Chartres - París, 3, 4 y 5 junio 2017 (corresponsal). Vigilia, festividad y feria segunda de la infraoctava de Pentecostés. Como viene siendo habitual cada año, la Hermandad Sacerdotal San Pío X organizó una peregrinación para católicos tradicionalistas que partió de la catedral de Chartres y que culminó en la explanada de los Inválidos de París. Es allí donde se reúnen católicos tradicionales de toda la Cristiandad.
El capítulo español «Santiago Apóstol» fue nutrido en casi su totalidad por carlistas, miembros de la Comunión Tradicionalista. La dirección del capítulo fue encomendada a Manuel Molinero, Delegado de las Juventudes Tradicionalistas, y estuvo encabezada espiritual y materialmente por el Rvdo. Sr. D. José Ramón García Gallardo, sacerdote de la Hermandad, Consiliario Nacional de Juventudes Tradicionalistas y oficial de la Orden de la Legitimidad Proscrita. Españoles venidos de Asturias, Murcia, Jaén, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Valencia y Cataluña, junto a varios mejicanos, peruanos y franceses, formaron el grueso del capítulo.
La meditación de este año versó sobre el centenario de las apariciones de la Virgen de Fátima bajo el lema «Mi Corazón Inmaculado será tu refugio». La presencia de Nuestra Señora, bajo la advocación de Fátima, de la Inmaculada Concepción —patrona de las Españas, de la fiel Infantería y del Requeté— o de Guadalupe del Tepeyac, acompañó a los fieles en su recogimiento y rezos durante el trasiego.
La madrugada del 2 al 3 de junio se fueron reuniendo al alba los peregrinos. Muchos de ellos se alojaron en un palacio del siglo XVIII, propiedad de una familia tradicionalista francesa hispanófila, cabe el exclaustrado convento de los dominicos en la ciudad de Chartres y cerca de otro antiguo convento, de carmelitas descalzos, desaparecido por obra de la barbarie revolucionaria. El buen gusto de los anfitriones, con una casa llena de arte y motivos religiosos, y la copiosa cena, hicieron las delicias de fatigados huéspedes después de tan largo viaje y fue reposo para tan dura etapa.
La primera jornada de peregrinación comenzó temprano y se fueron reuniendo todos para la misa de la Vigilia y la subsiguiente bendición a los peregrinos y sus banderas y pendones en los conocidos como Jardines del Obispo, junto al ábside de la catedral gótica de Chartres. A pesar de lo que otros anuncien y proclamen, la Tradición católica sigue vedada y perseguida en lo que son nuestros seculares lugares de culto.
La primera jornada, la más dura con más de 40 km, fue acompañada en los últimos tramos con una fina lluvia que calaba poco a poco, llegando hasta los huesos de los peregrinos, y que no hizo desfallecer el ánimo de los susodichos. Se tenía enfrente, como ejemplo, al capellán con el roquete y la sotana totalmente mojados.
El Domingo de Pentecostés, segundo día, fue una jornada soleada, preludio de la entrada que tuvieron los peregrinos hispanos en la granja del Val Joyeux, donde se celebraría la misa pontifical solemne oficiada por el obispo español, el Ilmo. y Rvmo. don Alfonso de Galarreta. El capítulo español se encargó de la entrada en el campamento con la cruz que preside la peregrinación y los pasos del Sagrado Corazón y la Virgen María, al son castrense y legionario del Novio de la Muerte, la Salve Rociera y la Marcha Real. Los peregrinos de las Españas y las Indias fueron vitoreados y aplaudidos a su llegada al grito de «¡Viva España!» y «¡Viva Cristo Rey!».
El último día fue la jornada de París. Cruzando por Versalles se accedía a la capital del Reino de Francia. Se cruzó el río Sena dos veces y pasando por la plaza de Trocadero, recuerdo de la batalla que los Cien Mil Hijos de San Luis ganaron a los liberales cerca de Puerto Real en 1823, se finalizaba con el arribo a la explanada de los Inválidos. Allí se celebró la misa de clausura. Después de la misa ya partieron todos a sus respectivos hogares con el corazón elevado y el espíritu enardecido.
Nuestro agradecimiento a las voces novohispanas y francesas que le dieron un toque de calidad a los cánticos carlistas y patrióticos que engalanaron la marcha, y a nuestro admirado y amado Padre Guillermo Devilliers, que con su asistencia espiritual, entre rosarios y meditaciones, demostró su amor a la Iglesia y a España. También a los hermanos Ferrando y a Carmen Palomares por la logística e intendencia tan necesaria para un recorrido tan largo e intenso en pocos días; regando las jornadas con blancos de Rueda, Requena y algún tinto de Ribera del Duero, ayudaron a los españoles sin achantarse frente a pomposos Burdeos o Borgoñas.
Fue una peregrinación católica e hispana, con penitentes peregrinos de allén y aquén de la Mar Océana, donde se llevó en alto el pabellón real de España con el Sagrado Corazón, la Cruz de San Andrés de nuestros tercios y la boina roja bien calada. El Servicio al Rey de Reyes y la lealtad al Príncipe legítimo.
Laus Deo
Puede ver las fotos de la peregrinación de nuestro corresponsal, haciendo clic en el siguiente enlace.
Agencia FARO
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