Santo Reino de Jaén: origen e historia


Publicado por Fco. Alberto García Rodríguez





El término Santo Reino data del siglo XIII, en el marco de la Reconquista. Dicha denominación estuvo íntimamente relacionada con la labor de los Templarios, quienes se interesaron por una zona de la península que llamaban el "Santo Reino", una tierra con un rico pasado histórico relacionado con el ocaso del Reino Visigodo de Toledo. Aunque es preciso destacar que existen diversas teorías acerca de la denominación "Santo Reino de Jaén".


Santo Reino de Jaén


Hay tres teorías que pretenden explicar el porqué de tal denominación de la provincia jiennense:


Reliquia del Santo Rostro: se guarda y venera en la capilla mayor de la Catedral de Jaén, cómo símbolo representativo de la provincia
Reconquista de Jaén: se conoce como Santo Reino a la amplia zona en torno a la ciudad de Jaén que, reconquistada en el siglo XIII por Fernando III el Santo, adoptó el apodo del monarca. Cuenta la leyenda de Santa Catalina de Alejandría, patrona de la capital jiennense, que la santa animó al rey en un sueño a la conquista de Jaén, cuando estaba a punto de desistir en tal empresa; a los pocos días del revelador sueño, Fernando III entró en la ciudad conquistándola definitivamente.

Reino mágico: desde la Edad Media se consideró a Jaén como Santo Reino. En relación con la anterior teoría sería lógica la denominación de "Santo" a Jaén tras la conquista de la ciudad por Fernando III, pero este rey también conquistó Córdoba y Sevilla, quedándose con tal título solamente la provincia jiennense. Otras corrientes, de índole ocultista, habrían considerado a Jaén como un territorio sagrado y mágico, testigo que recogieron los Templarios al mostrar un notable interés por la provincia y capital jiennenses

Antecedentes históricos del Reino de Jaén


Como se citado anteriormente, la denominación de Santo Reino de Jaén fue acuñada en el siglo XIII. Pero resulta curioso, al indagar en el pasado histórico jiennense, observar como a lo largo de los siglos ninguna de las sucesivas civilizaciones que habitaron Jaén consideraron estos territorios como unidad geopolítica. Ni romanos, ni visigodos, ni musulmanes lo hicieron, teniendo siempre Jaén una consideración de territorio fronterizo entre las grandes demarcaciones que dividían la Península.


En la época romana, la frontera entre la Bética y la Cartaginense (Citerior/Ulterior) discurría por tierras de Jaén. Posteriormente, por razones administrativas y/o militares, el territorio de Jaén perteneciente a la Bética quedó partido en:


conventus cordubensis (Córdoba)
conventus astigitanus (Écija)


Durante el mandato del Emperador Constantino, las tierras de Jaén estaban divididas entre:
Toledo: Baeza, Cazorla, Cástulo y Mentesa (La Guardia y Jaén)
Sevilla: Úbeda y Baeza (esta localidad formaba parte de ambas tierras)
En la época de Al-Ándalus se divide en dos grandes zonas:
Occidental (Al-Garbi)
Oriental (Al-Sarqui)


El futuro Reino de Jaén quedó justo en la zona intermedia (Balad-mutawassit) de ambas demarcaciones citadas. La Cora de Jaén o Cora de Yayyán, sería el antecedente o división territorial, de la que se tienen datos, más parecida al incipiente Reino de Jaén; se trataba de dos territorios limítrofes distribuídos así:
Libira (Granada): comprendía las localidades de Cambil, Alhabar, Alcalá la Real, Alcaudete y Huelma.
Cora de Jaén: a ella pertenecían Baza, Huescar y Purchena. Tras la conquista cristiana de Toledo, en el año 1085, Alcaraz y Calatrava fueron agregados a la Cora de Jaén.
En tiempos de los reinos de Taifas, en un Al-Ándalus decadente ya, se fragmentó su territorio en:
zona meridional: reino Zirí de Granada.
comarca de la Loma de Úbeda: perteneció, primero, a la taifa de Almería y luego a la de Sevilla.
Estas divisiones se mantuvieron en la época almorávide, entonces Jaén se convirtió en la capital de la provincia de las Alpujarras, Tíscar de la provincia de Ferraira y Alcaudete de la Al-Cambania (territorio cordobés).



Los Caballeros Templarios y Jaén


Cuando se implanta la Orden del Temple, en el siglo XIII, en España los Maestres de la Orden se marcaron como objetivo la conquista del Sur, siendo el primer territorio que encontraban, pasados los montes de Sierra Morena, el denominado Santo Reino.


En el año 1147, Alfonso VII cedió a los Templarios la ciudad de Calatrava la Vieja (Ciudad Real), enclave estratégico que controlaba los pasos naturales hacia el Santo Reino y el Valle del Guadalquivir, sitio de paso y de gran importancia, ya que era "cruce de caminos" de Mérida a Cartagena y de Córdoba a Toledo.


En 1158, los Templarios devuelven Calatrava, por no poder defenderla, momento en el cual se funda la Orden de Calatrava cuya huella histórica en tierras jiennenses quedaría patente a lo largo de la historia, de forma paralela a los Templarios, quienes colaboraron en la decisiva victoria de la Navas de Tolosa (1212). El Maestre del Temple, Gómez Ramírez, murió en dicha batalla y los conquistadores castellanos se adentraron hasta el castillo de Vílches, ya en el Santo Reino de la actual provincia de Jaén.


Posteriormente, en 1224 y 1245, en sucesivas campañas, Fernando III conquistó el Santo Reino y gran parte del Valle del Guadalquivir, apoyado por la Orden de Calatrava. Muchos años después, el rey Enrique II de Castilla concedió a Jaén el título de: "Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jaén, Guarda y Defendimiento de los Reinos de Castilla" (lema que aparece en el escudo de la ciudad).


En el apartado de leyendas, cabe destacar una "corriente" que trata el tema del Santo Reino de Jaén en relación con el tesoro del templo de Jerusalén, perdido desde que el emperador Tito lo llevó a Roma; esta corriente algo mística y misteriosa, afirma que el tesoro fue recuperado por los visigodos, que lo guardaron en Toledo y que, con la conquista árabe de la ciudad, fue ocultado o se perdió en la actual provincia de Jaén, de ahí esa "obsesión" de los Templarios por la zona a la que denominaban Santo Reino.