Los talibanes no viven anclados en la Edad Media, son posmodernos
Por su agudeza e interés, reproducimos el artículo de Julio llorente, titulado “No, rediez, los talibanes no viven anclados en la Edad Media“, publicado en Vozpopuli
El Medievo fue origen de algunas instituciones buenas como los gremios, la universidad y los parlamentos
Los talibanes, que han tomado el poder en Afganistán por motivos que no podríamos sintetizar aquí aunque nos lo propusiésemos, están perpetrando desmanes en abundancia y nosotros, occidentales socialmente responsables, deseamos expresar de algún modo nuestro desagrado. Quizá insatisfechos con la pobre fuerza evocadora de términos como “bárbaro”, “salvajes” o “fundamentalistas”, optamos por hacerlo a través de una expresión que, pese a todo, no puede ser más desatinada: ésa que reza algo así como que “los talibanes viven anclados en la Edad Media”. Aunque socorrida, esta frase que ha devenido en muletilla se nos antoja impertinente. En su aparente inocuidad, esconde dos errores imperdonables, uno sobre la naturaleza de la Edad Media y la de los talibanes, y otro sobre la historia en general.
Tras la identificación entre los talibanes y el Medievo subyace una concepción torticera de este último que consiste en hiperbolizar todos sus defectos y obviar todas sus virtudes, en iluminar sus sombras y ensombrecer sus luces. Según esta imagen, la Edad Media podría reducirse a una ininterrumpida sucesión de crueldades y desgracias, y no tendría sentido sino en cuanto tránsito de una época a otra, como una noche oscura se justifica sólo por su condición de puente tendido entre dos días espléndidos. En el mejor de los casos, lo medieval no habría sido más que un desierto que debía recorrerse para alcanzar las glorias del Renacimiento y de la revolución científica. En el peor, un perturbador escollo que demoró el advenimiento de ambas.
El principal problema de esta imagen, un problema del que derivan todos los demás, es su falsedad. Nos presenta la Edad Media como una época sombría, cuando la realidad es que aspiraba ella misma a ser una vidriera gótica y proyectar por doquier destellos de una luz procedente de lo alto. Nos la presenta como una época destructiva, consagrada a la ruptura con lo grecolatino, cuando en verdad fue una de restauración y edificación. En el Medievo hallamos el origen de algunas instituciones buenas ya extintas, como los gremios, y de muchas otras que hoy permanecen ―acaso malogradas por el transcurso del tiempo― como la universidad y los parlamentos. Durante sus largos diez siglos, se preservó celosamente el legado clásico, florecieron ciudades, desapareció la esclavitud y la propiedad, como explica Hilaire Belloc en su ensayo El Estado servil, fue distribuyéndose paulatinamente.
La pulsión destructiva de los talibanes, esa necesidad de volar por los aires todo aquello que no encaja en su estrechez mental, tiene su reverso civilizado en la deconstrucción filosófica
¿Cómo identificar, pues, a los talibanes, que todo lo dinamitan, con la Edad Media, en cuyo seno se gestaron la sobriedad del románico y la luminosa magnificencia del gótico? ¿Cómo relacionar a los talibanes, que conciben a la mujer como un chucho famélico concibe un trozo de carne, con la Edad Media, que se vertebró en torno a la devoción de una mujer, la virgen María? ¿Cómo vincular de algún modo a los talibanes, estructuralmente indispuestos para la sofisticación intelectual, con la Edad Media, que alumbró a Tomás de Aquino, a San Buenaventura, a San Anselmo, a San Alberto Magno o a Hugo de San Víctor? Si se trataba de denigrar ―con razón― el fundamentalismo islámico, debería haberse buscado un paralelismo mejor, uno que hiciese verdadera justicia a su sinrazón.
https://somatemps.me/2021/08/28/los-...n-posmodernos/
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