Conforme a lo dispuesto por Don Carlos VII en 1895, el sábado 10 en Avilés se ha celebrado la festividad de los Mártires de la Tradición.
Comenzaron con una animada comida de hermandad en una típica casa de comidas de la villa del Adelantado. A las cuatro y media de la tarde, en la capilla de Jesús de Galiana (llena, a pesar de lo inconveniente de la hora; engalanado el presbiterio con la bandera de la cruz de Borgoña), dio comienzo la Santa Misa, celebrada según el rito inmemorial de la Iglesia Romana por don Alfonso López, quien predicó así:
Queridos hermanos:
Hoy subimos al altar a celebrar el Santo sacrificio, a ofrecer a Dios Padre la ofrenda de su Hijo, a poner en las manos de nuestro Dios las almas de nuestros mártires.
Han pasado ya ciento doce años; ciento doce años de fidelidad. Nuestro Rey Carlos VII quiso perpetuar la memoria de tantos hermanos nuestros en esta fiesta tan entrañable.
¡Qué difícil es ser fiel! Asomándonos hoy al panorama que presenta nuestra España, en la que todo se desmorona: educación, familia, valores humanos, fe, unidad… lo fácil sería lo que hace la masa, desentenderse --también lo hicieron con Jesús ante Pilato--. Qué fácil es salir por la puerta de atrás del Pretorio, y como Pedro, decir: ¡No le conozco! ¡No sé de qué me hablas! Qué fácil es mezclarse entre el populacho embriagado de democracia para gritar una vez más: “¡Crucifícale!”.
No ha resultado muy difícil para algunos entregar de forma humillante aquel Santo Cristo que nuestros Tercios llevaron victoriosos en la última Guerra: en una pretendida (y falsa) hermandad; en un jubiloso ponernos todos juntos a trabajar, vendieron como Judas su dignidad y abandonaron al Señor en el huerto de los olivos.
Y queridos hermanos; ahí es dónde hoy nos encontramos al Señor: en Getsemaní. Y ahí es dónde, con su mirada que penetra hasta lo más profundo del alma, nos pregunta: “¿Acaso no podéis velar una hora conmigo?” Y, queridos hermanos, nuestra respuesta no puede ser menos: ¡No, Señor, no una hora, sino toda mi vida!
¡Esta es la verdad! ¡Esta es la esencia de la fiesta que hoy celebramos! Que no vamos a rendir nuestro Santo Cristo: que tenemos que seguir llevándolo, aunque nos rompan la cara --como mataron a Lázaro resucitado-- o se rían de nosotros –como de las tres Marías--.
Es la hora de apostar: o de Jesús, o de Judas. O con la Verdad o con la mentira: Y la gran verdad: o nosotros alzamos esta bandera, o nadie lo hará; o nosotros luchamos por esta verdad o nunca se entablará batalla. Que no nos engañen y que no nos engañemos, o nosotros o esta Causa está perdida.
Y en este panorama es en el que nos toca enarbolar nuestras banderas, elevar nuestras enseñas, calarnos la boina roja y lanzarnos en medio de nuestras calles; Lo fácil --ya dije-- callarse, esconderse, esperar a no sé qué… Pero ese no es nuestro espíritu. Nuestro tesón, nuestra lucha, es por la Verdad. Tenemos que hacer a Cristo Rey de nuestra sociedad. Tenemos que sostener con nuestras fuerzas este muro de patria que se desmorona. Y tenemos que hacerlo empezando a trabajar, sin esperar a que nadie lo haga. Una vez más suena la hora del Carlismo, una vez más llegan al exilio de nuestro Abanderado las voces de los que claman: “¡Vuelve!”.
Una vez más se presenta ante nuestra vida una oportunidad de trabajar por Dios, por la Patria, por el Rey legítimo: ¿dejaremos pasar la oportunidad? ¿Nos dejaremos arrebatar de nuevo la Victoria? ¿Nos esconderemos en el democrático juego de “hacer lo que hacen los demás”? No, no y no. La sangre de nuestros mártires no merece eso, el sufrimiento de tantos que murieron en el exilio, en las cárceles, no merece eso, la lucha diaria de tantos merece algo más: nuestro compromiso, nuestra fidelidad, nuestra constancia, nuestra lealtad.
No podemos terminar sin poner en manos de Santa María nuestra Causa, para que Ella la bendiga. Repitiendo y grabando en nuestros corazones aquellas inmortales palabras de nuestro Rey Carlos VII en su testamento político:
“Mantened intacta nuestra fe y el culto a nuestras tradiciones y el amor a nuestra bandera. Mi hijo Jaime, o el que en derecho, y sabiendo lo que este derecho significa y exige, me suceda, continuará mi obra. Y aún así, si apuradas todas las amarguras, la dinastía legítima que os ha servido de faro providencial, estuviera llamada a extinguirse, la dinastía vuestra, la dinastía de mis admirables carlistas, los españoles por excelencia, no se extinguirá jamás. Vosotros podéis salvar a la Patria, como la salvasteis con el Rey a la cabeza, de las hordas mahometanas y, huérfanos de monarca, de las huestes napoleónicas. Antepasados de los voluntarios de Alpens y de Lácar eran los que vencieron en Las Navas y en Bailén. Unos y otros llevaban la misma fe”.
Habrá también Misas por los Mártires de la Tradición en Gijón (viernes 16 de marzo) y en Oviedo (sábado 17), ambas a las siete y media de la tarde.
Comunión Tradicionalista del Principado de Asturias
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