«...tenemos que España y su estirpe, es decir, toda la Hispanidad, debe cumplir todavía dos brillantes misiones en la Cristiandad, para salvar a la Humanidad en su más terrible crisis: 1.º Debe derrotar al Anticristo y a toda su corte de judíos, con el signo de la Cruz (...), 2.º Debe España completar la obra iniciada en Covadonga, Las Navas, Granada y Lepanto, destruyendo completamente la secta de Mahoma y restituyendo al culto católico la catedral de Santa Sofía, en Constantinopla. (...) Porque Santiago y España tienen que cumplir todavía dos misiones a cual más gloriosas: Santiago y España tienen que defender un día a la Iglesia de San Pedro, combatiendo y derrotando al Anticristo y a su corte de judíos; Santiago y España tienen que cantar un día el Credo de Nicea en la mezquita de Santa Sofía, después de haber rasgado en su pórtico, entre los aplausos de la Morisma bautizada, los falsos mandamientos de Mahoma.»

El noble y auténtico vascongado, que mamó el euskera desde la cuna (no como todos esos euskaldunberris que nos pretenden hacer colar que lo antivasco es lo verdaderamente vasco) Zacarías de Vizcarra y Arana.