En cuanto lo permite la fragilidad humana”[5].

    Otro ejemplo hablando de lo mismo:

    “Delante de Dios parece que la forma del voto debe ser ésta: hago voto de castidad hasta el punto que pueda guardarla, entendiéndose que desde el momento en que no pueda guardarla, me sea lícito casarme”[6].

    Sus “restricciones mentales” (por momentos lisa y llanamente mentiras) no le traían ningún problema de conciencia al punto de declarar en 1520 (¡apenas tres años después de su apostasía!):

    “Sé que no vivo en conformidad con lo que enseño[7].

    Así de simple.


    Como señala Denifle, “Lutero es quien arrastrará a los monjes a la más escandalosa hipocresía, a la mentira y al fraude. ¡A tener una cosa en los labios y otra distinta en el corazón!”[8]. Por eso no tendrá empacho al decir que:


    “Contra la malicia y perversidad del papado, todo es lícito por el bien de las almas[9] (…) ¿qué mal habría en decir una mentira bien gordapara conseguir algún mejoramiento o provecho en la Iglesia cristiana”[10].


    “Porque ¿qué mal había en que un individuo en beneficio y utilidad de la iglesia cristiana (quiso decir luterana) dijese una mentira mayor de la marca?”[11].

    Con estos mismos principios, aconsejará mantener en secreto un segundo matrimonio, así:

    “Débese negar en público el doble matrimonio: ‘un tan secreto como éste (se trata del “consejo de confesión” de él y de los otros sobre poder añadir a la primera una segunda mujer), no puede convertirse en público, pues, de otro modo, secreto y público serían una misma cosa indistintamente, lo que no debe ni puede ser así. Por lo tanto el secreto deben continuar como un nopúblico, y viceversa”[12].


    “Decir una mentira necesaria, una mentira útil, para ayudarse, no sería ofensa de Dios, y Él mismo cargaría con ella[13].
    Que no te la cuenten…
    P. Javier Olivera Ravasi

    [1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.

    [2] Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, II-IIae, q. 109, a. 3, ad 2um.

    [3] Antonio Royo Marín, Teología moral para seglares, T.1, BAC, Madrid 1996, 748.

    [4] Cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 100.

    [5] An den christl. Adel., Weim., VI, 441 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 101).

    [6] Weim., VIII, 630 (Heinrich Denifle, op. cit., 103).

    [7] Enders, II, 312 (Heinrich Denifle, op. cit., 113).

    [8] Heinrich Denifle, op. cit., 103.

    [9] Enders, II, 461.

    [10] Heinrich Denifle, op. cit., 409, 130 y ssgtes.

    [11] Kolde, Anal. Lutherana, p. 363 (Heinrich Denifle, op. cit., 139-140).

    [12] Carta de 16 julio de 1540 en De Wette, VI, 263 (Heinrich Denifle, op. cit., 138).

    [13] Lenz, p. 375, y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 140).




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  7. #7
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    Re: Lutero, no y no

    Luterándonos: de defensor a enemigo de la vida religiosa





    Ampliemos un poco lo que ya dijimos antes acerca de la vida religiosa[1]:


    “Creo que de 200 años a esta parte, jamás ha sido mejor que ahora el hacerse religioso; hoy que los religiosos están más próximos a la cruz, siendo objeto de irrisión para el mundo, incluso para los obispos y clérigos seculares. Los religiosos, como si hubieran ya conseguido todo cuanto desean, deberían regocijarse cuando se ven despreciados por sus votos hechos con la vista en Dios[2].

    Pero luego…, luego todo cambiará. Los religiosos serán lo execrable del mundo, el vómito de la sociedad y los más perversos de los hombres.


    «los votos solemnemente pronunciados delante de Dios, son una renegación de Cristo, un engaño diabólico, contrarios al Evangelio, y en tal supuesto, son por ellos difamados como apóstatas aún los religiosos que se han mantenido fieles a Dios»[3].

    «Mediante el voto de castidad se reniega de ser hombre, con lo cual cada uno de ellos es invitado a quebrantar los sagrados votos; adelante, pues, decididamente, teniendo ante los ojos a Dios en la recta fe, y volviendo la espalda al mundo con su batahola, taconazos y vocinglería; no escuchar ni mirar nada aunque detrás de nosotros se hundan Sodoma y Gomorra, ni preocuparse de su paradero»[4].
    “ningún voto de monje es válido en presencia de Dios: los clérigos, los monjes y las monjas todos a una están obligados a desentenderse de sus votos cuando se sienten capaces de fecundar y de multiplicar las criaturas de Dios”[5].

    En este sentido, como señala Denifle, “fue el odio contra la Iglesia, de la cual eran los religiosos las tropas auxiliares más aguerridas, pero de los cuales él tenía por entonces necesidad y fue su obstinación en no reconciliarse con la Iglesia la que le excitó a la guerra contra las órdenes monásticas y los votos”[6].


    Pero en segundo lugar, creemos que hay algo que debió influir enormemente en la espiritualidad del fraile agustino que, con el tiempo, hará explosión en su alma. Nos referimos a la Devotio Moderna: esa corriente espiritual por entonces “de moda”, que terminaría por incidir en la formación del joven sacerdote[7].



    Lo veremos enseguida.



    Que no te la cuenten…



    P. Javier Olivera Ravasi




    [1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.

    [2] Carta a los romanos, fol. 275v (Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 41).

    [3] Weim., VIII, 604 (Heinrich Denifle, op. cit., 7).

    [4] Weim., XII, 243 y s.

    [5] Erl., 20, 59 (Heinrich Denifle, op. cit., 9).

    [6] Heinrich Denifle, op. cit., 45-46.

    [7] Ya nos hemos dedicado en otro lugar a analizar las notas fundamentales y características de la Devotio moderna (aquí).




    Luterándonos: de defensor a enemigo de la vida religiosa
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  8. #8
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    Re: Lutero, no y no



    Toda a verdade
    sobre o protestantismo evangélico




    Pe. Leonel Franca S.J.: “A Igreja, a Reforma e a Civilização”, Livro III, Capítulo III, 1. Igreja, Reforma e Moral:


    A moral escrava dos apetites contraditórios


    “O protestantismo foi o último galho lascado da árvore católica. Seus restos cobrem ainda larga parte da Europa setentrional.

    “Aos olhos de observadores superficiais apresenta ainda o viço de uma verdura luxuriante. Mas são apenas folhas. Flores e frutos já os não produz.

    “A mesma infecundidade moral que esterilizou as outras revoltas religiosas feriu também a do monge saxônio.

    “Procurai os santos do protestantismo em quatro séculos de existência, inquiri do heroísmo dos seus filhos, investigai-lhes os milagres que são sigilo da divindade; não encontrareis, sob estes títulos, senão páginas em branco.

    “Homens honestos, virtudes cristãs que não transcendem os limites da mediocridade, é o mais que nos podem oferecer os seus anais.

    “A graça, nos segredos insondáveis da sua ação sobrenatural, pode ainda fecundar a boa fé e a intenção reta dos extraviados.

    “Mas o segredo do heroísmo cristão, esse perdeu-se para as almas de escol, enquanto as grandes massas, destruídas as barreiras preservadoras, se precipitaram, sob a impetuosidade torrencial das paixões, nos grandes excessos, que cedo ou tarde acarretam a completa, dissolução da vida moral e religiosa.

    “É esta decadência do protestantismo que ora nos cumpre esboçar. Distinguiremos no nosso estudo duas questões: a questão de direito e a questão de fato.

    Martinho Lutero (1483 — 1546). History of the World, 1902.

    “Analisando abstratamente os princípios, provaremos primeiro a incapacidade profunda e insanável em que se acha o protestantismo de promover a grandeza moral dos que o abraçaram e confirmaremos, em seguida, com o exame dos fatos, a verdade das nossas conclusões teóricas.

    “Na ordem natural e na ordem sobrenatural a Reforma protestante golpeou de morte os órgãos vitais da moralidade humana e da moralidade cristã.

    “Na ordem natural, são dois os elementos fundamentais da grandeza de caráter: princípios sólidos e imutáveis a iluminar as alturas da inteligência, força e constância de querer a fortificar as energias da liberdade.

    “Sem a firmeza das verdades eternas que lhe fixam o ideal na corrente movediça das coisas que passam, o homem vive, ou, melhor, flutua à mercê dos acontecimentos.

    “Cada capricho que lhe cruza pelo espírito, inspira-lhe uma resolução passageira, cada paixão, que lhe estua na alma, imprime uma orientação efêmera à sua atividade.

    “No conflito dos apetites contraditórios nenhuma ordem, nenhuma unidade, nenhuma harmonia de tendências, nenhuma subordinação hierárquica de faculdades. é nesta hesitação vacilante acerca dos grandes princípios moderadores da atividade humana que devemos procurar a causa primeira da crise de caracteres de que adoece a nossa civilização.

    “Jouffroy: “Personne n'a du caractère dans ce temps et par une bonne raison, c'est que des deux éléments dont le caractère se compose, une volonté ferme et des principes arrêtés, le second manque et rend inutile le premier”.

    Foi o protestantismo o primeiro a abalar nas almas a estabilidade das convicções.
    Perguntai ao protestante qual o princípio regulador da sua atividade moral.

    – A Bíblia, responderá, a Bíblia, única regra dos costumes como norma única de fé.

    – Mas a Bíblia quem a interpreta? A razão individual. Se vos apraz, podereis ver no livro divino, com Lutero, a condenação da virgindade, a justificação da poligamia, a inutilidade das boas obras. A razão, pois, a razão subjetiva e mutável ao sabor das paixões, eis, em última análise, a regra de nosso operar.

    “As massas, desvinculadas assim da submissão a uma autoridade superior e incapazes de deduzir pessoalmente do livro inspirado um código de moral, deixar-se-ão levar pela torrente avassaladora dos apetites desregrados.

    “Os cultos, os intelectuais, vagando à mercê das variações da crítica racionalista, erigirão os próprios preconceitos em mandamentos étnicos, construirão uma moral “independente” e oscilante sobre a areia movediça dos sistemas filosóficos.

    Lutero, ex-frade agostiniano, tocando alaúde
    junto a sua mulher Catarina, ex-freira, e filhos

    “Para o jovem inebriado com os primeiros fumos da ciência, as regras aprendidas e praticadas na infância já não apresentam a solidez racional capaz de resistir aos embates críticos dos moderníssimos mestres do pensamento.

    “O homem maduro achar levianas e superficiais as conclusões assentadas nos fervores entusiastas da juventude. Ao velho experimentado e desiludido afigurar-se-ão inconsistentes e eivadas de orgulho as construções morais de sua virilidade.

    “Destarte, de povo para povo, de época para época, de indivíduo para indivíduo, de idade para idade, os princípios morais variarão com a índole, com os caprichos da moda intelectual, com as paixões que agitam e diversificam as massas humanas no espaço e no tempo.

    “O protestantismo em quatro séculos de existência, como não logrou assentar uma confissão de fé que reunisse o sufrágio universal das inteligências, assim não conseguiu estabelecer um código de moral que se impusesse à submissão de todas as vontades.

    “A sua moralidade furta-côr, o seu preceituário de mil fórmulas cambiantes, os seus mandamentos entregues à versatilidade interesseira do egoísmo, arvorado em norma suprema de ação, comprometeram irremediavelmente no domínio intelectual a eficácia regeneradora dos grandes e imutáveis princípios do cristianismo”.

    Citação: ”L'homme est toujours disposé à échapper à la morale, et il y échape quand cette morale n'est pas liée à une doctrine invariable”, De Broglie, Problèmes et conclusions de l'histoire des religions, Paris, 1886, pp. 115-116.



    Lutero: golpe contra a vontade


    Lutero: “a vontade do homem é semelhante a um jumento.
    Deus opera em nós o mal”

    Mais profundo ainda foi o golpe vibrado contra a vontade. O espírito, desenfreara-o Lutero com o livre exame; a liberdade, encadeou-a nos elos de um determinismo fatal.

    Esse homem, que uma crítica míope e pertinazmente hostil à Igreja proclamou o arauto das liberdades humanas, o emancipador dos povos livres, professa as teorias mais degradantes acerca do livre arbítrio, rebaixa a dignidade da nossa natureza ao nível do bruto, ao mecanismo inconsciente dos autômatos.

    Para a Igreja católica o homem é livre. O pecado original vulnerou-lhe a prerrogativa divina, mas não a destruiu.

    Na revolta das paixões desencadeadas pela primeira prevaricação, na insurreição da concupiscência e dos apetites inferiores contra os ditames superiores do espírito, a vontade, debilitada sim, mas não aniquilada, conservou na sua decadência o cetro da realeza primitiva.

    Ela é ainda rainha; o homem é ainda senhor de seus atos e, pela liberdade, o artífice dos seus destinos.

    A graça eleva, fortifica, sobrenaturaliza a vontade, mas no segredo insondável de sua ação nas almas, respeita-lhe sempre a independência nativa.

    “A felicidade suprema da glória será conquista dos nossos esforços, prêmio das nossas virtudes, triunfo de nossa liberdade sobre o mal.

    As palavras de S. Paulo: gratia Dei mecum, resumem admiravelmente toda a economia da predestinação divina. Deus e eu: Deus, com a sua graça, eu, com a minha livre cooperação: eis os elementos essenciais e inseparáveis da nossa glorificação sobrenatural. Não se poderia melhor conciliar a gratuidade das generosidades divinas com a grandeza da dignidade humana.

    Martinho Lutero pregando no Castelo de Wartburg, quadro de Hugo Vogel (1855-1934)

    À verdade destas doutrinas que elevam, opôs Lutero as degradações do erro que avilta. Aos estudos católicos sobre a liberdade contrapôs um livro desmoralizador e intitulou-o De servo arbítrio, do arbítrio escravo.

    Para envilecer o homem era mister começar por desengastar-lhe do diadema a mais preciosa das suas joias. Mas ouvi as suas próprias palavras:

    “A vontade do homem é semelhante a um jumento. Cavalga-o Deus? Ela vai aonde Deus a guia. Monta-lhe em cima o diabo? Ela vai aonde ele a conduz...

    “Tudo se realiza segundo os decretos imutáveis de Deus. Deus opera em nós o mal e o bem. Tudo quanto fazemos, fazemo-lo não livremente, mas por pura necessidade”..

    Fonte: De servo arbitrio ad Erasmum (1525) Weimar, XVIII, 635-709 ss.

    “Foi o diabo quem introduziu na Igreja o nome de livre arbítrio”, Weimar, VII, 145.

    Os discípulos fazem eco à palavra do mestre. Calvino:

    “Deus criou alguns para a condenação e morte eterna a fim de serem instrumentos de sua ira e exemplos da sua severidade, e a fim de que cheguem a esse destino... cega-os e endurece-os”.

    “Se ele determinou salvar-nos, a seu tempo nos levará à salvação; se determinou condenar-nos em vão nos atormentaríamos para nos salvarmos”..


    João Calvino (1509 — 1564).

    Fonte: Calvinus, Inst. de la relig chré t.,l. III, c. 24, n. 12; c. 23, n. 12, Opera, IV, 521, 500. Todo o cap. 2 do livro II é consagrado a demonstrar “que l'homme est maintenant dépouillé de franc-arbitre et misérablement assujetti à tout mal”, Opera, III, 296.


    Zwinglio: “Deus é o primeiro princípio do pecado. é por divina necessidade que o homem comete todos os crimes”.. Fonte: Zwinglio, Verke, II, 73, 184.

    Melanchthon: “A predestinação divina tira ao homem a liberdade porque tudo acontece segundo os seus decretos... e isto entende-se não só das obras externas mas ainda dos internos pensamentos”.

    E, levando a doutrina às mais execrandas, porém, lógicas conclusões, não hesita em afirmar que

    “o adultério de David e a traição de Judas são obra de Deus como a conversão de S. Paulo”. Fonte: Melanchthon, Comment. in Epist. ad Rom. Ver todo o trecho em Alzog, Universalgeschichte der chrislichen Kirche,Mainz, 1860, p. 755.

    – Deus, autor do mal, o homem joguete inconsciente dos seus arbítrios, tal o resumo da doutrina protestante. Nunca a blasfêmia e a indignidade, o ultraje à santidade divina e à grandeza humana concluíram mais revoltante conspiração.

    E aí temos como Lutero e os seus aniquilam o valor da personalidade. Sem livre arbítrio não há imputabilidade, não há mérito, não há moralidade. Em tudo o que se refere à sua atividade moral, o homem não passa de uma “est tua”, de um “tronco inerte”, de uma “pedra”.

    São ainda comparações do chefe reformador, que considerava este artigo da vontade escrava como a quinta essência, a fina flor da sua doutrina, “omnium optimus, et rerum nostrarum summa”. Fonte: Weimar, VII, 148. Cfr. J. T. Mühler, Die symbolischen,Bücher, p. 593.

    Após 15 séculos de liberdade cristã eis-nos novamente precipitados na escravidão do fatalismo antigo.




    O porco no chiqueiro: ideal moral de Lutero!



    Porco na lama ideal moral de Lutero

    Quereis ver ainda até a que baixezas o homem é degradado na pena de Lutero?

    Lêde esta página que peço desculpas ao leitor de transcrever em toda a nudez cínica do seu realismo cru:

    “Sei que se alguém experimentou o temor e o peso da morte preferira ser um porco a ver-se continuamente acabrunhado pelo vexame de semelhante opressão.

    “Na sua lama, o suíno julga-se num leito de plumas; descansa pacificamente, ronca suavemente, dorme tranqüilamente; não teme reis nem senhores, morte nem inferno, demônio nem cólera divina; não o agita a menor preocupação, não se inquieta mesmo com a bolota que há de comer.

    “E se o sultão de todas as Turquias acertasse de passar-lhe ao lado no fasto do seu poder e de sua realeza, ele conservaria toda a sua altivez e não sacudiria em sua honra uma só das suas cerdas.

    “Se o enxotam, solta um grunhido, e se pudera falar diria: Pobre insensato, por que te irritas?

    “Não tens a décima parte da minha felicidade, não passarás nunca uma só hora tão tranqüila, tão suave, tão calma, como todas as minhas ainda que fôras dez vezes mais rico e poderoso.

    “Numa palavra, o porco vive numa segurança completa, sua vida é toda doçuras. Se o levam para o matadouro, pensa simplesmente que é um tronco de madeira ou uma pedra que o incomoda.

    “Até morrer, não espera a morte. Antes, no momento e depois da morte, não experimenta o que é morrer; a vida lhe pareceu sempre boa e eterna.

    “Neste ponto, nenhum rei, nem mesmo o messias dos judeus (o que eles ainda esperam), homem algum por mais hábil, rico, santo e poderoso, o poderá imitar”.

    Fonte: Ap. Paquier, Luther et le luthéranisme, t. 11, pp. 10-11.

    Nos inquilinos das pocilgas achou o reformador o ideal da felicidade!

    Hino agora ao emancipador da dignidade humana, palmas ao libertador das consciências!




    A contestação protestante demolindo as verdades consoladoras


    Depois de haver assim na ordem humana desorganizado as duas grandes molas da vida moral, substituindo na inteligência a estabilidade dos princípios pela arbitrariedade do capricho e enervando a vontade com declará-la radicalmente incapaz de praticar a virtude, na sua freima demolidora atiraram-se os corifeus da Reforma sobre o edifício sobrenatural dos nossos dogmas e, um por um, destruíram os mais divinamente consoladores.

    Catedral de S.Martinho, Utrecht, atacada pela iconoclastia protestante em 1572.
    Destruíram as imagens e as virtudes que elas representavam.
    Inclusive o próprio Deus acima representado!
    Felizmente, o conjunto artístico já foi restaurado.

    Com todo o peso de sua divina autoridade, Cristo impôs ao gênero humano o jugo austero da sua moral imaculada.

    Ao homem decaído que se revolvia no lodo dos vícios mais abjetos, dirigiu a voz taumaturga da regeneração: sursum, para o alto! Eleva-te a rivalizar com os anjos na pureza da vida!

    Mas ele bem conhecia a fragilidade da nossa argila, as profundezas do abismo em que nos precipitara o pecado e por isso adoçou as severidades do dever com as suavidades do amor.

    Ao lado de cada espinho fez desabrochar uma rosa.

    Vigorizou as pusilanimidades do nosso abatimento com os raios vivificantes da esperança.

    Sobre a nossa esterilidade abriu, aos borbotões, as fontes perenes da sua graça.

    O protestantismo revoltado não teve fé nos excessos da caridade divina e, com a negação, introduziu a desordem nos planos admiráveis da economia salvadora.

    Que de mais confortante para o miserável pecador que o dogma das indulgências?

    Que de mais consolador que o dogma do purgatório onde se purificam as almas dos justos das nódoas contraídas na sua peregrinação terrena?

    Que de mais justo e misericordioso que a diferença entre o pecado mortal e o venial, a estabelecer uma distinção entre os crimes que nos matam na alma a vida divina da graça e as faltas a que se não pode subtrair a nossa fragilidade?

    Que de mais suave que a comunhão dos santos,a instituir na ordem sobrenatural esta solidariedade, em virtude da qual somos fortificados pela intercessão e pelo mérito de nossos irmãos?

    O protestantismo levantou o aluvião sacrílego contra todas estas admiráveis construções do amor divino. De todas elas não restam senão ruínas acumuladas pela negação destruidora.




    A recusa da confissão, do perdão e da Eucaristia



    O sacramento da Penitência, vitral na igreja
    de Nossa Senhora dos Mártires Ingleses, Cambridge, Inglaterra.

    Mas de todas as invenções da misericórdia encarnada não há outras que tão de perto toquem a nossa vida moral e tão intimamente se prendam ao coração do cristianismo como a confissão e a Eucaristia.

    A confissão é o arrependimento, é o perdão, é o propósito.

    O arrependimento que apaga um passado de culpas, o perdão que verte sobre o presente o bálsamo das suas consolações inefáveis, o propósito que ilumina o futuro com as perspectivas da regeneração.

    Que alavanca mais poderosa para a atividade moral?

    Lançar frequentemente nas consciências a sonda de um exame imparcial, resgatar com lágrimas sinceras os desvarios da nossa liberdade, firmar as energias do nosso querer com o vigor das resoluções incondicionadas, abrir toda a alma às influências reabilitadoras da graça, aos raios da esperança, à tranquilidade fecunda da paz de consciência – haverá humanamente falando, divinamente falando, meio mais eficaz para elevar é conservar o coração nas regiões serenas da virtude?

    O protestantismo negou tudo isto, e negando-o “desconheceu um dos meios mais suaves para dar à vida do homem uma orientação conforme aos princípios da sã moral”. Fonte: Balmes, El protestantismo, c. 30.

    Pecaste? persuade-te que Deus te perdoou, que a sua justiça cobre os teus pecados, que a tua fé é inadmissível e, com a fé, a graça.

    Se esta persuasão entrou na alma é o descanso no pecado, o hábito do mal, o endurecimento; se não, é o terror, o desespero. Compreendo agora em lábios protestantes estes gritos da alma:

    “Oh! que não daria eu para ajoelhar-me num confessionário católico! (M. de Stael).

    “Quem não lançou olhos invejosos ao tribunal da penitência?

    “Quem não desejou nas amarguras do remorso, nas incertezas do perdão divino, ouvir uns lábios, que, com o poder de Cristo, lhe dissessem: “Vai em paz, teus pecados te são perdoados”?”

    Fonte: E. Naville, Thèse defendue devant l'Académie de Genève, 1839. Cit. por E. Duplessy, Les apologistes au dix-neuvième siècle, Paris, Beauchesne, 1910, p. 238.

    A confissão é o amor que perdoa e regenera. A eucaristia é o amor que se imola, o amor que se comunica às almas nos amplexos inefáveis de uma união divina.

    Negada a confissão, como afirmar a Eucaristia?
    Lutero também aqui deu o primeiro passo na via das negações.

    Quem não teve fé no amor misericordioso, não pode compreender o amor unitivo. Negada a confissão, como afirmar a Eucaristia? Lutero também aqui deu o primeiro passo na via das negações.

    A hóstia consagrada não é o corpo de Cristo, contém-no apenas transitoriamente. Calvino foi além e no mistério dos nossos altares viu, não uma realidade consoladora, mas apenas um símbolo, uma figura vazia de verdade.

    Daí à negação completa a distância era pequena e transpuseram-na logo os seus sucessores. A missa foi proscrita como rito idolátrico e os tabernáculos ficaram vazios na solidão dos templos protestantes.

    Mas que vale um cristianismo sem Eucaristia: sem a Eucaristia-sacrifício, centro em torno do qual gravita toda a vida litúrgica, sem a Eucaristia-sacramento, fonte donde mana, em torrentes, a graça, vida sobrenatural dos crentes?

    Extinguiram o fogo; o amor entibiou-se nos corações. Estancaram os mananciais; as almas esterilizaram-se.

    As flores mais belas, que no cristianismo haviam desabrochado ao sol de Jesus-Hóstia, feneceram à míngua de calor e de luz.

    Murcharam os lírios, esmaeceram as rosas, secaram as violetas. O sacerdócio casou-se, os mosteiros despovoaram-se, o apostolado mercantilizou-se, a caridade exilada das almas buscou um refúgio nas leis e passou do coração para a algibeira.

    O protestantismo não tem Irmãzinhas dos pobres, Irmãos de S. Vicente, não tem ordens religiosas, não tem ministros continentes, não tem legiões de mártires nem de virgens.

    Onde quer que a virtude se eleva à altura do heroísmo, não achou discípulos entre os descendentes de Lutero. O heroísmo cristão alimenta-se no sangue generoso de Cristo.


    Luz de Cristo x trevas da irracionalidade: Pe. Leonel Franca S.J.

    Pious dio el Víctor.

  9. #9
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    Re: Lutero, no y no

    Negação do valor das boas obras



    Santa Isabel de Hungria fazendo caridade aos pobres

    Não parou nesta primeira fase negativa a obra nefasta de desmoralização iniciada pela Reforma. Depois de negar, o protestantismo afirmou.

    Negou todos os dogmas que inspiram, que elevam, que sustentam as almas nas esferas sublimes do sacrifício e do heroísmo.

    Afirmou em seguida um dogma novo que, em si, encerra o germe não só da corrupção mas da completa dissolução da vida moral. Refiro-me à doutrina protestante da inutilidade das boas obras.

    Falando da liberdade, já tivemos ensejo de observar como o dogma católico concilia admiravelmente a gratuidade da graça divina com o exercício da nossa atividade livre.

    O auxílio de Deus, absolutamente necessário para elevar as nossas ações à ordem sobrenatural, não dispensa de modo nenhum o esforço da nossa cooperação. Nas finezas do seu amor, dispôs Deus que o homem fosse o artista da sua felicidade.

    Destarte, nascidas do conúbio misterioso da graça divina com o livre arbítrio humano, são as nossas ações germe fecundo de vida eterna.

    Verdade altamente digna da misericórdia de Deus e da grandeza do homem, verdade altamente estimuladora da nossa atividade moral. E a Sagrada Escritura no-la ensina frequentemente, inculcando a necessidade das boas obras.

    Que é o magnífico sermão da montanha senão uma promessa da glória aos que praticam o bem?

    Que razão da suprema sentença aduzirá Cristo juiz, senão as boas obras praticadas pelos eleitos e descuradas pelos réprobos?

    Ouvi ao Príncipe dos Apóstolos: “Procurai por meio das boas obras assegurar a vossa vocação e eleição”. 1 Petr., I, 10. Ouvi a Tiago: “a fé sem obras é morta”. Jac., 11, 20. Abri os Evangelhos, lede todas as epístolas apostólicas.

    Desta leitura resultará evidente como a luz meridiana que o cristianismo é um grande código de moral imposto à humanidade para a sua salvação. Cristo é Redentor não só, mas legislador também.

    Não basta crer, é mister ajustar as obras à fé; não basta o símbolo, é necessário também o decálogo; si vis ad vitam ingredi serva mandata. Math.,XIX, 17.

    Esmagamento dos 'rústicos' (gravura de Gabriel Salmon
    ilustrando o livro Nicolas Volcyr de Serrouville, 1526)
    As desordens morais e religiosas protestantes degeneraram no caos religioso,
    social e econômico com conseguintes revoltas populares
    que Lutero mandou afogar no sangue.

    A primeira preocupação de Lutero e de seus amigos foi alijar a carga pesada das boas obras. Era mister forjar um novo cristianismo menos carrancudo, mais ameno e prazenteiro.

    “A palavra Evangelho significa boa nova, doutrina grata e consoladora para as almas... ouvir que a Lei já foi observada por Cristo, que nós não a devemos observar, mas só unir-nos pela fé àquele que por nós a observou”. Fonte: Weimar, I, 105.

    No comentário ao c. 40 de Isaías: “Esta é nossa doutrina que sabemos eficaz para consolar as consciências. viveremos livres, sem lei, e nos persuadiremos que os nossos pecados nos foram perdoados”, Weimar, XXV, 249.

    É a doutrina da justificação pela fé, que, na opinião do heresiarca, resume a quinta essência do cristianismo, e, na realidade, é a chave de abóbada de todo o seu sistema teológico. Ei-la em duas palavras.

    Sobre a teoria da justificação em Lutero e a sua dissolução gradual pelas diferentes facções protestantes, cfr. J. A. Moehler, Symbolik, oder Darstellung der dogmatischen Gegensaetze der Katholiken und Protestanten nach ihren oeffentlichen Bekenntnisschriften, Mainz, 1884, l. 1, c. 3. pp. 99-253.

    Desta obra clássica escreveu Goyau : “La Symbolique est le livre le plus profond que, depuis Luther, une plume catholique allemande ait écrit sur la Reforme''.G. Goyau, Moehler, Paris, Bloud, 1905, p. 38.)

    Cfr. ainda: J. Schwane, Histoire des dogmes,trad. franc. de A. Degert, Paris, Beauchesne, 1904, t. VI, 205-239; H. Grisar, Luther, Freib. i. B., Herder, 1911, t. II, pp. 737-781. Este último autor estuda a teoria de Lutero à luz das experiências religiosas e lutas internas de consciência desta alma devorada de escrúpulos e ralada de remorsos. Não é a teologia, é a psicologia que explica a origem da justificação luterana.

    O pecado original causou a depravação total do homem. A sua inteligência nas coisas morais e divinas, não pode senão errar, a sua vontade, por mais que se esforce, não faz senão acumular pecados.





    E este estado de decadência identifica-se de tal modo com a essência da natureza humana que é impossível uma regeneração interior, uma verdadeira renovação espiritual.

    Qual será então o efeito da morte redentora de Cristo?

    Uma justificação simplesmente externa, equivalente a uma não-imputação do pecado. Cristo satisfez por nós, Cristo mereceu-nos o céu com o seus sofrimentos.

    A generosidade e abundância de sua Redenção dispensam-nos de qualquer cooperação individual, de qualquer atividade própria, dispensam-nos até do arrependimento e do amor.

    Para ser justificado basta crer na eficácia do sangue divino. A fé cobre todos os nossos pecados.

    Fontes
    : Livro da Concórdia: “Et quidem neque contritio neque dilectio, neque ulla alia virtus, sola fides tamquam medium et instrumentum quo gratiam Dei, meritum Christi et remissionem peccatorum apprehendere et accipere possumus”. Solida Declaratio, III, De justitia fidei. J. T. Mühler, Die symbolischen Bücher der evangelisch-lutheranischen Kirche, Gütersloh, 1900, p. 616.

    Na Apologia da Confissão Augustana : “Sola fide in Christum non per dilectionem, non propter dilectionem aut opera consequimur remissionem peccatorum, etsi dilectio sequitur fidem. Igitur sola fide justificamur”. Corp. Reformat., XXVII, 440.

    Em J. T. Mühler, p. 100. Lutero: “Haec est ardua et insignis dignitas veraque et omnipotens potestas, spirituale imperium in quo nulla res tam bona, nulla tam mala quae non in bonum mihi cooperetur. Nulla tamen mihi opus est cum sola fides sufficiat ad salutem”. Weimar, VII, 57.
    A Caridade: acolher o estrangeiro.

    Desacompanhada de obras, de contrição e de caridade, ela é o processo mecânico e externo, o instrumento com que nos apropriamos os merecimentos; de Cristo, alcançamos a graça e a remissão, ou, mais exatamente, a não-imputação das nossas culpas.

    Coberto assim aos olhos de Deus com o manto dos méritos do Redentor (por uma ficção jurídica indigna da santidade divina), o homem continua na realidade e intrinsecamente pecador e fonte contínua de pecados.

    Todas as suas ações, ainda depois de justificado, são pecaminosas e imundas. Mas nenhum pecado, afora o da infidelidade, pode despojá-lo da graça. Se crê, é justo, ainda que cometa os maiores delitos.

    Eis na teoria luterana a que se reduz a obra da Redenção: Cristo, para isentar e homem de observar a lei, observou-a em lugar dele; o homem, pela fé, atribui a si esta observância, assegura destarte a graça divina e pode descansar seguro na impunidade do seu pecado inauferível.

    Da teoria luterana sobre a queda original e a justificação decorre, como inevitável corolário, a inutilidade e mesmo a nocividade das boas obras.

    Rigorosamente falando, até a expressão “boas obras” é um contra-senso. Essencialmente corrupto, o homem é necessariamente pecador em todos os seus atos. A justificação exterior e forense, não lhe pode sanar este vício essencial.

    Esforçar-se nessas condições, por praticar as que chamamos boas obras não é senão multiplicar pecados.




    Emancipação de todo vínculo moral



    Martinho Lutero por volta de 1543-46

    Os reformadores não recuaram ante a enormidade dessas consequências. Antes de tudo, a inutilidade das obras na justificação do pecador.

    “Rejeitamos e condenamos as proposições em que se afirma a necessidade das boas obras para a salvação”.
    Pouco antes a mesma Fórmula da Concórdia, símbolo oficial do luteranismo, assim exprimira o artigo da nova fé:

    “Cremos, ensinamos e confessamos que as boas obras se devem totalmente excluir (penitus excludenda), não só quando se trata da justificação pela fé, senão ainda quando se discute acerca de nossa eterna salvação”. Fonte: Formula Concordiae, I, art. IV, n. 16 e 7; J. T. Mühler, pp. 533, 531.

    Inúteis as boas obras; não só, senão ainda nocivas. Fale Lutero no seu Comentário da epístola aos Gálatas:

    “a lei, as obras, a caridade, os votos não só não resgatam mas agravam a maldição. Quanto mais obras fizermos tanto menos poderemos conhecer e apreender a Cristo” . Fonte: Weimar, XL, I Abt., p. 447.

    À vista das consequências imorais desta doutrina, um professor de Wittemberga, Jorge Maior, tentou modificá-la, proclamando as boas obras, necessárias, como condição sine qua non, à salvação eterna.

    Por toda a parte, surgiram os contraditores, Nicolau d'Amsdorf, amigo de Lutero e por ele consagrado “bispo” de Naumburg, saiu à estacada com uma obra apostólica a que deu por título: Que a proposição “as boas obras são nocivas à salvação” é justa, verdadeira, cristã, pregada por São Paulo e São Lutero (sic) (1559).

    Tal a teoria da justificação nos primeiros reformadores.

    Todas as formas de imoralidade passaram a ser fruto da vontade divina !

    Digo nos primeiros reformadores porque alguns símbolos e teólogos protestantes de época posterior, sob a pressão das objeções católicas, limaram as arestas de tão angulosa doutrina, e procuraram, ainda com sacrifício da coerência sistemática, inculcar de algum modo a necessidade de outras virtudes, que não só a fé.

    À luz fosca desta doutrina como se transmuda o aspecto do Evangelho!

    Julgávamo-lo todos um código elevadíssimo de moral, um conjunto de preceitos sancionados com prêmios e castigos e destinado a sublimar o homem muito acima da simples lei natural.

    Que engano!

    O Evangelho é a emancipação de toda a espécie de vínculos morais, é o fundamento de uma confiança absoluta de chegar ao céu sem esforço, é o código do prazer.

    Nele encontra o crente um título de isenção da virtude e um rescrito de indenidade para todos os vícios. Eis a boa nova, “a doutrina grata e consoladora para as almas”.

    Não se admire o leitor. Todas essas conclusões, por mais abomináveis que pareçam a quem conserva uns restos de senso moral, encontram-se não só virtualmente na doutrina protestante da justificação, mas expressa e formalmente nos escritos dos primeiros reformadores.

    Alego uma ou outra citação ao acaso entre as inúmeras que, se poderiam colher nas obras de Lutero.

    “O Evangelho não prega o que devemos fazer; não exige nada de nós. Antes, em vez de dizer-nos: faze isto ou aquilo, manda-nos simplesmente estender as vestes e receber: toma, meu caro, eis o que Deus fez por ti; por teu amor ele vestiu o próprio Filho de carne humana... aceita este dom; crê e serás salvo” .

    Fonte: Weimar, XXIV, 4; cfr. Weimar, XL, 1 Abt, 168.

    – “Não desesperes por causa dos teus pecados mas cobra ânimo e dize: posso ter feito algum bem ou, algum mal, mas isto pouco importa; Cristo sofreu por mim...

    “A isto se reduz todo o cristianismo, a sentir que não tens pecado ainda quando pecas, a sentir que teus pecados aderem a Cristo, que é salvador do pecado”.

    Fonte: Weimar, XXV, 329, 331.

    Este antagonismo entre a lei moral e o Evangelho recorre a cada passo na pena do infeliz apóstata em busca de um anestésico poderoso para a consciência dilacerada de remorsos.

    A fim de salvar o Evangelho é mister aniquilar a lei moral: são inimigos irreconciliáveis e incompatíveis.

    “É necessário que procuremos com todas as forças afastar a lei da nossa consciência quanto o céu da terra...

    “Quando a lei te aterroriza, te acusa, te mostra o pecado, te ameaça com cólera divina e com a morte, faze como se nunca houvera existido lei ou pecado, como se só existira Cristo que é todo graça e redenção.

    “Ou se sentes no fundo da alma os terrores da lei, repete: lei, não quero ouvir-te;... chegou a plenitude dos tempos, sou livre, já não suportarei o teu império”.

    Fonte: Weimar, XL, 1 Abt., p. 557; cfr. t. XXV, 249-250.

    Que esforços de uma vontade obstinada para sufocar “os terrores da lei na consciência!”

    Vede-o ainda a debater-se contra a ideia de Cristo legislador e de Cristo juiz. Vede a exorcizá-la como uma obsessão diabólica!

    “Se Cristo nos aparecesse como juiz irritado ou legislador que nos chama a contas, consideremo-lo como um demônio furioso e não como a Cristo”
    . Fonte: Weimar, XL, 2 Abt., p. 13.

    A assembleia dos heresiarcas evangélicos pelo menos concordava num ponto:
    pecar é vontade de Deus !

    “Não só com as palavras mas também com as nossas ações e com o nosso procedimento exercitemo-nos com diligência [para cauterizar a consciência é mister muito exercício!] em separar Cristo de qualquer ideia de legislador a fim de que, apresentando-se-nos o demônio sob a figura de Cristo para molestar-nos em seu nome, saibamos que não é Cristo, mas que é verdadeiramente o diabo”.

    Fonte: Weimar, XL, 1 Abt., p. 299.

    Edifiquemo-nos ainda nestas passagens do Reformador: “O cristão principalmente nas tentações, não deve absolutamente pensar em lei, em pecado”...

    Ouvimos Lutero, ouçamos os seus discípulos mais célebres.

    Melanchthon
    : “Em qualquer das tuas ações, comendo, bebendo, ensinando ou trabalhando manualmente ainda que seja evidente que pecas em tudo isto, não te preocupes com as tuas obras; considera as promessas de Deus e crê confiadamente que no céu não tens um juiz mas um bom pai todo amor e ternura”.

    Fonte: Melanchthon, De locis theologicis, Corpus Reformat, XII, 163-164.

    Como quem dissera: és ladrão, homicida, adúltero, caluniador? não te incomodes, tuas ações de nada valem. Lá no céu, Deus é um bom e velho papai que fecha os olhos complacentemente e perdoa tudo.

    Calvino atira a barra mais longe. À doutrina da justificação de Lutero acrescenta a da inadmissibilidade da fé.

    A fé que justifica, segundo o reformador de Genebra, é um dom divino concedido ao homem uma vez para sempre e para sempre .

    Os delitos mais graves, cometidos por quem uma vez se achou em estado de graça, não o poderão nunca privar da amizade de Deus. É a predestinação infalível, a carta branca para todos os excessos.




    Deturpando os Evangelhos



    Deturpando os Evangelhos.

    Mas, dirá o leitor, e a Escritura? Não a haviam proclamado os protestantes regra infalível de fé?

    Como fechar tão obstinadamente os olhos a ponto de não ver nas páginas divinas a condenação mil vezes repetida de doutrina tão imoral?

    Assim parece. Mas a Escritura deve ser interpretada pelo livre exame. Só assim é regra de fé e norma de costumes.

    A Escritura vale, pois, o que vale a sua interpretação.

    Deixada aos caprichos e paixões individuais, não há livro mais inofensivo e acomodatício.

    À “crítica” do leitor não faltarão nunca expedientes para trazer o texto ao sentido que se deseja. Em caso de rebeldia absoluta, aí estão os recursos extremos da crítica cirúrgica: a amputação. Quereis ver Lutero em exercício de suas funções de livre comentador? Ouvi-o:

    Diz S. Tiago na sua epístola que “a fé sem obras é morta”, que “o homem é justificado pelas obras e não só pela fé”? A epístola de S. Tiago é apócrifa, deve ser expungida do rol das escrituras canônicas como uma “verdadeira epístola de palha”, eine rechte stroeherne Epistel.

    Fonte: Erf., LXIII, 115; Walch, XIX, 142; XIV, 105.

    Precisa o nosso exegeta de uma autoridade que confirme a sua doutrina? Lança mão de um texto de S. Paulo na sua Epístola aos Romanos: “arbitramur justificari hominem per fidem sine operibus legis”.

    Para entender-se o verdadeiro significado deste passo cumpre observar que nele, e em tantos outros lugares de suas epístolas, combate o Apóstolo aos judeus que se obstinavam em afirmar a necessidade da Lei antiga (Lei, Thorah, era o título com que indicavam os hebreus o Pentateuco em oposição aos Profetas, nome com que se designavam os outros livros inspirados).

    Contra esse erro assevera S. Paulo que não são os ritos mosaicos que santificam o homem, mas a fé em Cristo, na sua Redenção, na sua justiça.

    De um lado, a incredulidade em Cristo e a confiança nas obras da Lei praticadas pelas simples forças naturais do homem, do outro a fé no Redentor e na sua justificação, como dom gratuito de Deus são aqui os membros da antítese, e não a fé no Salvador e as boas obras sobrenaturais inspiradas por esta fé.


    Não lhe bastou adulterar um novo Evangelho, e passou a recortar os livros inspirados.

    O Apóstolo distingue sempre as obras da Lei e as boas obras. A necessidade destas últimas, isto é, das boas obras informadas pela graça e pelo espírito do Cristo, professa-a claramente S. Paulo em mil lugares das suas epístolas.

    Nesta mesma, aos Romanos, II, 7, 13 escreve :

    “Aos que constantes no bem operar proclamam à glória, a honra, a imortalidade (dará o Senhor) a vida eterna... Porque não são justos diante de Deus os que ouvem a Lei, mas serão justificados os que a põem em prática”.

    “Aos fiéis da Galácia, V, 6 : “Em Jesus Cristo nada vale o circunciso ou o incircunciso, mas a fé que opera pela caridade”.

    “Como se vê, acontece com os protestantes o que já dizia S. Pedro : “In quibus [i. é. nas epístolas de S. Paulo] sunt quaedam difficila intellectu quae indocti et instabiles depravant, sicut et ceteras Scripturas ad suam ipsorum perditionem”, II Petr., III, 16.

    E insere fraudulentamente na sua tradução alemã a palavra só antes de fé (allein durch das Glauben).

    Reclamam naturalmente os adversários contra semelhante processo crítico. Lutero não recua e escreve a Link:

    “Se o novo papista quiser importunar-nos por causa da palavra só responde-lhe logo: assim o quer o Dr. Martinho Lutero que diz: papista e asno são a mesma coisa. Sic volo, sic jubeo, sit pro ratione voluntas...

    “Só me pesa de não haver acrescentado também a palavra nenhuma, sem obra nenhuma de lei alguma, o que exprime o meu pensamento [e o da Bíblia?] com toda a nitidez e clareza.

    “Por isto quero que a partícula fique no meu Novo Testamento e ainda que enlouquecessem todos estes asnos de papistas não vingarão eliminá-la”.

    Fonte: Carta a Link, 12 set. 1530. Weimar, XXX, 2 Abt., 635 e 643.

    Mas não basta haver criado um novo Evangelho, um Evangelho seu.

    Todos os Livros santos da primeira à última palavra protestam energicamente contra o seu erro.

    Que fará o grande paladino da Escritura?

    Desprezará e rejeitará todos os livros inspirados. Ouçam protestantes e não protestantes:

    “Se os nossos adversários fazem valer a Sagrada Escritura contra Jesus Cristo, nós fazemos valer Jesus Cristo contra a Escritura. Do meu lado, tenho o Senhor, eles têm os servos, nós, a cabeça, eles, os pés e os membros que se devem sujeitar e obedecer à cabeça.

    “Se é mister sacrificar-se a lei ou Jesus Cristo, sacrifique-se a lei, não Jesus Cristo”.

    Fonte: Opera latina, Wittemberga, I, 387-a.


    A Escritura?: “Dela me não importo”.

    “Tu fazes grande caso da Escritura que é serva de Jesus Cristo; eu, pelo contrário, dela me não importo.

    “À serva liga a importância que quiseres, eu quero valer-me de Jesus Cristo que é o verdadeiro senhor e soberano da Escritura e que mereceu e conquistou com a sua morte e ressurreição a minha justiça e a minha salvação eterna”.

    Fonte: Walch, VIII, 2140 ss.

    Assim, depois de haver o heresiarca levantado a Escritura como pendão de revolta contra a Igreja, sacrifica ora a Escritura a Jesus Cristo.

    Mas sem a Igreja e sem a Escritura, que sabe Lutero de Jesus? Cristo será apenas nos seus lábios um passaporte para todos os devaneios doutrinais, para todas as licenças de sua ímpia reforma.

    Tão verdade é que Cristo, a Escritura e a Igreja constituem uma trilogia inseparável; impossível impugnar uma destas verdades sem destruir as outras.

    Destarte, atropelando a razão, conculcando a Igreja, menosprezando e falsificando a Bíblia, injuriando sacrilegamente a Jesus Cristo, conseguiu o frade apóstata estabelecer a mais imoral das doutrinas que ainda viram os homens: a apoteose do pecado arvorado em instrumento eficaz de salvação.

    Toda essa indignidade se acha condensada nas célebres palavras:

    Sê pecador, e peca a valer, mas com mais firmeza ainda crê e alegra-te em Cristo vencedor do pecado, da morte e do mundo. Durante a vida presente devemos pecar.

    “Basta que pela misericórdia de Deus conheçamos o Cordeiro que tira os pecados do mundo. Dele não nos há de separar o pecado, ainda que cometêssemos por dia mil homicídios e mil adultérios”.

    Eis no original o texto abominável :

    “Esto peccator et pecca fortiter; sed fortius fide et gaude in Christo, qui victor est peccati, mortis et mundi. Peccantum est quamdiu hic sumus... Sufficit quod agnovimus per divitias gloriae Dei Agnum qui tollit peccatum mundi: ab hoc non avellet nos peccatum etiamsi millies millies, uno die, fornicemur aut occidamus”.

    Fonte: De Wette, II, 37 (Carta a Melanchthon, 1 agosto de 1521).



    Corrupção dos costumes


    A Nau dos Insensatos, detalhe, Hyeronimus Bosch (1450 — 1516)
    Capítulo 2. –– A moralidade dos costumes na Reforma
    Sumário – Decadência geral dos costumes.– Particularizando: abolição do celibato; divórcio; poligamia; embriagues; egoísmo.


    Dos desvios da inteligência sempre se ressente o coração. Não há no domínio especulativo doutrina errônea que, cedo ou tarde, pela lógica imanente das coisas, não tenha sua repercussão na vida moral dos povos e dos indivíduos.

    “Illuminationis puritas et arbitrii libertas,
    escreveu Bacon, Simul inceperunt, simul corruerunt. Neque datur in universitate rerum tam intima sympatia quam illa veri et boni”.

    E o critério evangélico dos frutos que abonam a qualidade da árvore recebeu sempre, no desenvolvimento paralelo do erro e do vício, a sua mais cabal justificação.

    Não seria, pois, difícil ao filósofo antever nas doutrinas imorais do protestantismo o germe desgraçadamente fecundo de uma abominável corrupção de costumes.

    A história dá a estas previsões teóricas a mais sinistra confirmação experimental. Carlos Pereira, sem se dar ao trabalho de provar as suas asserções, afirma aos que lhe quiserem piamente crer que

    “a reforma pôs um dique a esses desregramentos e o puritanismo protestante salvou o mundo da completa dissolução dos costumes, dando aos homens uma têmpera moral incomparável”, pp. 121-2.

    Francamente, não experimento em mim este devoto sentimento de credulidade nas palavras do mestre gramático. Prefiro abrir a história e recolher-lhe o testemunho insuspeito.


    A Nau dos Insensatos,
    Hyeronimus Bosch (1450 — 1516)

    E que depõe a história?

    Só lhe ouço uma voz para acusar, nos países em que prevaleceu a pregação do ‘novo evangelho’, um extravasamento de imoralidade, que não encontra semelhante senão nas eras mais abominosas da ruína de Sodoma, das orgias de Babilônia ou da decomposição do paganismo agonizante.

    É o que pretendo agora provar, documentos à vista. Na instrução do processo só admitirei, como testemunhas, os próprios protestantes contemporâneos e de preferência os pais da Reforma.

    A Lutero, como é de justiça, o primeiro lugar. Em 1529:

    “Os evangélicos são 7 vezes piores que outrora. Depois da pregação da nossa doutrina, os homens entregaram-se ao roubo, à mentira, à impostura, à crápula, à embriaguez e a toda espécie de vícios.
    “Expulsamos um demônio [o papado] e vieram sete piores. Príncipes, senhores, nobres, burgueses e agricultores perderam de todo o temor de Deus”.

    Fonte: Weimar, XXVIII, 763.

























    Luz de Cristo x trevas da irracionalidade: Pe. Leonel Franca S.J.
    Última edición por Hyeronimus; 03/04/2017 a las 20:01
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    Re: Lutero, no y no

    Qual a causa deste desencadeamento do mal? A nova doutrina.

    “Depois que compreendemos não serem as boas obras necessárias para a justificação, ficamos muito mais remissos e frios na prática do bem.

    “É admirável (dictu mirum) com que fervor nos dávamos às boas obras outrora, quando por meio delas nos esforçávamos por alcançar a justificação.

    “Cada qual porfiava em vencer os outros em piedade e honestidade.

    “E se hoje se pudesse voltar ao antigo estado de coisas, se de novo revivesse a doutrina que afirma a necessidade do bem fazer para ser santo, outra seria a nossa alacridade e prontidão no exercício do bem”.

    Fonte: Weimar, XXVII, 443.
    Carroça de Feno, detalhe
    (Museu do Prado, Madrid),
    Hyeronimus Bosch (1450 — 1516).

    O heresiarca leva a sinceridade ao ponto de confessar os efeitos dissolventes da Reforma sobre a própria consciência. Num sermão pregado em 1532:

    “Quanto a mim confesso – e muitos outros poderiam sem dúvida fazer igual confissão – que sou desleixado assim na disciplina como no zelo, sou muito mais negligente agora que sob o papado; ninguém tem agora pelo Evangelho o ardor que se via outrora.

    Quanto mais certos estamos da liberdade que nos conquistou Cristo, tanto mais frios e negligentes somos em pregar, orar, fazer o bem e sofrer o mal”.

    Fonte: Weimar, XL, 2 Abt., 61.

    À medida que o “novo evangelho” se propagava, avultava e engrossava também a onda da imoralidade.

    Com o tempo as expressões do Reformador carregam-se de tintas cada vez mais escuras. Em 1542 escrevia a Amsdorf:

    “é tanto o desprezo pela palavra de Deus, tão desmesurado o crescer dos vícios, da avareza, da usura, da licença, dos ódios, das perfídias, das invejas, da soberba, da impiedade e das blasfêmias que não é provável que Deus use ainda de misericórdia com a Alemanha”.

    Fonte: De Wette, V, 462.

    No ano seguinte, ao mesmo amigo:

    Tal era o mundo antes da destruição de Jerusalém, antes da devastação de Roma, antes da perda da Grécia e da Hungria, tal será e é, antes da ruína da Alemanha”.

    Fonte: De Wette, V, 600-601.

    Um ano antes de sua morte, em 1545, em carta a Gaspar Beier:

    O mundo está cheio de Satanás e de homens satânicos”. Fonte: De Wette, V, 721.




















    Lutero: o “berço do puro Evangelho”
    virou “foco de abominável corrupção”



    O Jardim das delicias terrenas.
    Hyeronimus Bosch (1450 — 1516).

    Wittemberga, berço do puro Evangelho e residência habitual de Lutero, tornara-se outrossim um foco de abominável corrupção. Poucos anos depois de iniciada a “reforma”, já o heresiarca se queixava num sermão:

    “Que fazer convosco, Wittembergenses? Já não vos pregarei o reino de Cristo que não quereis receber.

    “Sois ladrões, rapaces e cruéis... brutos ingratos. Arrependo-me de vos haver libertado da tirania dos papistas. Vós, ingratissimae bestiae,sois indignos do tesouro do Evangelho”.

    Fonte: Weimar, XXVII, 408-411.

    Com a veemência de semelhantes impropérios, os costumes não melhoravam.

    “Vivemos ou melhor morremos nesta Sodoma, nesta Babilônia”.
    Fonte: De Wette, V, 722.

    Escrevia em 1545 ao Príncipe de Anhalt, Jorge; e poucos meses depois à sua Catarina: “Fora, fora desta Sodoma”.

    Fonte: De Wette, V, 753.

    Do estado moral de Wittemberga já em 1527 escrevia Melanchthon a Justo Jonas:

    “Quando vieres a Wittemberga verás como tudo o que havia de bom ameaça ruína, que ódios dividem os homens, que desprezo de toda a honestidade, que ignorância nos que governam as igrejas, e quão [duas palavras gregas]”.

    Corpus Reformatorum,I, 888.

    Ickelsamer escrevia a Lutero: “Quanto mais se aproxima alguém de Wittemberga, tanto pior cristão se vai tornando”.

    O incêndio, que assim crescia de dia para dia com imensa ruína das almas, não podia deixar, de quando em quando, de remorder-lhe a consciência atordoada pelo orgulho.

    “Vejo esses males e os deploro. Muitas vezes pensei se não teria sido melhor conservar o Papado, do que ver tamanha perturbação. Melhor é, porém, arrancar alguns das fauces do demônio do que perecerem todos”.

    Fonte
    : Weimar, XX, 674.

    Nestes momentos de angústia, para tranqüilizar os sobressaltos da consciência, acolhe-se à convicção fanática da sua missão divina.

    A Nau dos Insensatos, detalhe, Hyeronimus Bosch (1450 — 1516)

    “A idéia que é divina a minha missão é-me de grande conforto. Com ela muitas vezes me defendo do pensamento satânico de que o Evangelho é a causa dos grandes escândalos que presenciamos.

    “Confesso, porém, que se Deus não me fechara os olhos, se houvera previsto todos esses males, nunca certamente teria começado a pregar o Evangelho”.

    Fonte: Walch, VI, 920 (Doellinger, Die Reformation,2(2), 304).

    “Quem de nós, dizia ele em 1538, se teria abalançado a pregar, se pudera prever que tanta desgraça, tanto escândalo, tanto crime, tanta ingratidão e malvadez seriam o resultado da nossa pregação?

    “Agora, uma vez que chegamos a este estado, soframos-lhe as conseqüências”.

    Fonte: Walch, VIII, 564, (Doellinger, Die Reformation,I(2), 305).
    Último pensamento, enfim, que o consola em meio do dilúvio de males por ele desencadeado é a iminente destruição universal. A aniquilação do mundo,
    ele a invoca com esperança como supremo remédio.

    “Desejo sair, com todos os meus, deste mundo satânico; anelo pelo supremo dia que porá termo aos furores de Satã e dos seus”.

    Fonte: De Wette, V, 703.

    Ao mesmo amigo J. Probst escrevera dois anos antes, em 1542:

    “O mundo ameaça ruína; disto tenha certeza: tal é o furor de Satanás, tal o embrutecimento geral.

    “Só me resta como consolo a iminência do dia derradeiro... a Alemanha foi e nunca voltará a ser o que foi”.

    Fonte: De Wette, V, 451.



    Muskulus: “não é possível piorar”


    A ideia do fim iminente do mundo tornou-se nos últimos anos uma verdadeira obsessão para o heresiarca, que ainda uma vez arriscou nela os seus créditos de profeta.

    O mundo não duraria 100 anos, nem mesmo 50! A corrupção era tão geral e tão profunda que já não podia crescer e só o juízo final lhe poderia pôr termo. Sobre as idéias de Lutero acerca do fim próximo do mundo, cfr. Grisar, Luther, III, 202-211.

    Já nos parece ouvir nestas expressões coloridas ainda de tintas cristãs, o grito pessimista de Hartmann apelando para “o suicídio cósmico” como único termo aos males irremediáveis da vida.

    Em Melanchthon, discípulo predileto de Lutero, a mesma persuasão, sugerida pelos mesmos motivos.

    “Cresce de dia para dia o desprezo da religião, não só entre o novo a quem se pode perdoar, mas entre os sábios que ou se fazem epicureus ou acadêmicos.

    “A corrupção dos homens, a tristeza dos tempos e a insânia dos príncipes bem mostram [quatro palavras gregas] e que é iminente o advento de Cristo”.

    Fonte: Corpus Reformatorum, III, 895.
    Andreas Musculus 'não é possível piorar'.
    O Triunfo da Morte, Pieter Brugel

    Andreas Musculu: “se os nossos filhos,
    já afogados na desordem e na dissolução,
    tiverem descendentes será preciso
    que se transformem em verdadeiros demônios,
    porque não vejo como cheguem a ser piores que nós”.

    Depois dos mestres os discípulos.

    André Muskulus, um dos mais fogosos campeões do luteranismo, escrevia em 1561:

    “Chegamos a tal extremo que já não há, entre nós, quem não confesse claramente que nunca, desde que o mundo é mundo, houve tanta corrupção na juventude.

    “Não é possível piorar... Se o mundo durar ainda algum tempo e se os nossos filhos, já afogados na desordem e na dissolução, tiverem um dia descendentes que nos sobrelevem no vício e na malícia, será preciso que os homens se transformem em verdadeiros demônios, porque realmente não vejo como, conservando caráter humano, cheguem a ser piores que nós”.

    Fonte: A. Muskulus, Von der Teufels Tyrannei, no Theatrum diabolorum f. 160. Cfr. etiam f. 128, 137 b.

    Pouco mais tarde, Belzius que, com o seu divórcio beneficiara também da emancipação geral das consciências, assim pinta os costumes do tempo:

    “Quereis ver reunida no mesmo lugar uma população inteira de selvagens e ímpios, entre os quais toda a espécie de iniquidade é de prática cotidiana e, por assim dizer, de moda?

    “Ide às nossas cidades luteranas, onde se acham os pregadores mais estimados e onde o santo Evangelho é pregado com mais zelo: aí a encontrareis...

    “Dos púlpitos já se brada que as boas obras são não só desnecessárias senão ainda nocivas à salvação das nossas almas”.

    Fonte: Belzius, Von Jammer und Elenden menscht. Lebens, Kurzer Unterricht aus dem 90 Psalm, Lipsiae, 1575, C. 6, D. 6.
    Belzius: “Ide às nossas cidades luteranas:
    aí encontrareis.uma população inteira de selvagens e ímpios”

    Comparando os novos costumes com os antigos, escreve Pirkheimer em 1527:

    “Esperávamos que a malvadeza romana bem como os maus costumes dos monges e padres se devessem corrigir; mas, a quanto vemos; as coisas foram de tal jeito piorando, que em confronto dos velhacos evangélicos os antigos seriam santos”.

    Fonte: Ap. Hermann, Documenta litteraria, Aldorfii, 1758, p. 59.

    Um franciscano apóstata Eberlin de Günzburg, confessa igualmente:

    “somos duas vezes piores que os papistas, antes piores que Tiro, Sidônia e Sodoma”
    .
    Fonte: B. Riggenbach, Jah, Eberlin von Günzuburg, 1856, p. 242.

    Se assim é, por confissão dos próprios chefes da Reforma, quanto mais se esforçam os modernos protestantes por pintar com tintas carregadas a época anterior a Lutero, tanto mais negro deverá aparecer o luteranismo.




    A obra-prima do fanatismo


    O sono da razão produz monstros.
    Francisco Goya (1746 - 1828), Museu do Prado.

    A doutrina da inutilidade das boas obras era o grande agente corruptor. À sua sombra organizava-se a licença autorizada.

    Afirma-o, entre muitos outros, Diogo André com a autoridade de quem, como inspetor, empreendeu inúmeras viagens e recolheu muitas observações, publicadas em 1568:

    “A fim de que saiba o mundo inteiro que não são papistas e não põem a sua confiança nas boas obras, os nossos luteranos diligenciam por não praticar nenhuma.

    “Em vez de jejuar, comem e bebem noite e dia; em vez de socorrer os pobres, acabam de esbulhá-los; em vez de orar, blasfemam e desonram a Jesus Cristo, por modos que excedem a ousadia dos próprios turcos.

    “Finalmente, em vez da humildade cristã, aninham no coração o orgulho e o amor do erro. Tais são os costumes dos nossos evangélicos”.

    Fonte: Jacob Andreas, Erinnerung nach dem Lauf der Planeten gestellt,Tübingen, 1508, pp. 140 ss.

    Insistamos um pouco mais em mostrar como o desmando geral dos costumes se apresentava evidentemente como uma consequência das doutrinas e da pregação da Reforma.O reitor protestante I. Rivius escreve em 1547:

    “Se és adúltero ou libertino, dizem os pregadores, crê simplesmente e serás santo.

    Eis a obra-prima do fanatismo!

    “Nem temas a lei, porquanto Cristo a cumpriu e satisfez pelos homens... Semelhantes discursos levam à vida ímpia”.

    Fonte: I. Rivius, De Stultitia mortalium, Basilae, 1557, I. 1, p. 50 s.

    Em 1525, Jorge, duque de Saxônia, escrevia ao corifeu reformador:

    “Quando se viu maior número de adultérios como depois que escreveste: se uma mulher é estéril, una-se a outro e os filhos sejam alimentados pelo primeiro marido. E outro tanto façam os homens?”.

    Fonte: Enders, V, 289; ed Jena, 1556, III, 211.

    E como não haveria de ser assim quando se ouvia Lutero ensinando desde 1523:

    “Deus só te obriga a crer e a confessar.

    “Em todas as outras coisas te deixa livre e senhor de fazer o que quiseres, sem perigo algum de consciência; antes é certo que, de si, ele não se importa, ainda mesmo se deixasses tua mulher, fugisses do teu senhor e não fosses fiel a vínculo algum.

    “E que se lhe dá, se fazes ou deixas de fazer semelhantes coisas?”.

    Fonte: Weimar, XII, 131 ss
    A tentação de Santo Antônio, detalhe.
    Hieronymus Bosch (1450 — 1516)

    Cabe aqui a observação que em 1565 fazia Joannes Jacobus na obra sobre a sua conversão:

    “entre os católicos os pecados atribuem-se às pessoas, entre os luteranos às doutrinas e às pessoas”.

    Räss, Die Convertiten seit der Reformation,Freiburg i. B., 1866, I, 522.

    Fechemos esta primeira série de testemunhas acerca da corrupção geral desencadeada pelo protestantismo com o depoimento de Pedro Arbiter, interessante sobretudo no ponto de vista da psicologia dos primeiros reformadores:

    “Porque permanecem alguns fiéis ao papismo e outros a ele voltam depois de o haver renunciado, senão porque de tal modo os cega o espírito das trevas, que, quer entre nós, quer entre eles, consideram como nonada o que deveriam estimar como coisa principal e atribuem, pelo contrário, gran-díssima importância ao que não na tem nenhuma?

    “Porquanto, que vale todo o bem do mundo, que é a perfeição, a sabedoria, a autoridade, a ordem, a concórdia e as outras virtudes que admiramos entre os papistas, se a doutrina é má e para a salvação só a doutrina é indispensável?...

    “Permiti que vos dê um conselho? Para julgar entre a Igreja papista e a nossa, atendei à doutrina e não às aparências”.

    Fonte: P. Arbiter, Die christl. Busselehre mit der papitschen verglichen, Magdeburg, F. 2, 3.

    Ironia das coisas! A depravação dos costumes da Igreja Romana fora o pretexto da revolta religiosa que se apresentou ao povo sob o especioso nome de Reforma.

    Ora, diante da corrupção avassaladora que babilonizava os povos, diante dos desmandos protestantes, a cuja comparação os costumes católicos eram confessadamente a perfeição, a ordem, a sabedoria, e outras virtudes admiráveis, que fazem os paladinos da regeneração do cristianismo?

    Em lugar de arrepiarem carreira, proclamam a dissolução moral uma bagatela para desprezar-se e apelam cinicamente para a doutrina, – para esta doutrina, que abalando os princípios, negando a liberdade, inculcando o pecca fortiter, assegurando a certeza da salvação sem virtudes, a inadmissibilidade da graça, emancipara as consciências da lei e da responsabilidade, abrira a porta a todos os desmandos, soltara o freio a todos os apetites brutais, estimulara todas as paixões, divinizara o pecado!

    Eis a obra-prima do fanatismo!








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    Re: Lutero, no y no

    Degeneração do casamento e desprezo da mulher



    Mas não paremos nas linhas gerais deste quadro moral digno dos tempos do paganismo.

    Examinemos-lhe por miúdo as particularidades vergonhosas. Só contrafeito é que revolvemos esta vermineira em fermentação.

    Mas como ao médico, também ao historiador e ao moralista incumbe, por vezes, este penoso dever. A verdade merece que lhe sacrifiquemos os melindres de uma delicadeza descabida.

    O catolicismo plantara sobre os restos putrefatos do paganismo uma flor desconhecida da humanidade: a pureza.

    Fecundados pela seiva cristã, medraram os lírios no sacerdócio, no matrimônio, na juventude, em todas as idades, em todas as condições, em todas as camadas da sociedade.

    O “sentido depravado”, de que nos fala Lacordaire, continuou sempre a exercer sobre a argila humana a tirania das suas seduções, mas a Igreja não cedeu nunca, não transigiu nunca com a fraqueza da carne.

    O ideal de pureza, conservou-o sempre elevado a iluminar com as suas luzes as trevas das eras barbáricas e a atrair com os seus encantos as almas nobres e sedentas de amor e de sacrifício.

    À sua sombra reuniu-se em todos os tempos um manípulo de escol: exemplo vivo aos contemporâneos dos heroísmos da abnegação, espetáculo de paraíso a exercer sobre as multidões da terra a influência saneadora da virtude celeste em ação.


    Ulrich Zwinglio: “Bem sabeis a vida vergonhosamente nefanda
    que temos levado com mulheres que induzimos ao mal”.

    O primeiro cuidado da Reforma foi destruir este jardim do céu. Os seus chefes, cansados do celibato, procuraram no matrimônio um remédio aos apetites que já não sentiam força de refrear.

    Em 1522, Zwinglio, em seu nome e no de alguns outros sacerdotes, apresentava aos magistrados uma súplica em que, entre outras coisas edificantes, dizia:

    “Bem sabeis a vida vergonhosamente nefanda que até aqui (falamos só de nós) infelizmente temos levado com mulheres que induzimos ao mal e com as quais temos dado muitos escândalos”.


    Fonte: Zwinglio, Werke, I, 225.

    Ao mau exemplo estava reservada mais alta consagração. Lutero, que já se havia dado a todos os excessos da embriaguez e da crápula, pôs o remate à sua vida licenciosa, profanando criminosamente com uma ex-freira, ele, ex-frade, um corpo duplamente sagrado virgem, pela unção sacerdotal e pelos juramentos da vida religiosa.

    Quando os pastores titulados são assim, não é difícil conjeturar o que será a grei comum dos anônimos.

    Os sacerdotes escandalosos bateram as palmas ao ouvir a “boa nova”, do evangelho de Wittemberga; os mosteiros de religiosos, esquecidos da dignidade da sua vocação, despovoaram-se.

    A grande tragédia da reforma terminou na comédia de um casamento universal. A expressão é de Erasmo:

    “Parece que a Reforma se resolve em desfradar alguns monges e casar alguns padres; e esta grande tragédia termina num desfecho cômico, porque tudo acaba num casamento como nas comédias”.

    Não se pode tocar impunemente na grande hierarquia das virtudes cristãs. À incontinência no celibato abriu Lutero a porta do matrimônio; à incontinência no matrimônio abriu a porta do divórcio.

    Quando esse apóstolo fogoso da dissolução bradou à Europa que o matrimônio não era sacramento, vibrou um golpe mortal à família cristã.

    Reduzido a simples contrato civil, o ato augusto que une os esposos, santificando-os, foi despojado de toda a sua dignidade. Renasceu o sensualismo e a família retrocedeu às eras pagãs.

    Ouçamos Fr. Staphylus que escrevia em 1562:

    Enquanto o matrimônio foi considerado como sacramento, o pudor e a honestidade na vida conjugal eram estimados e amados, mas quando se leu nos livros de Lutero que o estado conjugal é uma invenção dos homens... logo os seus conselhos foram de tal modo atuados que, relativamente ao matrimônio há quase mais honestidade e dignidade na Turquia que entre os nossos evangélicos da Germânia”.


    Lutero e Calvino vituperaram o culto dos santos,
    mas acabaram sendo cultuados como santos à moda evangélica.
    Incorreram nas mesmas contradições a respeito da família.
    Vitral da igreja evangélica de Wiesloch, Baden-Wurtenberg, Alemanha.

    Fonte
    : Fr. Staphuylus, Nachdruck zu Verfechtung des Buchs vom rechten wahren Vorstandt des goettichen Worts, etc., Ingolstadt, 1562, fol. 202 b.

    Com a degeneração do matrimônio a mulher caiu no desprezo e na ignomínia. Mais que nenhum outro, para isso contribuiu Lutero com uma indignidade sem nome. Para o reformador a mulher não passa de “um animal estúpido” (Weimar, XV, 420), simples instrumento de satisfações sensuais do homem. Na vilania de sua linguagem, chega compará-la a uma vaca prenhe:

    “também as mulheres se cansam e finalmente arrebentam durante a gestação; não importa, deixá-las arrebentar, são para isso”. Erl. XX, 84.

    Façamos ponto aqui. Repugna-nos transcrever citações como estas.

















    Da ‘segunda união’ ao ‘amor livre’ pelo divórcio e a poligamia


    Hnrique VIII, com a terceira mulher Jane Seymour
    de quem divorciou logo a seguir, (Hans Holbein).

    Também aqui um exemplo do alto devia inaugurar ruidosamente na cristandade o divórcio sancionado pelas autoridades religiosas da Reforma.

    Depois de 19 anos de união conjugal com Catarina de Aragão obcecado por uma paixão ilegítima, pediu Henrique VIII a dissolução do matrimônio sob pretexto de nulidade.

    Negou-lha a Igreja, que à complacência de frontes coroadas nunca sacrificou um princípio moral.

    Henrique rompe com a Sé Apostólica; a Tomás Moore, que, com serena hombridade, lhe repetia o non licet do Batista, manda, novo Herodes, decepar a cabeça; arvora-se em reformador e une-se com Ana Boleyn, que manda decapitar quatro meses depois.

    No dia da execução, o rei vestiu-se de branco e na manhã seguinte esposa Joana Seymour. Falecida Seymour a breve trecho, une-se a Ana de Cleves, para despedi-la logo, porque lhe não agradava.

    Agrada-lhe, porém, Catarina Howard, mas por pouco; seis meses apenas volvidos, manda cortar-lhe a cabeça por adultério. Finalmente casou com Catarina Paar, que sobreviveu ao tirano, e duas semanas depois da sua morte, já havia contraído novas núpcias.

    Fonte: Cfr. Dixon (protestante), History of the church of England from the aboliton of the roman jurisdiction, I, 384; II, 327; III, 9.

    E mister retroceder aos anos de decrepitude do paganismo e às monstruosidades impudicas e sanguinárias de Calígula ou de Tibério, para encontrar espetáculo semelhante. E foi neste charco de lodo e sangue que se embalou o berço da Reforma na Inglaterra!


    Jan van Leiden, líder da seita extremista 'anabatista'
    instalou em Münster um regime teocrático comunista e com poligamia.

    O divórcio é uma poligamia sucessiva.
    Quem o autorizou, por que havia de recuar diante da poligamia simultânea?

    Por que não havia de pregar para o homem “os costumes fanerógamos”, que mais tarde reclamará Fourier? Foi quanto fez o protestantismo.

    Os anabatistas logo de princípio professaram e praticaram, sem pejo, a mais desavergonhada poligamia. João de Leida, um dos seus chefes, contava nada menos que 14 mulheres.

    Direis: extremos de uma facção que se atirou logo à nimiedade dos mais escandalosos excessos de que se não deve responsabilizar toda a Reforma. Não, engano.

    O ponto foi estudado, discutido, à luz das Escrituras já se vê, e sancionado pelos grandes mestres da seita.

    Num comentário sobre o Gênese, afirma Lutero que “não é proibido ao homem ter mais de uma mulher”. Havendo Carlostadt autorizado uma bigamia, o chefe, consultado, respondia a 13 de janeiro de 1524:

    “Confesso chãmente não poder proibir que alguém tenha muitas mulheres. À Escritura não repugna; não quisera, porém, ser o primeiro a introduzir este exemplo entre cristãos”.

    Fonte: De Wette, II, 459.

    Em 1527:

    “Não é proibido que um homem possa ter mais de uma mulher; eu ainda hoje não o poderia impedir, mas não o quero aconselhar”.

    Weimar, XXIV, 305.

    O mesmo repete em 1528, Weimar, XXVI, 523 e em 1539, De Wette, VI, 243. No De Captivitate Babyloniae (Weimar, VI, 558) aconselha dessasombradamente a poligamia e a poliandria.

    Um episódio tirou-o logo desta hesitação e ofereceu-lhe a oportunidade de uma aplicação solene de sua edificante teoria.

    Felipe, landgrave de Hesse, não estava satisfeito com uma só esposa; queria outra de sobressalente para as freqüentes viagens fora dos seus domínios.

    Uma segunda consorte volante, além de muitas outras vantagens, representava a economia de enorme dispêndio no deslocamento da corte.

    Mas, evangélico de consciência delicada, queria estar em paz com Deus e a sua igreja. Recorre, para isto, aos representantes autorizados do novo cristianismo.


    Felipe, landgrave de Hesse: Lutero lhe autorizou ter várias mulheres.

    Na instrução dada a Bucero, o príncipe luterano declarava “que não queria por mais tempo ficar nos laços do demônio, mas que, para se libertar deles, não podia nem queria tomar outra via senão a que indicava (a da bigamia), e, por isso, pedia a Lutero, a Melanchthon e ao próprio Bucero que lhe dessem uma declaração por escrito, autorizando a segui-la”.

    Assim, acrescentava ele, “se poderia viver mais alegremente, morrer pela causa do Evangelho, e empreender-lhe a defesa” contra os adversários.

    Uma vez obtida a almejada licença, “far-lhes-ia tudo o que razoavelmente lhes pedissem como os bens dos mosteiros ou outras coisas semelhantes”. Em caso de recusa, ameaçava-lhes politicamente de recorrer ao imperador.

    O landgrave sabia tocar todas as teclas sensíveis aos reformadores: o receio de um apelo ao imperador (era Carlos V), a perspectiva de novos bens eclesiásticos, a promessa de pôr as armas ao serviço do evangelho contra os papistas.

    Quem, por um pontinho insignificante de moral cristã, havia de resistir à bateria de tantas seduções?

    Reuniu-se o conselho, folheou-se a Escritura... e tudo se pôde legitimar. “Em consciência tranqüila podia o landgrave esposar segunda mulher, se a isto estivesse decididamente resolvido, contanto que o caso se conservasse secreto”.

    O crime, praticado às ocultas, deixava de o ser. De fato, o segundo matrimônio foi celebrado em forma.

    O príncipe declarou tomar segunda esposa “não por leviandade ou curiosidade”, senão por “necessidades inevitáveis do corpo e da consciência, que sua alteza havia explicado a muitos doutos, prudentes, cristãos e devotos pregadores, os quais lhe haviam aconselhado de assim tranqüilizar a alma e pôr em paz o espírito”, escrupuloso e delicado.

    Com efeito, o precioso documento de autorização havia sido assinado por Lutero, Melanchthon, Bucero e cinco outros evangélicos teólogos de Wittemberga.

    Fonte: Quem não dispuser de outros livros à mão poderá consultar os documentos autênticos deste edificantíssimo episódio em Bossuet, Histoire de variations, em anexo ao l. VI, ou melhor ainda em Janssen, Geschichte des deutschen Volkes,III (17-18), pp. 450-454, onde vêm indicadas as fontes.




    Extinguindo a santidade do matrimônio com a pastoral ‘misericordiosa’ de Lutero


    Martinho Lutero arvorou o estandarte da incontinência
    e atraiu os que são consumidos pelas paixões animais.

    Custa a crer, mas a realidade histórica entra-nos pelos olhos com a força convincente de uma evidência irrecusável.

    O exemplo do landgrave não ficou sem imitadores nas cortes protestantes. Jorge IV (m. 1694), príncipe eleitor da Saxônia, vivendo a primeira mulher, casou-se publicamente com uma concubina, alegando a autoridade da Escritura e os exemplos de concessão semelhante outorgada “pela nossa igreja”.

    Frederico Guilherme II, que já tinha dado a mão direita à rainha, deu a esquerda a Júlia de Voss.

    O Rev. Zoellner pregador da corte a 25 de maio de 1787 abençoou o novo matrimônio na capela do castelo de Charlottemburgo. Eberardo Luís (m. 1739), duque de Würtemberg, Carlos Luís (m. 1680), príncipe eleitor palatino, Frederico IV (m. 1730) rei da Dinamarca, com público matrimônio, duplicaram solenemente as respectivas esposas.

    A abolição do celibato, a permissão do divórcio, a sanção oficial da poligamia, pregadas, praticadas, inculcadas, autorizadas pelos chefes reformistas, fácil é de ver que repercussão corruptora teriam nas multidões iluminadas pela luz do novo e consolador evangelho.

    A dissolução extravasou como uma cheia imunda e ameaçou afundar a sociedade numa inundação de lama. Aos documentos.

    Em 1552 escrevia Staupitz a Lutero que a sua doutrina só era abraçada pelos que “lupanaria colunt”. Fonte: De Wette, II, 215.

    “Sob este reino do Evangelho, dizia Wizel, vêem-se homens e mulheres que no mesmo dia da morte do próprio consorte já se ocupam em lhe dar sucessor.

    “Há quem creia de boa fé ser consoante ao espírito do evangelho não ficar um instante sem mulher e tema pecar conservando-se alguns meses em estado de viuvez”.

    Fonte: Wizel, Von den todten und ihrem Begraebnisse,Leipzig, 1536, G. a B.

    “Desde que Lutero, é Czecanovius quem fala, arvorou o estandarte da incontinência, todos os que comem, bebem e sentem o aguilhão das paixões animais, correram sem pejo a alistar-se sob a nova bandeira.

    Os jovens não cessam de entregar-se abertamente à dissolução... e as jovens desonradas sabem, como os jovens, entrincheirar-se nos seus vícios com as leis de Lutero”.


    Extinguindo a santidade do matrimônio com a pastoral ‘misericordiosa’ de Lutero
    o inferno entrou na família.

    Fonte
    : Sylvester Czecanovius, De corruptis moribus utriusque partis, pontificorum videlicet et evangelicorum, s. l. et a. F. 3. ss.
    A imoralidade subiu a tal ponto que no dizer de Ossiandro (1537):

    “coisa monstruosa! a inocência e a honra das mulheres correm justamente maiores perigos entre os que mais interesse têm em conservá-las, entre os próprios parentes”.

    Fonte
    : Osiander, V. d. verbotenen Heirathen,A. 2.

    Aos lamentos individuais vêm associar-se as medidas de ordem pública.

    Em Norimberga vemos que nos anos de 1524, 1525 e 1527 o conselho não pôde dar vazão aos processos de bigamia que se amontoavam de um dia para outro; por este motivo, dirige-se aos doutos para saber que providências cumpria adotar a fim de obviar as graves consequências da nova doutrina sobre o matrimônio.

    Fonte: Cfr. Nürnberg Rathsbücher,1524, Fasc. III, fol. 6; 1525, Fasc. XI, f. 9, II, 16; 1527; Fasc. XIV, f. 2, 5.

    Em Würtemberg, no ano de 1534, promulga-se uma ordenação contra as pessoas brutais que, conculcando os sentimentos do pudor mais rudimentar entre povos civilizados, não se pejavam de contrair matrimônios com consanguíneos do 3º e 2º grau (entre irmãos e irmãs: Lutero declarara lícitas semelhantes uniões).

    Na lei sobre o matrimônio publicada em 1586, na mesma cidade, queixava-se o legislador “que a dissolução se tomava tão comum que apenas se considerava como pecado”.

    Fonte: Sattler, Würtemberg, Gesch, III, Beil, p. 140; V. 102.

    No principado de Ansprach, uma memória dirigida em 1530 ao margrave Jorge pede-lhe:

    “a fundação nos seus estados de um tribunal matrimonial para dar despacho ao grande número de petições de separação e processos de adultério, para os quais já não eram bastantes os juízes ordinários”.

    Dois anos depois André Altamer suplicava de novo ao príncipe

    “quisesse levar em séria consideração a frequência, de dia para dia, mais notável, dos adultérios, a fim de que se possam determinar os meios de repressão de tão grande mal e ao mesmo tempo pôr obstáculos ao divórcio e ao concubinato que, a se descurarem, acabarão por invadir toda a sociedade”.

    Fonte: Religionsakta, t. XI. Ver a miscelânea em apêndice.
    Trocava-se de mulher como se troca de roupa branca ou de cavalo

    Na Saxônia, na Prússia, no Brunswick e no Hannover idênticas providências públicas contra a corrupção introduzida pela Reforma.

    Fora da Alemanha, o puro evangelho produziu os mesmos efeitos desastrosos.

    Na Dinamarca, Frederico II, em 1576, toma sérias medidas contra as transgressões do 6º mandamento.

    “Assim o fazemos, rezava o decreto, em consideração das inumeráveis queixas que nos chegaram da medonha libertinagem que reina presentemente em nossos estados entre jovens e senhoras casadas. ...”

    Na Suécia, uma ordenação de 1554 chama a atenção dos magistrados contra o mesmo vício,

    “visto como os habitantes das fronteiras que fazem frequentes viagens entre a Suécia e a Dinamarca não costumam ligar grande importância aos vínculos contraídos, tomam e deixam sucessivamente várias mulheres como quem muda de roupa branca ou de cavalos”.

    Na Noruega, dirigida a Frederico IV em 1714, os “bispos” confessam que:

    “com exceção de poucos filhos de Deus, entre nós e os pagãos, nossos ascendentes só há uma diferença: é que nós temos o nome de cristãos”.

    Fonte: Cit. por Doellinger, Kirche und Kirchen, München, 1861, p. 362.

    Na Inglaterra, o próprio Henrique VIII declara ao parlamento que as consequências imediatas da Reforma foram

    “a caridade esmorecida, a lei de Deus desprezada, a avareza, a opressão, o homicídio, a venalidade da justiça, a corrupção do clero, o adultério, a libertinagem, a inveja nos grandes, a insolência e a revolta do povo”.

    Fonte: Cit Aug. Nicolas, Du protestantisme et de toutes les hérésies dans leur rapport avec le socialisme, L. III, c. 4 (na trad. italiana, Milano, 1857, p. 238).




    O ‘reino do Evangelho’ vira ‘império da embriaguez e de todos os vícios’


    Lutero: “Quando eu era jovem, a embriaguez era grande ignomínia
    ... (agora) a Alemanha é um país pobre, ferido pelo diabo do copo
    e de todo submergido neste vício”
    Ilustração: 'O vinho da festa de São Martinho'.
    Pieter Bruegel (1525-1530 — 1569), detalhe.

    Companheiras inseparáveis da impureza são a embriaguez e a crápula; uma não cresce sem que se desenvolvam as outras.

    “Os nossos bons velhos, diz o reformador Diogo André, não admitiam os bêbados em nenhuma função pública; o mundo os detestava; as crianças perseguíam-nos nos campos com gritos e apupos como a seres abjetos e opróbrio da espécie humana.

    “Ora, se estes eram os sentimentos dos nossos pais, num tempo em que o mundo vivia ainda nas trevas da idolatria papística, como nos poderemos justificar diante de Deus, nós que retouçamos na crápula entre os esplendores da luz evangélica?

    “Perguntará talvez alguém como explicar que poucos anos tenham bastado a soltar as rédeas a vicio tão execrando e que os nossos maiores tinham em tanto horror.

    “Ao que responderei que só por malefício do demônio se poderá explicar tão grande mal”.

    Fonte: Jacobus Andreas, Erinnerung nach dem Lauf der Planeten gestellt, Tübingen, 1568, p. 440.
    Veit Dietrich: “de todos os lados se clama que os homens
    são hoje piores que antes da propagação do evangelho...
    não se via outrora esse exército de sórdidos avarentos e onzeneiros”.
    A Festa de Baco, Diego Velázquez (c.1628-9)

    Com André concorda o próprio Lutero.

    “Quando eu era jovem, a embriaguez era uma grande ignomínia na nobreza... mas presentemente ela é mais frequente entre os nobres que entre os camponeses.

    “Seu horror e vergonha contaminou também a juventude que aprende dos velhos... Por isso, a Alemanha é um país pobre, castigado e ferido pelo diabo do copo e de todo submergido neste vício”.

    Fonte: Erl., VIII, 293 ss.

    Leia-se todo este lugar. Por esse tempo chegou a formar-se na Alemanha uma ordem de beberrões, provavelmente em substituição das antigas ordens monásticas.

    Primeira condição para ser nela admitido era a capacidade de beber bem. O resto seguia-se naturalmente...

    Nos charcos da dissolução não há seiva para o espírito de sacrifício e sem sacrifício definha e morre a mais bela das virtudes, a caridade cristã.

    Em seu lugar crescem e desenvolvem-se todos os vícios que gravitam em torno do egoísmo: avareza, usura, rapacidade, ambição, opressão de fracos e pobres. é o triste espetáculo que ainda nos oferece a Reforma.

    “De todos os lados se clama que os homens são hoje piores que antes da propagação do evangelho. Com efeito não se via outrora esse exército de sórdidos avarentos e onzeneiros que são a vergonha do nosso tempo...

    “Os que outrora eram acusados de usurários eram santos em confronto destes ignóbeis judeus que, se bem se contem entre as pessoas honestas, engordam hoje com a substância dos pobres...




    A tentação de Santo Antônio.
    Hyeronimus Bosch (ca. 1450-1516), detalhe.

    “De que poderá isto provir? O mundo acusa a boa semente, a santa palavra e é natural.

    “Os papistas, nossos adversários, não são tão cegos que não vejam o escândalo, a avareza, o egoísmo, a cobiça, a usura, o orgulho, o luxo, a intemperança, a blasfêmia, a libertinagem, a mentira, etc., que se acobertam com o Evangelho.

    “Dizem que todas estas abominações são seus frutos. Se a doutrina fosse boa, argumentam eles, os costumes seriam como ela. Não há dúvida que tudo isso causa grande prejuízo ao nosso evangelho”.

    Fonte: Veit Dietrich, Kinderpostille, Nürnberg, 1546, f. 34, 62, 76..

    Excelente, precioso evangelho!

    “Lançai um olhar sobre as transações cotidianas assim entre pastores: como entre a gente do mundo. Que vedes senão egoísmo, avareza, rapacidade?

    “Hoje, reina o dinheiro. Combatem-se, dilaceram-se, arruínam-se mutuamente os homens só por havê-lo...

    “Refinaram com tanta sutileza os meios de ganhar e gozar que se chegou a perder o sentimento da vergonha e do opróbrio...

    “Não há mais consciência, não há mais remorso desde que os homens se persuadiram que as obras não valem e que só a fé basta para a salvação”.

    Fonte: Frank's Chronik, I, F. 262, a. b. Ed. 1565.

    Infelizmente é-me necessário ter mão nas citações, que se poderiam ainda multiplicar sem outra dificuldade que a da escolha.




    Desaparição do amor e do respeito ao pobre



    Não posso, porém, deixar de chamar a atenção dos leitores para as modificações introduzidas pela Reforma nas relações de caridade entre ricos e pobres.

    A introdução do protestantismo vibrou um golpe de morte contra o espírito da fraternidade cristã.

    Desapareceram o amor e o respeito ao pobre.

    Aboliram-se, aos poucos, os santos costumes que tanto contribuíam para estreitar os laços de simpatia entre os que a Providência desigualou na fortuna.

    É impossível não ver nesta ruptura com as tradições da genuína caridade cristã a primeira origem das rivalidades e ódios de classes que, aumentando com a revolução francesa, vieram em nossos dias a desencadear-se como verdadeiro cataclismo social, que ameaça a estabilidade da civilização moderna.

    Fiéis ao nosso programa, demos a palavra a testemunhas contemporâneas.

    “No passado havia cristãos que amavam os pobres ao extremo de chamá-los seus senhores, seus filhos; lavavam-lhes os pés; davam-lhes de comer, serviam-nos à mesa como nosso Senhor Jesus Cristo.

    “Hoje, se lhes proíbe a entrada nas cidades; expulsam-nos e fecham-lhes a porta no rosto como se foram réprobos e inimigos públicos...

    “Que purificação da Igreja! Que Reforma! Que elementos de união e de concórdia!”.

    Fonte: Wizel, Relectio luterismi, II, f. 91-246.

    Falando do pauperismo na Inglaterra, tivemos ensejo de notar como entre os protestantes se perpetuou semelhante maneira de tratar a pobreza desvalida.

    “Era uso antigo na Saxônia, diz-nos outro reformador, quando se convidava algum estranho, de trazer uma grande bandeja, chamada a bandeja de Deus, na qual de todos os pratos se punha uma porção para os pobres.

    “Este caridoso uso infelizmente já vai muito em decadência nas nossas famílias. Era também costume nos domingos e dias de festa oferecer jantar a algum pobre pensionário do hospital ou a outro indigente.

    “Hoje só em poucas famílias se conserva esta boa usança”.

    Fonte: Chemnitz, Postille, p. 517. Sermão para a XVII Dom. depois da SS. Trindade.

    Façamos ponto aqui e concluamos. Evidentemente, a Reforma traz no seu nome o mais pungente dos epigramas. A história no-la mostra, como um grande aborto moral.

    Em baixo deste quadro de cores tão carregadas escrevei as inocentes palavras do Sr. Carlos Pereira:

    “A Reforma pôs um dique a esses desregramentos... o puritanismo protestante salvou o mundo da completa dissolução dos costumes”.

    Bibliografia
    .



    Balmes, El protestantismo comparado con el catolicismo,c 23-32;

    Baudrillart, L'Eglise calholique, la Renaissance et le Protestantisme, Paris, 1908 ;

    H. Denifle, Luther und Luthertum in der ersten quellenmaessig dargestellt, Mainz, 1904, t. 1 passim ;

    Doellinger, Die Reformation, ihre innere Entwicklung und ihre Wirhungem im Umfange des lutherischen Bekenntnissen,Regensburg, 1846-1848, t. II, pp. 427-452 ; t. III;

    Grisar, Luther, Freiburg i. B., 1911, c. 21, pp. 538-63 ;

    Janssen, Geschichte des deustschen Volkes t. VIII, Freiburg i. B., 1894 pp. 359-493;

    Auguste Nicolas, Du protestantisme et de toutes les hérésies dans leur rapport avec le socialisme, l. II, cc. 4-5; l. 111, c 4 ;

    Henry O' Connor, The only reliable evidence concerning Martin Luther, London, Burns & Oates, 1884, pp. 50-57.
    FIM



    Autor: Pe Leonel Franca S.J., “A Igreja, a Reforma e a Civilização”, in Obras completas do Pe Leonel Franca S.J., vol. II, 7ª ed., Livraria Agir Editora, Rio de Janeiro, 1958. (págs. 375-405)
    O livro “A Igreja, a Reforma e a Civilização” do Pe. Leonel Franca S.J.



    Luz de Cristo x trevas da irracionalidade: Pe. Leonel Franca S.J.

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    Re: Lutero, no y no

    Profissão de fé de São Pedro Canísio S.J.: “abomino Lutero, detesto Calvino, amaldiçoo todos os hereges”

    São Pedro Canísio S.J. (1521-1597).
    Doutor da Igreja chamado “Martelo dos Hereges”.
    São Pedro Canísio S. J. (1521-1597), holandês foi o primeiro jesuíta da província alemã da Companhia de Jesus.

    É considerado pela Igreja como o segundo mais importante apóstolo da fé católica na Alemanha, após São Bonifácio.

    Foi apelidado “Martelo dos Hereges” pela clareza e eloquência com que criticava as posições dos cristãos não católicos. Foi canonizado e proclamado Doutor da Igreja pelo Papa Pio XI em 1925.

    Veja mais sobre a vida de São Pedro Canísio em CATOLICISMO.

    Assim reza a Profissão de fé do santo e douto jesuíta:

    Professo diante de Vós a minha fé, Pai e Senhor do Céu e da terra, Criador e Redentor meu, minha força e minha salvação, que desde os meus mais tenros anos não cessastes de nutrir-me com o pão sagrado da vossa Palavra e de confortar o meu coração.

    A fim de que eu não vagasse, errando como as ovelhas transviadas que não têm pastor, Vós me congregastes no seio de vossa Igreja; colhido, me educastes; educado, continuastes a me ensinar com a voz daqueles Pastores nos quais Vós quereis ser ouvido e obedecido como em pessoa pelos vossos fiéis.

    Confesso em alta voz, para a minha salvação, tudo aquilo que os católicos sempre acreditaram de bom direito em seus corações.

    Abomino Lutero, detesto Calvino, amaldiçoo todos os hereges; não quero ter nada em comum com eles, porque não falam nem ouvem retamente, nem possuem a única regra da verdadeira Fé proposta pela Igreja una santa católica apostólica e romana.

    Uno-me, em vez disso, na comunhão, abraço a fé, sigo a religião e aprovo a doutrina daqueles que ouvem e seguem a Cristo, não apenas quando ensina nas Escrituras, mas também quando julga pela boca dos Concílios Ecumênicos e define pela boca da Cátedra de Pedro, testemunhando-a com a autoridade dos Padres.

    Professo-me também filho daquela Igreja romana que os ímpios blasfemos desprezam, perseguem e abominam como se fosse anticristã; não me afasto de nenhum ponto de sua autoridade, nem me recuso a dar a vida e derramar o meu sangue em sua defesa, e creio que os méritos de Cristo podem obter a minha salvação e a de outros somente na unidade desta mesma Igreja.

    São Pedro Canísio S.J. col priv.
    O segundo maior apóstolo da fé católica na Alemanha.
    Professo francamente, com São Jerônimo, de ser unido com quem é unido à Cátedra de Pedro, e protesto, com Santo Ambrósio, seguir em todas as coisas aquela Igreja romana que reconheço respeitosamente, com São Cipriano, como raiz e mãe da Igreja universal.

    Confesso essa Fé e doutrina que aprendi ainda criança, confirmei na juventude, ensinei como adulto, e que agora, com minha força débil, defendi.

    Ao fazer esta profissão, não me move outro motivo senão a glória e honra de Deus, a consciência da verdade, a autoridade das Sagradas Escrituras, o sentimento e o consenso dos Padres da Igreja, o testemunho de fé que devo dar aos meus irmãos e, finalmente, a salvação eterna que espero no Céu e a felicidade prometida aos verdadeiros fiéis.

    Se acontecer de eu vir a ser desprezado, maltratado e perseguido por causa desta minha profissão, considerá-lo-ei uma graça e um favor extraordinários, porque isso significará que Vós, meu Deus, me destes a ocasião de sofrer pela justiça e não quereis que me sejam benevolentes aqueles que, como inimigos declarados da Igreja e da verdade católica, não podem ser vossos amigos.

    No entanto, perdoai-os, Senhor, porque, instigados pelo diabo e cegados pelo brilho de uma falsa doutrina, não sabem o que fazem, ou não querem saber.

    Concedei-me, contudo, esta graça: de que na vida e na morte eu renda sempre um testemunho autêntico da sinceridade e fidelidade que devo a Vós, à Igreja e à verdade, que não me afaste jamais do vosso santo amor, e que esteja em comunhão com aqueles que Vos temem e guardam os vossos preceitos na Santa Igreja romana, a cujo juízo, com ânimo pronto e respeitoso, eu me submeto e toda a minha obra.

    Todos os santos, triunfantes no Céu ou militantes na terra, que estais indissoluvelmente unidos no vínculo da paz na Igreja Católica, mostrai a vossa imensa bondade e rezai por mim.

    Vós sois o princípio e o fim de todos os meus bens; a Vós sejam dados, em tudo e por tudo, louvor, honra e glória sempiterna. Amém.


    (Fonte: Pe. Benigno Hernández Montes, S.J. (1936-1996), “San Pedro Canisio, autobiografia y otros escritos”, Editorial Sal Terrae, Santander, 2004, 366 páginas. Cfr. páginas 121 e 122. Link: CLIQUE AQUI)

    Nota do Autor: 97. Esta profissão de fé foi impressa por Canísio em vários de seus livros a partir de 1571, ano em que a publicou por vez primeira em sua Summa doctrinae christianae.

    As principais razões desta pública profissão da fé foram que em 1568 espalhou-se em algumas regiões que Canísio tinha ficado protestante e que alguns de seus adversários (como Felipe Melanchton, João Marbach e João Gnyphaeus) afirmavam em seus livros que Canísio defendia a doutrina católica malgrado saber que era falsa.

    Nesta belíssima página Canísio manifesta sua firmeza na fé católica, sua adesão inquebrantável à Igreja de Roma e ao Sumo Pontífice, seu rechaço frontal do protestantismo e a disposição a dar sua vida pela Fé católica. (id. ibid., p. 121)


    Luz de Cristo x trevas da irracionalidade: Pe. Leonel Franca S.J.
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